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UN
INFIERNO ORGANIZADO
Juan
Manuel Roca
Prólogo a la novela “ADN/DNA” de Guillermo Linero Montes*
Prólogo a la novela “ADN/DNA” de Guillermo Linero Montes*
Editorial "Babilonia",
Bogotá. Serie narrativa. 63 páginas.
Noviembre de 2015 https://www.facebook.com/editorial.babilonia1/
Noviembre de 2015 https://www.facebook.com/editorial.babilonia1/
NTC .. agradece al prologuista el aporte del texto
y la autorización para publicarlo
El lector tiene entre
manos una historia bizarra que se mueve en los linderos del horror cotidiano,
en esa pesadilla con aire acondicionado de la que hablaba Henry Miller a
propósito de la rumia del tiempo, de ese masticar una y más veces un mundo un
tanto hueco, asordinado.
En una trama delineada
con pulso de cartógrafo pero no creada desde una linealidad avasallante, gira
la narración de una vida familiar anómala, atrapada no solamente por la
historia verbalizada sino por sus silencios, por sus evocaciones y la poderosa creación de una atmósfera
fronteriza que se mueve entre el sueño y la vigilia, como si trazara un secreto
pasadizo entre la opacidad de sus personajes y de una casa sonámbula y el
brillo de sus descripciones.
Que un hombre culto, que
tiene en la cabeza una leída biblioteca babilónica, lecturas filosóficas,
literatura de diferentes cataduras y un cúmulo de pasajes de la historia, un
buen día y sin decretárselo a sí mismo se dedique a leer al desgaire revistas
frívolas, a lecturas de ocasión y al abandono de los dramas colectivos vistos
con la comodidad de un diario ante los ojos, parece más un desdén que una
renuncia.
Que ese mismo hombre
llamado Guillemo Linero se encuentre de buenas a primeras con un aviso
clasificado que busca a un hombre flaco, cincuentón y escrupuloso, cuyo mayor
requisito es que se llame Guillemo Linero, pudo en principio parecerle una
broma. Pero en verdad, tras señalarle al acudir a la solicitud los beneficios
económicos y de vivienda a condición de que realizara un retrato familiar,
tenía visos de no ser una chanza, una burla rastrera. Lo que pedía el anuncio era algo más que un
sosía a la manera del personaje de Plauto, pues no era el único Guillermo
Linero que andaba por el mundo, suponía, pero el mismísimo pintor y lector de
intrascendencias se sabía capaz de hacer un gran retrato de familia, pues
contaba a su favor con el rigor y los secretos de la plástica.
Había algo milagroso en
ese encuentro con lo inesperado. Miren que encontrar algo a todas luces
trascendente en medio de la morralla noticiosa de un diario, ya implica un
verdadero sobresalto. Así que sembrado de dudas pero sin duda espoleado por el
espejismo, imaginamos al señor Guillemo, caballete al hombro, en camino de la
dirección del empleo.
Es curioso pensar en una
casa que en su ambigüedad espacial puede estar levantada en Santa Marta, en
cualquier otra ciudad o en mitad de la nada y que allí reine una “atmósfera de
quietud y desaliento”, Una morada claroscura y una pulsión por el encierro de
su propietario, un hombre de tendencias anómalas que ama la que considera la
mejor hora, ese momento del día cuando se apaga la luz, que es como cuando se
enciende la oscuridad. Y esa atmósfera de tiempo detenido, de sueño amortajado,
es la que le da un centro a la narración, como ocurre en “Aura”, a mi juicio la
mejor novela de Carlos Fuentes.
El propietario de la
morada tiene ideas fijas. Quiere el cuadro de su familia en “un estilo
figurativo, pero surrealista”. Le gusta “lo absurdo, lo sorprendente”. Esa
afirmación puede ser el preámbulo sutil de una sucesión de hechos que
encabalgan la presencia de la hija del señor Lafuente, Iliana, una muchacha que
siempre parece flotar a orillas del deseo, en sus fronteras. ¿Qué reúne en su
seno la casa? Las fotos de una esposa
muerta, un ayudante enanoide que parece reemplazar la presencia teratológica de
las Meninas en el cuadro del legendario pintor que quiso hacer visible lo
invisible. O que intercambia a Pablo, el ayudante, con algún otro enano de los
que llamaban en España “la tiniebla viviente” y que se regalaban los nobles de
Europa, sobretodo en Italia y aunque parezca una ironía, de los “países bajos”.
A todas estas, un haz de
felinos, como todos, libérrimos y misteriosos, que una vez más nos recuerdan
que uno nunca acaba de tener un gato, rondaban y ronroneaban en la casona. Al
pintor le agradaba pintar quizás más a los gatos que a sus propios dueños.
Así mismo, como un gato
en un almacén extraño, que así decía Van Gogh que sentía su presencia en el
mundo, se sentía también el pintor invitado a esa cena de sombras que es la
familia Lafuente. Él es un extraño en un mundo más extraño aún. Como extraña
resulta Lorenza, la cocinera que pone en el aire el olor de la mesa servida en
ese ambiente que reclama aunque sea la calidez de las viandas, el paisaje de su
olor.
La sobriedad del relato
se permite narrar los insólitos y casi oníricos sucesos de un espacio sin
lugar, de un ámbito sordo y casi sórdido en una geografía sin mapa. No obstante
hay una presencia delicada, lírica y misteriosa que atraviesa los espacios de
la casa. Lo hace como en puntillas, como en un sueño en medio de la opacidad
cotidiana.
Hay en todo esto una
ceguera impuesta por la prohibición, 22 peldaños que hay que adivinar en la
noche como si el pie fuera un avisado lazarillo, mucha penumbra, una habitación
prohibida, también una pesadilla no narrada, un mundo cerrado que quiere ser
violentado con la ganzúa de la imaginación, una vida bocetada una y más veces
como quien realiza un “pentimento”, algo que el pintor narrador describe como
“un pequeño y privativo infierno organizado”.
Otro aspecto que
quisiera señalar por fuera de la historia misma, es la forma como el autor de “ADN/DNA” toca sin excesos el ensayo y
la reflexión de orden filosófico. Lo hace en yunta con sus conocimientos de la
plástica, sin alardeos, amparado en ciertos guiños de su humor, un humor a
veces confesional pero siempre distanciado por la máscara eficaz de quien sabe
que si el cuerpo es sedentario la imaginación es nómada.
Hay pocas narraciones en
Colombia tan elusivas y a la vez tan atrayentes como esta de Guillermo Linero y
de su sosía pintor. Y sí, es tan elusiva, dice tanto entre las líneas del
silencio como desde su prosa justa, sobria y sin alardes, lejos de un
enamoramiento verbal que arrastre a pasos lentos el relato. Es un bello y
extraño libro, en suma.
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Sus textos y poemas han sido incluidos en antologías como: Poetry Rewiev, Mississippi, 2001; México en la Poesía Colombiana, Universidad Autónoma de México-Universidad Nacional de Colombia, México, Colombia, 2002; Versos Comunicantes II: poetas entrevistan a poetas iberoamericanos, Ediciones Alforja y Universidad Autónoma Metropolitana, México, 2003; El poeta canta dos veces, El Habitante de la Bahía Producciones, 2003; Antología de la poesía colombiana, compilador Jorge Cadavid, Editorial Universidad de Antioquia; Palabra Capital, Mondadori Editores, Bogotá 2007; Celebraciones, Editorial Domingo Atrasado, Bogotá 2007; y en revistas como: Puesto de Combate, Alforja, Golpe de dados, y Revista Casa Silva, entre otras.
El Club de Lectores de Poesía publicó la plaquette Plumillas, en homenaje a su obra plástica, con textos de los escritores Julio Daniel Chaparro, Juan Manuel Roca y Evelio José Rosero.
* Guillermo Linero Montes
Santa Marta, Colombia,
1962. Pintor, escritor y crítico literario.
Ha publicado los
siguientes libros: Aventuras en la calle, relato, Editorial Magisterio, 1996;
Rostros de la palabra, ensayos sobre poesía colombiana contemporánea, Editorial
Magisterio, 1997; Cuadros de una exposición, poemas, Departamento de Literatura,
Universidad Nacional, 2000. La última carta, poemas, Colección Catapulta de
Poesía, Bogotá, 2008. El arma secreta del navío Leandro, novela histórica sobre
la Expedición Miranda, Editorial Ícono; Mi ciudad en tus ojos, relato, Alcaldía
Mayor de Bogotá-Instituto Distrital de Patrimonio, Bogotá 2011. Historia
del Derecho Romano, Editorial Diké-Universidad Sergio Arboleda, Medellín, 2014;
“Palabra de Dios”, poemas (plaquette), Punto de Convergencia, Bogotá, 2015.
Sus textos y poemas han sido incluidos en antologías como: Poetry Rewiev, Mississippi, 2001; México en la Poesía Colombiana, Universidad Autónoma de México-Universidad Nacional de Colombia, México, Colombia, 2002; Versos Comunicantes II: poetas entrevistan a poetas iberoamericanos, Ediciones Alforja y Universidad Autónoma Metropolitana, México, 2003; El poeta canta dos veces, El Habitante de la Bahía Producciones, 2003; Antología de la poesía colombiana, compilador Jorge Cadavid, Editorial Universidad de Antioquia; Palabra Capital, Mondadori Editores, Bogotá 2007; Celebraciones, Editorial Domingo Atrasado, Bogotá 2007; y en revistas como: Puesto de Combate, Alforja, Golpe de dados, y Revista Casa Silva, entre otras.
El Club de Lectores de Poesía publicó la plaquette Plumillas, en homenaje a su obra plástica, con textos de los escritores Julio Daniel Chaparro, Juan Manuel Roca y Evelio José Rosero.
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