lunes, 16 de enero de 2012

Rodrigo Parra Sandoval. El escritor y sociólogo caleño en entrevista con Margarita Vidal.

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Rodrigo Parra Sandoval.  El escritor y sociólogo caleño habla sobre su trabajo y la literatura colombiana.
El vallecaucano fue galardonado con el Premio Casa de las Américas 2011

Por: Margarita Vidal

El País, Cali, Enero 15, 2012
http://www.elpais.com.co/elpais/valle/noticias/vallecaucano-fue-galardonado-con-premio-casa-americas-2011
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A la izquierda presentación en la primera página del periódico impreso. La imagen siguiente corresponde al titular, a 8 columnas, en la página 14, impresa.
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A finales del año pasado, el escritor y sociólogo caleño, (nacido por accidente en Trujillo, Valle, en 1936), Rodrigo Parra Sandoval, uno de los intelectuales más valiosos de nuestro país, fue galardonado con Mención de Honor en el certamen literario más antiguo de América Latina: el Premio Casa de las Américas 2011 por la última de sus doce novelas, ‘Faraón Angola’, obra que lo apuntala con firmeza en el podio de los más importantes escritores e investigadores latinoamericanos. Su libro fue considerado, entre 300 originales, por veinte intelectuales de Argentina, Perú, Chile, Colombia, Guatemala, España y Cuba.
El profesor Parra es graduado en Sociología de la Universidad Nacional y PhD en esa disciplina, de la Universidad de Wisconsin. Docente universitario, conferencista e investigador, es también uno de los más profundos conocedores de la problemática educativa en Colombia y en América Latina.
A lo largo de varios lustros ha escrito y publicado docenas de enjundiosos y aplaudidos ensayos que conforman un amplio fresco sobre temas educativos, uno de los cuales le mereció el Premio Andrés Bello, otorgado por la OEA. Sus obras son respetadas y valoradas por el mundo académico, que aprecia su particular mirada de la historia, la violencia, la escuela, la universidad, la pedagogía, la modernidad y la sociedad colombianas, así como su aporte investigativo a la sociología.

El Álbum Secreto del Sagrado Corazón fue su Ópera Prima hace más de tres décadas y lo llevó a ocupar, ya desde entonces, un lugar muy importante dentro de las letras colombianas. Cree que, como dijo Severo Sarduy, esta novela ‘es el antídoto contra una literatura colombiana en la que se abusa de lo real maravilloso’?

Es necesario poner la aguda afirmación de Sarduy en su contexto: después del asombro de Cien años de Soledad, del diluvio mediático que le siguió, todo era lo real maravilloso, no había otra forma de escribir. Era necesario buscar una alternativa. Dentro de ese contexto apareció El Álbum Secreto del Sagrado Corazón, una novela sobre la educación religiosa escrita con una mirada irónica, crítica sobre todo de su autoritarismo pedagógico, de su manera cerrada de mirar el mundo. Una forma de mirar lo sagrado desde la razón irónica y de sacudirse un poco la pesada sombra de la mirada mágica del mundo.

¿Qué hay de autobiográfico en ella?

Es profundamente autobiográfica y al mismo tiempo es una crítica a la tradición del género autobiográfico. Es el humor, la ironía, lo que destruye la vieja forma autobiográfica en esta novela, no la diatriba. El Álbum no es primordialmente una diatriba contra lo religioso sino una maquinaria para ironizar al personaje, es decir al autor que se esconde en el personaje. Como diría Kundera, la más alta y justa forma de la ironía es la autoironía y el género narrativo más propicio para llevarla a cabo es la autobiografía.

¿Qué hay de transgresor o de innovador allí?

En literatura la transgresión debe llevar a la innovación, de lo contrario se queda en el vacío de la negación. Podría decir que la transgresión-innovación es la estructura de la obra: transformar el orden cronológico de la autobiografía en un caos atemporal, en una narración extremadamente fragmentada. O el vaciamiento de sentido de algunos valores tradicionales. Pero para mí la innovación y, al tiempo, la transgresión fundamental, es la expresión narrativa de un fenómeno cultural de Cali que me ha fascinado desde niño: la coexistencia de una gran variedad de formas de hablar, la multiculturalidad que convive de manera tensa pero humorosa: los lenguajes afros, indígenas, de la migración antioqueña, cultos y populares, Mozart y el Grupo Niche. Ése es, a mi manera de ver, lo que hay de innovativo en El Álbum: la algarabía de los hablantinosos.
Entre esas voces predomina y da el tono a la novela el autohumor afro. Reírse de sí mismo, un maravilloso don cultural venga de donde viniere, arrastre los dolores que arrastre, algo inteligente y saludable.

Usted se retiró del seminario por sus trabas a la libertad. Qué otros impedimentos lo decidieron?

Fundamentalmente el conocimiento. El mundo teológico es un mundo muy armado, del cual no te puedes salir. Y si sales, te planteas cosas diferentes. Había una especie de rebeldía dentro de mí frente a las formas de conocer. Yo necesitaba poder criticar, inventar, crear, y eso no era posible dentro de un ámbito tan cerrado. Esa fue la razón fundamental. Había otros compañeros que necesitaban un matrimonio, unos hijos. Yo lo que necesitaba era la libertad.

Pero, ¿dejó de creer?

Dentro de esa formación hay un sustrato que indudablemente permanece: una visión ética sobre la vida y las relaciones humanas. Es de lo más valioso que adquirí allí y que sigo practicando, pero no una forma oficial.

Estudió Sociología en la época de mayor agitación y efervescencia política y social en la Universidad Nacional, donde enseñaban maestros de la talla de Camilo Torres, Orlando Fals Borda, Virginia Gutiérrez de Pineda, Eduardo Umaña Luna. ¿Cómo recuerda esa época de la universidad?

Fue una época en que la universidad se salió del claustro y empezó a hacer investigaciones sobre el mundo colombiano en los distintos espacios sociales, que se publicaron con gran difusión y mayor polémica.
En ese momento había un espacio para lo que podemos llamar calidad de la educación. Se entendía que ésta debía ser útil, no solamente en el sentido laboral o práctico. Que debía propender un mundo creativo. Por dar posibilidad de crecimiento personal y social. Para eso se necesitaba un modo de conocer diferente al que en general tenemos en el país, que es puramente conceptual y teórico pero no sabe cómo enseñarnos a transcurrir en la vida real.

¿Podría hacer una reflexión sobre la Reforma Educativa que presentó el gobierno y tuvo después que reversar?

Hay ideas fundamentales en esa reforma que son muy acertadas. La inclusión de la mayor parte de la población que termina el bachillerato en la Educación Superior es absolutamente necesaria, así como la calidad. Ésta incluye no solamente aprender a descubrir cosas, sino también la libertad de investigación. Yo pensaba, cuando se habló de la inversión privada, en que ésta podría ayudar a hacer investigaciones de tipo muy concreto, muy aplicables al desarrollo, lo cual estaría muy bien. Otras propuestas no son tan acertadas y esa es una de las dificultades para analizar la situación y ver lo que está por detrás del conflicto que ha empezado a surgir allí.

¿No se opone a que haya educación universitaria privada?

La discusión que yo escucho es que se necesita tener primero una universidad pública a la que acceda la mayor parte de la población. Una universidad, que una vez fortalecida, pudiera recibir inversión, iniciativas, planes y proyectos del sector privado. Porque, de no ser así, el sector privado podría dominarla.

¿O sea, que una universidad pública muy fuerte podría complementarse con inversión privada, en vista de que el estado al parecer no es capaz solo?

Correcto.

¿Uno de sus libros más importantes, Tarzán y el Filósofo Desnudo, proviene de su pasión infantil por los ‘comics’?

Así es. Yo tenía un negocio de compraventa de ‘comics’ con un compañero de la escuela, en el sótano de su casa. El negocio terminó en un concurso de escritura y dibujo de estas historietas con los muchachos del barrio. Esa fue una de mis influencias literarias.

Pensaría que el ‘comic’ es un género muy menor y una pobre influencia para un libro tan importante.

Hay técnicas fundamentales que yo aprendí con ellos. Por ejemplo, una historieta te dice que Benitín hoy está casado y tiene un hijo, pero mañana ya no tiene el hijo, y después ya no está casado. Cambia radicalmente de un momento a otro muchos aspectos de su identidad. Eso en el cine ya se hace con mucha facilidad, pero la literatura se resiste porque se basa en una lógica muy fuerte. Destruir esa lógica, como se hace en los ‘comics’, me ha ayudado a juntar personajes que no pueden estar juntos como los filósofos alemanes, los filósofos de una universidad nuestra, Tarzán, Chita, en fin, personajes que se contraponen y generan una crítica interior al mundo universitario.

Hábleme un poco de su libro El Museo de lo Inútil, en el que el lector entra a un mundo fantástico y donde usted retoma una cantidad de voces, circunstancias e ideas, mezclando cine y literatura, por ejemplo, y donde están presentes Bocaccio, Esopo, Flaubert y Mozart, entre muchos otros.

Es el intento, fallido -como tiene que ser- de hacer una novela total. De poner todas las cosas en ella. Obviamente no se alcanza ni una centésima parte, pero allí están la ciudad pre-industrial, la ciudad urbana y la ciudad de la niña que está narrando. Finalmente, la fantasía de esa niña y todo un mundo que se vuelve fantástico. Todos están juntos y muchos de ellos conversan, hablan, discuten o se ríen. Es un inmenso coctel de personajes hablando y tomando el pelo.

Volviendo a El Álbum Secreto del Sagrado Corazón, los entendidos se maravillan del ríquísimo idioma que usa; usted está permanentemente utilizando - incluso inventando- un idioma.

Sí hay mucha creación y también mucha realidad porque yo intenté poner ahí los lenguajes del mundo urbano, del mundo científico, del mundo religioso, del mundo indígena –mi familia tenía unas fincas donde había guambianos y yo aprendí algo de guambiano cuando era niño- la manera de hablar de los afros del Pacífico. Todo eso es Cali. Quise poner los lenguajes que yo oía en Cali, todo eso está allí en una especie de batidora de lenguajes.

Faraón Angola es el título del último de sus libros, premiado en Cuba, y el nombre del detective protagonista, ¿incursiona en la novela negra?

No tengo la habilidad para eso, pero el detective es un personaje parecido al científico, en el sentido de que investiga una cosa y viene una cascada de preguntas. Me llama mucho la atención ese personaje pero de otra forma, no para hacer novela negra. Faraón Angola realmente son tres cosas: la guerra en el trasfondo, una novela de amor y una novela sobre la memoria. Indaga para qué sirve la memoria, qué le hace a uno en un mundo en guerra, y qué le hace la guerra al amor.

Hace gran gala en sus novelas de ironía, humor, y sarcasmo...

Soy un hombre fundamentalmente serio, la sociología es una disciplina enormemente seria. Siempre quise escribir novelas épicas, dramáticas. Escribí cuatro veces El Álbum del Sagrado Corazón en clave seria, pero no se dejó. Finalmente fue un chiste el que me señaló cómo escribirla. He intentado escribir con ironía algunas historias y no me lo permiten, terminan como narraciones dramáticas. Tarzán y el Filósofo Desnudo estaba destinada a ser muy seria: llena de filósofos. Pero en un simposio sobre El ser del ser, en la obra de Édgar Rice Burroughs, aparecieron Tarzán con su cuchillo desguazador de leones, Jane tan hermosa y semidesnuda, Chita y Boy y prendieron la fiesta del humor. El final de esa escena es el seminario sobre Tarzán, en que Tarzán se matricula y pierde desastrosamente la materia. ¿Qué podía hacer? La novela me ha enseñado a ser obediente. Y, sobre todo, a ser humilde cuando escribo.

¿Qué escribe ahora?

Estoy comenzando la escritura de la novela número doce, que cierra el ciclo sobre Cali. Quería hacerlo con una gran fiesta de la ironía. Pero no sale, contra mi voluntad será una despedida seria. No puedo planificar el humor, él viene cuando le da la gana. En la vida privada solamente aparece en la intimidad del grupo de amigos. Y no siempre.

Hay una fuerte urdimbre del Valle y de Cali en sus novelas...

En realidad todas mis novelas cuentan el Valle del Cauca y, fundamentalmente, Cali. Han sido imaginadas como una saga de historias sobre la ciudad en que crecí. Quise escribir el Museo de lo Inútil como una catedral que acaba de ser violentada por una explosión, en el momento justo en que todavía el ojo puede distinguir la forma que cae y en que ya comienza el caos de esa forma. Con esa tensión en mente.
La narradora es una niña que ha quedado en silla de ruedas a causa de una mina antipersonal enterrada en el patio de su escuela. Ella se siente así, vive así, como la catedral. Intenté que contara desde allí.

¿Qué es su ‘teoría del cucarrón’?

El cucarrón se llama Darwin y para entender lo que quería escribir, leí El Origen de las Especies. Es un intento de alejar la mirada del hombre y acercar la del animal. ¿Cómo vería un cucarrón la evolución de las especies? ¿Cómo vería al hombre ese cucarrón sabio? Es la autobiografía de Darwin el cucarrón. Es muy ilustrativo que el hombre no esté siempre en el centro de la acción. Que lo mire un ser marginal, un desplazado por la evolución de las especies. Me resultan fascinantes los animales y las plantas que cuentan -no solamente desde esa explosión de la biología que es el Valle del Cauca o de la historia de Jonás y la ballena, primer submarino - sino desde la lectura de Verne y de las fábulas de Esopo, cuyos animales saltaban divertidos de los libros de castellano.

Para un experto como usted, ¿cuál es el mayor problema de nuestro sistema educativo?

En ambos casos: la visión sociológica de la educación, y el sentido de mi novela Tarzán y el Filósofo Desnudo, el asunto es el mismo: la débil relación que existe entre la escuela que se planifica y la realidad de la gente, particularmente de la cultura y la vida popular. Es un problema inmenso, definitivo. La escuela debe servir para la vida; debemos conocer profundamente la cultura de la mitad del país que hemos ignorado, para recomponer y pensar la escuela, y la educación con ellos. Debemos escuchar sus voces y aplicarlas a la concepción y desarrollo de una nueva escuela. En ese sentido, tanto mis investigaciones sobre la cultura escolar en el país, como la historia de Tarzán, son una crítica de esa desconexión histórica. De esa manera leo también la actitud de los estudiantes: un reclamo de ser tenidos en cuenta, de participación efectiva, de inclusión. Sí, por supuesto la educación es para poder participar en la sociedad global pero, sobre todo, para ser ciudadanos del país.

¿Es Colombia un país muy parroquial? ¿Cómo mirar hacia afuera?

Todos los países, la ciudades, las comunidades del mundo, son parroquiales en el sentido de que viven dentro de una cultura, miran desde allí. Lo importante de viajar es comprender desde dentro otras culturas, otras formas de convivir y entender la vida, aprender cómo se mira el mundo desde ellas. Tener varias miradas posibles, saber que nuestra cultura es una de tantas en el mundo, no la única, ni la mejor, ni la verdadera, solo la nuestra.
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martes 1 de febrero de 2011
Rodrigo Parra Sandoval, caleño, mención de honor, con su novela Faraón Angola, en el Premio Literario Casa de las Américas 2011.
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Rodrigo Parra Sandoval, caleño,*
mención de honor, con su novela Faraón Angola,
en el 

Premio Literario Casa de las Américas 2011, Cuba..
Publicamos gracias al aporte de la información de la escritora Lina María Pérez.
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RODRIGO PARRA SANDOVAL.
Fotografía de: http://ntc-documentos.blogspot.com/2007_11_22_archive.html Allí textos de y sobre el escritor: "Es CALEÑO, sociólogo, escritor, profesor universitario e investigador independiente, ha trabajado con entidades internacionales como UNESCO y CEPAL. Ha ganado en dos ocasiones el Premio Nacional de Ciencias Sociales y el Premio Interamericano de Educación Andrés Bello de la Organización de Estados Americanos (OEA). ..." .

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