miércoles, 15 de marzo de 2017

El combate. Harold Kremer. Minicuentos. Tercera edición, Editorial Aula de Humanidades, Bogotá, D.C.

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El combate

Harold Kremer

Minicuentos

Tercera edición (ampliada), Diciembre 2016 

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TEXTO EN LA CONTRA-PORTADA

El combate reúne, por vez primera, los minicuentos de Harold Kremer, género en que el autor es considerado uno de los mejores escritores en la literatura colombiana actual.
La casa, Espejo, El dragón, Los dos magos, Mutación, La primera ley y otros minicuentos muestran el dominio del oficio en un género que hoy en día ya es reconocido, por su naturaleza proteica, como uno de los más arduos y difíciles en su ejecución.
Harold Kremer, cofundador en 1980 de Ekuóreo, la primera revista hispanoamericana totalmente dedicada al minicuento, ha sido un gran impulsor de este género literario que siempre acontece como revelación y cuya sustancia es el asombro. Los minicuentos Carta con un sueño, El combate, El enano, La misión y La tarasca han sido traducidos al alemán, al inglés, al hebreo y al portugués.

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SOLAPA de la CARÁTULA

Harold  Kremer
En 1985 fue ganador del Premio Nacional de libro de cuentos de la Universidad de Medellín, con su obra La noche más larga. Ha sido ganador de varios concursos nacionales de cuento y ha publicado antologías de cuento y de minicuento. Sus cuentos aparecen en varias antologías del género, editadas en Colombia, Estados Unidos, Francia, España, Argentina, México y Alemania. 

Es fundador de la Red Nacional de Talleres de Creación Literaria (Relata), del Ministerio de Cultura de Colombia, y cofundador, en 1980, de la primera revista hispanoamericana de minicuento: Ekuóreo  ( edición cibernética) ( 1 ).

Entre sus libros de cuentos se destacan: Rumor del mar, El enano más fuerte del mundo, El prisionero de papá y La cajita cuadrada. En el año 2013 se publicó su libro de cuentos ¿Por qué me muerdes?, ganador del premio de libro de cuentos Jorge Isaacs. En el 2014, la Universidad de Antioquia publicó su novela El color de la cera en su rostro  ( 1 ). En 2015 apareció su libro de cuentos Patíbulo.
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Texto en la solapa de la contra-portada

Disposiciones y virtudes 
Guillermo Bustamante Zamudio

Suenan timbres 
Luis Vidales

Antología 
Nicolás Suescún

Director de la Colección
Guillermo Bustamante Zamudio
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Minicuentos (Muestra)
El combate, Harold Kremer 
Tercera edición, editorial Aula, Bogotá, D.C.

El espía

El atlas de fray Ubertino  era el más exacto de todos los mapamundis de finales del año 1244, de nuestra era del Señor. Ubertino iba a las tabernas y puteaderos a hablar con marineros para que le platicaran del mundo, de los caminos, de las novedades que anotaban en bitácoras o guardaban en su memoria. Al monje todo le interesaba. Y el atlas crecía.

A los 87 años, a punto de morir, sin que le llegaran datos nuevos, fray Ubertino dio por terminada su labor. Cerró los ojos y una voz angelical le dijo que tenía que levantar el mapa del infierno. Ubertino respondió que era imposible levantar ese mapa porque él, creyente fervoroso como era, iría directo al cielo.

Lo mereces más que nadie le dijo la voz—, pero necesitamos ese mapa para mostrar los castigos a los hombres, para que sientan temor de Dios.

—Pero… ¿cómo entraré al infierno si mi alma es pura? Al saber quién soy el diablo no me dejara entrar.
—Entrarás como Ubertino, el Tuerto, pirata de mar, esclavista en África y traficante de especies y mujeres.
Y enseguida fray Ubertino se vio convertido en el Tuerto, caminando por el camino amplio que conduce al infierno. La voz lo detuvo y le dijo:
—Toda tu vida ha sido un entrenamiento para esta misión. Dentro de 60 años tendrás 8 días de asueto. Irás a Verona y levantarás el mapa. Luego lo entregarás a un hombre llamado Dante Alighieri.
En el año 1304 de nuestra era del Señor, Ubertino, el Tuerto, cumplió su misión. Y la voz angelical le dijo:
—Ahora sí mereces el cielo.
—No —dijo—. En el cielo también hay espías del infierno y dicen que es un lugar aburrido. En cambio el infierno está lleno de piratas, traficantes y putas, gente que ha recorrido el mundo y cuenta muchas historias. Son muchos los mapas que he levantado en mi cabeza.
Y, entonces, Ubertino, antes monje, ahora el Tuerto, sonriente y feliz empezó a marchar por el camino amplio que conduce al infierno.

Striptease
La mujer entró tomada del brazo de un hombre vestido de frac y un sombrero de copa. El hombre la dejó en la barra vertical y anunció a “María, la mejor nudista del mundo”. Las luces se apagaron y, luego, una luz tenue rompió la oscuridad. Ella vestía una minifalda salpicada de lentejuelas y zapatos de tacón puntilla. Henry la estaba esperando y había logrado, a punta de codazos, un puesto adelante. Escuchó los murmullos de los hombres. “Parece una zorra”, dijo uno. “La mujer más hermosa del mundo”, dijo otro. “La puta más hermosa del mundo”. “Es una bruja”. Empezó a desnudarse, al ritmo de una canción de Rocío Jurado. Los hombres gruñían vulgaridades. Henry se abrió paso hasta un extremo de la tarima, le echó un último vistazo y la vio levantar una pierna paralela a la barra. “Es única”, se dijo, “nunca se acerca a esos patanes”. Sabía que María nunca se separaba de la barra ni mendigaba los billetes sucios de la clientela, que aprovechaba para tocar a las nudistas. Era el presentador quien se acercaba al público, al final de la presentación, sombrero en mano. “No es como las otras. María es decente y digna”, se dijo, escurriéndose por una puerta. Caminó por un pasillo oscuro y se detuvo: el hombre del sombrero de copa, que observaba el espectáculo por una ventanilla, entró al escenario para recoger el dinero. Henry corrió en busca del camerino de María. La puerta, con su nombre, tenía cinco estrellas. Entró y, tras una rápida ojeada, decidió esconderse detrás del vestuario. Al rato apareció el hombre con María bajo el brazo. La tiró a un rincón y se sentó a contar el dinero. Luego se levantó, la desinfló, la dobló y la guardó en un baúl. Henry, desconcertado, esperó. Cuando el hombre salió, corrió al baúl y sacó a María: doblada parecía una figura para pegar en la pared. Desconsolado la abrazó y, con timidez, le estampó un beso en la boca pintada. Al amanecer huyó con ella en una bolsa de papel. Al llegar a su casa, la infló, y vivió con ella hasta que se murió.

Ceci
Te sentarás en el andén de la puerta de tu casa a esperar a que pase la niña Ceci y, cuando la veas, soñarás con que sea tu novia, tenerla en tu cama, y así será, pero tú aún no lo sabes, como tampoco sabes que te dará tres hijos y que no serás feliz porque tendrás una vida vertical, como un samán sembrado en el parque Cabal, y ella querrá un hombre horizontal, como un caballo, como un auto de carreras para ir siempre a todos lados. Y luego, desde la puerta de tu casa, verás salir a tu madre, a tu padre y hermanos, y sabrás que nunca más los volverás a ver, apenas en fotos, y tus amigos de colegio pasarán por la vereda de enfrente, algunos levantarán la mano para despedirse y, mientras levantas tu mano para decirles adiós, pasará un automóvil modelo 1967, color azul, veloz y brillante, último modelo, y al bajar la mano, un instante después, pasará otro auto, rojo casi fosforescente, mucho más veloz y brillante, un modelo 2015 que apenas alcanzarás a seguir con la mirada, y cuando vuelvas a mirar al frente descubrirás que la casa de paredes blancas ha desaparecido y ahora hay un edificio de diez pisos que ya no te deja ver el cielo.
Y al levantarte te dolerá la espalda, te apoyarás en la pared y entrarás a tu casa vacía e irás a tu cama. Te recostarás, cerrarás los ojos y, antes de morir, te verás a ti mismo a los doce años, aquel día en que te sentaste en el andén de la puerta de tu casa a esperar a que pasara la niña Ceci.
El dragón
Cuando el mundo cono­cido sólo era China, el dragón Han se apareció en sueños al rey Tong y le dijo:
—Al despertar sólo tendrás un día más de vida, pero podrás evitar tu muerte si construyes para mí un castillo que dure mil años.
Cuando despertó, el rey olvidó el sueño. Al anochecer, cuando faltaban apenas seis horas para la sentencia, lo recordó y llamó de prisa a sus ministros, consejeros y magos.
—Pronto moriré —concluyó después de contar su sueño—. Si alguno de ustedes tiene una solución quiero oírla.
Divagaron durante horas hasta que uno de los consejeros trajo unas copas de licor. En la del rey echó un fuerte somnífero que lo hizo dormir al instante.
—Pero… ¿qué hiciste, siniestro consejero? —clamaron en coro los hombres.
—Salvarlo —respondió—. Sólo en sueños podrá construir ese castillo.
Espejo
Cuando usted sale de su casa obsesionado con la idea de comprarse un espejo, se puede decir que ha dado por vez primera un gran paso en su vida. Pero si además de dicha decisión descubre que no desea un espejo cualquiera, sino uno especial que se adapte a su tem­pe­ramento, su carácter y su figura, se podría decir que usted sabe lo que quiere de la vida. Y si después de recorrer toda la ciudad, de pronto se descubre en un viejo barrio judío discutiendo el precio de un insignificante y carcomido espejo, usted pensará que la vida y el destino han sido pródigos al brindarle esa oportunidad. Y si al llegar a su casa con el espejo se va directo al baño, lo cuelga, lo cuadra y luego se mira durante un largo instante en él, tratando de encontrar su imagen que no aparece por ningún lado, entonces usted tendrá que aceptar la realidad de su muerte.

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NTC … 16 de octubre de 2014

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NTC .... 23 de enero de 2009



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