miércoles, 10 de septiembre de 2025

El asombro y la sombra. Carlos Jiménez. Reseña sobre el libro "Humana luz en sombras", Marzo 2024, de Fernado Cruz Kronfly. Septiembre 7, 2025. Diálogos ...

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Gracias a los generosos aportes de ambos escritores y a su autorización para publicarlos,
lo hace y difunde: NTC … , Nos Topamos Con …
Cali, Valle, Colombia ...  

“Navigare necesse est, vivere non necesse" , FLUCTUAT NEC MERGITUR 

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SOBRE EL LIBRO
HUMANA LUZ EN SOMBRAS
dialogan 
Carlos Jiménez Moreno y Fernando Cruz Kronfly 


De: Carlos Jiménez Moreno 
Date: dom, 7 sept 2025 a las 14:32
Subject: Reseña. Humana luz en sombra​s. CJ
To: carlos jimenez moreno ​, CCO: ntcboletin@gmail.com 

Hola, les comparto mi reseña de Humana luz en sombra​s, un magnífico ensayo del escritor y pensador Fernando Cruz Kronfly
Abrazos,​ Carlos Jiménez
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El asombro y la sombra

Carlos Jiménez

                    <<La especie humana parece ser solo una sombra                      

                          que no tiene palabras justas para ser dichas>>



No encuentro mejor manera de iniciar este comentario de Humana luz en sombras ( 1 ) que citando a Artur Schopenhauer. Él fue quien por primera vez se preguntó por la relación para él esencial entre el hombre y la metafísica. Lo hizo en el decimoséptimo capítulo del primer tomo de esa obra igualmente monumental que es El mundo como voluntad y representación, titulado <<De la necesidad metafísica en el hombre>>. Después de afirmar que el hombre es el único ser que <<se sorprende de su propia existencia>> explica que <<en el estado natural de la consciencia, el hombre se considera a sí mismo como algo que se entiende por sí solo. Pero tal estado no perdura: en el momento que empieza a reflexionar, se manifiesta en él ese asombro ante el enigma del mundo del que necesariamente nace la metafísica>>. El hombre - afirma Schopenhauer- es un animal metaphysicum. (p.214)

 

En esta cita están incluidas las claves de interpretación decisivas de esta vasta y poliédrica obra de Fernando Cruz Kronfly. En primer lugar, está el asombro, sustantivo del verbo asombrar, que nombra, según la RAE, tanto la respuesta a la extrañeza o a la gran admiración causada por algo o alguien, como el oscurecimiento causado por el qué o el quién te hace sombra. Schopenhauer se queda en la primera acepción del <<asombro>>, la más común respuesta ante lo que para él resulta singularmente extraño, enigmático: el mundo y al límite, el propio hombre. Cruz Kronfly da un paso adelante y añade que el hombre, sujeto del asombro, está además esencialmente asombrado. La sombra es parte constitutiva de sí mismo y por lo tanto inseparable de su propia naturaleza. En ese sentido Humana luz en sombras puede considerarse sobre todo como el resultado del prolongado esfuerzo de su autor por aclarar en que consiste y qué efectos tiene este oscurecimiento. Él mismo lo dice en la <<Nota de presentación>>, donde explica que el trabajo que hizo suyo durante cuatro décadas, hasta extremos superlativos <<consistió en saber en qué consiste esa sombra que hace umbría la especie humana y poder dilucidarla, si es cierto que la hay. Averiguar de dónde viene esa sombra en él, qué la produce y cómo es que esta sombra ocurre en cada quién>> (p.36)

 

La dialéctica entre el asombro por definición episódico de quién está esencialmente asombrado, cabe representarla en términos del pliegue leibniciano, tal y como el mismo ha sido interpretado por Gilles Deleuze.  O acudiendo a la banda de Moebius utilizada por Jacques Lacan para eludir la lógica binaria en la representación de las fluidas relaciones de los distintos términos del inconsciente. En cualquier caso, hay que subrayar que dicha dialéctica ha resultado crucial para la escritura de esta obra. Que es una investigación orientada a un fin, que, por lo demás, cumple con los requisitos habitualmente exigidos por la academia, pero que es también testimonio de las preocupaciones tanto intelectuales como vitales que han encontrado lugar en el pensamiento de su autor a largo de un gran parte de su vida. Él mismo lo reconoce en un pasaje del libro, puesto en modo gerundio para enfatizar el carácter incesante de su investigación: << Y, entonces, lentamente fue tomando cuerpo teórico la antigua preocupación de juventud respecto de la muy extraña condición y especificidad humana>> (p.41).  El asombro por el descubrimiento de cuán extraña es la condición humana fue el estímulo, el motor que le impulsó a escribir esta obra.

 

Por ahora volvamos a la cita de Schopenhauer para recordar su definición del hombre como un <<animal metafísico>>. Tan distinta del inasible Cogito ergo sum cartesiano y del filósofo como encarnación del Espíritu absoluto hegeliano. Y tan semejante sin embargo a la que ofrece Cruz Kronfly, que define al ser humano como una singular aleación del animal y el espíritu, con la salvedad de que el espíritu no es para él el mayor logro de la conciencia, como para Hegel, sino el responsable de la mayor de las inconsciencias: la de la propia animalidad. Es el espíritu el que produce la sombra que oscurece la especie humana.  Y subrayo <<especie>> porque para Cruz Kronfly no se puede pensar al hombre sino se le piensa como una especie animal, que si ha podido encarnar la culminación de la evolución del Espíritu absoluto, como proponía Hegel, es porque también ha culminado una cierta evolución animal.

 

Evolución que queda ensombrecida porque, como explica nuestro autor, la espiritualidad << instaura en cada ser humano, la sensación de ser y no ser al mismo tiempo un animal. Sensación que lleva a los seres humanos al suponer que provienen de todo, menos de los animales próximos y de la naturaleza en su conjunto. (…) no hay en el mundo humano sombra más espesa que esta de separarse de la naturaleza, como de una suciedad, para venirse cada quién en este extrañamiento y repudio del origen, para que dizque a partir de allí poder saber quién es>> (p.39

 

La definición de <<espíritu>> que ofrece Cruz Kronfly, es polisémica, como en definitiva resultan polisémicas las definiciones que las más variadas teologías y las diversas filosofías suelen ofrecer del mismo. Esta ambigüedad radical no le impide, sino que por el contrario le permite analizar a profundidad cómo se produce la introyección del espíritu en la cría humana y cuáles son las múltiples y heterogéneas consecuencias de dicha operación fundacional.  Cruz Kronfly concede una importancia definitiva a las fases iniciales, infantiles, de constitución del animal humano. Especialmente al momento en el que la cría humana dice su primera palabra y cruza el umbral que le permite ingresar en el lenguaje e iniciar por su propia cuenta ese interminable parloteo que para él es rasgo indeleble de la condición humana.  Igual importancia le atribuye al primer paso con el que el infante se yergue por primera vez e inicia su interminable andadura por lo que terminará siendo su mundo. La comparación entre la interpretación ofrecida por Cruz Kronfly de las fases infantiles con la que hizo Sigmund Freud de las mismas, se descubre que en la de Cruz Kronfly no desempeñan ningún papel ni la escena primordial. Y que el lugar que ocupa el trauma causado por esta escena, que para Freud resulta constitutivo, es ocupado por lo que Cruz Kronfly llama <<trastorno>>. El trastorno causado en la condición biológica de la cría humana por la introyección del espíritu. Por lo que no sorprende que las ideas de << alma>> y de << psiquis>> cumplan un escaso o nulo papel en los análisis del autor de Humana luz en sombras

 

De hecho, la función crucial atribuida por Freud a los padres en la constitución de la psiquis, es atribuida por Cruz Kronfly a la << factoría antropológica>>, que es la encargada de alterar para siempre la condición biológica de la especie humana mediante la introyección en la misma del espíritu. Los padres hacen parte de dicha factoría, pero no son los únicos actores en la misma <<El ingreso de la criatura humana en la selva del hablar humano incesante>>- explica- es >>inducida con tanto esmero y dedicación por la factoría humana constituida por las madres, padres y allegados. Por los parvularios, jardines de infancia, las universidades y, en su conjunto, por la totalidad del aparato educativo social, que termina por constituirse en una sumatoria educativa en masa que se apodera de la especie sapiens hasta hacerla propiamente humana>>.(p.37) Gracias a la proteiforme actuación de esta singular factoría se produce en el individuo la <<confluencia y coexistencia en él de su animalidad de origen con la espiritualidad no biológica ni natural que le es impuesta en forma de lenguaje simbólico articulado y de psiquismo; el subsistema lingüístico de los pronombres y los signos deícticos; la codificación moral y las formaciones imaginarias que nutren la cultura>>.  (p.38)

 

Las diferencias también se dan en torno al concepto que ambos pensadores tienen del inconsciente. Para Freud es todo aquello que está excluido de la vida consciente por obra de la constante represión de deseos socialmente intolerables. Para Cruz Kronfly, el inconsciente viene a ser nuestra animalidad, la vida del cuerpo que, aunque consideramos propio, nos resulta ajeno, mudo, falta de un lenguaje que le sea propio.  Es esta escisión, este hiato sin posible remedio, el que funda esa << apertura al mundo>> que, según él, es exclusiva de la especie humana. Es también fuente inagotable de inconformidad y desasosiego y del sentimiento de que algo siempre falta. La falta entonces no como transgresión ética o moral sino como experiencia existencial.

 

Cruz Kronfly nos advierte sin embargo que para él la condición humana no es una << cosa >> sino un <<campo>> que da lugar al intercambio, continuo ir y venir entre la animalidad y la espiritualidad. En este sentido presta especial atención a pulsiones como la agresividad, la violencia y la territorialidad, que, al igual que los apetitos alimenticios o sexuales arraigan en nuestra condición animal pero que adquieren la forma en la que los asumimos y agenciamos después de haber sido moldeados y modulados por el espíritu. A mí, sin embargo, esta formulación del problema me resulta, valga la redundancia, problemática. Atribuir las ingentes guerras que padecemos o la sobre explotación de recursos naturales que está devastando el planeta a pulsiones biológicas trasmutadas, es claramente insuficiente, cuando no engañoso. Es en la naturaleza de las sociedades que promueven estos desastres donde hay que buscar una explicación razonable del origen y la función de los mismos. La guerra no es nunca un error, aunque con frecuencia se haya desencadenado por errores de cálculo. La guerra es el resultado de conflictos inherentes a las sociedades que las libran. Alguna vez vi en los muros de la Universidad Nacional de Bogotá esta reveladora pintada: <<La guerra es un derecho humano>>. Ni un atavismo ni una pulsión: un derecho.  Semejante inconformidad me produce el intento de explicar la prevalencia social del egoísmo y de las ansias de poder y posesión en la existencia insoslayable del <<subsistema lingüístico de los pronombres y los signos deícticos>>.

 

Concluyo intentando responder la pregunta de ¿cómo y por qué se produce el extrañamiento del mundo que induce al asombro que para Schopenhauer es el fundamento de la metafísica?  La respuesta se encuentra en la decisión del individuo de apartarse de la vida común lo suficiente como para que dicha vida se convierta hasta tal punto en ajena que dé lugar a la pregunta por el sentido de la misma. Por su consistencia, por sus elementos constitutivos, por su razón de ser.  A lo largo de las muchas páginas de esta obra admirable, Cruz Kronfly intercala numerosas menciones de sitio donde está entregado por entero al solitario y silencioso oficio de escribir: una casa aislada en lo alto de la << cordillera>>.

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Fernando Cruz Kronfly. Humana luz en sombras ( 1 ). Pigmalión. Premio internacional Sial Pigmalión de pensamiento y ensayo, marzo 2024

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De: Fernando Cruz Kronfly ( 1, 2 )

Date: lun, 8 sept 2025 a las 17:35
Subject: Re: ... Fwd: Reseña. CJ
To: NTC … ntcgra@gmail.com>

 En cuanto recibí por aquí la reseña escrita por CARLOS JIMÉNEZ MORENO a mi libro ensayo HUMANA LUZ EN SOMBRAS, procedo a expresar mi reacción de este modo: 

 Querido Carlos: 

 No tengo sino motivos de gratitud frente a tu reseña a mi libro ensayo HUMANA LUZ EN SOMBRAS. No exactamente por tus consideraciones elogiosas, que me honran por venir de quien vienen, sino porque tu texto es un ejemplo de lo que debe entenderse como reseña, más allá de una simple nota de contracarátula.

  Me emociona, ver cómo penetraste mi escritura, acerca de un tema tan complejo y frente al cual existen tantos obstáculos epistemológicos, en términos de Bachelard, debido a la idealización, nunca superada, de la especie humana. Gracias, Carlos, por tu rigor y seriedad. Disfruto tus comentarios sobre la coyuntura mundial y aprendo de ellas lo que no te imaginas. 

 Sólo me atrevo a agregar mi sorpresa, al ver cómo al final desgarras, de un sólo tajo apresurado,  la violencia humana y hasta las guerras, como su máxima expresión. Pienso, del conjunto del planteamiento que he intentado, que la violencia humana, totalmente diferente de la violencia y agresividad instintivas animales, HACEN PARTE SUSTANCIAL DEL TRASTORNO INFRINGIDO A LA ESPECIE HUMANA, jamás entendido este trastorno como locura, que bien podría ser, sino como MODIFICACIÓN Y ALTERACIÓN de la animalidad que somos, debido a la acción de la factoría antropológica consistente en instalar en todo ser humano, a partir de su nacimiento, la espiritualidad del lenguaje, lo simbólico, el subsistema lingüístico de los pronombres, el psiquismo y la masa de imaginarios culturales. Instalada la criatura humana naciente en este tipo de espiritualidad, inédita en el reino animal y en los primates, la cría primate humana queda modificada, vale decir, trastornada. Y la violencia humana, en ella comprendida las guerras, entran a hacer parte de dicho trastorno. En el anterior contexto, la guerra no sería un "derecho", sino una de las formas que adquiere la violencia humana  llevada al extremo e incluso legitimada, debido a la manera como de la violencia instintiva heredada es ATRAPADA POR LA ESPIRITUALIDAD Y PUESTA A SU SERVICIO. Pensar que la guerra, desgajada del trastorno ontológico de la especie primate humana, debido a su atrapamiento en la espiritualidad, se presenta como un derecho, podría conducir al argumento de Netanyahu. No se trata aquí de condenar la guerra buena y la guerra mala, de quienes no tienen derecho a ella, sino de entenderla en el contexto de la ESPECIFICIDAD HUMANA. 

 De todas las maneras, Carlos, te prometo seguir pensando este punto crucial. ¿Netanyahu tiene derecho a exterminar, diciendo que está en guerra?

El sionismo, y tú sabes mucho más que yo de este asunto, ha utilizado la guerra como derecho, para quedarse con las colinas de El Golam, en Siria y acrecentar su territorio, así como lo hizo con un pedazo de Sinaí, en Egipto.  Israel practica el principio de los hechos cumplidos a la brava. Invoca, en la práctica, la guerra como un derecho. Pienso que no es este tu argumento respecto de la guerra entendida como un derecho. Te invito a repensar este punto, en el contexto de mi planteamiento.

Cierro, profundamente admirado y agradecido con la manera como entiendes lo que es una reseña intelectualmente responsable y seria.

Recibe mi fuerte abrazo. Y muchísimas gracias por tus columnas, que son ejemplares.

 Agradezco infinitamente a Gabriel y María Isabel, comunes amigos, su manera de ser felices haciendo el puente en estas conversaciones en temas cruciales. 

 Fernando Cruz Kronfly 

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De: Fernando Cruz Kronfly

 

Date: vie, 12 sept 2025 a las 18:24


Subject: GUERRA COMO DERECHO HUMANO


To: Carlos Jiménez Moreno , Gabriel Ruiz Arbeláez <ntcgra@gmail.com>

Queridos amigos. Me he tomado el trabajo de escribir este texto, a partir de la desconcertante idea de Carlos sobre la guerra es un derecho humano.


GUERRA COMO DERECHO HUMANO


Estación de trabajo, la cordillera, septiembre12 de 2025

Muy recordado Carlos Jiménez Moreno

Querido Gabriel Ruiz Arbeláez

Luego de leer la ejemplar reseña escrita por Carlos acerca de mi libro “Humana luz en sombras”, tan enriquecida por Carlos y puesta en un nivel tan elevado, prometí seguir pensando en la guerra humana a partir de las consideraciones finales que el autor de la reseña hace al pensar la guerra “como un  derecho humano” y no como “un error”. Puesto que la guerra es “el resultado de conflictos inherentes a las sociedades que las libran”

Independientemente de haber prometido seguir pensando en este punto de vista, de esta manera expuesto por Carlos, me permití adelantar alguna consideración en el sentido de que este argumento del “derecho humano” a la guerra podría ser el mismo esgrimido por Netanyahu en la Franja de Gaza, puesto que el sionismo, rector del Estado de Israel, practica el principio de los hechos cumplidos a partir del poder militar que despliega. Haciendo valer, una vez más, enseguida de los hechos cumplidos, el nunca enterrado lema de la ley de la selva.

 Y recordé el berenjenal en que se metió Santo Tomás, en “El Gobierno de los príncipes”, si mal no estoy en el siglo XIII, al diferenciar entre la guerra buena o santa, a favor de la fe, y la guerra mala de los impíos. Muy parecido a hoy, aunque en otras palabras.   

 Así que al leer la reseña, me entregué a pensar: ¿tiene razón Carlos al afirmar que la guerra “es un derecho humano,” en cuanto la guerra debe entenderse como el resultado de  “conflictos inherentes a las sociedades que las libran?

 Al hacerme esta pregunta, de entrada sentí que, el anterior punto de vista, sólo era posible si la guerra se desconectaba o desgarraba del grueso de mi planteamiento, expresado en mi libro-ensayo “Humana luz en sombras”. Libro en el cual no sostengo que la guerra sea un error, sino que es la máxima expresión humana de la realización de la denominada por Freud, a su manera y en su lengua, “pulsión de muerte y destructividad”

El punto es que la especie primate humana, ha recibido un legado natural de anteriores especies animales (Whitehouse: Herencia, Editorial Debate, 2024), que el autor denomina sesgos. Y Fans de Wall (“El mono que llevamos dentro”), autor que hace especial hincapié en la extrema territorialidad humana, sin explicar por qué. ¿Acaso será porque el territorio ingresa a formar parte sustancial de la identidad psíquica de los seres humanos?  ¿La territorialidad animal natural se vuelve psíquica esencial en los seres humanos, al punto de que por esa nacionalidad territorial nos hacemos matar?  

Entendidos como instintos, el de alimento, reproducción y violencia y agresividad, al  ser objeto de modificación “ontológica”, digamos, por la manera como la factoría antropológica se apodera de la criatura humana naciente, la especie humana animal queda en poder de la espiritualidad lingüística, el mundo simbólico, el subsistema lingüístico de los pronombres y los signos deícticos, el psiquismo, el mundo moral  y las formaciones imaginarias de la cultura. Siento que estoy reiterando, por necesidad, y esto es lo magnífico y perdonable en el género epistolar.  

 Regresando, lo anterior significa para la criatura humana la ocurrencia de un verdadero segundo nacimiento, agregado y “superpuesto” al primer nacimiento como hecho biológico. Este segundo nacimiento (empleo esta expresión por primera vez), implica un progresivo desprendimiento de la criatura naciente del mundo natural, sin que por este desprendimiento el animal, que es la criatura, desaparezca, Aunque sí queda trastornado, vale decir, alterada y modificada profundamente su “esencia animal”. 

Para concretar, mi punto de vista es que la guerra, en cuanto suprema expresión de la agresividad y la violencia heredadas, no debe ser “desgajada” y, de alguna manera, puesta a salvo del trastorno ontológico, sin  el cual  lo humano, no hubiera podido darse en la naturaleza. Ya que el ser humano es ese otro tipo de animalidad que le apareció a la evolución. Así que la guerra es parte esencial “ontológica” del mundo humano y máxima expresión del instinto agresivo y violento heredado de las especies animales.

Pero, ojo con el pero, los instintos heredados por la especie humana, son atrapados por la espiritualidad, en los términos arriba definidos e incluso, absolutamente, puestos a su servicio.

Escribe Boris Cyrulnik, médico psiquiatra, psicoanalista, etólogo, sobreviviente de Auschwitz y formulador de la teoría de la resilencia, algo así;  detrás de todo genocidio, hay un imaginario. Buen punto.

 Y, me digo: ¿acaso el imaginario que preside las matanza  y, agrego, las guerras en particular, no hace parte del trastorno humano, que no es una enfermedad, ni una cosa mala ni un error, sino una consecuencia de la modificación “ontológica” de la condición animal humana, debido a la intervención sobre las criaturas humanas de la factoría antropológica, con toda la carga plural y en masa de esta factoría, que se desploma sobre la criatura naciente?

 Si pensamos que comer es un derecho humano, que gozar la sexualidad lo es igualmente y que realizar la muerte y la pulsión de muerte y destructividad, es otro derecho humano también, es nuestro deber empezar a hilar mucho más despacio. Aunque, sin hacerlo, me atrevo a decir que Carlos, con su afirmación, coloca la guerra humana en un punto extremo esencial, en términos teóricos. Aunque, y aquí me distancio con sumo respeto, no en los términos en que él lo hace, como “resultado de conflictos inherentes a las sociedades que las libran”, puesto que, en mi opinión, así expresado, el origen de tales conflictos se quedan sin ser explicado.

 Muy pronto se dirá: pero es que esos conflictos que llevan las sociedades a la guerra  son económicos, políticos, geo-políticos, en fin. Y uno queda perplejo. Pero  yo insisto: no conozco un solo animal que haga la guerra, así se muerdan y hieran mortalmente. Pero, eso no es guerra, y mucho menos por los motivos anteriormente señalados.  Ciertos animales primates son violentos y agresivos en extremo, entre ellos los chimpancés, pero jamás por los anteriores  motivos. ¿De dónde entonces provienen estos motivos, dónde se originan si evidentemente no son de origen natural?

 Sostengo, en consecuencia, que los motivos económicos, políticos o geopolíticos, etc, son reales, pero su trasfondo y detonadores hacen parte del trastorno humano espiritual  como lo son las formaciones imaginarias, ideologías, religiones, paranoias sociales,  nacionalismos, en fin. Habría que analizar, en cada guerra, el componente dominante “espiritual” de fondo.  En el caso nazi, fueron los imaginarios y delirios eugenésicos dominantes en los tiempos del conde Arthur de Gobineau. En las cruzadas medievales, fue el delirio religioso. En el genocidio Servio, el delirio  paranoico de Slobodan Milosevic;  en Gaza, el delirio del Tanaj, la Torá y las profecías de Jeremías e Isaias. Hay que tomarse el trabajo de leerlas, como lo he hecho, para tener esta certeza. Y claro, en la superficie macabra, en Gaza, el proyecto de convertir la franja de Gaza en un faraónico complejo hotelero. Su gerente reconstructor: Trump. Lo han dicho públicamente Netanyahu y Trump. El uno destruye, el otro reconstruye.

Delirio es una creencia que se vive con absoluta convicción y que, además, se invita a ser parte de la vida.

Regreso al tema y me pregunto: pero, ¿dónde se realiza, como derecho humano, la pulsión de muerte y destructividad, habida cuenta de que, como suele decirse, no puede quedarse sin realización? No cabe duda: se realiza en el cine, los videos juegos, la propaganda, las exhibiciones en las vitrinas, las series televisivas, los noticieros y sus imágenes,  la novela policíaca, incluso el arte, en fin.

Quien lea “La divina Comedia”, se detendrá de más en el capítulo del infierno, quizás el más célebre entre el vulgo y quién sabe  entre cuántos más. Aquí, el inmenso Dante elabora algo semejante a un “bocado de cardenal”, para ofrecer al lector aficionado al dolor humano. El gran escritor Orlando Mejía Rivera, en su libro “Dante y la medicina”, sostiene que Dante tuvo relación con los estudios médicos, y que esta circunstancia le permitió conocer cuáles eran los lugares del cuerpo donde se podía causar el mayor sufrimiento posible. Y, finaliza, Orlando Mejía, diciendo que este conocimiento médico de Dante fue esencial para escribir el minucioso capítulo del infierno, que cierto tipo de lector gozará en su inconsciente, que es una dimensión psíquica humana y nunca una dimensión natural.    

Esta realización, debe ser dicho, no es real material, sino real simbólica. Los descubrimientos de la neurociencia al respecto de lo anterior, son iluminadores, puesto que en la corteza cerebral existen unas células denominadas neuronas espejo, que permiten a los seres humanos “incluirse” en lo observado. Lo cual explica la altísima demanda que tienen  este tipo de “creaciones” humanas  relativas a la violencia y la muerte. Igual sucede con la pornografía, donde el observador de la imagen y de la acción, se incluye. Las realizaciones reales simbólicas de los deseos humanos son tan importantes como las realizaciones reales materiales de los mismos.      

La guerra intestina es demoledora, incluyendo las guerras civiles. Por este motivo, la guerra es casi siempre contra “los otros”. Y aquí juega el subsistema lingüístico de los pronombres. En fin, no debo extenderme.

Infinitas gracias a Carlos Jiménez, por haberme forzado a seguir pensando la guerra, máxima expresión del dispositivo agresivo y violento, heredado de la naturaleza animal aunque atrapado en la espiritualidad y puesto a su servicio. Instintos no conjugados en clave biológica, como en Freud, sino en clave espiritual.

En su estudio sobre la violencia y lo sagrado, René Girard demuestra cómo los aterradores sacrificios de víctimas humanas, consideradas sagradas, jamás se explicarían por fuera de los imaginarios en que estas comunidades humanas vivían inmersos. Técnicamente, estas creencias eran vividas con absoluta convicción. Dicho de otra manera, psíquicamente eran delirios. Hay una diversidad de éstos en la vida humana: delirios económicos, políticos, identitarios territoriales, religiosos, nacionalistas, en fin.  Puedo entender lo grave que es decir esto y lo ecléctico que uno se vuelve cuando lo dice desde una mirada disciplinariamente transversal, porque se queda sin lugar. El único lugar que esto permite, es el entendimiento. Análogamente a Hannah Arendt.

Escribe René Girard, que, la violencia nunca deja de existir en el mundo humano, sino que hay que “engañarla” y tirarle de cuando en cuando trozos de carne. Para concluir que el gran realizador real y material de la violencia y la venganza reparadora del daño en el mundo moderno, es el Estado. El Estado, en Girard, como vengador, por delegación del ciudadano. Por su parte, Byung Chul-Han, en su “Topología de la violencia”, escribe que en el mundo humano hay muchas cosas que nunca desaparecen, entre ellas la violencia. Explica que ésta, sin desaparecer jamás, asume formas que hacen pensar que ha desaparecido, como ocurre con la violencia psíquica en nuestro tiempo. Es suficiente.

 Hasta pronto, Carlos

Gabriel.

 Fernando Cruz Kronfly  

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De: CARLOS JIMENEZ MORENO 


Date: sáb, 13 sept 2025 a las 7:47

Subject: Respuesta. CJ

To: Fernando Cruz Kronfly , Gabriel Ruiz Arbeláez <ntcgra@gmail.com>

Queridos Fernando y Gabriel, les envío mi respuesta a los comentarios de Fernando, junto con mi agradecimiento a ambos.

Abrazos

Carlos Jiménez 

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Querido Fernando, quien debe empezar dando las gracias por tu libro soy yo. Gracias a un esfuerzo tan duradero como fecundo has producido una obra que ciertamente memorable. Si la reseña que he escrito de la misma te parece notable, es porque era lo mínimo que podía hacer, como lector agradecido, en respuesta a tan formidable estímulo intelectual. De una ambición y de unos logros escasos en nuestra cultura.

Dicho esto, paso a responder tus objeciones. Empiezo por reconocer que tienes razón, cuando afirmas, al final de tu primera respuesta a mi reseña, que allí se produce un “tajo” en mi argumentación. Es cierto. Se produce.  Todo lo escrito por mi antes de esos pasajes finales fue resultado de mi fidelidad a la lógica de la crítica inmanente: criticar un texto a partir y contando con su propia lógica, para determinar sus logros y detectar sus inconsistencias, si las hubiere. Postura que abandoné en los pasajes en cuestión, cuando decidí reemplazar la crítica inmanente por la critica trascendente. Y situarme en un paradigma teórico distinto del propio del texto original para criticarlo desde allí. Supongo que ya has advertido que dicho paradigma es el del materialismo histórico, que califica de “biologistas” las explicaciones dadas en términos biológicos o etológicos si quiere, de un fenómeno tan complejo y tan crucial para el debate político e ideológico contemporáneo, como es la guerra.

 Estamos en guerra, en Colombia, en Venezuela, en el Medio Oriente, en África y en el corazón de Asia y creo no podemos permitirnos el lujo de hacer una interpretación equivocada de porqué se están produciendo y que es lo que podríamos hacer efectivamente para conjurarlas. En el entendido de que podamos hacer algo, aparte de padecerlas sumidos en la impotencia.

Tú has citado oportunamente el intercambio epistolar entre Albert Einstein y Sigmund Freud originado por la pregunta que el físico le hace al psicoanalista, con la esperanza de que la respuesta a la misma se encuentre en la psiquis humana. Freud, con prudencia admirable, presenta como respuesta la posibilidad de que el origen de la guerra se encuentre precisamente en dichas profundidades como pulsión de muerte. Notable el razonamiento que, desgraciadamente, sirvió poco para aclarar la guerra mundial que se estaba gestando y que poco después obligo a ambos a exiliarse de sus respectivas patrias. El psicologismo tampoco ayuda en este caso.  Por lo que resulta mucho más pertinente para tratar el fenómeno de la guerra asignarle a la biología y al psicoanálisis papeles subalternos, subordinados, sobre determinados por la política, la ideología y la economía.  

Quiero por último referirme a mi tesis de que la “guerra es un derecho”. Empiezo por aclarar que yo distingo entre derecho y justicia, por la razón fundamental de que el derecho es siempre derecho de un Estado, como han sido todas las guerras realizadas desde que la organización estatal de la sociedad reemplazó a las sociedades tribales. El derecho y la guerra están para mi íntimamente asociados, por mucho que haya estados que se salten su propio ordenamiento legal, o el ordenamiento legal internacional vigente, para hacerlas. Como son hoy los casos flagrantes de Israel y Estados Unidos. A este argumento digamos ontológico, añado el positivo o pragmático: existe una normativa legal sobre la guerra, cuya máxima expresión es la Convención de Ginebra. Existe un derecho a la guerra, por mucho que la mayoría abrumadora de los beligerantes tiendan a quebrantarlo.

Fernando, concluyo reiterando mis agradecimientos por tu libro y mi admiración tu vasta obra de escritor y ensayista. Agradezco igualmente la generosidad con la que Gabriel Ruiz ha abierto las puertas del medio digital que dirige.

Carlos Jiménez.

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De: Fernando Cruz Kronfly 


Date: sáb, 13 sept 2025 a las 17:33

Subject: PD  ... / Fwd: Respuesta.CJ

To: NTC <ntcgra@gmail.com>, carlos jimenez moreno 


P.D. A mi texto de respuesta a Carlos Jiménez. Brevísima:


Jackes Lacan escribio:  la especie humana no quiere salvarse. ¿Qué quiso decir, o qué dijo Lacan?

Ya sabemos quién ha sido Lacan, conocemos lo formidable de su obra..
No se puede permitir, entre los pensadores de la soledad, que esta frase pase de largo, Es decisiva.
Contiene, en sí misma, "un no querer" y un qué: "salvarse". 
Si Lacan tiene razón ¿qué es lo que hace que la especie humana no quiera? ¿Por qué no quiere, o no puede querer? ¿Qué clase de no querer es ese no querer salvarse? 
Dejemos ahí: pero hay algo más, esencial: "salvarse". ¿De qué?  ¿De la muerte?  Si así fuese, sería una bobada que Lacan lo hubiese siquiera pensado.
Pienso que no se trata de un "no querer", sino de un no poder.

Diría, en consecuencia: "la especie humana no es que no quiera salvarse sino que no puede". 
Y sigue lo otro: salvarse de qué?

Henry David Toreau, en Walden, escribe algo así: la mayoría de los seres humanos viven una tranquiila deseperación silenciosa. 
Lacan dice algo como esto: una constante sensación de falta. 

De esta sensación de falta constante, ligada al deseo, la especie humana NO PUEDE salvarse, No es que no quiera, sino que no puede, porque LO HUMANO es precisamente esto. 

Pregunto a Carlos y a Gabriel: ¿hago mal si siento mucho pesar por la humanidad? ¿Verla queriendo salvarse de ella misma y no poder, porque la humanidad está en ella? El peligro mayor de la humanidad es ella misma.. 

Cierro, agradecido.

Fernando.

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 .... Continuará 

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 NTC … ENLACES sobre el libro y su autor


NTC … 17 de abril de 2024

HUMANA LUZ EN SOMBRAS. Fernando Cruz Kronfly. Marzo 2024, Páginas: 468 . Editorial: Grupo Editorial Sial Pigmalión, España. NTC ... REGISTROS

https://ntc-narrativa.blogspot.com/2024_04_17_archive.html

.

NTC … 5 de mayo de 2024

HUMANA LUZ EN SOMBRAS. Fernando Cruz Kronfly. Marzo 2024. Editorial: Grupo Editorial Sial Pigmalión, España. Lanzamiento del libro y entrega del Premio. FILBo 2024. NTC ... REGISTROS

https://ntc-narrativa.blogspot.com/2024_05_05_archive.html

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 NTC … 1 de septiembre de 2024

HUMANA LUZ EN SOMBRAS. Fernando Cruz Kronfly. Sílaba Editorial, Medellín. Agosto 2024. NTC ... Registros

https://ntc-narrativa.blogspot.com/2024_09_01_archive.html


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Gracias a los generosos aportes de ambos escritores y a su autorización para publicarlos,
lo hace y difunde: NTC … , Nos Topamos Con …
Cali, Valle, Colombia ...  

“Navigare necesse est, vivere non necesse" , FLUCTUAT NEC MERGITUR 

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