sábado, 22 de diciembre de 2012

El cuento de contar. Memorias del Taller de escritura creativa. Biblioteca Departamental Jorge Garcés Borrero. Año 2012. Director José Zuleta

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El cuento de contar  
Memorias del Taller de escritura creativa 

Biblioteca Departamental Jorge Garcés Borrero  
Año 2012 

Director del Taller: José Zuleta
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14.0 x 21.0 x 0.8 cms. 111 páginas.
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Texto: Fragmento de la Presentación*, por José Zuleta.
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Contenido

         Presentación       5
José Zuleta

         El secreto 8
Débora Gheiman Abadi
         Cuento       12
L.H.
         La escuela en mi piel   18
Amparo Quintero
         El secuestro de la libertad    26
Hernán Arango Jaramillo
         Historias    44
Luis Eduardo Ramírez
         El único       48
ctor Peña
         Rosalba      56
Alexander Amézquita Pizo
         Cuentos     59
Eliana Scioville
         Cuento y poemas         64
Fabio Fernando Arango Gómez
         Poemas      74
Fernando Puerto Osorio
.........Poemas      83
Alexandra Walter
.........Poemas traducidos del inglés al español          90
Margarita Baena
.........Poemas      104
Mercedes Franco Garrido

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* Presentación

José Zuleta, Director del Taller. 

La partitura de las palabras. 

Hay un momento en el que el escritor alza su voz y 
aprecia aquello que eran dibujos como sonidos. Entonces 
se produce un milagro; lo que había escrito, lo que había 
articulado como grafismos, se convierte en una criatura 
sonora y cobra una nueva dimensión. 

Las palabras se nos revelan como música, a partir de 
ese momento nos deleitamos saboreando su doble con- 
dición de sentido y sonido. Ordenarlas no será lo mismo 
desde que esto se hace evidente. En adelante, al elegir 
las palabras, atenderemos no sólo su precisión o fortuna 
para expresar lo que deseamos expresar, sino también su 
aspecto sonoro, estaremos atentos al resultado que pro- 
duce una palabra al lado de otra, luego apreciaremos el 
conjunto que forma una oración, una frase, y podremos 
advertir, gozar de su armonía, si está lograda, o trasta- 
billar en su arritmia, en sus imperfecciones fonéticas, en 
su desatino rítmico, cuando no suena bien. 

Recuerdo con placer el miedo que sentí la primera 
vez que leí en público. Lo mío era la comodidad del ano- 
nimato. Escribía en la cómoda estancia del onanismo, 
sin preocuparme de si lo que escribía estaba bien o mal. 
Esa feliz, adánica manera de escribir, se derrumbó el día 
en que, después de muchos años de placeres solitarios, 
me vi ante una invitación a leer en público. La perspec- 
tiva de exponer a otros mis íntimos sucesos me aterró. 
Cuando leí en voz alta lo que iba a ofrecer, aparecie- 
ron con una nitidez milagrosa todas mis taras y excesos, 

los innumerables y abrumadores desaciertos. Quise que 
me tragara la tierra. Sabía que lo que iba a hacer era un 
acto irresponsable, y más que nada, un acto de superflua 
vanidad. 

Pero había dicho que sí. Me apliqué a corregir, bus- 
qué ayuda, compartí a un amigo escritor, lo que pensaba 
leer. Él, con su habitual serenidad, tomó en sus manos el 
que pensé era mi mejor logro literario. A continuación vi 
con terror cómo rayaba con un bolígrafo rojo cada línea 
de mi escrito. El texto quedó lleno de tachones y marcas. 
Al final el poema parecía una criatura agonizando en 
medio de la sangre y los cuchillazos propinados por su 
primer lector. No tengo con qué pagar aquella matanza. 
Aprendí que cuando un texto busca otros ojos, otros 
oídos, entra en el mundo de lo que ya está escrito, y se 
sitúa en un escenario en el que muchos grandes talentos 
han desplegado sus alas: entra en el mundo de la litera- 
tura. 

Nacer como aspirantes a escritores es algo apabullar- 
te, pero si ya hemos dicho que sí, entonces comenzare- 
mos una larga, si se quiere infinita tarea; la de aprender 
a desprendemos de nosotros, de nuestra vanidad, de 
nuestras aparatosas grandilocuencias, y más que nada, 
de la ilusión inicial que se complacía con el valor íntimo 
de nuestros escritos.

Lo que trato de hacer en el taller que dirijo en la Bi- 
blioteca es ayudar a otros a desprenderse de sí, procurar 
que encuentren sus limitaciones, que aprendan a reco- 
nocerlas y logren comprender que escribir es una lucha 
contra uno mismo. Contra nuestros prejuicios, contra 
nuestras verdades, contra nuestra vanidad. Contra el 
lastre que acumulamos al ser más orales, que literarios, 
y más hijos de la razón que de la libertad. 

Hoy presentan sus trabajos algunos escritores del ta- 
ller El Cuento de Contar. Les pido que tomen esta lectura 
como parte de su trabajo de aprendizaje. Leer en público 
es parte del asunto a la hora de evaluar nuestros textos. 

Les he repetido que el único taller es el texto en el 
que trabajamos y el mejor maestro, aquel que es capaz 
de confrontamos, de exigimos, de descifrar nuestros 
yerros. La calidad de un texto reside en gran parte en 
el nivel de auto exigencia que posea el autor. Así, de la 
calidad de su propia crítica, dependerá la calidad de su 
escritura. 
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