sábado, 20 de junio de 2015

Una pasión sincera. ÓSCAR COLLAZOS. POR GUIDO TAMAYO Arcadia, Junio 19, 2015

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ÓSCAR COLLAZOS. BAHÍA SOLANO, 1942 - BOGOTÁ, 2015


Una pasión sincera
El escritor colombiano, columnista de opinión y polemista desde los años sesenta, falleció en Bogotá el pasado 17 de mayo.
POR GUIDO TAMAYO

Arcadia, Junio 19, 2015
http://www.revistaarcadia.com/impresa/obituario/articulo/obituario-oscar-collazos/42922



Tal vez sería su próximo libro –el que nos quedamos esperando, el que no alcanzó a escribir porque la muerte saboteó su escritura– su mejor libro. Y lo sería no porque no hubiera escrito ya algunos imprescindibles dentro de ese cajón caprichoso y vago que llamamos literatura colombiana, sino porque esa novela estaría dedicada a relatar los goces y desvelos de una vida intensa dedicada a la literatura.
Pero no es solo una suposición caprichosa asegurar que allí, en ese libro, iba a estar lo mejor de su narrativa. El lector atento ya habrá encontrado, a lo largo y ancho de sus más de 16 libros de ficción, trozos de vida narrada que dan cuenta de su aventura vital y tal vez esas porciones de sí mismo, sumadas, son lo mejor de su literatura, el mejor de sus libros.
Bahía Solano- Buenaventura
Óscar Collazos nació en un hogar humilde en Bahía Solano (Chocó). La pobreza de su origen provino del abandono y el saqueo, temas que serán muy visibles en su literatura. Desde su primeros libros, entre cuentos y novelas: El verano también moja las espaldas (1966), Son de máquina (1967), Crónica de tiempo muerto (1975) y Los días de la paciencia (1977), incluso Jóvenes pobres amantes (1983), habla de la formación sentimental de un grupo de jóvenes que viven inmersos en las tensiones del descubrimiento del sexo y la música, pero también de la miseria y la violencia. Su retrato de Buenaventura parece detenido en el tiempo –una crónica del tiempo muerto, como titula uno de sus libros–, en donde el puerto (esa metáfora del Pacífico colombiano) fue y es el escenario gozoso de una sensibilidad alimentada (como tanto le gustaba a William Faulkner y a Gabo) entre el burdel y la biblioteca, y a la vez por la experiencia imborrable de la discriminación y el desprecio.
París - La Habana
Con esa memoria compartida entre la excitación sensorial del trópico y la expresión cruda de la sordidez de la pobreza, arriba el joven Collazos a la Europa de finales de la década prodigiosa de los sesenta y a ese coletazo maravilloso que fue el mayo del 68 en París. No cabe duda de que sobre estos cimientos creció su admiración inicial por el Sartre del compromiso del escritor y, más tarde, su cercanía ideológica con Albert Camus. Un año después, al ser nombrado Director del Centro de Investigaciones de Casa de las Américas en la Habana, sostuvo ese famoso debate sobre las relaciones entre la literatura y la revolución con Mario Vargas Llosa y Julio Cortázar, y a él le tocó bailar -como lo reconoció años más tarde- con la más fea: la dogmática. El tiempo invertiría -con uno de esos giros burlescos que a veces ofrece la historia- las posiciones y Cortázar regresaría al asunto del compromiso, mientras Collazos arribaría por fortuna a la certeza de la flexibilidad creativa.
Pero aquí es muy importante poner de relieve la movilidad del pensamiento de Collazos, su capacidad de reinterpretar y juzgar las viejas ideas de la izquierda más ortodoxa y panfletaria a la vista de los cambios políticos más significativos sucedidos en el mundo y en América latina en los últimos años. A lo largo de su ejercicio como periodista, en sus libros y sus columnas, Óscar dejó muy en claro que renegaba de esa izquierda esclerótica y autista, así como denunciaba y debatía con el mismo rigor a la derecha indolente de nuestro país. Allí su legado como intelectual político.
Barcelona
Pero a la experiencia de la aventura libertaria de mayo del 68 y a su participación del entusiasmo inicial que significó la revolución cubana, debemos sumar sus años en Barcelona y su vivencia de la recién estrenada democracia española. Esos primeros años esplendorosos cuando se pidieron todas las libertades, cuando se desfogaron tantas pasiones después del inmenso silencio franquista hasta su presente disolución, esta resaca de la fiesta, en la que parece recobrar sentido el slogan “Contra Franco estábamos mejor”.
La Barcelona que Collazos gozó ya no era la del Boom, apenas quedaba algo de su estela, ciertos recuerdos y anécdotas de Gabo y Vargas Llosa, de Pepe Donoso, el excluido. Más bien se sentía en el ambiente un cierto cansancio de lo latinoamericano, del realismo mágico, de los exilios, de las selvas, de ese americanismo barroco que ya no interesaba a la industria editorial. Era hora de poner en pausa lo latinoamericano y dirigir los focos sobre la nueva realidad ibérica.
Durante esos años Collazos escribiría varias novelas, entre otras:Memoria compartida (1978); Todo o nada (1979, sobre la Bogotá de finales de los años sesenta); De putas y virtuosas (1983, el universo del burdel); Tal como el fuego fatuo (1986) y Fugas (1988, homenaje a la picaresca). Su relación con Barcelona trascendió lo meramente literario: allí se casó y se separó; allí tuvo a su hija; allí dejó muy buenos amigos; pero ante todo, allí se conserva una entrañable memoria de su presencia.
Bogotá-Cartagena
Su regreso a Bogotá fue la constatación de la abulia que le producía el inmovilismo español frente a la presión de la memoria, y su inquietud por la vida cotidiana en Colombia. Los libros que escribe a continuación reflejarán su inquietud por nuestras guerras y el protagonismo inefable de la muerte como eje principal: Morir con papá (1997), el sicariato y la descomposición familiar; La modelo asesinada (2000), incursión en la novela policiaca y en el mundo prosaico de la vanidad y la farándula; Batallas en el Monte de Venus(2004), prosigue su interés por el mundo de la belleza y sus monstruos; Rencor (2006), sobre el horror de la prostitución juvenil en la engolada Cartagena; Señor Sombra (2009), otro policiaco sobre la espantosa empresa paramilitar; y Tierra quemada (2013), alegoría aún incomprendida sobre el desplazamiento como manifestación de la podredumbre contemporánea.
Colofón

Lo siento por aquellos que no fueron sus amigos: no tuvieron la ocasión de celebrar su humor, su alegría, su generosidad, su actitud crítica, su cariño; se lo perdieron. Sin embargo, ahora sí tenemos todos la oportunidad de mantener viva su obra, de leerla y releerla y así poder constatar que Óscar Collazos era ante todo, un hombre que se debía a la literatura con una convicción innegociable y amorosa, un ejemplo de pasión sincera, auténtica, que tanto hará falta en este mundo de “secretos mejor guardados” y de rumores sobre lo bueno y lo malo.
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17 de mayo de 2015


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13 de junio de 2015


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Enseñanzas en la muerte de Óscar Collazos

"Collazos se distinguió como un narrador cargado de temas y de recursos para contarlos".

Por:  LUIS FAYAD
Lecturas Dominicales EL TIEMPO,   3:57 p.m. | 18 de junio de 2015. Impreso Junio 21. 

A Jimena
Óscar Collazos. Bahía Solano, agosto 1942. Bogotá, mayo 2015.


En una de sus últimas columnas de opinión publicadas en EL TIEMPO, Óscar Collazos se refirió a la amistad. Su labor literaria y la acumulación de los años lo llevaron a considerar que las diferencias personales que lo alejaron de otros escritores y periodistas habían sido solo malentendidos y que una reconciliación, la que él tomó sin consultar si se la aceptaban, era buena para todos o, al menos, por lo que se entendía en sus palabras, era buena para él. También buscó con esa reflexión hacer nuevos amigos y acercarse más a los que siempre tuvo sin malas interpretaciones en la diferencia de opiniones.
Desde su primer libro, el volumen de cuentos El verano también moja las espaldas, Collazos se distinguió como un narrador cargado de temas y de recursos para contarlos. En las colecciones que le siguieron creó un mundo de jóvenes tiernos y de jóvenes duros criados en círculos sociales acosados por escaseces económicas y audacias sexuales, de adultos de oficios medios, de hombres de carácter disperso, debilitado por sus contiendas personales, de mujeres fuertes, que no pierden el dominio y se hacen dueñas de cada momento en las circunstancias poco halagüeñas de su medio y de afectos paternales. Un libro con sus cuentos completos representa una época de la parte buena de la narrativa colombiana y evidencia el oficio de un escritor de búsquedas literarias y de enseñanzas para los escritores de las siguientes generaciones.

Como en sus cuentos, los temas de sus novelas no se inscriben en un solo tono. Dos ejemplos son La ballena varada y Rencor. La primera transcurre en Bahía Solano, en un ambiente apacible en la relación de los personajes de una familia y esperanzador en la lucha de un niño contra unos empresarios de la pesca. Una ballena encallada en la playa hace que el niño emprenda la aventura de salvarla y se oponga a los que quieren sacrificarla para obtener un provecho industrial. Enternece la nobleza humana de ese niño a favor de la vida, de la naturaleza, de lo que puede dar compañía. Las do novelas divergen en su escenario, en sus personajes y en su estructura. En la otra hay un encuentro de los barrios de Cartagena donde la vida de sus habitantes es un profundo contraste social, lujo y pobreza, indiferencia, sufrimiento y sentimentalismos dentro de la abundancia, e ilusiones, amor e ingratitud dentro del abandono. Una joven de 16 años salida de la parte de la ciudad donde se congregan las comunidades negras cuenta su historia ante la cámara de un reportero, con sus pasajes de la alegría de la niñez y el horror de la marginación que le ofrece como empleo la prostitución y la servidumbre.

A pesar de que la fuente que le ocupó más espacio en sus columnas semanales fueron los acontecimientos del país y los que del mundo creaban discusión entre nosotros, los malos manejos de los gobiernos y la corrupción política, la de todas partes y no solo la nuestra, y las relaciones y los conflictos entre países y continentes, era frecuente la aparición del origen de su formación de escritor. Con el recuerdo de la literatura y la cultura artística se hizo siempre presente ante sus lectores, como una continuación de sus libros, de su juicio sobre otros libros y de sus charlas literarias.

“Collazos se distinguió como un narrador cargado de temas y de recursos para contarlos”.

 LUIS FAYAD

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