martes, 23 de septiembre de 2014

"LOS EJÉRCITOS", de Evelio Rosero LA REALIDAD DE LA FICCIÓN. Por Eduardo Delgado Ortiz

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En su 2a. etapa, provisional,
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LOS EJÉRCITOS
 LA REALIDAD DE LA FICCIÓN
  
Por Eduardo Delgado Ortiz

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   Me es grato presentar Los ejércitos, de mi amigo y paisano Evelio Rosero. Paisano, porque con Evelio ocurre algo paradójico. De padres nariñenses, Evelio nace en Bogotá en donde le dicen pastuso ya que  su niñez y su primaria transcurren en Pasto, ciudad donde lo tildan de bogotano. En sus raíces convergen estas fuentes y es ahí donde se puede hurgar un poco su carácter y su escritura.
   En su casa materna había una formidable biblioteca de su padre donde Evelio empieza a leer con avidez, prefiriendo los libros al juego.  En esta parte vale la pena acuñar esa frase de Isaac Babel que dice: “Yo era un niño mentiroso. La culpa era de la lectura. Tenía mi imaginación siempre incandescente”. Y esa puede ser una razón de su escritura: “La verdad de la mentira”, como diría Vargas Llosa. Pero Evelio  no solo vivía atrapado por la lectura de libros como Robinsón Crusoe, Las mil noches y una noche y otras tantas novelas de aventuras. También vivía absorto por los cuentos de miedo que le contaban los campesinos, en la finca, por los terrores de la oscuridad, lo sobrenatural, la lluvia fuerte,  acompasada por ese paisaje singular de Nariño que,  junto con ese universo de la ciudad cosmopolita de Bogotá, donde realiza su bachillerato y universidad, hacen un  interesante cruce de cuentas  en su imaginario creativo, de su interminable ejercicio de la escritura, en el cual la disciplina es el eje central de ese  entresueño que despierta a los fantasmas que cohabitan en nuestro cuerpo, y que nos obsesionan junto con esa extraña voz, que algunos llaman musa y que pareciera dictar lo que escribimos. Trabajo este   que  le ha dado a Evelio la posibilidad de llegar, donde ha llegado con  Los ejércitos, a través de un ejercicio solitario,  visceral, de pulir  la frase, la palabra hasta  sacarle su esencia mítica, que es lo más parecido a la poesía.
    
   Coincidimos con Darío Henao, en Pasto, en los Carnavales de   Blancos y negros. Lidia Muñoz, presidenta de la Academia de Historia, nos invitó a una tertulia en su casa, con algunos intelectuales pastusos. Y por lo fresco de la noticia del premio Tusquests Editores, obtenido por Evelio, se propuso hacerle un homenaje en el encuentro de la feria del libro de Cali, idea que fue acogida con alborozo, no solo por su obra, sino por el cariño que genera Evelio entre sus amigos. Sin embargo yo fui escéptico a que aceptara la invitación, porque Evelio  no es el tipo de escritor que guste de pantalla y homenajes; menos de entrevistas. Su carácter reservado y cauto, se parece en ese sentido al de Aurelio Arturo, quien siempre huyó de la lamboneria, que tanto gusta a otros escritores de feria. Pero por obligación con la editorial, que le ha otorgado un buen premio, a Evelio la ha tocado  ir de aquí para allá y soportar esa fatiga de micrófonos, entrevistas,  pero también  sentir la gratitud de estar con sus amigos que lo han recibido con un caluroso aplauso.

   ¿Pero, qué es Los ejércitos? ¿Por qué tanta algarabía por una novela de apenas 200 páginas, de un escritor de la generación del cincuenta, generación marcada por el ostracismo? ¡Aquí no hay nada gratuito! ¿Y saben porqué? Porque uno de los grandes retos de los escritores latinoamericanos y en especial de los escritores  colombianos, (en donde en la última década ha surgido uno que otro escritor valioso, pero en lo fundamental una camarilla de escritores  alumbrados por el santo oficio, sin ningún valor literario), uno de los grandes retos  es la confrontación de la realidad con la fantasía, ya que la novela, por su misma esencia, es ficción y para ello se requiere un gran sentido creativo.
   Y esto me recuerda una disertación  que se dio hace pocos días en un recinto como estos, donde algunos escritores dijeron, palabras más, palabras menos, que estaban cansados de la realidad inmediata: ¡tanto crimen¡  ¡tanta violencia¡ Como quien dice en el fondo: que la novela negra, que es la novela criminal por esencia, estaba mandada a recoger. Es cierto que estamos saturados  de tanto crimen. Los noticieros de televisión, la prensa y la radio nos tienen cansados con tantas   noticias de violencia. Pero no es cierto que en Colombia se haya logrado crear la gran novela negra, o una  novela policíaca de mérito.  Hay algunos cuentos y novelas que han bordeado el género criminal. Por ello, sin ser Los ejércitos una novela criminal típica, responde de una manera magistral al contexto de nuestra realidad,  como una novela total sobre la violencia.  
    Y para lograr ficcionar con el realismo sucio que día a día nos golpea el rostro de manera atroz, se requiere, además de oficio, de talento y de entrañas, haber convivido  y releído a los clásicos como lo ha hecho Evelio Rosero con, Dostoievski, Flaubert, Maupassant, Chéjov.  Si se quiere  buscar sus influencias, hay que hurgar en estos autores. En Balzac, creador del realismo contemporáneo, o en los rusos del siglo XIX, como lo dijo alguna vez Evelio, y allí están Tolstoy, Turgeniev, Puskin.

   En esta parte vale hacerse una pregunta de principio. ¿Porqué una novela como Los ejércitos que mete el bisturí en lo más hondo del drama que estamos viviendo los colombianos, después de habernos mostrados los más horrendos cuadros de los contingentes en conflicto como la guerrilla, los paramilitares, el narcotráfico, la corrupción del estado, logra salir airosa?
    Una razón  sería la objetividad con que está tratado el tema. El escritor no toma partido, solo se limita a registrar y a narrar  con rigor implacable, una circunstancia particular que ha escogido como tema. Por otra parte, siendo esta novela de una sencillez asombrosa, Evelio logra tejer por lo hondo, una filigrana  de sentido poético, que toca la epidermis, las entrañas y, es entonces que ese drama humano, adquiere un sentido artístico.     La complejidad de este tema radica en tejer y destejer el realismo sucio, para a través de la escritura,  de la poética, revertirla en ficción. Allí está, pienso,  el arte de la escritura de esta novela, atravesada, además,  por una vena erótica, de un calibre singular, ya que reinan, en la penumbra de la vida y la muerte, de un pueblo llamado San José, que puede ser cualquier pueblo de Colombia, unos seres humanos con todos los apetitos carnales latentes. Un pueblo con ilusiones, que sueña.
   Desde el comienzo de la novela, se plantea ese gran paradigma de la vida y la muerte del hombre condicionada al erotismo, tema este, que por su complejidad, el autor logra salir airoso.  Las furtivas  y después las descaradas miradas del protagonista  Ismael, a Geraldina, acostada desnuda en la piscina;  y esa lubricación en la imaginación del viejo Ismael entrecruzando un monólogo interior con otras voces narrativas,  crean esa trama meticulosa que van absorbiendo al lector a través de unos hilos invisibles que tensionan el nudo del suspenso. De pronto estamos atrapados en la trama. Caemos en la red  de un discurso eternizado, hasta hundirnos en la fosa de la nada, que parece que se repitiera una y mil veces como los cuadros de Kafka, pero también parecido a un mundo como Comala, de Rulfo. Pero no, es San José, el pueblo de Otilia, la mujer de Ismael;  el pueblo de tantos marginados, olvidados por Dios y por los hombres. Un pueblo de seres atrapados en el eterno olvido.  Esa soledad, ese silencio, ese desangre y ese dolor que crea y recrea nuestra dolorosa existencia, están ahí, latentes. Como la idea del eterno retorno de Nietzsche, en donde las cosas se repitan día a día hasta el infinito. Pero también la confrontación de nuestra indiferencia frente al amor y frente a la muerte. Seres atrapados en los horrores del erotismo.  Y como fondo del cuadro la muerte. La nada. Las fosas, los campos de concentración: la barbarie.
    He dicho que Evelio pareciera fragua en ese eterno devenir del mundo kafkiano, en las aguas turbias del inmortal olvido, o en esa marmórea soledad de Rulfo. Pero en últimas, lo que Evelio hace en Los ejércitos, es confabular contra estos dos mundos supremos, y crear un paralelo de horror, frente a estos dos maestros de la paradoja. Ya que Los ejércitos de Evelio Rosero reconstruyen su pavoroso mundo a través de su realidad imaginaria, de un mundo particular que le pertenece a él y a nosotros. Todo ello construido con un lenguaje y una poética de su pertenencia que ha hecho posible la confrontación de la realidad a través de su imaginario creativo.
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Eduardo Delgado, Viviana Valencia  y Evelio Rosero
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Evelio Rosero
Barú (Tocotá, Cali). Septiembre 21, 2014
Fotografías:  MIC de NTC …


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