lunes, 23 de septiembre de 2013

El último monárquico. Por Julio César Londoño Columna en El País (impreso), Cali, Septiembre 23, 2013

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El último monárquico

 Por Julio César Londoño

Columna en El País (impreso), Cali, Septiembre 23, 2013


Murió ayer Álvaro Mutis a los recién cumplidos 90 años en México y después de un largo silencio literario. La vida le dio todo: belleza, oro, fama, honores. Fue muy generoso, sobre todo con la plata ajena, una virtud que lo llevó a la cárcel. Tuvo un amorío con la escritora Elena Poniatowska, una señora bajita y no muy agraciada que, sin embargo, lo hizo rabiar de celos coqueteando con un amigo común, Luis Buñuel. “Solo los que amamos nos pueden herir…”

                Trabajó en publicidad, fue distribuidor de las películas de la 20th Century Fox para Latinoamérica y narrador de la serie Los intocables, una famosa saga de mafiosos, porque también fue dueño de una magnífica voz.
               
Recibió premios tan importantes como el Cervantes (2001) y otros que tenían nombres de príncipes y reinas y le hicieron cosquillas en el alma porque era monárquico. El último. Rolo monárquico. Excéntrico el hombre.

                Fue narrador y poeta, y muy bueno poniendo títulos: La muerte del estratega, Abdul Bashur, soñador de navíos, Reseñas de los hospitales de ultramar, La nieve del almirante, Ilona llega con la novia, La verdadera historia del flautista Hammelin… pero lo que venía luego no era tan bueno. Como buen botarate, agotaba su talento en los títulos.

                Fue un estilista de buen pulso pero el fondo de sus novelas no alcanzó mucho calado, si exceptuamos La última escala del Tramp Steamer, la historia de un capitán de navío y una rica heredera naval. Un romance sin melodrama porque ninguno de los dos cree ya en el amor.

                Fue casi un genio, pero tenía más ego que talento. Por eso pertenece a la segunda división del Boom, con Donoso, Fuentes, Vargas Llosa, Asturias, etc. Esa fue su tragedia, ser cuasigenio. ¡Y ese vecindario: Borges, Gabo y Rulfo! De malas el hombre.

                Le fue mejor en poesía, cantándole a los cafetales y a las crecidas de los ríos. Los que saben dicen que por lo menos Amén perdurará: “Que la muerte te acoja con tus sueños intactos, al retorno de una furiosa adolescencia…”


Es probable. Paz en tu tumba, poeta.
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