martes, 23 de octubre de 2012

ÓSCAR COLLAZOS EN FILUC 2012. Entrevista

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ÓSCAR COLLAZOS en FILUC 2012
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ENTREVISTA
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 Óscar Collazos | Foto: Omar Véliz

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El recuerdo más feliz que atesora Óscar Collazos es correr por una playa de la costa del Pacífico de Colombia, sin zapatos y sin camisa. Libre y seguro. La nostalgia por la infancia perdida lo hace declarar que su personaje de ficción favorito es Tom Sawyer, el héroe juvenil de la novela que Mark Twain publicó en 1876. 
No son cosas de la vejez, habla del miedo.
Al autor de La ballena varada (2003), como a muchos de sus compatriotas, la violencia de la guerra fraticida causada por el narcotráfico le quitó los lugares para recordar su juventud. Cuando llegó a Colombia en 1989, el autor que había vivido trashumante por 30 años se dio cuenta de que el narcotráfico le había cambiado el país y había “criminalizado su sociedad”, como dice. Y desde entonces se dedicó no sólo a continuar la literatura de ficción que lo había inspirado en el exilio, sino también al periodismo. Cada segundo de su vida, cada letra de su obra dedicada a entender la tragedia en la nación vecina.

–¿Qué relación hay entre la literatura de ficción y la de no ficción?
–Durante una época hice crónica periodística, y me hubiera gustado seguir haciéndola, pero hace aproximadamente 25 años me dedico más bien al periodismo de opinión, que utilizo como vehículo para reflexionar sobre la realidad de mi país, de América Latina y del mundo. Como tengo que estar informado permanentemente, estoy obligado a ver la realidad de una manera más rigurosa. Los temas que trato en mis novelas no hubieran sido posibles si antes no hubieran sido obsesiones mías como columnista de opinión. Hay una especie de retroalimentación de un género a otro.

–¿Cómo Gabriel García Márquez, también novelista y periodista, aún influencia las letras colombianas?
–García Márquez no influyó ni en los temas ni en el estilo de la generación siguiente. Él mismo se quejaba y me decía que una de sus desgracias era no tener seguidores en su país. Lo que hubo fue una gran admiración por un escritor excepcional. Más que por García Márquez, me siento influenciado por autores del boom como Juan Carlos Onetti y el primer Mario Vargas Llosa. Por el último porque comencé escribiendo literatura de jóvenes en conflicto y por Onetti porque había un elemento de su realismo que iba a las profundidades de la condición humana, a su lado existencial, y no sólo al mito, como Cien años de soledad, por ejemplo.

–¿Y las generaciones actuales, en especial la de los más jóvenes? 
–Nos encontramos en una situación bastante curiosa: están vivas, y escriben, tres generaciones de autores colombianos. En primer lugar está mi generación, que ronda en este momento los 60 años de edad; en segundo, la que ocupan escritores como Santiago Gamboa, Héctor Abad Faciolince y Jorge Franco; y más recientemente, la generación de Juan Gabriel Vásquez, autor de El ruido de las cosas al caer, y Antonio Úngar, que escribió Tres ataúdes blancos.

–En cuanto a su temática, ¿qué las diferencia?
–Hay una transición en los temas, pero la violencia, de una u otra manera, sigue siendo un factor dominante. El ruido de las cosas al caer narra la génesis de la moral del narcotráfico: cómo a partir de esta situación alguien cuyo destino podía ser otro decide hacer riqueza fácil. Es curioso cómo Vásquez retoma un tema que obsesionó a la generación anterior, es como si los colombianos no pudiéramos liberarnos de eso.

–¿Sigue también usted obsesionado con el narcotráfico?
–No puedo evitar escribir sobre el narcotráfico, me encantaría dejar de hacerlo, pero está demasiado incrustado en mi imaginario. Pensé que lo había logrado con la novela juvenil que acabo de publicar y que está dedicada a la pérdida de la memoria. Pensé que en La laguna más profunda no había ningún elemento de violencia, pero resulta que sí, pues aparecen allí los cadáveres de unos jóvenes sin identidad en diferentes sitios de Colombia. 

–¿Qué está escribiendo ahora?
–Acabo de terminar una novela grande, pesada y abrumadora, de la que no sé cuáles van a ser las secuelas en mi estado de ánimo. Son 400 páginas de un texto histórico en el que quise tratar la violencia y la guerra en Colombia como una alegoría que consiste en lo siguiente: cerca de 500 víctimas de la guerra son reclutadas por un ejército paramilitar y conducidas a una especie de éxodo que las lleva hacia ninguna parte. Viajan y viajan por una geografía devastada, por un campo que ya no produce y unas rutas que no tienen salida. Por un mundo absolutamente arruinado, improductivo. Viajan hacia ninguna parte y muchas mueren en el camino. Les dicen que la guerra ha terminado, pero helicópteros y aviones cruzan el cielo hacia alguna parte. Se trata de la zozobra de esta gente que no sabe a dónde va.

–Y la guerra en Colombia, ¿terminó?
–No. Claro que no, aún no ha terminado. 
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domingo, 21 de octubre de 2012

CÓMO CONOCÍ A LUIS VIDALES. Por José Luis DÍAZ-GRANADOS

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CÓMO CONOCÍ A LUIS VIDALES

Por José Luis DÍAZ-GRANADOS *
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El Maestro Luis Vidales, con Luis Fayad y José Luis Díaz-Granados 
En casa de autor del texto en Palermo, Bogotá, junio de 1969
Fotografía: Archivo particular del autor. Click derecho sobre la imagen para ampliarla en una nueva ventana.
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Yo sentía por Luis Vidales verdadera devoción. Diría mejor, veneración. Fue tal mi endiosamiento, que en los años 70, 80 y 90, cuando ya gozaba de su amistad filial y de la más completa confianza e intimidad, jamás dejé de decirle Maestro y de tratarlo de Usted, mientras otros poetas jóvenes y contertulios lo llamaban Luis y lo tuteaban.

Desde que supe de su existencia, en mi adolescencia, lo admiraba y lo respetaba. Oí su nombre por primera vez por referencias  de mi padre, Manuel José Díaz-Granados, abogado, economista y estadístico, liberal de izquierda y asesor de la Contraloría General, y por mi tío materno Carlos Valdeblánquez Moreu, poeta, violinista y bohemio, empleado de la sección de Cartografía de la Contraloría y posteriormente del DANE (ambos, compañeros de oficina de Vidales en los años 40 primero y luego a comienzos de los 60, y contertulios ocasionales en los cafés Lord, Automático, Lutecia y de otros tradicionales bares bogotanos).

Sabía de su amistad con Luis Tejada, de su militancia comunista, de sus treinta y pico detenciones carcelarias y su legendaria huelga de hambre durante el gobierno de Olaya Herrera; de su participación en la huelga del Calzado Pacífico en Cali, de la toma de San Eduardo en Boyacá, de sus enfrentamientos con Ignacio Torres Giraldo, de su amistad con Gilberto Vieira, de su exilio en Chile, de su viaje a la URSS en 1954 y sus encuentros con Picasso, Tristán Tzará, Luis Cardoza y Aragón, Neruda, Roberto Salgado y Volodia Teitelboim.
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Descubrí la prodigiosa poesía de Luis Vidales, primero, gracias al segundo tomo de Las mejores poesías colombianas, compilación hecha por Andrés Holguín para el Festival del Libro Colombiano de 1960; luego ya, en la secundaria, cuando yo ya estaba metido de lleno en el mundillo literario, y más tarde, en 1968, cuando adquirí por un peso la primera edición de Suenan timbres en la tradicional feria del libro del parque Santander.

A Luis Vidales lo vi por primera vez a comienzos de 1962, durante la ceremonia de premiación de un concurso de poesía del cual él era jurado y cuyo fallo revelaban esa noche en la Biblioteca Nacional. Recuerdo que el ganador fue el poeta barranquillero Víctor Amaya González (amigo de mi familia, compadre y biógrafo de Barba-Jacob, también compañero de Vidales en la Estadística). 

Entre 1962 y 1968, mi admiración por la figura legendaria de Vidales se volvió una verdadera obsesión. Se había convertido ya en personaje mítico. El doctor Jesús María Melgarejo Rey, antiguo director de los Censos Nacionales, le tenía profunda admiración y contaba muchas anécdotas del maestro que se confundían con la leyenda.

Con Melgarejo y su esposa, íntimos amigos de mis padres, celebrábamos todos los años las festividades navideñas en familia. Y en las largas conversaciones de Jesús María con mi padre y especialmente conmigo, que ya pergueñaba mis primeros poemas, siempre salía a flote el anecdotario riquísimo de la vida y la obra de Luis Vidales.

Alguna vez ¿1965? ¿1966?, pasó con nosotros el Añonuevo don Omar Rojas Molina, un respetado personaje de la estadística chilena. Yo aún no conocía personalmente a Vidales y disfruté mucho su anecdotario sobre el maestro.

A mi conocimiento del poeta y del político  se agregaban malévolas leyendas que le endilgaban el haber oficiado misas negras en su juventud, el haber orinado en las paredes de un colegio de monjas justo cuando las inocentes alumnas salían de sus labores escolares, el haber lanzado irreverentes diatribas contra prohombres de la nación, y muchas diabluras más, fruto, desde luego, de la mala leche de viperinas y reaccionarias lenguas chapinerunas.

Pero las leyendas, en blanco y en negro, no lograban socavar la transparencia del alma y la sensibilidad genuina de este poeta mayor, ensayista sin par, pensador político correcto y lúcido orientador de la estética del arte de todos los tiempos.

Recuerdo que en 1964, cuando murió su madre, doña Rosaura Jaramillo de Vidales, Melgarejo me comentó: “El maestro Vidales está completamente desgarrado”.

Sin embargo, en esos años 60, (luego del regreso de su exilio en Chile), el poeta vivía en un discreto retiro de toda actividad pública. No se me olvida que alguna vez, en el Correo de “El Tiempo”, apareció una carta firmada por Vidales titulada “¡Yo estoy vivo!”, en alusión al comentario de un corresponsal que en alguna reseña sobre la poesía colombiana se había referido a “el difunto Luis Vidales”. (Suenan timbres había aparecido en 1926 y Vidales no había vuelto a publicar libros de poesía desde entonces).

En esa época, el maestro vivía en el tradicional barrio Teusaquillo, en un pequeño apartamento situado en el primer piso de la carrera 15 con calle 27 (en lo que en alguna época se denominó El ghetto judío). Una vez, con Luis Fayad, caminando de noche bajo la lluvia, por el centro de Bogotá, lo vimos en la puerta de “El Tiempo”, aguardando a que escampara. Yo me atreví, desafiando la timidez de mis 18 años, a saludarlo con efusión y él, muy amable, correspondió el saludo dándome la mano. Lo mismo hizo con Fayad. Vestía una gabardina azul oscura que disimulaba su prominente panza.

De lejos lo veía tomando tinto y fumando en alguna mesa del Café Pasaje o caminando por la Avenida Jiménez (en esa época trabajaba en el DANE, en la sede del Edificio Lara, en la Calle 13 con carrera 13), o contemplando alguna vitrina en la Séptima con calle 24, con las manos en los bolsillos del gabán, confundido entre un gentío que también miraba la vitrina.

*  *  *

En 1962 había tomado yo la decisión de dedicarme completamente a la literatura. Sería escritor, esa era mi decisión inamovible. No me importaba ser empleado público como Vidales. También lo eran León de Greiff, Jorge Zalamea, José Umaña Bernal y otros poetas que admiraba profundamente. En aquella época yo escribía versos en cantidades abrumadoras, pero de la misma forma los rompía o los quemaba. Mi proyecto era escribir un solo libro con poemas de poderosa factura y no publicar nada más. Es decir, quería abarcar en una sola obra todas las posibilidades creadoras.

Pero no puedo describir la alegría cuando leí en un manual del crítico Javier Arango Ferrer, titulado Dos horas de literatura colombiana, que Luis Vidales había publicado a los 22 años un libro titulado Suenan timbres, y que esto le había bastado para su inmortalidad.

Pues bien, ese sueño lo cultivé también durante varios años. Y fue así como después de escribir y romper, reescribir y quemar, volver a tomar la pluma, experimentar y hacer toda clase de piruetas literarias, poco antes de cumplir mis 22 años, publiqué un poema narrativo, sin pies ni cabeza, con pretensiones cortazarianas, titulado El laberinto, al que luego, con el tiempo, le fui adicionando poemas de diversa temática y estructura, y que fui publicando en ediciones aumentadas hasta la definitiva, aparecida en 1984.

El día que cumplí los 22 años, el 15 de julio de 1968, fui convocado por algunos amigos a leer poemas en el Consejo Británico. Allí acudí con Luis Fayad, Carmen Lidia Cáceres, Myriam Luque Peña, Nicolás Suescún, Darío Samper, Clara Samper (mi novia entonces) y Arturo Camacho Ramírez, entre otros, y para sorpresa mía, encontré a Luis Vidales, sentado en un rincón de la sala, dispuesto a leer algunos poemas inéditos.

Cuando terminó la velada, Vidales me hizo un discreto ademán con la mano derecha, y yo me senté a su lado. Muy afectuoso me felicitó por mi lectura. Me preguntó si era "hijo de Manuelito” (así era conocido mi padre, tanto en Santa Marta como en los círculos políticos y bohemios de Bogotá), y luego me invitó a que fuéramos con mi grupo de amigos a su apartamento de Teusaquillo. Mi felicidad fue enorme. Inenarrable.

Recuerdo nítidamente que allí llegamos con Clara, Carmen Lidia, Fayad y Miryam Luque. Vidales, jubiloso, nos aguardaba en la puerta con Camacho Ramírez y dos funcionarios británicos.

---Vamos a ver si cabemos, decía sin dejar de reír.

En verdad, se trataba de un apartamento muy pequeño: una salita repleta de libros, con un sofá y dos o tres sillas; un baño y una alcoba diminuta. Allí, Vidales vivía solo, pues por entonces Paulina, su esposa, y sus cuatro hijos ---Luz, Carlos, Ximena y Leonardo--- vivían en Santiago de Chile. Se habían radicado allí desde que salieron exiliados con el poeta en 1952. Con el advenimiento al poder del presidente Alberto Lleras Camargo, amigo de la infancia de Vidales y compañero de la Generación de Los Nuevos, el poeta había regresado a Colombia en 1960 y se había incorporado al DANE como jefe de la Oficina de Redacción Técnica.

Como pudimos nos acomodamos en la sala. Vidales nos brindó abundante whisky. Sacó de un closet, situado detrás del sofá donde se sentó con los británicos, unas latas de sardinas, un frasco de aceitunas y un enorme pan pastramo que le regalaban los judíos dueños del edificio. Además, dejó sobre la mesita de cristal, varios paquetes de cigarrillos ingleses “Dunhill” y “Piccadilly” y una cajetilla de cigarrillos egipcios, absolutamente exquisitos. Cuando todos encendimos los tabacos,  habló sobre las delicias de un cigarrillo jordano marca “Abdullah” y nos lanzamos a disfrutar de la más fabulosa travesía por los senderos infinitos del arte, la poesía, la política y las ciencias humanas. 

Fue el comienzo de una amistad maravillosa, inmaculada y radiante, que constituyó la más preciosa condecoración que me ha otorgado la vida.
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* CRONOLOGÍA DE JOSÉ LUIS DÍAZ-GRANADOS. Por  GLADYS SIABATO FERNÁNDEZ. VIDA Y OBRA DE  JOSÉ LUIS DÍAZ-GRANADOS
 http://joseluisdiazgranados.blogspot.com/
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José Luis Díaz-Granados - EcuRed
http://www.ecured.cu/index.php/Jos%C3%A9_Luis_D%C3%ADaz-Granados
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Luis Vidales y José Luis Díaz-Granados. Navidad de 1988.
Al fondo biblioteca de Vidales. Parecen degustar brevas con arequipe, con vino.
 Agradecemos al poeta José Luis el aporte de la histórica foto, marzo 20, 2011.
(Click sobre las imágenes para ampliarlas. Click en "Atrás" en la barra para regresar al aquí)

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---------- Mensaje recibido ----------


De: Carlos Vidales 


Fecha: Estocolmo,  21 de octubre de 2012 20:30
Asunto: Re: CÓMO CONOCÍ A LUIS VIDALES. Por José Luis DÍAZ-GRANADOS.
Para: NTC  ntcgra@gmail.com   Cc: NTC ... ntcboletin@gmail.com


Muchas gracias por ese interesante artículo, escrito con tanto afecto. El cariño de José Luis Díaz Granados hacia mi padre ya es legendario.



Debo, sin embargo, hacer algunas mínimas precisiones que, no por ser muy pequeñas, dejan de tener su importancia:


Nuestra familia (padre, madre y cuatro hijos) salió de Colombia en febrero de 1953 (no en 1952, como dice Díaz Granados). Nuestra salida, planeada efectivamente para 1952, fue postergada por mi padre, pese a que corríamos graves riesgos (era la época de La Violencia), pues estaba empeñado en cumplir hasta el último minuto con sus obligaciones en la oficina de publicidad y propaganda de los censos nacionales.

Si bien es cierto que el exilio de mi padre concluyó formalmente en 1960, cuando el presidente Alberto Lleras Camargo le ofreció un cargo técnico en el DANE, el retorno a Colombia no se produjo de inmediato. Hubo un período de transición entre 1960 y 1964, durante el cual mi padre y mi madre reorganizaron la vida familiar para atender mejor la educación de los hijos: yo ya me había ido de la casa paterna y estudiaba en Argentina; mis tres hermanos (Luz, Ximena y Leonardo) seguirían estudiando en Chile al cuidado de mi madre. La obligada separación de mis padres duró hasta 1970, cuando mi madre regresó finalmente a Colombia a reunirse definitivamente con su esposo.

Espero que estas anotaciones sirvan como un aporte al memorioso artículo de Díaz Granados.

Saludos muy cordiales.

Carlos Vidales 
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De: GUILLERMO HENAO *


Fecha: 22 de octubre de 2012 08:03

Asunto: RE: CÓMO CONOCÍ A LUIS VIDALES. Por José Luis DÍAZ-GRANADOS.

Para: NTC ntcgra@gmail.com

Gracias por este aporte tan importante.  Saludos

Guillermo Henao* , Medellín

* NTC ... enlaces: 1 y  http://3.revista.gotasdetinta.org/cultura.html

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De: José Luis Díaz-Granados

Fecha: 22 de octubre de 2012 09:18
Asunto: Saludo para Carlos Vidales

Para: ntcgra@gmail.com, ntcboletin@gmail.com

Muchas gracias al inolvidable y admirado Carlos Vidales por sus precisiones sobre mis recuerdos del maestro. Sea la oportunidad para manifestar mi cariño inmenso por Paulina, quien tuvo una amistad entrañable con mi madre, y mi afecto indeleble por Luz, Carlos, Ximena y Leonardo.

Abrazos fraternos,

JOSÉ LUIS DÍAZ-GRANADOS

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NTC ... ENLACES sobre LUIS VIDALES: 

** http://luisvidales.blogspot.com/ Luis Vidales. Página oficial del poeta de "Suenan timbres"
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** http://ntcblog.blogspot.com/2006_03_02_archive.html Publicación de NTC ... . 80 AÑOS DE “SUENAN TIMBRES” de Luis Vidales, 25 de Febrero de 1.926 HOMENAJE Y MEMORIAS. FEBRERO 26, 2.006.
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Luis Vidales. NTC ... Compilaciones 1. Ene 14, 2012.pdf

http://es.calameo.com/read/000948328bfc5f4536c97

* 12 de enero de 2012

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http://ntcblog.blogspot.com ntcgra@gmail.com . Cali, Colombia.
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lunes, 15 de octubre de 2012

Salman Rushdie,, Habla para 'BOCAS' el polémico escritor. Revista BOCAS, Octubre 2012

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Habla para 'BOCAS' el polémico escritor Salman Rushdie
Revista Bocas


Lea la entrevista en la edición que circula con EL TIEMPO este domingo.

En la edición número 12 de la revista ‘BOCAS’, encuentre una entrevista exclusiva al escritor inglés Salman Rushdie, quien publicó hace más de 20 años una novela que provocó la ira generalizada de la comunidad musulmana. En la actualidad, continúa viviendo escondido bajo protección del gobierno británico.
FRAGMENTOS: 
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Usted fue a Colombia en 2009, al Hay Festival, y es una 
figura mundial, ¿por qué nunca se ha sentado a charlar 
con García Márquez?

Me impresionó mucho lo muy bien preservada que está la
ciudad de Cartagena, su arquitectura, sus lugares históricos.
y respecto a García Márquez ... Hace diez años estuve en
Ciudad de México -donde él tiene su residencia -, pero en esa
ocasión García Márquez estaba en Cuba visitando a su amigo
Fidel Castro. Yo estaba con otros escritores, entre ellos Carlos
Fuentes y él me dijo, "oye, es muy loco que tú y Gabriel García
Márquez no se hayan conocido personalmente, casi todos los
escritores en el mundo se han visto alguna vez y ustedes no".
Yo le dije, "Pero ¿ qué puedo hacer? Vengo a México y él se va
a ver a Fidel... [risas]". Fuentes me dijo: "Lo sé y vaya hacer
algo al respecto". Se fue a otro salón, regresó cinco minutos
después y me dijo: "Ven, acompáñame, que alguien quiere
hablar contigo". Me llevó a otro lugar, me entregó un teléfono
y me dijo: "Habla, García Márquez está al otro lado". Fue una
muy agradable y extraña conversación, porque él hace que
no entiende mucho inglés, pero realmente entiende más de
lo que dice, solo que no le gusta hablarlo. Y bueno, mi español
es bastante terrible, los dos tenemos en común el francés y
terminamos hablando en tres idiomas diferentes cerca de
una hora. Fue una conversación muy afectiva, él fue muy
amable en sus apreciaciones sobre mi trabajo y fue muy grato
poder decirle que su trabajo ha sido muy importante para mí.
Hablamos de nuestros libros y seguimos sin conocemos cara
a cara, pero al menos tuvimos esa conversación y me sentí
muy contento de que hubiera pasado. 

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Cuál es la parte más difícil de escribir en un
libro?
Lo más difícil es el planeamiento del libro que voy
a escribir. Pensarlo y hacer un plan sobre lo que
quiero hacer. Para mí eso es muy difícil. Antes de
escribir, tengo que entender la arquitectura del libro,
conocer la historia, tener el molde, la silueta de lo
que vaya hacer, qué empieza aquí o allí. qué cosas
van pasando. Tengo que entender muy bien todo eso
antes de que pueda comenzar a construir la historia
en el papel.
Esa es una de las razones por las que Joseph Anton
fue -de alguna forma- fácil de escribir. Y conocía su
arquitectura. Es la historia de mi vida y sabía la histo-
ria, cuáles eran los principales personajes y cómo se
iba a desarrollar. Muchas de las cosas que tengo que
hacer cuando escribo ficción, como crear los roles, ya
estaban hechas; lo único que me faltaba pensar era
cómo escribir la historia. Cómo contarla es también
la parte más difícil. Pueden haber muchas historias
muy similares para contar, pero la diferencia está
en la forma de hacerla. Incluso cuando no se trata
de ficción, usted tiene que encontrar la mejor y más
interesante manera de contar la historia.
En ese sentido, por eso me gusta escribir ficción, por-
que para que los lectores se interesen en lo que estás
haciendo, tiene que gustarles la forma como lo estás
contando. Ellos tienen que sentir que los personajes
de cada página están vivos, porque si no es así. no
les importa qué va a pasar con el libro. En este tipo
de historias, que no son ficción, para que más gente
mantenga el interés en lo que está leyendo, uno debe
crear personajes de la misma forma que cuando está
contando ficción.
El punto de partida es más rápido cuando no es
ficción, porque uno ya tiene toda la información.
Normalmente yo gasto cuatro o cinco años para
escribir una novela. Para escribir Joseph Anton gasté
dos años, y es un libro de 600 páginas, así que fue
bastante rápido.
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De: Carlos Vidales 

Fecha: Estocolmo, 15 de octubre de 2012,  08:58
Asunto: Re: Salman Rushdie,, Habla para 'BOCAS' el polémico escritor. ... ¿Cuál es la parte más difícil de escribir en un libro?
Para: NTC  ntcgra@gmail.com

Mil gracias por este envío tan interesante. Desde que leí "Los hijos de la medianoche" de Rushdie, hace ya casi treinta años, vivo convencido de que este extraordinario escritor merecería muchos premios, si los premios en realidad se dieran siempre a quienes los merecen.


No sé quién ha hecho la traducción de la entrevista de "BOCAS", pero me permito indicar que no "pueden haber" dudas de que lo correcto es "puede haber", ya se trate de una o de muchas cosas que pudiera haber. Y no lo digo por molestar sino porque me encanta corregir a los periodistas que ejercitan "el mejor español del mundo" cargándole todos los errores y horrores que pueda haber, o que puedan encontrar.



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