domingo, 23 de agosto de 2009

La Noche de Bareño. Jaime Mejía Duque. Novela.

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Septiembre 5, 2009
JAIME MEJÍA DUQUE, GENIO Y FIGURA
Por Eduardo García Aguilar
Fragmento: "... . Sus libros ... merecen una nueva relectura situada en el contexto en que fueron escritos. Mejía Duque está posicionado para siempre al lado de los otros grandes críticos latinoamericanos contemporáneos del boom. Él y los hombres de izquierda de su generación fueron seres honrados que amaron a su país y por eso murieron olvidados en vida: en estos tiempos de bandidos y mafias tenebrosas aferradas en el poder para robar y matar, ellos son ejemplo significativo para nuestro país a la deriva."

Memoria y Homenaje de NTC ... a
Jaime Mejía Duque
(Miranda, Cauca, Agosto 5, 1932. , ¿1933, Aguadas, Caldas? - Santa Marta, Julio 16, 2009)

La Noche de Bareño
Jaime Mejía Duque
Novela
Segunda edición, Junio 2 de 2009. 14.0 x 21.5 x 1.4 cms. 248 páginas

Medellín, Antioquia, Colombia.

http://www.hombrenuevoeditores.com/ , hombrenuevodonadio@gmail.com

Impresión: Editorial Lealon. Medellín. lealon@une.net.co

Primera edición: Editorial Arte y Literatura, Colección Orbis. Instituto Cubano del Libro, La Habana, Cuba, 2007.
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EL LIBRO Y SU AUTOR
Carátula
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Contracarátula

La Noche de Bareño tiene por escenario un pueblo hipotético así llamado. Cerca de trescientas personas, incluidas algunas muje­res, han resuelto quedarse para enfrentar el inminente asalto a Bareño por parte de los temibles "chulavitas", bandas mixtas de policías y paramilitares, quienes durante años habían asolado amplias zonas rurales y decenas de poblaciones menores en donde predominaba la ideología liberal.
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El acontecer del relato está centrado en los preparativos de la defensa y en las vivencias de los resistentes. Entre tanto, una historia individual, el agravamiento de Maleo Landínez como consecuencia de una reciente y mal curada herida en el vientre causada por un novillo, va intercalada en la historia principal y atraviesa como un hilo rojo la novela, esbozando otra dimensión de la fatalidad general. Este personaje será el único muerto durante el transcurso de la novela, puesto que fallece en el refugio del zarzo, desde donde se había propuesto disparar hacia la calle cuando llegara la hora. A través de las palabras y las condiciones específicas de los resistentes, y en íntima conexión con la situación que allí se vive, el breve período de tiempo de la novela -la noche decisiva- adquiere esa densidad en la que se refleja lo trágico y absurdo del conflicto.
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AL AUTOR

Fuente: http://www.lapatria.com/Noticias/ver_noticia.aspx?CODNOT=71756&CODSEC=2 Así aparece Jaime Mejía Duque en el libro Manual de Literatura Caldense.
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Foto en la solapa de la carátula
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JAIME MEJIA DUQUE (Texto en la solapa de la carátula)
Doctor en Derecho y Ciencias Políticas, Universidad La Gran Colombia, Bogotá, 1969.

Mientras cursaba el bachillerato en Manizales, colaboraba con regularidad en el diario La Patria y, ocasionalmente, en El Colombiano de Medellín. Terminado el bachillerato se trasladó a Bogotá, y pronto comenzó él escribir en las páginas editoriales y literarias de El Siglo. A los 21 años fue admitido como colaborador en el Suplemento Literario de El Tiempo. Más adelante escribió también para las páginas Literarias Dominicales de El Espectador.

En 1969 la Editorial La Oveja Negra, recién fundada, publicó su primer libro de ensayos Literatura y realidad. En 1968 fue becario de la Universidad Lomonósov, de Moscú. Ha sido colaborador en la revista Casa de las Américas, Cuba; y ha sido también por dos ocasiones jurado en el concurso literario anual de Casa de las Américas. Fue invitado por Méjico él la Feria Internacional del libro, en la ciudad de Guadalajara, en 1993. Estuvo invitado como ponente “Conferencia Magistral” en el Festival Cervantino, abril de 1994, celebrado anualmente en la ciudad de Guanajuato. En 1998, y con voto unánime del jurado colombo-cubano se le otorgó el premio “Manuel Cofiño” por su libro Del son a la polifonía y otros lemas cubanos.

La solapa
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SINOPSIS DE "LA NOCHE DE BAREÑO" Por el autor (págs. 237 a 239 del libro)

La Noche de Bareño tiene por escenario un pueblo hi­potético así llamado, y el tiempo de la acción se enmarca en la fase última de la violencia colombiana anterior al "Frente Nacional" (con mayor precisión, 1954). La "otra" violencia. Cerca de trescientas personas, incluidas algunas mujeres, han resuelto quedarse para enfrentar el inminen­te asalto a Bareño por parte de los temibles "chulavitas" -bandas mixtas de policías y paramilitares, quienes duran­te cinco años habían asolado amplias áreas rurales y de­cenas de poblaciones menores en donde predominaba la ideología liberal. El narrador no toma partido, puesto que aquí no se trata de una novela "de tesis"; describe las par­ticularidades externas e internas, sociales y sicológicas, de la situación y de todos esos personajes que conforman el protagonista colectivo. La "diacronía" del relato (el avance gradual de los hechos a través del tiempo de la ficción) incluye, de modo técnicamente necesario, la "sincronía" de las diversas escenas que le dan a la espera su contenido dramático. Es así como la mirada del narrador omnisciente va desplazándose en sentido circular como en un "paneo" cinematográfico por los distintos lugares en donde la gen­te, con sus armas listas, espera, conversando en voz baja. Mientras, por ejemplo, en determinado lugar asistimos a cierta escena "privada" o específica dentro del acontecer general, en otro la mirada del narrador enfoca alguna se­cuencia que va ocurriendo minutos antes o minutos des­pués de aquella, o en simultaneidad con ella. El acontecer no se detiene; de momento en momento avanza la acción preparatoria de la defensa en perspectiva. Y ésta, a su vez, se inscribe en un proceso histórico que viene de atrás y que se refracta en la memoria y la emotividad de los perso­najes. En los numerosos sitios de Bareño donde pequeños grupos velan con sus armas esperando el asalto, el presente y el pasado se revelan de modo peculiar mientras discurre para todos esta noche única. El devenir narrativo, alimen­tado por múltiples relatos particulares que son como las cambiantes facetas de un mismo· poliedro o calidoscopio -la novela como tal-, semeja también una espiral en cuyo interior cada giro "se mira" en el que lo precede y en el que lo sucede.

El tiempo, hora por hora, adquiere su función dentro del sentido básico de la historia, pues el registro obsesio­nante de su discurrir constituye un verdadero elemento estructural. Por lo demás, bajo la. apariencia de un realis­mo minucioso, lo existencial y lo metafísico del holocausto eventual es lo que a la postre configura la significación de la novela. Es de esa forma como el tiempo de la espera -esa noche en vigilia- se "realiza" en el relato, se cumple como "aventura". Ésta es la asunción del riesgo mismo.

La novela termina en el momento exacto cuando, cerca del amanecer, comienza el ataque. El acontecer del rela­to consiste pues en los preparativos de la defensa y en las vivencias de los resistentes. Entre tanto, una historia indi­vidual encapsulada en el acontecer colectivo, la de Maleo Landínez, lo atraviesa como un hilo rojo y esboza por sí sola otra dimensión del drama colectivo. Intercalada en la historia principal pero haciendo parte orgánica del común devenir, ésta del agravamiento de Maleo Landínez como consecuencia de una reciente y mal curada herida en el vientre, causada por un novillo, permite vislumbrar otro aspecto de la fatalidad general.


Este personaje será el único muerto durante el trans­curso de la novela, puesto que fallece en el refugio del zar­zo, desde donde habíase propuesto disparar hacia la callecuando llegara la hora. A través de las palabras y las con­diciones específicas de los resistentes, y en íntima conexión con la objetividad de lo que allí se vive, el breve período de tiempo que el relato abarca -la noche decisiva- adquiere esa densidad en la que se refleja lo trágico y absurdo del conflicto.

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Obras publicadas
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Solapa de la cntracarátula.
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LIBROS PUBLICADOS, INÉDITOS Y EN PREPARACIÓN

(al 2 de Julio de 2009).
Páginas 241 a 243 de la novela. (Click sobre las imágenes para ampliarlas y hacerlas legibles. Click en "Atrás" en la barra para regresar al aquí)
Literatura y realidad. Ensayos literarios, 1969, Edit. La Oveja Negra, Medellín, 1969; segunda edición aumentada, en la misma editorial, 1976.
Mito y realidad en Gabriel García Márquez. Edit. La Oveja Ne­gra, Bogotá, 1970.
Narrativa y Neocolonialismo en América Latina. Edit. La Ove­ja Negra, 1972; segunda edición, Edit. Tercer Mundo, Bo­gotá.
Contraseña. (Textos censurados, con tres reportajes al autor), Medellín, Edit. Lealon, 1977.
El otoño del patriarca, o la crisis de la desmesura. Edit. La Oveja Negra, Bogotá, 1975. Edición en Francés, París, 1978, Uni­versidad de París, VIII.
Momentos y opciones de la poesía en Colombia. 1890-1978. Edit. La Carreta, Bogotá, 1979.
Isaacs y María: el hombre y su novela. Edit. La Carreta, Bogotá, 1979; segunda edición, Edit. Sherezada, 1993.
Ensayos. Casa de las Américas, La Habana, Cuba, 1980, selec­cionado por Mario Benedetti.
Tomás Carrasquilla, Visión de un mundo. Universidad de Antioquia, 1983.
Nueve ensayos literarios. Instituto Colombiano de Cultura, Col­cultura, Bogotá, 1986.
Bernardo Arias Trujillo, El drama del talento cautivo. Edit. Papiro, Manizales, 1990. .
Tomás Carrasquilla. Procultura, Bogotá, 1990, Colección Clásicos Colombianos.
Rulfo en su lumbre y otros temas. Edit. Planeta, Bogotá, 1998. El nuevo Diógenes y otros poemas. Manizales, Instituto Calden­se de Cultura, 1998.
La muerte más profunda y otros cuentos. Instituto Cubano del Libro. Editorial Arte y Literatura, 2000.
Evocación de Azorín. Medellín, Universidad EAFIT, 2001.
Los pasos perdidos de Francisco el Hombre. Valledupar, Cámara de Comercio, 200 l.
La noche de Bareño (novela). Editorial Arte y Literatura, Colección Orbis. Instituto Cubano del Libro, La Habana, Cuba, 2007.
El giro del zodíaco (novela breve). Pijao Editores, Caza de Libros, Ibagué, 2008.

Pensar con Martí (ensayo)
La aldea de los carneros y otros cuentos.
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Libros inéditos
Del son a la polifonía y otros temas cubanos (ensayo ganador del premio colombo-cubano "Manuel Cofiño").
Ensayo sobre "El Extranjero" de Albert Camus.
Infancia, adolescencia y primera juventud de Antoine Meursault (complemento imaginario de "El Extranjero" de Albert Ca­mus).
Pensar con Martí (ensayo)La aldea de los carneros y otros cuentos.
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Cervantes) don Quijote y Sancho. Tres personas distintas y un
libro verdadero (ensayo).
El. tortolito que olvidó volar (ficción para niños, jóvenes y adul­tos).
Julio Verne: ciencia, aventura y utopía. (Ensayo)
Rizoma (Novela)
Germinalia (Pensamientos)
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En preparación
Memorias
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SOBRE EL AUTOR
Germinalia, libro inédito
ASÍ ERES

Te preguntas: ¿Quién soy?
Más valdría callar.
Existir no es seguro.
Sólo por hipótesis vivimos.
El Ser se hermana con la Nada
Y es vano tratar de distinguirlos.
¿Acaso sabes dónde comenzaste,
no puedes afirmar que tu fin
no es un comienzo oculto?
Deja las cosas como están
al cuidado del Tiempo
-del que tampoco sabemos nada-.

Año 2002 Valledupar

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Palabras de su esposa Cecilia Villazón, en comunicación al poeta Jairo Maya Betancourt:

“Así comienza Jaime la presentación de su libro Germinalia, inédito: ¿Qué es eso de Germinalia? ¿Qué es eso de pensamientos? Síntesis reflexivas. Expresión sumaria y concentrada de preocupaciones teóricas largamente sentidas –pues por la emoción comienzan las ideas.- Antaño, para estos casos, se hablaba de “pensamientos” (clásicos entre los clásicos, los de Pascal)…”

Estamos aquí para dar cumplimiento a su último deseo: “Las cenizas se entregarán a las aguas del Mar Caribe”. (Testamento dic. 2008)

En consonancia, hemos creído oportuno entregar en este cuadernillo algunos pensamientos o germinalias del libro en referencia, a manera de confirmar que un día como hoy sábado 25 de julio del año 2009 sobre las aguas del Mar Caribe le dijimos: ¡Hasta siempre, Maestro!”

VOCACIÓN

¿Nuestra vocación, “por encima de todo”? No. La vocación con humanidad, y en función de humanidad. Es decir: con respeto hacia los otros, a la escucha de ellos; con respeto al amor y a la vida que bullen a nuestro alrededor; con lealtad en lo privado y cotidiano, y en lo público. Si “tener vocación” –un ideal cualquiera- significa desdeñar y atropellar todo esto, entonces aquella es la simple supuración de un ego descompuesto.

INTELIGENCIA Y BONDAD

Si hay qué elegir entre bondad o inteligencia, yo prefiero la primera. Sin embargo, esta idea tiene una falsa alternativa. En realidad el ser humano bondadoso posee, como mínimo, la intuición de la sensibilidad y la inteligencia del corazón. La falta de cultivo intelectual no invalidad en ningún caso esa cordial sabiduría de la persona que es buena porque comprende. La estupidez no produce el bien, sino la inconsciencia. El intelecto que se aplica a producir sufrimiento en los demás, implica en esencia una perversión del inmediatismo: codicia, vanidad, egoísmo y puerilidad (insana).

NADA CAE

En el Universo nada “cae”. Todo se mueve y “se sostiene” recíprocamente. Y ni aún los cometas caen, sino que “orbitan”: siempre vuelven, hasta cuando se desintegran. Las preguntas a las que, en el curso de su evolución hasta la ciencia y la filosofía el intelecto humano ha llegado, solo tienen un valor instrumental; le sirven para hacer su vida en este imperceptible puntito del Universo. Ante ese infinito en donde de poco sirven nuestras nociones de cantidad, duración, distancia, posición, etc., esta lógica instrumental naufraga en el asombro. Nuestras preguntas: ¿Qué es esto? ¿Por qué? ¿Para qué?, de nada valen. La “religión” las asume y pretende responderlas. Pero ella también es la ilusión del angustiado egocentrismo del ente pensante; mera proyección imaginaria de esa pequeña lógica instrumental. La “ciencia” inventa sus hipótesis, por ejemplo, sobre el origen de la “materia” y del “cosmos” (la nebulosa inconcebiblemente grande, el Big Bang) pero con toda su lógica de fe el creyente interroga: Y por qué estaba eso ahí? Conclusión : “Dios”. Tampoco así se habrá resuelto nada.

Nosotros damos cualquier “sentido” a nuestra vida, aquí, en este “entre nosotros”, que es la Historia, nuestra morada (nido, madriguera, caverna): “hacemos algo”, mientras desaparecemos. Y en este chisporroteo infinitesimal consiste nuestro “existir”. Lo Otro, que es lo Mismo, sigue ahí… Inabarcable, Irreductible, desbordando absolutamente nuestros más audaces sueños y teorías.

Mi estado existencial-vivencia suma- es el asombro.
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Carlos Llanos Diazgranados dijo...
COMENTARIO SOBRE JAIME
http://isaiaspenag.blogspot.com/2009/07/jaime-mejia-duque-1933-2009.html

Con mucho dolor y solamente en honor a la verdad hago este comentario. Jaime dejó de acompañarnos el 16 de julio de 2009 después de soportar por varios meses una penosa enfermedad que le produjo un paro respiratorio. Tuve la oportunidad feliz de visitarlo en Santa Marta dos días antes de su muerte momento en que alcanzó a autografiarme su última novela publicada "La Noche de Bareño". La referencia de su nacimiento es en Aguadas, Caldas, pero él nació en Miranda, Cauca, el 5 de agosto de 1932. Murió de 77 años a escasos días de cumplir los 78. Fue más reconocido internacionalmente que en los círculos intelectuales colombianos. No le perdonaron su osadía de criticar la obra de García Márquez "El Otoño del Patriarca" pero no le reconocieron sus comentarios como obra maestra del mismo autor "El coronel no tiene quien le escriba". Personalmente lo catalogué como un intelectual de …peso pesado. Lamentable que ni la prensa ni la intelectualidad colombiana le hayan reconocido su trayectoria e influencia en la ensayística latinoamericana (complejo nacional frente a los que pensamos diferente). Dejó importantes obras inéditas que merecerían el interés de actores y gestores de la cultura nacional. Su paso por la vida fue digno. Íntegro en el equilibrio de las ideas, las expresiones y la acción. Admirable su capacidad para superar los obstáculos que le deparó la vida: infancia y preadolescencia de desacuerdos paternales, limitaciones físicas a temprana edad (un accidente le cercenó la mano izquierda y el pulgar de la mano derecha), el rechazo de los oligarcas intelectuales colombianos, fracaso de su primer matrimonio y la renuencia de las editoriales a publicar sus obras. Murió bien acompañado. Cecilia Villazón, su vallenata del alma, a quien llamaba la "Chiche", fue su lazarillo digital, compañera en lo físico, espiritual e intelectual. Lo llenó por completo. Está empecinada en la publicación de "Germinalia" una recopilación de pensamientos profundos que llaman a la reflexión. Ensayista, crítico literario, novelista, cuentista y poeta, nos deja esta cita, que se puede ajustar al desconocimiento inmerecido de su talento: "Los libros quizá -como los hombres- se extravían también entre sus propias huellas".

CARLOS LLANOS DIAZGRANADOS, Valledupar, Cesar. Agosto 7 de 2009
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Reproducido en: http://revolvercali.blogspot.com/2009/07/el-viaje-definitivo-de-jaime-mejia.html
Reconstruyo ahora el año de 1973 en Ibagué cuando invitamos al ya connotado ensayista Jaime Mejía Duque. Vino con su calidez de siempre a desarrollar un intenso seminario sobre literatura rusa durante una semana. Para entonces nos habíamos organizado los profesores de literatura de varios colegios y los estudiantes de la materia en la Universidad del Tolima. Traíamos por nuestra cuenta grandes figuras de la crítica y escritores paradigmáticos que conversaran con nosotros y nos contaran de su experiencia con la enseñanza, los libros, la creación y los viajes. Inclusive fundamos una librería en un local amplio e independiente que nos cedió papá de su almacén de muebles en la carrera quinta con catorce. Fue un epicentro académico que sin aspavientos cumplía la tarea de promover el amor a la lectura en nuestros estudiantes, cuando gente como yo cruzaba apenas la barrera de los 26 años. Esa semana el maestro nos impactó por su sabiduría y nos dejó enganchados para leer lo que no habíamos leído de los clásicos rusos. Después fue usual invitarlo cada cierto tiempo y con frecuencia nos tropezábamos en encuentros de escritores, en mesas redondas, en lugares de tertulia en Bogotá. De aquel episodio inicial a hoy han transcurrido 37 años. Por marzo de 2008 cuando lo visité en su casa en compañía de Álvaro Medina, expresó su gusto porque su primera novela en Colombia apareciera en la colección que Pijao hizo de 50 autores nacionales. Fueron varias horas escuchando su voz cadenciosa, sus recuerdos de Aguadas en Caldas donde había nacido en 1933 y la grata estación en su biblioteca donde nos fue mostrada una colección de por lo menos doce libros inéditos. Se trataba de un trabajador incansable y apasionado cuya vida entregó a la docencia, la edición de libros, la escritura de artículos para diversas revistas de América Latina y el oficio de conferencista con embrujo porque era un intelectual profundo y analítico. Esa vez nos dijo que estaba cansado del mundo andino donde sólo las montañas estaban al frente y que en algunas semanas se trasladaría a Santa Marta del todo porque deseaba ver el mar en forma permanente. Allí murió de un infarto fulminante interrumpiendo su existencia el viernes a los 76 años. Desafortunadamente, como me lo señala Cecilia Caicedo en un correo de respuesta sobre la noticia que difundí entre mis amigos escritores, como aquí la cultura no tiene registro, mueren escritores sobresalientes y no pasa nada. Pocos medios hicieron eco a la noticia suministrada en primicia por el escritor y periodista Gustavo Álvarez Gardeazábal, a través de "La Luciérnaga", de la cadena radial Caracol. De todos modos en los círculos de la intelectualidad se deploró profundamente su desaparición. El escritor y crítico literario caldense, abogado y catedrático universitario fue colaborador de suplementos literarios de El Tiempo, El Espectador, El Colombiano y La Patria. Entre sus obras figuran Literatura y realidad, Mito y realidad de Gabriel García Márquez, La Vorágine o la ruta de la muerte, narrativa y neocoloniaje en América Latina, El otoño del patriarca o la crisis de la mesura, Contraseña, Isaacs y María, El hombre y su novela, Ensayos, La narrativa de Manuel Cofiño, Bernardo Arias Trujillo: el drama del talento cautivo, Tomás Carrasquilla, El nuevo Diógenes y otros poemas, Los pasos perdidos de Francisco el Hombre, Evocación de Azorín. El crítico independiente y certero perteneció al grupo de Consigna junto a Jorge Mario Eastman y Darío Ortiz Vidales y fue en la Cámara de Representantes el artífice de la Colección Pensadores Políticos. Su inesperada muerte nos priva de un contertulio inigualable, un hombre bueno y un intelectual que sin alardes demostró su saber intelectual.
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Jaime Mejía Duque, una lluvia literaria que no mengua
Es catalogado como uno de los más grandes críticos literarios de Colombia. Sus textos abundan y aún quedan múltiples textos inéditos. Escritores lo recuerdan como un hombre serio, riguroso y comprometido con las letras. Tenacidad.
Carlos Eduardo García
Redactor/LA PATRIA Manizales
http://www.lapatria.com/Noticias/ver_noticia.aspx?CODNOT=71756&CODSEC=2 Allí texto completo. http://www.lapatria.com/Clases/GaleriaFlash.aspx?CODNOT=71756 Aquí pintura y 2 fotos
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Mejía Duque habita la muerte más profunda
CRÍTICO LITERARIO Y escritor, Jaime Mejía Duque, muerto el 24 de julio, se caracterizó por ser cáustico en sus comentarios y vertical en sus juicios. Según su esposa, esto es lo que nunca le perdonaron.
John Saldarriaga - Medellín EL Colombiano, Publicado el 30 de julio de 2009 ( Foto: http://www.elcolombiano.com/BancoMedios/Imagenes/2879672_G.jpg
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Ahora que Jaime Mejía Duque murió, su esposa, Cecilia Villazón Zubiría, comprobó una vez más que las hermanas del escritor tenían razón: él siempre hizo lo que quiso.
Sí, porque en los últimos días, él le decía que estaba aburrido, que quería irse. Y por más que ella librara una lucha tenaz para que siguiera viviendo, él se quedó en su idea y sufrió un paro respiratorio el 24 de julio pasado.
Sin embargo, este autor, nacido en Aguadas, Caldas, el 5 de agosto de 1932, "fue siempre un hombre feliz, y lo decía plenamente", cuenta Cecilia, una vallenata que le enseñó a amar la música de su tierra a tal punto que terminó sabiendo más que ella de los personajes y las leyendas que le dieron grandeza al folclor. Leandro Díaz, Rafael Escalona, de quienes escribió y fue amigo.

<--- Jaime Mejía Duque "amó a la gente y decía que es mejor negocio ser bueno", cuenta Ana Cecilia Villazón Zubiría, su esposa, quien nos envió esta fotografía en la que el escritor (izquierda), comparte con un amigo.
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"Un día me dijo que la leyenda de Francisco el Hombre debía tener un tratamiento literario. Fue cuando escribió Los pasos perdidos de Francisco el Hombre", libro que publicó la Cámara de Comercio de Valledupar.
Recuerda que José Antonio Murgas, amigo suyo desde la niñez y de Jaime desde la facultad de Derecho, donde estudiaron juntos, fue quien hizo de Celestina para que él y ella se unieran.
"Toño le hablaba de mí a Jaime, en Bogotá. Yo conocía a Jaime solamente porque leía en la revista Consigna, que nos llegaba a los concejales, su columna Esquema. Un día, a partir de lo que Toño le decía, Jaime me escribió un poema. Yo no podía creer que ese señor tan serio me escribiera a mí. Lo llamé el 26 de julio de 1989 a agradecerle y a partir de ese momento se estableció entre los dos una extraordinaria relación". Y lo demás, entre ellos se resume en que dos años más tarde se casaron y vivieron en Bogotá ún tiempo; en Medellín deshojaron los cuatro últimos calendarios del segundo milenio, y él publicaba artículos en EL COLOMBIANO. Después, para mejorar la salud de Jaime, se mudaron a Santa Marta.
En Bogotá, Mejía Duque hacía parte de una tertulia de café, con el historiador Eduardo Santa, el ex ministro de Cultura Ramiro Osorio y otros personajes.
"A Jaime no le perdonaron lo cáustico; sus ensayos críticos en los que decía de manera vertical su pensamiento. Pero nunca lo doblegaron. Por eso prefirió un bajo perfil".
El autor de La muerte más profunda y otros cuentos, amaba la vida cotidiana. Decía que era poesía constante y que "es el tejido conjuntivo de la existencia". Frase que está consignada, como muchas otras de diversos temas, en Germinalia, un libro de pensamientos que permanece inédito.
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HOMBRE NUEVO EDITORES
Sus libros el La Librería de la U .com ,
VER: http://www.lalibreriadelau.com/catalog/index.php/manufacturers_id/77
http://www.lalibreriadelau.com/catalog/index.php/manufacturers_id/77/sort/2a/page/1 Allí detalles de los libros y adquisición por internet. Dos de los más recientes: Esposa fugada y otros cuentos viajeros (Cuentos)* de Elena Araujo y La noche de Bareño (Novela) de Jaime Mejía Duque, se lanzaron en la XXII Fería Internacional del libro de Bogotá, Agosto de 2009.
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Hombre Nuevo Editores publicó además, el 10 de Julio, 2009, Estación Universidad libro de Poemas de Armando Ibarra Racines. Y el 5 de Agosto de 2009 el libro de poemas "Sonidos en la luz" de Luz Mary Giraldo. Ambos se presentaron también en la Feria y estarán en breve en la web de la Librería de la U .com .
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ENLACES:

http://www.lapatria.com/Noticias/ver_noticia.aspx?CODNOT=71756&CODSEC=2 ojo texto y foto
http://www.lapatria.com/Clases/GaleriaFlash.aspx?CODNOT=71756 ojo caricatura y 2 fotos
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http://www.sanlibrario.com/?p=195
http://isaiaspenag.blogspot.com/2009/07/jaime-mejia-duque-1933-2009.html
http://isaiaspenag.blogspot.com/2009/07/jaime-mejia-duque-1933-2009.html
http://isaiaspenag.blogspot.com/2009/08/otro-comentario-sobre-jaime-mejia-duque.html
http://www.cubaliteraria.com/delacuba/ficha.php?Id=6773
http://www.granma.cubaweb.cu/2009/08/07/cultura/artic03.html
Despedida de Jaime Mejía Duque - Granma - 07/08/09 05:08
http://www.eje21.com.co/index.php?option=com_content&task=view&id=14402&Itemid=58
http://openlibrary.org/a/OL291288A/Jaime-Meji%CC%81a-Duque
http://www.biblio.com/books/61332417.html
http://www.cubarte.cu/paginas/actualidad/noticia.php?id=60284
Lectura crítica de la Literatura Americana: La formación de las ... - Resultado de la Búsqueda de libros de Google
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Actualizó: NTC … / gra . Agosto 23, 2009, 2:57 PM


viernes, 21 de agosto de 2009

"Esposa fugada y otros cuentos viajeros". Helena Araújo

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Y a los relacionados en: Ver todo mi perfil
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"Esposa fugada
y otros cuentos viajeros"
Helena Araújo
Mayo 2009. Medellín, Antioquia, Colombia.
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Colección

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EL LIBRO Y SU AUTORA
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Carátula
14.0 x 21.5 x 1.1 cms. 165 páginas
Impresión: Editorial Lealon. Medellín. lealon@une.net.co

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Contracarátula

Esta nueva colección de Helena Araújo, recoge experiencias de tránsito en diversas direcciones: por el tiempo, por la geografía y por la interioridad. El arte de amar se problematiza en la alternancia de experiencias amorosas en el mundo actual, yes comparado con las formas del amor en las sociedades cortesanas, con las del encierro y la sumisión que se definen en carencia de libertad y deseo de felicidad, con las del repudio y el abandono; en fin, con la imposibilidad de ser y existir a plenitud. Así mismo, la mirada penetrante de la narradora que ha sabido sumergirse en lo más profundo de la intimidad, sabe meter el dedo en la llaga y señalar las fisuras de una sociedad tradicional y una cultura anquilosada donde hay cosas oscuras, secretos ocultos y situaciones irresueltas.

Hombres y mujeres, parejas problemáticas, individuos solitarios y angustiados, están sujetos a vivencias tan cotidianas como extraordinarias. Aquí el trasegar se hace vital entre un lugar y otro, o una intimidad y otra, a través de la impecable y renovadora factura de cada relato donde el arte de contar se lleva a cabo. En ellos, la vida asume riesgos.
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LA AUTORA

Helena Araújo. Fotografía en la solapa.
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Bogotá, 1934. Mucho le debemos las escritoras hispanoamericanas a esta mujer, bogotana de nacimiento pero radicada hace años en Lausana, Suiza, en la difusión en Europa y Estados Unidos de obras e investigaciones que de otro modo pasarían desapercibidas. Helena Araújo es hoy respetada y conocida, no solo como escritora de cuentos y de novelas en los que descubrimos una voz profunda y libertaria, sino como investigadora, ensayista y profesora, especialmente dedicada al estudio de la escritura de las mujeres.
Publicaciones:
La M de las moscas, relatos .
La Scherezada criolla, ensayos.
Signos y mensajes, ensayos.
Fiesta en Teusaquillo, novela.
Las cuitas de Carlota, novela.
Numerosos artículos en revistas especializadas nacionales y extranjeras. (Ver: http://dialnet.unirioja.es/servlet/extaut?codigo=131386 /// http://www.otraparte.org/vida/araujo-helena-1.html ///
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Solapa.
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Colección Madremonte
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Sobre "Las cuitas de Carlota" de Helena Araujo, ver
Colección Madremonte. Presentación en Cali.
http://ntc-eventos.blogspot.com/2008_11_03_archive.html
Logo de la colección con fragmento de fotografía NTC ... de la Madre Monte, obra de Jose Horacio Betancur en el Jardín Botánico de Medellín. Sobre la foto ver más adelante.
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HOMBRE NUEVO EDITORES
Sus libros el La Librería de la U .com ,
VER: http://www.lalibreriadelau.com/catalog/index.php/manufacturers_id/77
http://www.lalibreriadelau.com/catalog/index.php/manufacturers_id/77/sort/2a/page/1 Allí detalles de los libros y adquisición por internet.
Dos de los más recientes: Esposa fugada y otros cuentos viajeros (Cuentos)* de Elena Araujo (que aquí se presenta) y La noche de Bareño (Novela) de Jaime Mejía Duque, se lanzaron en la XXII Fería Internacional del libro de Bogotá, Agosto de 2009.
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Hombre Nuevo Editores publicó además, el 10 de Julio, 2009, Estación Universidad libro de Poemas de Armando Ibarra Racines. Y el 5 de Agosto de 2009 el libro de poemas "Sonidos en la luz" de Luz Mary Giraldo. Ambos se presentaron también en la Feria y estarán en breve en la web de la Librería de la U .com .
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* COLECCIÓN MADREMONTE de la Editorial:
Colección Madremonte. Presentación en Cali.
http://ntc-eventos.blogspot.com/2008_11_03_archive.html
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MADREMONTE
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Madre Monte, obra de Jose Horacio Betancur en el Jardín Botánico de Medellín *. Fotografía (2008): María Isabel Casas de NTC …
* http://commons.wikimedia.org/wiki/Category:Jard%C3%ADn_bot%C3%A1nico_de_Medell%C3%ADn
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Sobre la Madremonte:
Mitos y leyendas de Antioquia la Grande - Resultado de la Búsqueda de libros de Google
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Actualizó: NTC … / gra . Agosto 21, 2009, 9:58 PM

lunes, 10 de agosto de 2009

José Zuleta Ortiz. Premio Nacional de Literatura. Cuento inédito 2009

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Obra: "Ladrón de olvidos"
Premio Nacional de Literatura.
Cuento inédito 2009
Ministerio de Cultura. República de Colombia.
Bicentenario de la Independencia de Colombia 1810-2010
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ACTA
Tomada de la web de MinCultura:
JURADO:
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Encabezado
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... ciento sesenta y un (161) obras recibidas a concurso ...
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Parte resolutiva
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Finalmente los jurados deciden otorgar por unanimidad el Premio Nacional de Literatura – Cuento Inédito 2009 a la obra titulada “Ladrón de Olvidos”, firmada bajo el seudónimo Escribano del Agua, con número de radicación 2009oo97061001032 y cuyo autor es JOSÉ ZULETA ORTIZ identificado con número de cédula 16.649.845 de Cali. Es un libro que propone un universo narrativo unificado por una prosa precisa, gran conocimiento del género del cuento y una mirada humana y realista de sus personajes. Los cuentos suceden en espacios y tiempos diversos, Barcelona o el Valle del Cauca, el tiempo presente o el siglo XIX, Sin embargo es posible percibir en cada uno de ellos un mismo pulso narrativo y un gran conocimiento del cuento contemporáneo y sus formas.
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Título de los cuentos incluídos en el libro y el texto completo del cuento "El precio de mis lágrimas", en:
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ACTA COMPLETA
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El Premio Nacional de Cuento 2009 quedó en Bogotá 13 de agosto de 2009
Web de Mincultura, Colombia, http://www.mincultura.gov.co/index.php?idcategoria=25920 y http://www.mincultura.gov.co/index.php?idcategoria=25912 , 13 de agosto de 2009 . Foto: http://www.mincultura.gov.co/tools/microsThumb.php?src=recursos_user/imagenes//LecturaYBibliotecas/noticias/ganador_cuento_in_tmb.jpg&w=270

José Zuleta Ortiz es el nuevo ganador del XVI Premio Nacional de Cuento Inédito que entrega el Ministerio de Cultura, a través del Portafolio de Convocatorias 2009.

Bogotá, 12 agosto de 2009. La obra ‘Ladrón de olvidos’ le entregó al escritor bogotano José Zuleta Ortiz la mayor alegría de su carrera literaria. El Ministerio de Cultura lo eligió como el mejor cuentista colombiano de 2009 y le entregará $40 millones como premio, a través del Programa Nacional de Estímulos a la Creación.

“Es el galardón más importante que he recibido en mi vida. Es la meta que resume los más de 30 años que llevo escribiendo”, afirmó el ganador.

El acta del veredicto del jurado del XI Premio Nacional de Cuento Inédito 2009 señala que: “Ladrón de olvidos’ propone un universo narrativo unificado por una prosa precisa, gran conocimiento del género del cuento y una mirada humana y realista a sus personajes”.

El jurado estuvo conformado por la escritora argentina Liliana Heer y los escritores y también cuentistas colombianos Roberto Rubiano Vargas y Julio César Londoño, quienes seleccionaron a la obra ganadora entre las 161 propuestas provenientes de todas las regiones del país. Según ellos, “la mayoría de los cuentos presentados están ubicados en un alto nivel literario”.

Por la calidad de los textos presentados, el equipo del jurado asignó menciones de honor a escritores, algunos de ellos con una larga trayectoria literaria. Las menciones de honor fueron para: Carlos Alberto Franco, por ‘Cazando luciérnagas’; a Triunfo Arciniegas, por ‘Mujeres por dentro’; a John Jairo Junieles, por ‘Lo que lloran los santos’; a Edgar Hernán Ordoñez, por ‘De cielo y otros infiernos’ y a Luis Alfonso Noriega, por ‘Razones para desconfiar de sus vecinos’.

Zuleta nació en 1960 y desde los 9 años vive en Cali. Actualmente es el codirector de las revistas ‘Poesía Clave’ y ‘Odradek el cuento’.

Este poeta y cuentista colombiano, que ha desempeñado el oficio de escritor por más de 30 años, publicó su primer cuento en 1981, en la revista ‘Luciérnaga’, de la ciudad de Cali. Según él, es discípulo de Truman Capote y de Raymond Carver, escritores norteamericanos exponentes del movimiento literario conocido como ‘realismo sucio’, que obtuvo su mayor auge en las décadas de los setenta y ochenta.

El ‘realismo sucio’ se caracteriza por su tendencia a la sobriedad, la precisión y una parquedad extrema en el uso de las palabras en todo lo que se refiera a la descripción. En este estilo, los objetos, los personajes y las situaciones buscan caracterizarse de la manera más concisa y superficial posible.

El Portafolio de Convocatorias siempre exige que la presentación de las obras para los Premios Nacionales de Novela, Cuento y Poesía Inédita, entre otros, sea mediante un seudónimo.

Para consultar los resultados finales del Portafolio de Convocatorias 2009, puede dirigirse al Programa Nacional de Estímulos a la Creación del Ministerio de Cultura: Teléfono 3424100 Exts. 1010 – 1014 – 1006 Bogotá.

Para mayor información, comuníquese con la Oficina de Prensa del Ministerio de Cultura . Catalina Hoyos Vásquez – Jaime Acuña Lezama. Teléfono: 3424100 Exts: 3146 – 3152 , Celular: 3015988079

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José Zuleta Ortiz
Por: Julio César Londoño. La plana.
EL PAIS, Cali, Septiembre 10 de 2009. Opinión. http://www.elpais.com.co/historico/sep102009/OPN/opi1.html

José Zuleta Ortiz nació en Bogotá en 1960, en el hogar de don Estanislao Zuleta y doña Yolanda Ortiz. Receloso de la escuela tradicional, el señor Zuleta decidió que a José lo educara un grupo de institutrices y contrató para tal efecto una pintora, una pianista y una experta en humanidades varias de la Universidad de Gotinga. De las matemáticas se encargó un maestro de ajedrez, y de filosofía y letras Estanislao en persona “porque de alguna cosa debe ocuparse un padre”, explicó.

El resultado fue tan desastroso (José Zuleta Ortiz) que Yolanda le exigió a su marido que mandaran a los muchachos a cualquier escuela, así fuera a las del programa de ampliación de cobertura en Cali. “Acepto que el Trípode Básico cojea, Estanislao: ni la escuela ni el matrimonio ni la democracia sirven pa’taco. Pero acepta que aún no encontramos nada mejor que la escuela para deshacernos de los críos, ni nada más efectivo que el matrimonio para matar un gran amor ni más rendidora que la democracia para darle empleo a nuestros pillos más ilustrados”. Ante la contundencia de los argumentos de su mujer, el sabio agachó la cabeza y los hermanos de José debieron soportar los rigores de la escuela.

Entre tanto, José dio tumbos por las agencias de publicidad capitalinas, los sórdidos clubes de ajedrez de Cali, las tabernas de tangos de Medellín y las librerías del Paseo de Gracia de Barcelona. También dio tumbos de regazo en regazo el cuerpo de José por culpa de su piel dorada, sus dientes grandes y blancos, sus ojos verdes y sus mechones castaños, a lo Bill Gates, que le daban un aire nerd e incitaban a las mujeres a protegerlo de todo mal.

Entonces las piezas encajaron: publicidad, institutrices, libros, clubes, bares y regazos hicieron clic, José vio el mundo con ojos nuevos y descubrió en la basura de una floristería que “esos pétalos fueron rosas que alguien no envió, cartas extraviadas que no llegaron a su destino”, y fue la luz.

Yo lo conocí de lejos en esa época, una noche en que le tocó actuar de emergente en un festival internacional de poesía para reemplazar a un personaje cuyo avión se retrasó. Fue un error: a su lado, los demás poetas parecían criaturas balbucientes, yahoos bestiales, porque el emergente se robó el show, algo tan grave como que el espontáneo haga la mejor faena de la tarde.

En la actualidad José Zuleta salta sin despeinarse del jingle al verso, y de aquí a la gestión cultural. Edita la sobria y exigente revista de poesía Clave, y le queda tiempo para dirigir la mesa de literatura del Festival Internacional de Arte de Cali, para inventar Libertad bajo palabra, un hermoso programa de talleres de escritura para los convictos de las cárceles colombianas, y para ganarse el Premio Nacional de Cuento de Mincultura 2009 con Ladrón de olvidos, un volumen escrito con una prosa que no elude riesgos: “Sus senos eran cántaros erguidos rematados en pezones rosados, duros y pequeños como borradores de lápiz”. Maestro del arte del final, remata sus cuentos con soluciones sorpresivas pero respetuosas de la lógica de la historia. A mí me sorprende la manera como toma las situaciones más sencillas, las menos ‘cuentísticas’ imaginables, para convertirlas en unas máquinas verbales capaces de conmover al más duro y de intrigar al más distraído.

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Actualizó: NTC … / gra . Agosto 1o, 2009, 8:37 AM / Sept. 10, 2009 1:39 PM




lunes, 3 de agosto de 2009

William Ospina recibió el "Rómulo Gallegos". "Elogio de las causas", su discurso.

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Textos tomados del portal de la
Fundación de Estudios Latinoamericanos "Rómulo Gallegos" (Celarg)
http://www.celarg.org.ve/Espanol/index.htm :

Elogio de las causas discurso del ganador del Premio Rómulo Gallegos William Ospina
La tragedia americana discurso de Roberto Hernández Montoya

William Ospina recibe el Premio Rómulo Gallegos

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Elogio de las causas

William Ospina

Caracas, Agosto 2, 2009
Elogio de las causas discurso del ganador del Premio Rómulo Gallegos William Ospina
http://www.celarg.org.ve/Espanol/(AGOSTO%202009)%20Elogio%20de%20las%20causas.htm

Es para mí un honor y un compromiso llegar a esta tribuna del Premio Rómulo Gallegos, que, como bien lo dijo aquí mismo Fernando Vallejo, es una de las más altas de América.

Entre los muchos hechos que me han traído hasta aquí, quisiera mencionar dos hechos que ocurrieron hace unos veinte años.

Empezaba la conmemoración del quinto centenario del llamado Encuentro de los Mundos, y esa circunstancia me hizo concebir el proyecto de un libro de poemas en el que se oyeran las voces milenarias del continente. Me parecía que en un mundo tan antiguo nosotros no podíamos tener quinientos años; era una desventaja tener apenas quinientos años; y con ese libro de poemas, “El país del viento”, intenté despertar en mí la conciencia de un pasado más hondo y más complejo.

También entonces me pidieron escribir la parte inicial de una “Historia de la poesía colombiana”. Yo intenté brindar allí una muestra de la vasta y dispersa poesía de los pueblos indígenas de Colombia, y después me interné por los meandros de la más ambiciosa de las crónicas de la Conquista, las “Elegías de varones ilustres de Indias”, de Juan de Castellanos.

No sabía yo que aquel poema iba a ocupar veinte años de mi vida. Comprendí que nuestra literatura continental había comenzado no con un cuento sino con un canto, con una crónica en verso casi infinita. Juan de Castellanos, un poeta bastante descuidado por nuestra tradición, calumniado por una crítica doctrinaria, es el fundador de la poesía escrita en español en República Dominicana, Puerto Rico, Jamaica, Trinidad, Venezuela, Colombia, Panamá, Ecuador y el mundo amazónico. Leyendo ese libro convulsivo e iluminado, ese objeto apasionante de observación y de erudición, yo viví mi personal descubrimiento de América.

Algunos censuraron que yo intentara rescatar del olvido, o del desdén, esa crónica abrumadora escrita en octavas reales a la algunos sabios españoles le habían negado todo vuelo poético. Pero yo hallaba poesía en cada página, pasaba tardes enteras conmovido por las batallas, sorprendido por el vuelo de los pájaros, entretenido por las astucias de los guerreros, deslumbrado por el espectáculo de los pueblos nativos, sobrecogido por la irrupción de los jaguares y de los caimanes, asombrado por la minuciosa descripción de los atavíos de los jefes de Cumaná o por la artesanía de las flechas, hechas con varas tostadas de palma y mortalmente terminadas con puntas de diente de tiburón y puyas de raya. Alguien ha dicho que hay libros que tienen “todo el abigarramiento de la selva y toda la erudición del Renacimiento”: yo reclamaría ese honor para las “Elegías de varones ilustres de Indias”, de Juan de Castellanos, bajo cuyo influjo he trabajado durante tanto tiempo, y de las que espero todavía aprender muchas cosas.

Mientras me adentraba por la obra de ese hombre humilde de Alanís que tuvo la suerte y la valentía de descubrir y de nombrar un mundo, me sorprendió que en 1992, cuando se conmemoraba aquel choque, España hubiera impreso los rostros de Hernán Cortés y de Francisco Pizarro en los billetes de mil pesetas (*), los que más circulaban en la península. Sentí que España seguía envanecida de sus triunfos guerreros, celebrando el costado épico de la Conquista , que es el que a nosotros más nos aflige, persistiendo en la leyenda insostenible de que esos guerreros fueron paladines de la civilización, y olvidando al mismo tiempo la labor de quienes intentaron verdaderamente establecer la alianza de los mundos, de quienes denunciaban el horror de la Conquista como Bartolomé de las Casas, de quienes interrogaban el mundo americano, como Gonzalo Fernández de Oviedo, de quienes buscaban desesperadamente nombres para todas las cosas, de quienes, más allá de la ambición y la codicia llegaron a amar el territorio, procuraron comprender las culturas indígenas, e iniciaron el mestizaje de la lengua, como Juan de Castellanos.

España había hecho obra de verdadera civilización, pero no lo sabía o no quería saberlo. Prefería envanecerse de haber fundado el imperio más grande del mundo, repetirse que bajo la corona de Carlos V no se ocultaba el sol, porque cuando oscurecía en las sierras de oro de California ya estaba amaneciendo sobre los arrozales de Manila. Y yo lamenté que, fiel a una suerte de envanecimiento bélico, sólo quisiera rendirles culto a sus guerreros, y se olvidara de sus sabios y de sus poetas.

En 1998 fui invitado a participar en los Cursos de Verano del Escorial, y tuve la oportunidad de corregir el libro que escribía entonces sobre Juan de Castellanos, “Las auroras de sangre”, en un hotel en la parte alta de los bosques desde donde se ven las torres del palacio de Felipe II. Y recuerdo que una tarde caminé a solas alrededor de aquella fortaleza impresionante, diciéndome que la España del Renacimiento había sido capaz de labrar esa geometría de rigor y de piedra, pero que en nuestra tierra un solo hombre, al que la experiencia y el amor habían hecho americano, había construido con palabras un monumento aún más perdurable.

No sé si será lícito comparar obras tan disímiles, pero ambas son fruto del talento humano y de su vocación de eternidad, y es de siempre esa emulación entre las palabras y las piedras. Borges nos ha contado que el primer emperador chino, que ordenó construir la muralla, fue el mismo que ordenó en vano quemar los libros; y Nietzsche dijo poderosamente que es más fácil romper una piedra que una palabra.

Fue en un par de pequeños libros editados por Monte Ávila donde conocí la obra de Juan de Castellanos. Eran dos selecciones antológicas del poema, y una de ellas se llamaba “Elogio de las islas occidentales”. Parecían dos pequeños volúmenes, pero cuando los abrí eran mares y selvas, ríos y serpientes, tempestades y muertes; estaban hechos de observación, de paciencia, de esplendor y de sangre, y me produjeron la sensación ineluctable de estar conociendo mi origen. Contaban a menudo hechos muy dolorosos, pero yo sentí, a quinientos años de distancia, que bien podían ser ciertas para nosotros aquellas palabras de Homero: “Los dioses labran desdichas, para que a las generaciones humanas no les falte qué cantar”.

Una de las cosas más conmovedoras de aquel descubrimiento poético es que nos hacen sentir que estas patrias nuestras son una sola. Para Castellanos hablar de Cubagua y de Manaure, de Pamplona y de Coro, del Chocó y de Maracaibo, de Mocoa y de El Tocuyo, de Cumaná y de Vélez, de Cartagena y de Margarita, es hablar del mismo territorio y de la misma aventura.

Yo he notado que estas novelas que he escrito, “Ursúa” y “El país de la canela”, y que son mi interrogación de quién soy como colombiano, siempre comienzan en Panamá, siempre pasan por Quito y por Cuzco, siempre cruzan por Manaos, y siempre terminan en Margarita y en Santo Domingo. Me gustaría decir de mi patria lo que dijo Carlos Mastronardi de su querida provincia:

Un fresco abrazo de agua la nombra para siempre.

Ese abrazo de sierras, de aguas y de islas define a la Colombia de mis sueños: menos un mapa que una pregunta, menos unas instituciones que una memoria, menos una certeza que un asombro inconcluso.

El poema me condujo al ensayo y el ensayo me llevó a la novela: por ello entre esos géneros yo no puedo escoger. Como estados de la materia, como personas de la divinidad, como facultades de la conciencia, como contiguos laboratorios del lenguaje, los géneros se influyen y se aproximan, se apartan y se reencuentran, del mismo modo que en la vida pasamos sin pausa del deslumbramiento a la reflexión, de la reflexión al relato.

Emily Dickinson lo ha dicho de un modo más fino:


Después de un gran dolor un solemne sentido nos llega,

los nervios reposan severos, como tumbas,

el afligido corazón se pregunta si era él quien sufría,

y si fue ayer, o siglos antes .


La Conquista fue nuestra gran tragedia continental: el gran dolor que guarda para nosotros un solemne sentido. Yo siempre me digo que si bien hubo en su curso muchos crímenes y atrocidades, los hijos de la América Latina no podemos considerar aquella historia como un crimen. Estanislao Zuleta solía recordar que Hegel definió la tragedia como esa situación en la que dos posiciones que tienen cada una su validez se enfrentan y no pueden encontrar una síntesis. Durante mucho tiempo la Conquista fue ese enfrentamiento de posiciones que se validaban cada una a sí misma pero no podían encontrar una síntesis. Aquellos mundos asombrosos: el mundo de los aztecas, de los mayas, de los incas, el esplendor de sus arquitecturas, la finura de sus diseños, la rica narrativa de su orfebrería, la complejidad de sus mitos, el milagro de sus civilizaciones, se validaban totalmente a sí mismos; y aquellos invasores ferozmente cristianos, increíblemente arrojados, despiadadamente ambiciosos, parecían venir llenos sólo de arbitrariedad, de brutalidad, utilizando sin restricción esas armas mortales, los caballos, los perros, la pólvora y el hierro forjado.

Yo he dedicado buena parte de mi vida a tratar de descubrir si esos varones arrogantes y monstruosos, los Cortés y los Pizarro, los Alfinger y los Belalcázar, los Alvarado y los Ursúa, agotan el sentido de la Conquista. Me conmovió más que detrás de ellos hayan venido algunos hombres llenos de sensibilidad y de respeto, en los que había mucho más que ambición y mucho más que crueldad: porque esos hombres nos ayudaron a encontrar esa síntesis que la primera conquista no permitía.

Nunca podremos renunciar al juicio severo de la historia; no podemos dejar de señalar los crímenes y de reivindicar a las víctimas; no podemos demorar por más tiempo la recuperación y la revaloración del vasto y rico mundo negado y profanado por la Conquista. Pero tampoco podemos renunciar al reconocimiento del asombro y de la curiosidad, a reconocer los diálogos donde los hubo, a admirar los encuentros y los descubrimientos.

Después de cinco siglos de diálogos, de influencias y de mestizajes, no quedan en nuestra América muchos habitantes nativos del territorio, pero también podemos afirmar que quedan muy pocos europeos, que aquí ya casi todos somos mestizos por la sangre o por la cultura. A mí me basta visitar una comunidad nativa para entender que no soy indígena, pero me basta ir a Europa para descubrir que no soy europeo. Y sé que si yo no lo descubro, ellos se encargarán enseguida de recordármelo.

A nosotros nos ha tocado el curioso destino de deplorar la conquista de América en la lengua que nos dejó esa conquista, pero también de avanzar en la demostración de que la lengua que trajeron los conquistadores no es ya la lengua que hablamos. Cinco siglos de sueños y de desmesuras, de asombros y de interrogaciones, de sufrimientos y de deslumbramientos, de aventuras y de maravillas, no sólo han transformado esta lengua sino que la han convertido en una lengua americana, de tal modo, que es evidente que España no es ya la dueña de la lengua sino sólo una de sus provincias.

La parte más compleja del idioma, la más agitada, hoy, y la más perpleja, palpita de este costado del mar, y ello no significa que España no cree y no sueñe. Significa que de este lado del mar están hace ya mucho tiempo las tierras sedientas donde se sueñan los Quijotes, las fronteras culturales que engendran los culteranismos, las tierras de nadie donde se descubren los ríos profundos y las selvas del alma.

Hace diecisiete años, cuando se conmemoraba el quinto centenario, había personas sensibles y conmovidas que querían salir a las costas de República Dominicana a decirle a Colón que no desembarcara. Era un ilustre sueño, como para Bradbury, para escritores de ciencia ficción. Pero todos sabemos que es tarde para decirle a Colón que no desembarque. No sólo vibra y resuena por todas partes en América esta lengua que es hija rebelde de esa conquista, sino que aquí ha vivido algunas de sus más altas aventuras, y ha forjado algunas de sus más bellas músicas.

Nadie puede negar, ni siquiera en España, que nunca sonó tan bella y tan dulce la lengua castellana como en los labios de ese indio nicaragüense que se llamaba Rubén Darío.

España vivió su terrible aventura americana, pero es preciso recordar que pagó por ella. Muchos americanos solemos olvidar que hace ya dos siglos le cobramos a España su deuda, y que esa hazaña de arrebatarle al viejo imperio las tierras y los sueños, esa hazaña de tomar posesión del mundo americano y de aplicarnos a interrogarlo, redescubrirlo y engrandecerlo, es lo que nos dio derecho a ser distintos, a dialogar con Europa en condiciones de igualdad. Sería triste que tuviéramos hoy mucho que cobrarle a España y a Europa: eso significaría que no creemos en la grandeza y en la contundencia de las hazañas y los sacrificios que enfrentaron aquellas generaciones heroicas que construyeron con infinitas penalidades estas patrias nuestras. Y lo que ahora tenemos qué responder es qué hemos hecho y qué hemos dejado de hacer con nuestra América, en estos dos siglos de vida independiente.

Cuando yo estudio la vida del libertador Simón Bolívar, casi no puedo creer lo que estoy leyendo. Esa aventura parecía irrealizable. Aquel hombre estaba poseído por una energía casi sobrenatural. Parece imposible sobreponerse a tantas adversidades, renacer de ese modo de las derrotas, una vez y otra vez. Ver la Primera República Venezolana derrotada por las fuerzas de Monteverde; ver al padre de estas patrias caminando solitario y vencido por las playas de Curacao, sin esperanza verosímil; y verlo entrar increíblemente victorioso un año después en Caracas, a la cabeza de una tropa de soldados de Mompox y de Mérida, de Cúcuta y de Barquisimeto. Ver la Segunda República Venezolana humeando entre las ruinas, a los propios llaneros dando muerte al sueño de la libertad, y ver a Bolívar otra vez derrotado y expulsado, caminando pobre y solo por las playas de Jamaica, después de haber presenciado las mayores desgracias. Y ver cómo ese hombre inexplicable, ante una catástrofe que habría desalentado y anulado a cualquier otro, se alza de nuevo de su derrota, ya no pensando en liberar a Venezuela y a la Nueva Granada sino convencido de que va a liberar al continente entero, es algo que conmueve y abruma. Nos da una idea distinta de nuestro propio temple, de la fibra del hombre americano.

Es notable ver cómo Bolívar se enfrentó a los que creían que la Independencia era un asunto de razas, que había que entronizar a los indios o a los negros, y expulsar a los blancos de América. Ver cómo Bolívar comprendió que, después de tres siglos de horrores y de amores, ya no se podía hablar de un continente indígena o de un continente africano, sino sólo de un continente americano. Para resucitar la Arcadia indígena Bolívar mismo habría tenido que irse; para hacer nacer la Arcadia negra y mulata de Piar, Bolívar habría tenido que ser hijo sólo de su amada nodriza Hipólita, la tierna madre que le dio el destino.

Creo que es necesario afirmarnos en nuestra memoria indígena milenaria, en la sabiduría de esas lenguas que dialogaron aquí durante miles de años con el territorio, con el clima, con la vegetación, con el cielo. Pero creo que es también necesario afirmarnos en nuestra particular condición de europeos, enriquecida para siempre por todos los aportes de la historia. Y si bien es tarde para decirle a Colón que no desembarque, no es tarde para arrojar una mirada crítica sobre el modo como nuestras sociedades rindieron honores excesivos a su componente europeo, negándose a aceptar el legado de las civilizaciones indígenas y negándose a valorar el complejo, delicado y definitivamente salvador aporte de los hijos de África.

Yo diría que a un latinoamericano se lo reconoce porque su inteligencia europea esté llena de inesperados atajos indígenas, de los caminos oblicuos del pensamiento mágico. En eso tenemos un parentesco con lo más inspirado de la tradición norteamericana. En su relación con la naturaleza habría que decir que Whitman ofició en su espíritu como el último indio de Norteamérica. Que Emily Dickinson, contrariando la lógica de la línea recta y de las verdades que se chocan, nos dejó aquellas sabias palabras:

Dí toda la verdad mas dila al sesgo,

el arte está en decirla oblicuamente.

Y también tenemos un parentesco con lo más rebelde de la tradición europea. También Novalis, como si fuera un indígena precristiano, fue capaz de decir que

La poesía cura las heridas que la razón inflige.

Es aquí donde a alguien se le ha ocurrido definir al día con esta imagen:

Un relámpago con hocico de tigre.

Y hay allí una persistencia del mundo mítico indígena que no cabe del todo en el universo mental de Occidente.

A comienzos del siglo XX, Europa, hastiada de guerras y de verdades racionales excluyentes, buscaba en el lenguaje el bálsamo de otras lógicas, de otros caminos para la vida, y trató de encontrar esos recursos nuevos en la libre asociación, en la ilógica de los sueños, en la escritura automática, y engendró el dadaísmo y el surrealismo. Algunos de nuestros poetas comprendieron que nosotros teníamos en el mundo indígena y en el mundo africano esas otras lógicas que la civilización necesitaba. Y es tal vez por eso que Gallegos y Rivera, que César Vallejo y López Velarde, que Barba Jacob y Gabriela Mistral, que Borges y Neruda, que Rulfo y Aurelio Arturo, que Carpentier y García Márquez han conmovido al mundo. Han hecho nacer una literatura que ya no se debe exclusivamente a la tradición occidental, que oye los ríos profundos, que quiere capturar en las palabras el misterio de la llanura y de la selva, el barro de los huesos andinos y “el relámpago verde de los loros”. Nuestra literatura no dice: “A Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César”, sino que dice, humilde y misteriosamente:

Apoya tu fatiga en mi fatiga,

que yo mi pena apoyaré en tu pena.

Sería vanidad pretender que somos radicalmente distintos de otros pueblos, que nuestra literatura sueña cosas que otros jamás soñaron. Pero sí es posible decir que algunas cosas que ha dicho nuestra literatura suenan nuevas en el cántaro de la tradición, y que cosas que antes dijeron otros las hemos hecho salir no de nuestra memoria sino de nuestra experiencia. Aquellos versos tan nobles de Lope de Vega:

¿Qué tengo yo que mi amistad procuras,

qué interés se te sigue, Jesús mío,

que a mi puerta, cubierto de rocío,

pasas las noches del invierno oscuras?


comparten el mismo azorado asombro, el mismo peso de contrición humana que estos de César Vallejo:


Hoy no ha venido nadie a preguntar;

ni me han pedido en esta tarde nada.

No he visto ni una flor de cementerio

en tan alegre procesión de luces.

Perdóname, Señor: qué poco he muerto!

En esta tarde todos, todos pasan,

sin preguntarme ni pedirme nada…

Y no sé qué se olvidan y se queda

mal en mis manos, como cosa ajena.

He salido a la puerta,

Y me dan ganas de gritar a todos:

Si echan de menos algo, aquí se queda!

Porque en todas las tardes de esta vida,

yo no sé con qué puertas dan a un rostro,

y algo ajeno se toma el alma mía.

Hoy no ha venido nadie,

y hoy he muerto qué poco en esta tarde!

Ese desorden de los sentidos que buscaba Rimbaud, como gran instrumento de poesía moderna, y que los surrealistas creyeron encontrar en la libre asociación, en la lógica de los sueños y en un esfuerzo de arbitrariedad, nosotros lo encontramos más fácil y más naturalmente en la encrucijada de nuestras sangres y en el hondo y aún indescifrado camino de nuestras anudadas mitologías.

Pero quisiera señalar también que el cruce de las culturas europeas con las culturas indígenas pudo haberse resuelto entre nosotros para siempre en odio y en amargura, si no hubiera llegado al mismo tiempo esa fiesta del color y del ritmo, esa ternura y esa energía que son el hondo aporte de los hijos de África. Nadie como ellos nos ha enseñado a perdonar, nadie como ellos ha sabido desprenderse de los dogmas de la memoria, aceptando que la memoria está en el ritmo y en el cuerpo; nadie como ellos nos ha enseñado a entrar en el futuro sin resentimientos. El aporte de África es el más musical de nuestros componentes, y la música sabe enlazar la soberbia con la amargura, la tristeza con la fiesta, el odio con el perdón.

Creo que Juan de Castellanos lo intuyó cuando se propuso hacer de la historia de la conquista no un cuento sino un canto; pero tenían que pasar los siglos y los duelos, los amores y las guerras, los besos y las mitologías, para que nuestra lengua, reinventada en América, fuera capaz de Gallegos y de Rivera, de Othon y de Mastronardi, de Arguedas y de Cesar Vallejo, de Palés Matos y de Aurelio Arturo. Para que nuestra lengua fuera capaz de Pérez Bonalde y de López Velarde, de Neruda y de García Márquez.

Cuando ya se tiene una tradición como esa, una de las tradiciones literarias más ricas del planeta, ya no necesitamos arrepentirnos de la complejidad de nuestros orígenes. Ya podemos mirar la historia universal, y la historia de España, y la historia de América, y decirnos, con amor, como el poeta:

Se precisaron todas esas cosas,

para que nuestras manos se encontraran.

Muchas gracias.
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(*) NoTiCas de NTC … : Imágenes de los billetes en : http://ntc-documentos.blogspot.com/2009_07_28_archive.html
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La tragedia americana
La tragedia americana discurso de Roberto Hernández Montoya
Roberto Hernández Montoya
http://www.celarg.org.ve/Espanol/(AGOSTO%202009)%20La%20tragedia%20americana.htm

Discurso en ocasión de la entrega del XVI Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos a William Ospina por su novela El país de la canela .

Caracas, 2 de agosto de 2009

Uno de los ejercicios más difíciles es evitar sentir rabia ante la barbarie. ¿Cómo ser científico ante el exterminio de decenas de millones de seres humanos en tan pocos años? ¿Cómo ser imparcial ante la demolición en pocas horas de la ciudad Cusco que, según las descripciones, desbordaba caudalosamente el calificativo de maravillosa?

Descendemos de Guaicaipuro y de los que mataron a Guaicaipuro. Es duro descender de una tragedia. Pero peor que la tragedia es ignorar la tragedia. Hay que asumirla de frente, dialécticamente, con la tenaz franqueza con que debemos asumir la muerte o la dolencia. Disimular la tragedia es correr el riesgo de repetirla como comedia, como enseñó Karl Marx.

Pero asumir la tragedia no nos autoriza a buscar culpables donde no están. Una vez un mexicano reclamó a don Ramón del Valle Inclán que los abuelos de este habían asesinado a Montezuma. Don Ramón le respondió:

—Han de haber sido los suyos, porque los míos se han quedado en Galicia.

No debemos comportarnos como el tonto aquel del chiste, que agredió a un español apenas se enteró de la tragedia. Porque no es cuestión de nacionalidad, ni todo alemán es nazi ni todo judío sionista. Pero, con todo el respeto, no me parece recomendable pensar como Jorge Luis Borges, que la tragedia de América es igual a la que enfrentó a romanos y cartagineses. Primero porque no guarda proporciones, al menos en cantidad de gente sacrificada, aunque sí en cuanto a destrucción de una nación. En segundo lugar porque el proceso aún no ha terminado. Solo ha tomado otras formas, golpes de Estado, invasiones, exterminio de la más grande biodiversidad del planeta, latifundio —mediático y del otro—, sicariato, paramilitares, bases imperiales y otros trastornos de homo demens, como Edgar Morin nos llama a los humanos. Son otras formas para el mismo fin. ¿Cuál fin?

He aquí un buen punto de partida para serenarnos y enfocar la tragedia por su flanco tal vez más inteligible. No solo fue que simplemente unos forajidos asaltaron un continente y destruyeron sus civilizaciones. Eso ocurrió, claro. Pero ¿por qué? Nos interesan, pues, por igual, los motivos y los resultados.

Una vez, conversando sobre este tema recurrente en la Plaza España de Santo Domingo, caí en cuenta súbita de que lo que hoy llamamos globalización nació precisamente en ese mero lugar, tal vez en la mesa misma en que me hallaba conversando amablemente. Allí precisamente, donde comienza la acción de El país de la canela, la novela que hoy premiamos con tanto placer y tanto honor.

El marxismo habla de acumulación originaria, primitiva o primigenia ( ursprüngliche Akkumulation ), cuando los medios de producción quedaron en manos de una minoría estructurada, con conciencia de sí misma. Así lo describió Marx en el capítulo 31 de El capital :

El descubrimiento de oro y plata en América, la extirpación, esclavización y tapiamiento en minas de la población indígena de ese continente, los comienzos de la conquista y saqueo de la India y la conversión del África en un coto para la cacería comercial de pieles negras, caracterizan la aurora de la producción capitalista. Esos procesos idílicos son los momentos principales de la acumulación primigenia.

Esta minoría desarrolló una ideología formidable, basada en el propio Adam Smith, que Marx resume así en el capítulo 24 de El capital :

Esta acumulación originaria desempeña en economía política aproximadamente el mismo papel que el pecado original en la teología. Adán mordió la manzana y con ello el pecado se posesionó del género humano. Se nos explica su origen contándolo como una anécdota del pasado. En tiempos muy remotos había, por un lado, una élite diligente, y por el otro una pandilla de vagos y holgazanes. Ocurrió así que los primeros acumularon riqueza y los últimos terminaron por no tener nada que vender excepto su pellejo. Y de este pecado original arranca la pobreza de la gran masa (que aún hoy, pese a todo su trabajo, no tiene nada que vender salvo sus propios personas) y la riqueza de unos pocos, que crece continuamente aunque sus poseedores hayan dejado de trabajar hace mucho tiempo.

Es así como suele pensar la élite en este mundo globalizado y como seguramente ha pensado a través de la historia. Es el mito complementario que concibe a aquellos conquistadores como simples malvados por naturaleza. Podemos encontrar ambos mitos por todas partes, en cualquier momento, sin necesidad de aguzar mucho el oído. Así como los dominantes son representados como malvados «naturales», los pobres no solo son vistos como holgazanes, sino «feos, sucios y malos», según la fórmula consagrada en la película inolvidable de: Brutti, sporchi e cattivi (1976) . Así discurrieron y discurren todavía sobre los indios los conquistadores y sus descendientes históricos. Incluso llegaron a pensar que no tenían alma, hasta que el Papa dijo que sí tenían, modo de declarar: «¡Esos indios son míos!». Muchos oligarcas piensan aún que indio no es gente, cuando lo cazan desde sus avionetas, por ejemplo, por diversión o para quitarle las tierras, generalmente ambas cosas. De no tener humanidad a la comodidad del exterminio no hay sino un paso. Es decir, apenas dejan de ser útiles, los explotados se vuelven desechables, como se ha visto en diversas ocasiones, como leemos atónitos en El país de la canela .

No se trata, sin embargo, del mismo exterminio de judíos en la Segunda Guerra Mundial. No es la ocasión para detenerse en la consideración pormenorizada de esa otra tragedia, igualmente dolorosa, pero creo que bastará decir que en lo que hoy llamamos América los conquistadores no se propusieron extinguir la totalidad de la población indígena, sino apartar a los que se opusieron tenazmente a la dominación y a la consiguiente explotación y a los que sobraban para las tareas pendientes. Era una población talla única, pues se exterminaba a los que sobraban y se importaba a los que hacían falta.

Pero esta otra población esclava africana fue sometida a un trato tan atroz que hacía que cada tanto hubiese que comprar relevo, pues se moría en masa. Tan extremada fue aquella esclavitud que aún resuena en ese eco repugnante que es el racismo. El exterminio nazi de judíos procedió al revés: comenzó con el racismo, pasó por los pogromos y terminó en Auschwitz.

Los conquistadores del siglo XVI no tuvieron que negociar con los conquistados, como hicieron los romanos. Estos tenían que regatear, porque los colonizados tenían un poderío militar comparable al romano, de modo que el Imperio acordaba pactos de no agresión y de mutuo auxilio ante enemigos comunes. De resto el colonizado podía conservar sus dioses y su organización social. Pero en lo que hoy llamamos América los conquistadores no tuvieron que negociar nada, pues tenían

• Armas infinitamente más mortíferas que la macana y la flecha indígenas, amén de un arte militar ejercitado en Roma y enriquecido en las mil guerras medievales.

• Embarcaciones intercontinentales, metales y caballos.

• Una religión que se había alimentado en la dialéctica griega y los misterios egipcios, así como en la tradición ético-salvadora judía y que había servido a sus feligreses para quemarse mutuamente durante 1500 años —por amor, se entiende.

• Una visión global del mundo, que más nadie tenía y, por último,

• El arsenal intelectual del Renacimiento, que a su vez se alimentó recursivamente del hallazgo de América.

¿Cómo logra uno perder la sensibilidad como para acometer semejantes matanzas masivas? Entra en esto a funcionar lo que Ludovico Silva, basado en Marx, llamó la plusvalía ideológica, es decir, la representación oportuna y congruentemente invertida de la realidad, para justificar cualquier tropelía que nos convenga ( La plusvalía ideológica , Caracas: Ediciones de la Biblioteca de la Universidad Central de Venezuela, 1970). Por eso Marx hablaba de la camera obscura , que invertía la realidad que reflejaba. Mijaíl Bajtin añadió a la metáfora del reflejo la de la refracción: el lenguaje, decía Bajtin, refleja y refracta la realidad ( El signo ideológico y la filosofía del lenguaje, Buenos Aires: Nueva Visión, 1976). Por ese camino acrítico llega un punto en que cualquiera de nosotros puede devenir exterminador —ángel o no—, torturador, golpista o burócrata intelectual de la ultraderecha racista y genocida.

Todo esto es la consecuencia de la aparición no ya de la ciudad-Estado o de la nación-Estado, sino del planeta-Estado. No había otro modo de incorporar a la economía-globo a una población estructurada en imperios como el azteca o el inca, ya consolidados desde hacía varias eras históricas. Aunque esos imperios fueron infinitamente más simples de someter que la miríada de comunidades levantiscas de territorios periféricos, como el venezolano, por ejemplo, que tomó mucho más tiempo y mucho más esfuerzo histórico y con el que ni aztecas ni incas alcanzaron o simplemente no pudieron de tan rebeldes que fueron Anacaona y Guaicaipuro, para solo citar a dos de los más valientes.

Sorprende así cómo ese capitalismo primitivo arrasó con su simplismo ideológico estructuras civilizatorias tan refinadas, cuya riqueza no completamente perdida, hoy recreada día a día, admiraremos y gozaremos para siempre en nosotros mismos, sus descendientes y albaceas para beneficio de la humanidad entera.

Devastación es la palabra. En nombre de una democracia que jamás ha respetado y de una civilización que tampoco ha honrado, el imperialismo que entonces nació y aún vive destruye precisamente una de las cunas de esa civilización, la Biblioteca de Bagdad, sin ir más lejos en el tiempo, junto con los descendientes de los que compusieron el primer ejemplar de Las mil y una noches o las miles de tablillas sumerias que no habían sido descifradas aún. Tal vez subsistan por allí en alguna colección privada, dispersadas, desestructuradas, inaccesibles para la humanidad que tiene derecho a ellas. Ojalá no hayan ordenado su destrucción.

¿Qué fuerzas se oponen a las de esta tragedia? Fuerzas revolucionarias, hondamente heterogéneas , que presentan dificultades enormes para afianzarse en sí mismas antes de enfrentar la barbarie civilizatoria (no es por un simple gusto por la paradoja que uso esta extraña fórmula de barbarie civilizatoria , sino por el recuerdo de que Theodor Adorno señaló que toda civilización comporta un fondo de barbarie). Esas fuerzas revolucionarias que se proponen enfrentar la poderosa cohesión de la burguesía tienen que comenzar por encarar su propia incoherencia. Me refiero al revolucionario que no logra vencer en sí mismo la ideología que combate. Es una lucha mucho más esencial y formidable que enfrentar al Otro, porque si no es fácil es al menos simple luchar contra el burgués rechoncho pero sin lograr vencer mi propia codicia. Es simple porque permite ver la paja en el ojo ajeno y ocultar la viga en el propio. Como se ve, no es una lucha imposible, pero sí radical.

Desde Cien años de soledad no me sedujo tanto una novela como lo hizo El país de la canela . Emula ella lo que el mismo William Ospina nos enseñó a admirar en Las elegías de los varones ilustres de Indias , de Juan de Castellanos, en su obra magistral Auroras de sangre : que la poesía no solo no estorba la narración, sino que la constituye poderosamente. El género épico lo consiente y es que, me parece, El país de la canela es un poema épico de esa aurora de sangre que fue nuestro nacimiento como continente.

Los hechos que refiere son de una magnitud desmesurada, como solo puede serlo recorrer el Amazonas con aquellas naves precarias, improvisadas en una selva no solo desconocida sino descomedida para aquellos europeos de campiña amena y bosque bucólico que cantaron en églogas los pastores Salicio y Nemoroso. Porque así como estamos autorizados a vituperar a aquellos patibularios, también estamos obligados a admirar la magnitud de su obstinación y de su energía histórica. Me pregunto cuántas personas osan hoy atravesar, completo, el río Amazonas desde antes de que se llame Amazonas. Aquellos varones —porque fue empresa varonil casi exclusivamente, al menos en su fase humanamente menos presentable— atravesaron aquella desproporción de territorio en que, como en Macondo, las cosas no tenían nombre aún y había que señalarlas con el dedo.

Hasta tal punto fue masculina aquella empresa que las únicas mujeres que figuran en ella son precisamente las Amazonas, mujeres míticas tan viriles como desmesuradas, que aquellos varones, tal vez no tan ilustres y sin mujeres, deliraron en su paso por el río descomunal, tanto que a veces dudamos que sea realmente un río. Hubo otra mujer desmesurada en su complejidad: La Malinche. A la aguerrida Anacaona la terminaron asesinando a tración. ¡Cómo ha sido difícil reincorporar a la mujer a esta historia que estamos construyendo, enfrentando aquella exclusión radical de su presencia! El machismo es otro eco repugnante de esa aurora de sangre.

El país de la canela es un viaje épico hacia el fondo no solo de este continente, sino hacia nosotros mismos como actores de una tragedia que aún no termina, pero que está en nuestras mentes y manos dejar atrás para siempre, apenas logremos conjurar dentro de nosotros mismos los demonios que heredamos de esa aurora de sangre.
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William Ospina al recibir el Rómulo Gallegos
William Ospina recibe el Premio Rómulo Gallegos
http://www.celarg.org.ve/Espanol/(AGOSTO%202009)%20William%20Ospina%20recibe%20PRG.htm

"No podemos demorar por más tiempo la recuperación y la revaloración del vasto y rico mundo negado y profanado por la Conquista"

El Ministerio del Poder Popular para la Cultura , a través de la Fundación Celarg llevó a cabo este domingo 2 de agosto la entrega del XVI Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos a William Ospina por su obra El país de la canela . La Sala de teatro 1 del Celarg sirvió de escenario para el evento.

El acto contó con la presencia del Ministro de la Cultura , Héctor Soto, el presidente del Celarg, Roberto Hernández Montoya y el escritor Humberto Mata presidente del Jurado de esta Edición del Premio.

William Ospina comenzó su discurso agradeciendo haber llegado a la tribuna del Premio Rómulo Gallegos, que según Fernando Vallejo, es una de las más altas de América. El escritor centró sus palabras en las vivencias que le permitieron interesarse en la historia del descubrimiento de América y que lo llevó a escribir una trilogía en torno al tema.

Un poema de Juan de Castellanos, cronista de la Conquista, fue lo que indujo a William Ospina a contar la historia en sentido poético y a vivir individualmente el descubrimiento de América. “No sabía yo que aquel poema iba a ocupar veinte años de mi vida. Comprendí que nuestra literatura continental había comenzado no con un cuento sino con un canto, con una crónica en verso casi infinita”, expresó el escritor.

Ospina manifestó que conoció la obra de Juan de Castellanos gracias a un par de libros editados por Monte Ávila. Para el escritor, “ la Conquista fue nuestra gran tragedia continental: el gran dolor que guarda para nosotros un solemne sentido”.

Además, el poeta comentó que “he notado que estas novelas que he escrito, ( Ursúa y El país de la canela ) son mi interrogación de quién soy como colombiano”, pues el autor quisiera definir a Colombia como un abrazo de sierras, de aguas y de islas.

“Nunca podremos renunciar al juicio severo de la historia; no podemos dejar de señalar los crímenes y de reivindicar a las víctimas; no podemos demorar por más tiempo la recuperación y la revaloración del vasto y rico mundo negado y profanado por la Conquista. Pero tampoco podemos renunciar al reconocimiento del asombro y de la curiosidad, a reconocer los diálogos donde los hubo, a admirar los encuentros y los descubrimientos, afirmó.

Por su parte, el presidente del Celarg, Roberto Hernández Montoya, aseguró que desde Cien años de soledad , de Gabriel García Márquez, no había sido seducido por una novela hasta que leyó El país de la canela, pues esta refleja que la poesía no estorba la narración sino que la constituye poderosamente. “ El país de la canela es un poema épico de esa aurora de sangre que fue nuestro nacimiento como continente”, dijo Hernández Montoya.

El acto culminó con las palabras de el ministro Héctor Soto, quien afirmó que Colombia y Venezuela son una misma gente, un mismo pueblo, un mismo sentimiento. La cantante venezolana Cecilia Todd, interpretó un variado repertorio en honor al llano venezolano. Tambien amenizaron la velada los músicos llaneros Eudes Álvarez y José María Rocha.

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