viernes, 15 de julio de 2016

Antología cibernética de EKuóreo. Revista de minicuentos. 100 minicuentos. Guillermo Bustamante Zamudio, Henry Ficher, Harold Kremer. Junio 2016

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 Antología cibernética de

EKuóreo


Revista de minicuentos


Selección de 100 minicuentos

publicados en el blog de e-Kuóreo




Guillermo Bustamante Zamudio 

Henry Ficher

Harold Kremer

Ilustración de carátula: Pablo Picasso 

Editorial Deriva (Cali), junio 2016
14 x 23 cms. 153 páginas
Diseño y diagramación: Orlando López Valencia
Distribución: Librería Nacional


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CONTENIDO 
e
ÍNDICE DE AUTORES



APOSTILLAS
1.   El primer número de la revista Ekuóreo se publicó en Cali en febrero de 1980. Ekuóreo se propuso difundir y fomentar la escritura del minicuento.
2.    El presente libro, Antología cibernética de Ekuó­reo, revista de minicuentos, es una selección de los primeros cien números del blog de la revista.
3.    El blog de la revista se publica desde enero 23 de 2011.
4.     Los cien minicuentos seleccionados fueron to­mados del blog http://e-kuoreo.blogspot.com
5.    La Antología cibernética de Ekuóreo, revista de minicuentos se preparó de acuerdo con el orden en que los cuentos aparecieron en el blog. Así por ejemplo, los dos primeros relatos de este libro (Ante la ley y Ella tiene un déjà vu) fueron selec­cionados de la publicación número 1 y número 2, y así sucesivamente.

6.    Las fuentes de los cuentos seleccionados se en­cuentran en el blog de Ekuóreo.  http://e-kuoreo.blogspot.com --- ekuoreo@gmail.com


1.     Se han publicado los siguientes libros de mini- cuentos: Antología del cuento corto colombiano (1994), Los minicuentos de Ekuóreo (2003), Segunda antología del cuento corto colombia­no (2007) y Tercera antología del cuento corto colombiano (2016). La historia de la revista se publicó en el libro titulado Ekuóreo, un capítulo del minicuento en Colombia (2008).
2.   Varios minicuentos de los publicados en el blog de Ekuóreo fueron tomados de novelas, libros de poesía y filosofía, entrevistas, canciones, revistas y periódicos. Otros fueron escritos exclusivamen­te para la revista, y otros, fueron tomados de li­bros de cuentos y antologías de cuentos cortos.
3.    La revista Ekuóreo fue fundada por Guillermo Bustamante Zamudio y Harold Kremer.
4.       Henry Ficher se vinculó desde los primeros nú­meros, por allá en 1981, y enseguida se fue a vivir a Israel. Años después, en una visita que hizo a Colombia, propuso la creación del blog y fue vin­culado como codirector. Desde Jerusalem, ciudad donde radica, lleva a cabo la parte digital, en la que enriquece la revista con propuestas renova­doras.
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Textos tomados de la
Antología cibernética de Ekuóreo, revista de minicuentos
Bustamante- Ficher - Kremer

21.
Le cirque rouge
Martin Gardella (Argentina)
 La caravana del circo arribó al pueblo aburrido, anunciando un espectáculo diferente. Entre el show de malabaristas y las bromas del viejo payaso, se presentaba, en el círculo de arena, un auténtico vampiro. Su acto consistía en fascinar a un enano, para luego beber la sangre de su cuello, frente a la mirada magnetizada de los pueblerinos. La rutina era escalofriante, pero muy original. El éxito del show fue tan contundente, que el circo debió extender su estadía en aquel sitio por toda la temporada. Pero, por desgracia, el stock de enanos se acabó rápidamente, y en las funciones siguientes, el pálido artista debió someter a su rutina a cada uno de sus compañeros del circo, incluido el dueño y los miembros de la orquesta. Ya sin música ni presentador, el exitoso vampiro anuncia el espectáculo de esta noche con una novedad. Por primera vez, solicitará la colaboración gentil y desinteresada de alguien del público.

27.
A gusto
Anónimo (Noruega)
Desde luego, da gusto encontrar una pequeña mujer desnuda en el bolsillo. Usted la saca, ella sonríe enseguida, encantada de luz, encantada de ser suya. Está bien caliente en su mano. Tiene hermosos pechos, un lindo pequeño pubis como una agradable criatura ordinaria. Ah, así, da gusto, pero es raro, oh, raro, muy muy raro.


44.
Diálogo
Borges-Rulfo
(Argentina-México)
Borges: Dígame, ¿cómo ha estado últimamente?
Rulfo: ¿Yo? Pues muriéndome, muriéndome por ahí.
Borges: Entonces no le ha ido tan mal.
Rulfo: ¿Cómo así?
Borges: Imagínese, don Juan, lo desdichados que seríamos si fuéramos inmortales.
Rulfo: Sí, verdad. Después anda uno por ahí muerto haciendo como si estuviera uno vivo.
Borges: Le voy a confesar un secreto. Mi abuelo, el general, decía que no se llamaba Borges, que su nombre verdadero era otro, secreto. Sospecho que se llamaba Pedro Páramo. Yo entonces soy una reedición de lo que usted escribió sobre los de Comala.
Rulfo: Así ya me puedo morir en serio.

50.
Estadía
Nicolás Suescún (Colombia)
La estadía fue muy dura, el clima desagradable, los hoteles demasiado caros, el idioma extraño. Por fortuna no duró sino una vida. 

71.
Los cinco cuentos cortos más bellos del mundo (III)
Gabriel García Márquez (Colombia)
Es el drama del desencantado que se arrojó a la calle desde un décimo piso, y a medida que caía iba viendo a través de las ventanas la intimidad de sus vecinos, las pequeñas tragedias domésticas, los amores furtivos, los breves instantes de felicidad, cuyas noticias no habían llegado nunca hasta la escalera común, de modo que en el instante de reventarse contra el pavimento de la calle había cambiado por completo su concepción del mundo, y había llegado a la conclusión de que aquella vida que abandonaba para siempre por la puerta falsa valía la pena de ser vivida.

83.
En el insomnio
Virgilio Piñera (Cuba)

El hombre se acuesta temprano. No puede conciliar el sueño. Da vueltas, como es lógico, en la cama. Se enreda entre las sábanas. Enciende un cigarrillo. Lee un poco. Vuelve a apagar la luz. Pero no puede dormir. A las tres de la madrugada se levanta. Despierta al amigo de al lado y le confía que no puede dormir. Le pide consejo. El amigo le aconseja que haga un pequeño paseo a fin de cansarse un poco. Que enseguida tome una taza de tila y que apague la luz. Hace todo esto pero no logra dormir. Se vuelve a levantar. Esta vez acude al médico. Como siempre sucede, el médico habla mucho pero el hombre no se duerme. A las seis de la mañana carga un revólver y se levanta la tapa de los sesos. El hombre está muerto pero no ha podido quedarse dormido. El insomnio es una cosa muy persistente.

100.
Decreto Imperial
Isar Hasim Otazo (Colombia, Rusia, Polonia)

El hombre cometió un crimen atroz. Mis gendarmes lo aprehendieron caminando plácidamente por la plaza principal, cubierto de sangre de pies a cabeza. No huía: sencillamente caminaba. Cuando lo interrogaron, contó sin emoción lo acaecido. Una viuda le había dado posada y cuando le servía el almuerzo derramó por equivocación un tazón de sopa caliente en sus ropas. En venganza por haberle arruinado el sayo, el hombre empuñó un cuchillo y la despanzurró como a un puerco. Luego, al ver que los cinco hijos de la mujer lo miraban con horror, procedió a hacer lo mismo con ellos, todos menores de diez años.
Cuando lo trajeron ante mi presencia y expusieron el caso, el hombre admitió haber sido el autor de los hechos, pero no se excusó ni expresó remordimiento. Para intimidarlo, le planteé las formas de ejecución: desangramiento por corte abdominal, decapitación con hacha de piedra, crucifixión inversa, empalamiento… pero él sólo asentía, sin entender la dimensión del castigo.
Yo, el emperador, domador de dragones, comandante en jefe del ejército que expulsó a esa raza nefasta de los grifos, juez supremo que ajustició a los temibles nigromantes, autor del libro en que hablo de la batalla que por cinco años libramos contra las execrables sierpes que devastaban nuestras tierras, yo, el hijo del Sol y de la Luna, no lograba entender a este maldito hombre.
Así que ordené que le suspendieran la pena. Le obsequié a la más bella de mis concubinas, con la que tuvo dos hijos. Al cabo de los años, cuando supe a través de mis espías que era feliz, que soñaba con ver crecer a sus descendientes, que le temía a la muerte, lo hice comparecer ante mí y le recordé el juicio que tenía pendiente. Cayó de rodillas y expresó horror por su nefasto pasado y, por fin, asumió su culpa y pidió clemencia.
Entonces dicté su sentencia: será decapitado, no sin antes ser testigo de la ejecución de sus hijos y su esposa. De nada sirve condenar a un criminal si no es capaz de comprender la magnitud de su crimen.
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Sobre Harold Kremer

19 de diciembre de 2014


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