domingo, 31 de mayo de 2009

EVELIO ROSERO. "Los ejércitos". "The armies".

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EVELIO ROSERO PREMIADO EN INGLATERRA
Lejos de todo
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El escritor colombiano de 51 años ganó el pasado 14 de mayo el célebre premio literario del periódico inglés The Independent frente a pesos pesados como Ismail Kadaré y Abraham B. Yehoshúa. El mismo premio lo habían ganado Orhan Pamuk y José Saramago.
Por Juan David Correa* Bogotá. Editor de Arcadia
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Tomado de: ARCADIA http://www.revistaarcadia.com/
No. 44, mayo 2009. Págs 12 y 13.
(De la edición impresa. Al 31 de Mayo 2009, 10:25 AM, aún no en internet.
Se publica sin permiso expreso de la Revista. Sabemos de su generosidad ... )
Publicado posteriormente (¿Jun. 2, 2009?) en: http://www.revistaarcadia.com/ediciones/44/portada.html
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(Click sobre las imágenes para ampliarlas. Click en "Atrás" en la barra para regresar al aquí)
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Portada de la revista
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Iba a dejar de escribir. Iba a dejar a medio camino una novela sobre el paso de Simón Bolívar por el sur de Colombia. La novela, o lo que lleva escrito de ella, está en un pequeño computador puesto sobre un escritorio en el estudio en el que Evelio Rasero pasa todas las mañanas. Ahí se sienta. Y desde hacía un tiempo pensaba que su historia se estaba empantanando. Hasta que le contaron la nominación al Premio a Mejor Ficción Extranjera del diario inglés The Independent, y desde entonces volvió a escribir. Así es la vida.
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Rasero vive en un edificio de cinco plantas en un conjunto multifamiliar en el occidente de Bogotá, que colinda con el hermoso humedal de Santa María del Lago, allí donde aún pueden verse patos silvestres. Ahí ha vivido, tan distante de tantas cosas desde hace tantos años, y es ahí en donde ha escrito pasajes de novelas tan memorables como En el lejero , o Los ejércitos, con la cual hizo el doblete: en 2007 ganó el Premio Tusquets de Novela y el pasado jueves 14 de mayo 2009 el premio del periódico The Independent. Por el premio, que no fue a recibir, ganó 5.000 libras esterlinas. Una suma con la que seguirá viviendo de la literatura pues esa es su convicción desde que tenía nueve años.

Rosero nació en Bogotá, en 1958 y a los ocho años, me dice, vivía en Pasto con su madre y su padre. En 1966 se había ido de Bogotá para la capital más al sur de Colombia. "Los pueblos en donde pasábamos las vacaciones, o más bien cerca de ellos, son los que se me grabaron en la memoria, y sus paisajes geográficos y humanos fueron definitivos, alimentaron todas mis novelas de índole rural y campesina. Consacá, a un lado de Bomboná, donde ocurrió una de las más cruentas batallas de la independencia, Piedrancha, Ricaurte, en la vía a Tumaco, igual que Barbacoas, Cumbal, son los epicentros reales donde se erigen los personajes imaginarios de En el lejero y Los ejércitos". Su padre, un lector fervoroso, le enseñó clásicos como los de Dickens y Daniel Defoe. Fue con Defoe, devorado por la pasión por el náufrago más famoso del mundo, que comenzó a escribir. Inventó un Robinson Crusoe que se enamoraba de la niña que le gustaba. "Fue una novela de infancia, pero fue la primera", dice.
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Después de una adolescencia en colegios de curas, ya de vuelta en Bogotá, Rosero quiso dedicarse de lleno a la escritura. Cuando le pregunto por qué las experiencias en colegios religiosos parecieran las culpables de tantos buenos escritores, apenas esboza una sonrisa. Rasero escribió Mateo solo, su primera novela, a los 24 años, el relato de un niño encerrado en su casa; después Juliana los mira, la relación tórrida de dos niñas de 11 años, y El incendiado, la expiación de su experiencia en colegios como el Agustiniano Norte, como una trilogía en donde quería sacarse de encima la infelicidad de esa experiencia. Porque Rasero fue infeliz. Nunca le gustaron esas tardes eternas castigado. Ni que lo amenazaran día y noche con una culpa que muchos cargan a cuestas.
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Evelio Rosero no es un escritor nuevo. Ni alguien que ha vivido en el submundo de las letras. Desde hace muchos años se lo menciona con emoción en el mundo de la literatura infantil y juvenil gracias a Cuchilla, una novela para adolescentes con la cual ganó el Premio Norma Fundalec tura, acaso el más importante para libros infantiles y juveniles de América Latina. En ese entonces, Rosero era una especie de nombre clave para nombrar la calidad y la discreción. Era poco dado a la exhibición. Se tomaba su oficio en serio. Y silenciosamente iba construyendo una voz muy original, cuidada algo a veces raro en la prosa en español contemporánea. En el lejero sorprendió a sus lectores por su capacidad para crear, en el lenguaje, un territorio. Algo que le faltaba a la literatura colombiana desde García Márquez: la idea de contar el mundo como si nunca hubiera existido y todo fuera nuevo. Pero Rosero le torcía el cuello al cisne, y construía un relato despoblado, con adjetivos precisos y menos sonoros y menos grandilocuentes. Un lenguaje tan escueto que estremecía.

En En el lejero, Jeremías Andrade, un viejo de 70 años, llega a un hotel regentado por dos mujeres en un pueblo perdido en las montañas: la una es añosa y ladrona; la otra, enana y puta. ¿Cómo ha llegado hasta esa cueva?, se pregunta. Ha llegado buscando algo. No sabemos qué. Su deambular por el pueblo en donde está el hotel comienza a cargarse de imágenes: un niño que juega fútbol con un cráneo (¿de verdad, de juguete?) en una cancha de fútbol desolada; un carretero que recoge ratones; un pueblo como el de Nosferatu de Werner Herzog, invadido por los roedores; charcos marrones; un gordo que dice llamarse Bonifacio; una caterva de viudas rezanderas; unos niños que arrojan piedras. El hombre camina y a todo el mundo le pregunta: ¿Ha visto a mi nieta?, se llama Rosaura. Y muestra una foto, y dice una frase terrible: "En la foto tiene cuatro años menos que hoy". Nadie le dice nada. Todos callan. O le advierten que debe salir de allí. Algunos lo amenazan.
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Al final de la lectura de ese libro queda el sabor de que se trata de una nueva metáfora (más decantada que otras) de nuestra situación de violencia exacerbada. La desolación de ese 'lejero', la desaparición de un ser querido y algunas insinuaciones dejan saber que allí había ocurrido una catástrofe, acaso una de tantas que no hemos dejado de padecer.
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Cuando le pregunto por En el lejero, que gracias a los buenos ofi­cios de Los ejércitos se ha vuelto a exhibir en las librerías bogota­nas, dice que fue una novela que lo dejó insatisfecho. Insatisfecho porque quizá no había encontra­do aún cómo hablar de la trage­dia de nuestra violencia con me­nos imágenes, insistiendo menos en la idea, precisamente en que se le notara menos lo metafórico.
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(<-- fotografía de Arcadia, págs12 y 13. Click sobre las imágenes para ampliarlas. Click en "Atrás" en la barra para regresar al aquí)
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Pero hubo un antes de En el lejero. Un antes en donde Rosero había publicado su trilogía Primera vez pero que no hacía parte del establecimiento de varios de los nombres que prometieron en los noventa como escritores, pe­ro que incumplieron esa prome­sa. En ese antes, Rasero se ganaba la vida dando conferencias, haciendo promoción de sus libros infantiles como El hombre que quería escribir una carta o el mencionado Cuchilla. Antes había publicado Cuento para matar un perro y otros cuentos o Señor que no conoce la luna. Un antes en el que publicó libros como Los almuerzos, Las esquinas más largas, Las muertes de fiesta y Plutón, su acercamiento al mundo del narcotráfico. Un antes en que a pesar de lo seria y dura que pueda parecer su literatura hoy "era un prodigio como escritor de literatura infantil pues sus libros tienen un humor y una ternura a toda prueba", como dice María Candelaria Posada.
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Luego hubo silencio. Por lo menos en Colombia. Después siguió escribiendo y dándole for­ma a En el lejero y un buen día del 2006, habiendo terminado su novela Los ejércitos, la envió al na­ciente Premio Tusquets de No­vela, dec1arad0,desierto en su primera edición.
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Nadie sabía que Rosero había quedado entre los finalistas. Por eso, cuando se anunció en los corredores de la Feria Internacional del Libro, en Guadalajara, que él era el nuevo ganador, muchos de los editores colombianos allí presentes, lo celebraron. Ese escritor, el mismo que no mojaba tanta prensa, pero que durante casi dos décadas había sabido mantenerse vigente gracias a su insistencia, había ganado el premio de una editorial muy prestigiosa que, al lado de Anagrama, puede ser el epítome de las casas independientes y serias que aún quedan en España.
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El libro, como suele ocurrir muchas veces en el país, ape­nas mereció las reseñas esperadas. Luis Fernando Afanador escribió en Semana: "Los ejércitos, de Evelio Rosero, es una muy buena novela ante todo por sus virtudes literarias: por su lenguaje y por la construcción de un personaje memorable: Ismael Pasos. Desde las primeras líneas nos atrapa una prosa intensa y sostenida, que no decae a lo largo de sus 203 páginas". Los medios publicaron una y otra vez fotos antiguas, desteñidas por el tiempo, porque Rosero no era muy amigo de las entrevistas, ni de los flashes, ni de las poses. Por eso, quizá, no hubo más ruido. Y el libro siguió su camino.
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En los ejércitos todo ocurre en un pueblo llamado San José. Ese todo es el horror. Y toda la nove­la es una apuesta seria, bien escri­ta, honda, casi desmesurada en su languidez. Una novela que se nos presenta como una reflexión sobre el conflicto colombiano. Yo diría que es algo más pues esta realidad pavorosa de Colombia no es fácil de contar. Se cuentan los muertos en estadísticas, se muestra el país en imágenes de noticiero, se ela­boran sesudos informes periodís­ticos, pero, desde la literatura, el asunto es más complejo. Y lo es por una razón: porque es muy fácil caer en el lugar común, o en la representación y no ahondar en el que es el gran acierto de Rosero: en los personajes, en el lenguaje y en el clima de los escenarios narrativos. Los ejércitos logró las tres cosas.
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Ismael Pasos, un maestro pensionado, vive desde hace dé­cadas en el olvidado San José, junto a su mujer, ütilia. En su vi­da, una especie de exilio volun­tario que transcurre lento, pocas cosas lo han sacudido tanto como las mujeres y, en los últimos tiem­pos, la guerra. Toda la novela está armada sobre su voz: es él quien cuenta, quien ve, quien resiente los días calurosos, mientras espe­ra, como esperan los demás per­sonajes que se cruzan en su cami­no, a que llegue la devastación. y mientras eso ocurre, la nove­la no es sino una respiración que­da, una especie de suspiro perma­nente, una queja constante por una aparente tranquilidad que se rompe pronto. Así, el persona­je de Ismael Pasos, y la escritura de Rosero, son un fluir de con­ciencia, en el buen sentido de la palabra: es el pensamiento a tra­vés de la acción el que da cuenta de que pronto, acaso demasiado pronto, vendrá uno de los ejérci­tos para arrasar con todo. Y es flu­jo de conciencia también porque en el camino Pasos da cuenta de un mundo estrecho, del mundo de su mujer, de su vecina, la per­turbadora Geraldina, del médico, del cura, de las viudas, de la vida en sí misma.
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Toda la novela se convierte en la historia de la búsqueda de un hombre por su lugar en el mundo -la búsqueda de su mujer, de su vecino, de un amigo-; en la historia de un hombre cercado por los ejércitos que nunca sabemos quiénes son, a qué bando corresponden, por qué han decidido atacar con sevicia una plaza desolada, un acantilado, un puñado de gente que no ha participado en nada: ejércitos que Rosero supo poner allí, como si fueran una sombra abstracta, que es lo que son , en últimas, todos los grupos armados a los que Ismael solo puede mirar a los ojos para decirles que su nombre "es Nadie".
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Ese libro hoy cuenta con lectores en todo el mundo. No en vano, se levanta de la silla en la que ha estado sentado para mostrar, y no sin cierto pudor, ediciones en holandés, alemán, italiano, francés e inglés de su novela. Los ejércitos fue aclamada por la crítica fuera de Colombia. Eduardo Dorgby, en el diario El País de España, escribió: "Los ejércitos es la épica del sobreviviente, sin héroe y siempre provisional, la que intenta dar testimonio de la deriva demencial de un país caído bajo el fuego cruzado". Y llegó a manos de la traductora Anne MacLean, quien lo leyó emocionada, lo comparó con Rulfo, lo que a Rosero no le gusta ni está de acuerdo y sus gestiones terminaron en la traducción, la nominación al premio y, finalmente, el premio mismo.
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¿Qué dice Rosero de todo esto? "No he hecho otra cosa que seguir escribiendo en mi país, contra viento y marea. Los concursos han sido un medio necesario, sin que nunca en mi vida haya escrito una sola obra para participar en un concurso de literatura. Lo que sucede es que ningún editor en Colombia da un anticipo igual al que puede entregar un concurso literario. Pero, en general, todavía no sé cómo he hecho para sobrevivir -no vivir- de la literatura". Y nada más.
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Evelio Rosero es un hombre solitario; un tipo que ha apostado por estar al margen pues cuando le pregunté por la literatura colombiana contemporánea me dijo que "ceder al juego comercial de algunas editoriales es sacrificar el auténtico arte literario por vanidades, y eso puede dar al traste con un talento joven. Pero eso lo tiene que saber cada uno de nuestros autores, en lo más íntimo de su conciencia, por su propia cuenta y riesgo. Otra opinión no importaría". Ahora, la semana pasada, Evelio Rosero se ha convertido en un autor más conocido que antes. Sin embargo, creo que seguirá siendo el mismo tipo de siempre: ese muchacho encandilado por la lectura que ha escrito novelas notables, que se niega a hablar más de la cuenta, y a quien los celadores del humedal ya no dejan trotar todas las mañanas porque de pronto asusta a los patos con sus pasos de escritor grande.
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NoTiCas de NTC … :
ENLACES:
*** NTC … 303 (Mayo 19, 2009)
'Los ejércitos' de Evelio Rosero. Texto en Semana, Sábado, Sábado 16 Mayo 2009, 'Los ejércitos' triunfadores. Evelio Rosero nació en Bogotá en 1958. ‘Los ejércitos’ es su más reciente novela publicada y con ella consiguió el premio del diario ‘The Independent’. Enlaces
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*** Ese oscuro lugar de la violencia. Por: Fabio Martínez
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*** Evelio Rosero Diago. “En cada punto final de una novela mía, siento que he muerto más, pero si no hubiese escrito, me hubiera muerto peor” por Milcíades Arévalo. http://www.puestodecombate.com/Evelio%20Rosero.htm
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*** http://en.wikipedia.org/wiki/Evelio_Rosero
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*** Evelio Jose Rosero, en la web de LIBRERÍA NORMA (Allí varios de sus libros, adquiribles por internet)
http://www.librerianorma.com/autor/autor.aspx?p=XJcHbDIINFldX/4IQQ0BBGTcGDKX8wTE
http://www.librerianorma.com/busqueda/resultados_busqueda.aspx?p=fPj6siKlEQib2KJBoDq8ffE/93AuALDYdc1GU4wERgE= (ojo es necesario colocar el = )
Nació en Bogotá en 1958. Es periodista, cuentista y novelista, y tiene una reconocida trayectoria literaria. Su creación incursiona tanto en la literatura para adultos como en la literatura para jóvenes y niños. Su obra para jóvenes y niños ha merecido varios reconocimientos nacionales e internacionales, como el premio iberoamericano del libro de cuentos Netzahualcóyotl, el premio nacional Fundalectura, el premio nacional Colcultura, el premio NormaFundalectura, el premio Enka, el premio Comfamiliar y la beca Ernesto Sábato para jóvenes escritores colombianos.
Algunas de sus obras más conocidas son El incendiado (1988), Cuentos para mirar un perro y otros cuentos (1989), Pelea en el parque (1991), El aprendiz de mago (1992), El capitán de tres cabezas (1995), Cuchilla (2000), El hombre que quería escribir una carta (2002) y Teresita cantaba (2002). Su obra ha sido traducida al italiano, sueco, danés, finlandés, noruego y alemán.

Sitios web consultados y fuentes de interés Se hace camino Escritores e ilustradores latinoamericanos del libro infantil y juvenil, Fundalectura, Bogotá, septiembre de 2000. Rosero Diago, Evelio José, "A favor de una literatura transparente" en Hojas de lectura, No. 58, noviembre de 2001, Fundalectura, Bogotá. Biblioteca Virtual Luis Ángel Arango – Banco de la República http://www.lablaa.org/blaavirtual/publicacionesbanrep/boletin/boleti1/bol36/resen11.htm
http://www.lablaa.org/blaavirtual/publicacionesbanrep/boletin/boleti5/bol20/resena23.htm
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*** Las lunas de Chía, Evelio José Rosero Diago . Fondo Editorial Universidad Eafit, Medellín, 2004, 51 págs. POEMAS.
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Las lunas de Chía, Evelio José Rosero Diago .
Después de catorce títulos en prosa, viene éste de poesía .
Por LUÍS GERMÁN SIERRA J.
BOLETÍN CULTURAL Y BIBLIOGRÁFICO No. 67
Edición original: Biblioteca Luis Ángel Arango 2005, Edición en la biblioteca virtual: 2006
http://www.lablaa.org/blaavirtual/publicacionesbanrep/boletin/boletin67/bol26a.htm
Las lunas de Chía, Evelio José Rosero Diago . Fondo Editorial Universidad Eafit, Medellín, 2004, 51 págs. POEMAS.

viernes, 22 de mayo de 2009

"El Magnicidio de Sucre". Armando Barona Mesa

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"El Magnicidio de Sucre".
Juicio de responsabilidad penal

Impresora Feriva. Primera edición 2006. 255 páginas. 15 x 24 x 1.5 cms

Carátula.
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El autor. Foto en la solapadel libro.
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Contracarátula
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Un sentido natural de justicia lleva a los seres humanos a repudiar el crimen, hayan pasado los años que fueren. Es el mismo rechazo que sentimos por la acción de Caín. O por el magnicidio de Lincoln. O por el asesinato de Jaurés. Y es precisamente por él que mantenemos la recóndita aspiración de que se sancione, así sea moralmente, al criminal. Al escribir este libro afloran tales motivaciones sicológicas en relación con el mal que significó la muerte alevosa, traidora y despiadada del mariscal Sucre. Se ha demostrado a plenitud la culpabilidad del general Obando y sus secuaces, y puede, finalmente, sostenerse que los levantamientos armados por él contra la justicia y aun su sufrimiento en el largo camino de la selva, o su pobreza en el Perú, no pueden convertirse en bien o enjugar la culpabilidad manifiesta, o hacer que se piense en el facilismo de que ya fue suficiente castigo. No. El juicio de la historia no debe festinarse ni ablandarse, por más que el corazón se conduela con ese ser desgraciado que se llamó José María Obando ... o Iragorri.
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SOLAPAS
(Click sobre las imágenes para ampliarlas y hacerlas legibles. Click en "Atrás" en la barra para regresar al aquí)
El autor de esta obra, Armando Barona Mesa , es un abogado colombiano nacido en el Valle del Cauca, con un dilatado ejercicio profesional, especialmente en el campo del derecho penal. Hombre de estudio, también ha transitado por el terreno de la política, habiendo desempeñado todos los cargos que otorga la democracia en las corporaciones públicas. De paso ha ejercido la diplomacia como embajador de su país en varias oportunidades.
Consagrado a la historia como una pasión, es autor de varios libros de ensayos históricos: Momentos y personajes de la historia, (tres tornos), La separación de Panamá, al igual que otro volumen de variadas prosas, Notas del caminante, y tres libros más de poemas, en todos los cuales muestra una escritura elegante, fina y muy bien elaborada. Es un escritor versátil, erudito y severo. Además es miembro de las Academias de Historia del Valle del Cauca y de Santander.
En el libro que hoy presenta Editora Feriva S.A. penetra el doctor Barona Mesa con agudo bisturí en los recónditos espacios de la historia, sobre un tema aún sensible, doloroso y en cierta manera urticante. Pero lo hace con rigurosa imparcialidad a la luz de toda la documentación existente; y cuando formula su juicio final, aun en contra de su inocultable simpatía hacia el que cree el autor del magnicidio, lo hace con la autoridad de sus probadas disciplinas en el campo jurídico, para que la historia tenga en él un elemento formidable de convicción.
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INDICE
Introducción 7
Bolívar y la noticia de la muerte de Sucre
I La noticia. El hundimiento. Los recuerdos 12
II El recuerdo de los acontecimientos en Venezuela 32
III Nadie como Sucre en su afecto. Las expresiones de su dolor 43
IV Manuela en su nostalgia 48
V Reminiscencia del último viaje. El río Fin del camino 55
Sucre
I Prosapia de los Sucre. Infancia. Juventud 62
II Las derrotas. Se levantan de nuevo. Vuelven a caer 72
III Los caminos del mar. Cartagena. Haití. Naufragios. Triunfos 76
Obando
I Orígenes. El crimen. Buena fortuna 84
II La juventud. Su vida contradictoria. Su presidencia. Su condena por el Senado 99
III Al Iado de Mosquera. Su muerte. Venganza de Mosquera 109
El crimen
I La marcha de Sucre. Como Cervantes, había perdido un brazo 118
II Primeros indicios. El club. Publicaciones indicadoras. La marcha. Berruecos 123
El primer juicio
I Cartas con Flores. Una carta comprometedora al general Murgueitio 132
II Otros aspectos contradictorios de Obando 156
El segundo juicio
I Descubrimiento por azar. Pruebas a granel ..... 163
II Falso que haya habido halagos y engaños para los que confesaron 204
III El comienzo del segundo proceso 225
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INTRODUCCIÓN
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Presenta el autor un libro seguramente mortificante para los muchos defensores del general colombiano José María Obando, pero está convencido de que éste fue la mano ejecutora de un terrible plan cuyas intenciones se encaminaron antes a eliminar a Bolívar y posteriormente al Gran Mariscal de Ayacucho Antonio José de Sucre. Ese designio se cumplió en la siniestra encrucijada de Berruecos, paraje El Cabuya!, en un sitio preciso conocido como La Jacoba, previamente escogido por el coronel Apolinar Morillo, asesino material en compañía de otros. Éste había llegado allí con instrucciones del propio general Obando, comandante militar de la región y curiosamente también recién llegado a Pasto, conocedor como era de que por allí pasaría el Gran Mariscal. Iba, según las órdenes recibidas del alto gobierno, a impedir una acción armada sobre el territorio de la Nueva Granada por parte de Juan José Flores, ya separado de Colombia.
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Mas confluyeron una serie de circunstancias en el agitado cuadro político que se vivía; y fue así como se determinó en unos sectores de la capital la muerte del Gran Mariscal y se confió el desarrollo del siniestro complot a la mano experta del general Obando. Al abominable magnicidio prestaron su concurso el indio José Erazo, comandante de la Línea de Mayo; su mujer, Desideria Meléndez; el teniente coronel del Ejército Juan Gregario Sarria, hombre de confianza del general, y el coronel Antonio Mariano Álvarez, así mismo gran amigo de Obando. Hubo, por supuesto, otros más, todos con órdenes directas del dos veces presidente de Colombia, adalid y caudillo de los liberales, personaje por lo demás de grandes contradicciones, seguramente bajo el peso de una inentendible maldición de los dioses desde antes de nacer, como el Edipo colombiano que lo llamó Salvador Camacho Roldán.
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Según esa maldición, los dioses lo transportaban unas veces a las mayores alturas para luego precipitar aparatosa­mente su caída. De la cima a la sima, hasta la muerte trágica, tendido en el barro, alanceado salvajemente, mutilado su rostro para quitarle el característico bigote con el que hicieron escarnio en la calles de Santafé de Bogotá.
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Esta obra, precisamente por sostener la tesis de la culpabilidad de Obando a sabiendas de que casi todos los historiadores que del tema se han ocupado han defendido su inocencia, acude a todos ellos y los transcribe largamente en citas cuyo propósito es mostrar una severa imparcialidad. Pero el convencimiento de aquella culpabilidad es el trasunto de un enfoque sereno y analítico a la luz de la ciencia del juzgamiento y las pruebas judiciales, desde el punto de vista del derecho penal que el autor ha cultivado durante más de cuarenta años de ejercicio profesional. Si le fuere posible al que esto escribe poner su corazón lo habría hecho, como lo hicieron otros, para defender a esa figura gallarda y atractiva, emblema en su época de la lucha liberal. Pero pueden más la luz de la razón y del deber histórico de narrar la verdad, que el afecto.
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El tema, por supuesto, todavía resulta apasionante. Siempre estuvo aplazado por el deseo de no revivir los acontecimientos traumáticos y dolorosos de nuestro agitado existir. Mas el autor piensa que el polvo de los años no puede sepultar para siempre lo que debe ser el juicio inexorable de la Historia.
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El Magnicidio de Sucre
VANGUARDIA, Bucaramanga.
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El historiador Armando Bayona Meza, dilecto amigo, nos ha enviado su libro “El Magnicidio de Sucre”. El autor, nacido en el Valle del Cauca, es abogado especializado en derecho penal, político, diplomático, servidor público y erudito.
Su pasión por la historia lo ha consagrado como gran escritor e investigador de los acontecimientos más importantes de los anales históricos colombianos. En su haber tiene varias obras significativas como “Momentos y Personajes de la Historia” en tres tomos, “La Separación de Panamá”, “Notas del Continente”, prosas y poemas. Distinguido Miembro Correspondiente Nacional de la Academia de Historia de Santander.

El libro seguramente ha mortificado a los seguidores del General José María Obando porque culpa al personaje de ser la mano ejecutora del funesto plan para eliminar a Bolívar, luego al Gran Mariscal de Ayacucho y Antonio José de Sucre. Dice la historia que el Coronel Apolinar Morillo fue el asesino por agravios de hecho. El Coronel había llegado al sitio que previamente había escogido el General Obando, Comandante de la región y quien había llegado últimamente a Pasto.

En el abominable magnicidio participaron su mujer, el indio José Erazo, Comandante de Línea de Mayo, Desideria Meléndez, el Teniente Coronel del ejército Juan Gregorio Sarria y el Coronel Antonio Mariano Álvarez. Muchos historiadores defienden al dos veces Presidente de Colombia.

Bayona Meza sostiene la tesis de la culpabilidad de Obando con la transcripción de largas citas cuyo propósito es mostrar una severa imparcialidad. Utiliza pruebas judiciales en un enfoque sereno y analítico a la luz de la ciencia del juzgamiento desde el punto de vista del derecho penal. Cabe anotar que el autor lleva más de cuarenta años en el ejercicio penalista, lo que le permite tener una mejor concepción de los hechos.

Por muchos años se olvidó ese pasaje de nuestra institucionalidad, el tema resulta apasionante revivirlo, sin pasión, hechos históricos que con el correr de los tiempos se reanuda por parte de los amantes de la investigación histórica. Dice el escritor que el polvo de los años no puede sepultar para siempre lo que debe ser un juicio inexorable de la historia. Los acontecimientos traumáticos y dolorosos de nuestro pasado histórico vale la pena dilucidarlo, ahora que la humanidad cuenta con elementos muy importantes para conseguir pruebas fehacientes y contundentes que permiten esclarecer los hechos. Imparciales recibimos estas lecturas como un gran aporte a la bibliografía histórica de nuestra amada Colombia.
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SOBRE SUCRE:
Actualización al 3 de Agosto de 2009
Se publican en la prensa los siguientes textos sobre el libro “El mariscal que vivió de prisa” de Mauricio Vargas Linares
eltiempo.com / domingo a domingo
'El Mariscal que vivió de prisa' es la nueva novela de Mauricio Vargas
eltiempo.com / domingo a domingo
http://www.eltiempo.com/domingoadomingo_eltiempo/el-mariscal-que-vivio-de-prisa-es-la-nueva-novela-de-mauricio-vargas_5750687-1
Ilustración del libro 'El Mariscal que vivió de prisa'. http://www.eltiempo.com/domingoadomingo_eltiempo/IMAGEN/IMAGEN-5755228-2.jpg

Ganadora del premio Bicentenario 2009, narra las glorias y vicisitudes de la vida del Mariscal Antonio José de Sucre. La obra está basada en cartas y documentos de la Independencia.
Alguna vez una beata provenzal, con un ejemplar de Michelet en la mano, le reclamó a Alejandro Dumas padre el que "violara" a la Historia de esa manera en sus novelas. El maestro, recorrido como pocos en tales convocatorias de andén, le respondió a la mujer sin perder la sonrisa: "sí, mi querida señora: pero le hago estupendas criaturas". Y lo cierto es que, beatas y Michelet aparte, así era: cada libro del autor de Los tres Mosqueteros combinaba de forma magistral lo real con lo inventado (también lo antiguo con lo nuevo, lo trágico con lo grotesco), y en sus historias, las más vendidas de su tiempo y por las que se fletaban barcos enteros para repartirlas por el mundo, la imaginación se volvía un instrumento poderoso del conocimiento y del deleite, y la frontera entre lo verdadero y lo falso, siempre tan sutil, se iba borrando al toque de las más refinadas intrigas; no son pocos los que tienen una idea de la historia y sus protagonistas -Richelieu, Lorenzo el Magnífico, el malogrado Luis XVII- más parecida a los extravíos de Dumas, o a los de Walter Scott o el maravilloso Patrick O'Brian, que a lo que enseñan los manuales de colegio.

Pero es que en últimas la vida misma es así (enrevesada, llena de huecos; a veces incluso normal), y no deja de ser injusto que al que escribe novelas históricas se le exija, además del rigor del investigador de archivo y del encanto del artista, una coherencia que el destino de los seres humanos, casi siempre, suele esquivar con gran facilidad. Y sé que aquí se trata de una coherencia que apunta a los hilos de la narración, a la construcción del relato y del discurso, pero también sé que muchas veces, desde el otro lado, es decir desde la historia como una disciplina intelectual o como una Ciencia (?), son muchísimos los casos en que la reconstrucción de la verdad está marcada por la desmesura y el delirio, por rasgos tan absurdos que quizás ni al más agudo novelista se le podrían ocurrir; no es sólo que la realidad imite al arte, como decía Wilde, sino que además lo supera en desafueros.

Podría uno contar la vida de Napoleón Bonaparte, por ejemplo, y aun siendo fiel a la obsesión rankeana de lo que "en verdad ocurrió", terminaría en el relato de un corso de 1.60, italiano y sarnoso, que a la vuelta de unos pocos años se adueñó de media Europa, en cuyos tronos sentó a toda su familia y a un puñado delicioso de aventureros y vividores; no se me ocurre qué podría pertenecer más al reino de la novela. Lo decía Hecateo de Mileto, el fundador de la ciencia histórica, sobre los griegos y su visión del pasado: "todos mis compatriotas cuentan cosas falsas y ridículas, y yo en cambio diré sólo lo que he visto" (Hecataei Milesii Fragmenta, Apud Reimeri, MDCCCXXXI). Hecateo, tan riguroso, que hablaba de hombres voladores en Asiria.

Menciono todo esto porque acaba de salir la nueva novela de Mauricio Vargas, su anunciado relato sobre Antonio José de Sucre, el Gran Mariscal de Ayacucho, uno de los mayores héroes de la emancipación americana. Y sin duda, esta novela hermosa y erudita, escrita con un lenguaje que recrea al detalle el habla andina y caribeña del siglo XVIII, escrita desde una voz narrativa abrasadora que entrelaza el diálogo con la memoria, esta novela servirá también para ampliar la discusión sobre la novela histórica y su historia y su servicio, justo ahora, cuando las celebraciones de "los Bicentenarios" de "las independencias" en Latinoamérica están empezando a encauzar la producción editorial de los países implicados, incluyendo a la propia España. En Colombia no más, por ejemplo, se publicaron en los últimos años las novelas de Víctor Paz Otero, todas ellas sobre figuras esenciales del proceso fundacional de la República; hace poco salió también la novela de Rafael Baena, ¡Vuelvan caras, carajo!, y sus primeras páginas prometen muchísimo. El Sucre de Mauricio Vargas viene a nutrir la baraja, recreando además la vida de uno de los más hermosos personajes de nuestra historia. Uno de los más olvidados, a pesar de toda su grandeza.

Y quizás allí, en la escogencia de su protagonista, está el otro gran mérito de la novela de Mauricio Vargas. Porque si bien Sucre aparece con derecho entre los próceres americanos más notables y agobiados por la solemnidad, su recuerdo en la historia, como si lo hubieran tendido sus enemigos, ha sido tan melancólico como su propia vida: la vida del más hermoso de los generales criollos (no voy a debatir el tema de Córdova: cada quien encuentra la belleza como puede), que aprendió a nadar con los delfines y a desconfiar de los caballos; a quien Bolívar quiso como a un hijo, y del que recibió la victoria más importante de su obra. Fue el Libertador, precisamente, quien primero narró la vida del Mariscal Sucre, y lo hizo al enterarse del triunfo en Ayacucho: todo parecía ser feliz entonces, y la guerra no le había dejado tiempo a nadie para perderlo en intrigas y conspiraciones. Pero a ambos los acechaba su suerte, entre los incisos de las constituciones y las espadas ociosas de los generales que las redactaban. A ambos los acechaba la muerte, y la ingratitud. Vámonos, que esta gente no nos quiere.

Todo eso lo cuenta Mauricio en su maravilloso relato, y mucho más. En una novela que es también una biografía -como suelen serlo las mejores-, y que exhibe la precisión en los datos de un trabajo histórico impecable. En una novela que es también una tragedia: la de un héroe con el destino contrariado, que iba en mula por temor a caerse, y que supo desde el principio, Gran Mariscal de Ayacucho, que a veces es mejor no levantarse. La bala podía venir de cualquier lado, y poco importa que la hubiera ordenado Obando y también, sin decirlo, Santander. La bala, como siempre en los magnicidios de la historia de Colombia que el de Sucre inaugura, ya estaba adentro. "Hagamos con Sucre lo que no hicimos con Bolívar", dijeron sus verdugos entre aguardientes y bendiciones.

Ojalá también hagamos con Sucre lo que ya hicimos con Bolívar, y le demos en la historia, nuestra historia, el lugar que se merece. Este libro es un magnífico comienzo.

Por Juan Esteban Constaín.
Escritor y profesor de la Universidad del Rosario

El periodista y escritor Mauricio Vargas Linares fue galardonado con el premio de novela Bicentenario 2009, organizado por las firmas Telefónica y Planeta, con motivo de las celebraciones del Bicentenario. “El mariscal que vivió deprisa” es la tercera novela escrita por Mauricio Vargas Linares, quién inició su carrera como editor en El Heraldo de Barranquilla y ha sido director de las revistas Cambio, Semana y del noticiero CM&.

El periodista bogotano también ha recibido en 7 ocasiones el Premio Simón Bolívar y, como director de Cambio, recibió el premio Ortega y Gasset otorgado a la revista en 2000. Su libro Tristes Tigres obtuvo el Premio Planeta en el 2000. También ha publicado “Memorias Secretas del Revolcón” y “El Presidente que se iba a caer”.

“El mariscal que vivió deprisa”, una novela histórica que nació como una crónica, cuenta la vida de Antonio José de Sucre, un personaje por el que al autor se apasionó, como cuenta él mismo, cuando su padre le obsequió una selección de cartas del mariscal de Sucre, editado por la Biblioteca Ayacucho de Venezuela.
La ceremonia de entrega del Premio Bicentenario 2009 tendrá lugar el próximo 15 de agosto a las 5:30 p.m., durante la Feria Internacional del Libro de Bogotá. La presentación de la obra estará a cargo del periodista y político venezolano Teodoro Petkoff.
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¿Podremos usar las razones de Sucre a Bolívar para que las entienda Uribe?
MARÍA ISABEL RUEDA, entrevista a Mauricio Vargas

eltiempo.com / cultura y ocio / libros EL TIEMPO Agosto 3, 2009
http://www.eltiempo.com/culturayocio/libros_in/ARTICULO-WEB-PLANTILLA_NOTA_INTERIOR-5759957.html
Foto: Claudia Rubio / EL TIEMPO http://www.eltiempo.com/culturayocio/libros_in/IMAGEN/IMAGEN-5761767-1.jpg

El escritor y periodista Mauricio Vargas con María Isabel Rueda. Su último libro, 'El Mariscal que vivió de prisa', obtuvo el Premio Bicentenario 2009, de Planeta y Telefónica.
....
.... (última pregunta)
Toda la vida se ha dicho que fue José María Obando el asesino intelectual de Sucre. Pero eso se basó en los testimonios de sus asesinos, que se retractaron varias veces y lo confirmaron otras tantas. Obando alcanzó a ser reivindicado de esa acusación, primero como Ministro de Defensa y después como Presidente. ¿Usted confirma, después de sus investigaciones, la teoría de que a Sucre lo mandó matar Obando?

Fue un magnicidio muy parecido a los que nos tocó presenciar en Colombia en el siglo XX. Hagamos simplemente el paralelo con el de Galán. En el caso de Sucre había unos sicarios al servicio de un señor de la guerra regional que era Obando. Sucre sabía que lo iban a matar, como lo supo Galán después del frustrado atentado en Medellín, por parte de unos sicarios al mando de otro señor de la guerra perteneciente a un cartel de la droga, como era Pablo Escobar. Pero la pregunta siempre es la misma: aparte de los sicarios y del señor de la guerra que ordena el asesinato, ¿quiénes lo instigan? Y ahí aparece un elemento mucho menos conocido de la historia de Sucre. Lo mismo que a Galán, a Sucre lo mandaron matar los políticos liberales.

No se diga más.

martes, 19 de mayo de 2009

Martha Márquez. Entrevista. Gaceta, El País, Cali. Mayo 17, 2009

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UN CAFÉ CON ...
Martha Márquez
Entrevista.
Gaceta, El País, Cali. Mayo 17, 2009. Pág. 3

Martha Márquez
Entrevista
Esta ex publicista llegó al teatro por un accidente amoroso pero se quedó y le ha ido muy bien. En 2007 obtuvo el segundo puesto en el premio de dramaturgia Jorge Isaacs. Ahora acaba de ganarse la convocatoria Patio del Recreo en Iberoamérica por su obra Mr. Splut.
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LA PÁGINA EN GACETA
(Click sobre las imágenes para ampliarlas y hacerlas legibles. Click en "Atrás" en la barra para regresar al aquí)

Allí, con click en la ventanita de la esquina arriba a la derecha se ve pantalla completa.
Agradecemos a Santiago Cruz http://santiagocruzhoyos.blogspot.com/ de Gaceta habernos proporcionado el documento.
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Antes que nada, ¿quién es Martha Márquez?
No sé todavía quién soy (risas), pero diría que estudié publicidad en la Academia de Dibujo Profesional, después estudié Licenciatura de arte dramático en la Universidad del Valle. ¿La edad? No, no se puede contar. Soy además fundadora de un grupo de teatro que se llama Teatroas , http://www.teatroas.com/ , que se dedica a desarrollar repertorios teatrales para empresas, niños, jóvenes y ancianos. El grupo surgió en el 2001.
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¿Y por qué pasó de la publicidad al teatro?
Fue curioso, accidental. No llegué al teatro por convicción, sino detrás de un viejo amor. Pero terminé estudiando teatro, terminé la carrera y me dediqué a ella. La publicidad me ha ayudado mucho a escribir para teatro, y para trabajar con las empresas.
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Hablemos de premios. En 2007 ganó el segundo puesto en el premio de dramaturgia Jorge lsaacs con la obra Blanco Totalmente Blanco. ¿De qué se trata la historia?
Es una historia trágica, de amantes que son descubiertos por el esposo de la mujer infiel. A raíz de ese descubrimiento se desencadenan una serie de tragedias. La obra se ha presentado hasta ahora en Cali, se estrenó en Cali Teatro. El segundo semestre del año va a estar nuevamente en temporada.
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Y acaba de salir elegida Mr. Splut, otra obra suya, como una de las mejores 5 propuestas enviadas a la convocatoria teatral Patios del Recreo en Iberoamérica en Argentina. ¿Cómo se dio todo?
Hay un proyecto en Europa que se llama Plataforma 11, en el que 11 países europeos se han reunido para realizar un proyecto de investigación con el objetivo de evaluar y hacer un diagnóstico sobre el teatro en el mundo. Este proyecto generó com gran conclusión que actualmente no hay propuestas teatrales para adolescentes. No hay obras para este público, no hay escritura para este público y además a este público no le gusta el teatro. Viendo este contexto, nació el proyecto Plataforma 11 para motivar a los dramaturgos para que escriban obras enfocadas en jóvenes. En Argentina, una empresa que se llama Atina y que está conectada con el proyecto, organizó una convocatoria para Iberoamérica con el objetivo de que los dramaturgos enviaran obras pensadas en los adolescentes, Yo envié a esa convocatoria Mr. Splut, y fue seleccionada como una de las mejores 5 obras junto a tres propuestas de Argentina y una de España.
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¿De qué se trata esta historia?
Es la historia de cuatro chicos estudiantes de colegio próximos a graduarse que buscan un proyecto de vida y alrededor de ese proyecto tienen una banda de rock que se llama Mr. Splut. Los personajes se llaman Nicolás Plut, Acné Felipe Contreras, Federico Espinillas y Diego Barros. Un día estaban ensayando y uno de ellos llegó con un barro en la cara y se la empezaron a montar. Después le extirparon ese barro allí en el ensayo y el sonido que salió fue jsplut! Y decidieron ponerle a la banda Mr. Splut. Al final, a estos cuatro chicos les hacen un test de psicología, y a cada uno le ha arrojado un resultado que no los deja satisfechos. A Splut, por ejemplo, el test le dio corno resultado que no servía para nada en la vida. Y a Espinillas le salió que era un talentoso que puede hacer lo que se proponga. Pero Espinillas es un tipo pobre, y Nicolás tiene mucha plata. Ellos se encuentran en el patio del colegio a revisar esos resultados y se desencadena una pelea tremenda entre ellos. Finalmente hay un desenlace en el que los pelados hacen una reflexión sobre ese test, una reflexión que los lleva a entender que en la vida, independientemente de lo que digan los test o los demás, uno puede alcanzar lo que sueña.
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¿Y en qué consiste el premio?
Las 5 obras elegidas serán publicadas en inglés y en español serán lanzadas en la feria del libro de Frankfurt, Alemania. Y no, no gané dinero. Sigo siendo una mujer pobre (risas). Mi proyecto ahora antes que montar la obra como tal, es llevar Mr. Splut a la televisión.

¿Cuáles son sus próximos proyectos teatrales?
Estoy terminando una obra que se llama 'El dictador de Copenhague', inspirada en todo lo que ha sido el tema Garavito, el violador y asesino. También tengo otros proyectos. Con mi grupo iremos en enero del próximo año a Chile, para participar en un festival de teatro. Además estoy trabajando en un portal web que se llama Calibook, http://www.calibookactores.com/ , un portal en donde se presentará una oferta de actores de la región.
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NoTiCas de NTC … : ENLACES:

http://www.teatroas.com/correodirect/

http://www.teatroencali.com/contenidos/entrevistas-mainmenu-11/12-directores-foros/609-entrevista-martha-muez.html

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Actualizó: NTC … / gra . Mayo 19, 2009, 12:16 PM

domingo, 17 de mayo de 2009

RESEÑAS. EL MALPENSANTE. No. 97. Mayo 2009.

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RESEÑAS
Con el ojo en las publicaciones colombianas

Revista EL MALPENSANTE . No. 97. Mayo 2009. Pág. 70 a 73

Escaneó, publica y difunde : NTC … Nos Topamos Con … http://ntcblog.blogspot.com/ , ntcgra@gmail.com . Cali, Colombia, Mayo 17, 2009
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UN SANCOCHO: LITERARIO, POLITICO y RELIGIOSO
Por Luis Fernando Afanador
Mario Mendoza. Buda Blues. Planeta 2009. 275 páginas.

Vicente Estévez le escribe desde Bogotá una carta -odia los correos electrónicos- a su amigo Sebastián, quien se encuentra viviendo en Kinshasa, capital del Congo. Una larga carta-ensayo en la era de internet. Y él, más moderno, le responde por correo electrónico, aunque de igual manera: con otra larga carta-­ensayo. Más adelante la comunicación epistolar se hará solo por correo electrónico. ¿Un olvido? ¿Se durmió el script? No lo sé, de cualquier manera, se trata de un récord Guinnes: difícil encontrar cartas más largas entre dos amigos. Y más serias: no aparece la cotidianidad por ninguna parte. Por cierto, acabo de leer Una botella al mar de Gaza, de Valérie Zenatti, una novela epistolar también a través de correos electrónicos donde la trascendencia de lo que se dice no excluye la brevedad -los correos son cortos y prolíficos-, el humor, la espontaneidad y la fluidez: el estilo que normalmente la gente utiliza en ese medio. Valga aquí señalar una característica de los personajes de las novelas de Mendoza: ellos nunca hablan como les corresponde. Los pobres, los ricos, los niños, los habitantes de la calle, los profesores, los drogadictos, los ex drogadictos y los policías: todos hablan parecido, con un lenguaje incierto que no pertenece del todo ni al registro oral ni al escrito. Esperábamos que en Buda Blues, consciente de sus limitaciones -"bésame los pezones, amor"-, con la elección del anacrónico género epistolar -recurso de novelistas bisoños y decimonónicos - lo que buscaba era esquivar los peligrosos diálogos para esconderse en la seguridad de la primera persona. Increíblemente no: abundan los diálogos y por lo tanto las situaciones poco creíbles. Y ahora, como si fuera poco, a la lista de personajes que hablan parecido, se le han sumado otras nacionalidades: indios, brasileros y congoleses. Dice Nnubungo, el africano: "En cambio, y quizás como un rechazo a ese mundo que gira en torno al dinero y la posición social, ese mundo que usted mismo habrá respirado en Bogotá porque en todas partes es el mismo, me encantan las mujeres populares, las negras, como yo [sic], con sus caderas enormes y su nostalgia a flor de piel, las isleñas con sus sonrisas deslumbrantes, las maestras de escuelas públicas, a las que les noto ese compromiso irrestricto con su pueblo, esa misma desesperación que me atraviesa y que no me deja dormir".
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El africano Nnubungo habla como escribe el colombiano Vicente Estévez: arengando, convenciendo. Qué coincidencia: a Vicente tampoco le gustan las mujeres blancas de clase alta. Comparten el mismo cliché -el mismo racismo- según el cual la mujer blanca no es erótica y no puede ser popular. Hablan parecido, escriben parecido y piensan parecido. No hay que escarbar mucho para entender la razón por la cual la voz de los personajes no convence y la narración no "suspende la incredulidad": Buda Blues es una novela de tesis, y tanto los personajes como la trama rocambolesca están al servicio de una demostración.
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En su primera misiva, Vicente le cuenta a Sebastián un hecho extraordinario que ha cambiado su oscura vida de profesor universitario de sociología. Su único familiar, el tío Rafael, fue encontrado muerto en una pensión de San Victorino y el cadáver se encuentra en Medicina Legal. Por su alto grado de descomposición ("con varios gusanos enormes saliendo de sus cuencas vacías"), no se pueden reconocer las huellas y hay que esperar una prueba de ADN antes de enterrado como es debido. Mientras llegan los resultados, Vicente va a reconocer la habitación de Rafael, donde encuentra los inefables libros de los poetas malditos y un manuscrito que alcanza a ocultar de la policía. El robo del cadáver y la visita que le hace a Vicente un hombre barbado de gabardina negra para recuperar el manuscrito, aclararán todo: el tío Rafael desde su modesto inquilinato era ni más ni menos que el líder de "La Organización", una poderosa agrupación terrorista que reclutaba a los habitantes de la calle para luchar contra "La Cosa". Un concepto vago y ambiguo que al parecer es el sistema capitalista: "A esa gigantesca maquinaria, a ese descomunal tinglado, donde todo está preparado para que nuestras vidas sucumban y se hundan, Rafael lo llamó La Cosa. Como si se tratara de una entidad, de un poderoso ser vivo cuyos tentáculos están por todas partes listos a capturamos y a trituramos". A veces el enemigo no parece ser "La Cosa" sino una innata propensión al mal y al egoísmo por parte de los seres humanos.
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Parece casi imposible escapar a semejante monstruo. Cualquier persona que trabaje, que tenga empleo, horario, que se case y tenga hijos, casa, familia, que coma hamburguesas, vea televisión, escuche radio y lea periódicos, está atrapada por "La Cosa". No tenemos salvación. La única esperanza contra ese régimen injusto son los mendigos, los habitantes de la calle, los desheredados: los que más padecen hambre y sufrimiento. Ellos son, por lo tanto, revolucionarios en potencia. Esa es la razón por la cual Rafael, el nuevo mesías, ha instalado sus cuarteles de invierno en la zona de San Victorino en Bogotá: "San Victorino, animales de presa y carroñeros recorrían las calles aledañas con las fauces balbuceantes". Ni Marx, ni Lenin, ni Mao hubieran dado un peso por la capacidad revolucionaria del lumpen-proletariado. Quién lo creyera, el desestimado socialista Louis Auguste Blanqui, que pensaba en una revolución violenta con prostitutas y criminales, vino a tener seguidores en la lejana Colombia del siglo XXI.
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¿Cómo hacía el líder Rafael para vivir sin contaminarse de "La Cosa"? Cada dos o tres meses se iba para el Huila y para Boyacá, y regresaba con uno precolombinos que vendía. No era guaquero pero tenía buenos contactos y una intuición certera. Una suerte de Indiana Jones de barrio bajo. De la novela política hemos pasado a la de aventuras juveniles y de ahí al reportaje periodístico. ¿Quién colaboró en la muerte de Luis Carlos Galán? ¿Quién le ayudó a Pablo Escobar cuando se escapó de la Catedral? ¿Quién estuvo detrás de los atentados del 11 de marzo en Madrid? Ni más ni menos que La Organización liderada por Rafael y sus dos discípulos, Pedro (el hombre de la gabardina) y Pablo (Nnubungo), el africano ya mencionado. Vale decir, el anti-Cristo, sus apóstoles y María Magdalena. Desde luego, estamos en la época del Código Da Vinci. María Magdalena, a quien Sebastián conocerá cuando deje la vida "falsa" de profesor y se integre a la "vida verdadera" ayudando a la gente de la calle. María Magdalena una mujer que es "bárbara" y se llama Bárbara -no es un chiste- y, además, es tremendamente sexy: "una mujer morena de mirada felina y con el cabello revuelto". Esta Amazona promiscua, libertaria y con un discurso seudo­feminista -no hay personaje que no tire línea- será la encargada de cooptar a Vicente en el Proyecto Apocalipsis. Un sueño erótico de Vicente con ella será un momento culmen de la prosa de este libro: "Esa noche soñé que Bárbara cabalgaba por una pradera comandando una tropa de vagabundos, desharrapados y sucios legionarios cuyos gestos intimidaban y me producían terror. Después se bajaba de su caballo, me abrazaba, me besaba con pasión y lujuria, y en un grito de guerra les comunicaba a sus soldados a voz en cuello: ¡Este es mi hombre!".
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No olvidemos a Sebastián, cuya historia es igualmente desopilante. (Hay un momento en que el lector de este libro se plantea el siguiente dilema: si lo tomo en serio, lo abandono; si continúo, lo tengo que leer no en clave realista sino humorística.) Sebastián vive en Kinshasa, en el mismísimo Congo, qué casualidad, adonde va a escapar Nnubungo luego de la muerte del Maestro, y por eso le quedará facilísimo -y baratísimo­ hacerle un seguimiento. ¿Por qué terminó Sebastián en semejantes lejanías? Por la culpa, por la insoportable culpa. Cuando vivía en Bogotá y estaba viendo una película en el Teatro Patria, vio que una muchacha de 17 años se atoraba con un perro caliente. El novio de la muchacha, con buen sentido práctico, propuso llevarla a la Fundación Santa Fe, a pocas cuadras. Pero el obsecuente Sebastián, experto en medicina prepagada -la muchacha estaba afiliada a Colsanitas- propuso llevarla a la clínica Reina Sofía, más lejos, lo cual le causó la muerte, el origen de su culpa.
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Huye al Congo y después a la India donde descubre el budismo -en realidad un budismo de manual-: el yo es una ilusión de la cual hay que liberarse. Sebastián se libera del yo y de su culpa. Regresa a Colombia y por una bella simetría del destino tiene la oportunidad de resarcirse: salva a una niña de 7 años que iba a ahogarse en el mar de Santa Marta. Entretanto, Vicente, des pechado por los cuernos de Bárbara, se ha ido al Brasil, donde trabaja en una fundación que ayuda a los niños de las favelas a superar los traumas practicando el surfing. A estas alturas el Proyecto Apocalipsis ha quedado atrás -se ha olvidado impunemente­ y hemos entrado al terreno del melodrama espiritual. Bárbara, previendo su muerte y en una recaída pequeño­burguesa, le envía su pequeña hija a Vicente para que la críe (la hija que tuvo con el Maestro, ¡su prima!).
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Allí también va a recalar Sebastián, huyendo de los paramilitares. El budismo, al fin, se ha encontrado con la música, en un lindo mensaje final de amor y de esperanza: "Fundaremos una religión donde abandonaremos el yo para unimos a los otros en un largo abrazo musical, como en el blues, en el rock, en el rap o en la salsa, y cantar a coro la alegría de un nosotros poderoso y resistente. Buda Blues". La destrucción del capitalismo era por la vía pacífica y la redención de los habitantes de la calle a través de fundaciones. Qué alivio. Ya lo sabíamos, pero no sobra que de vez en cuando alguien nos lo recuerde.

· * Luis Fernando Afanador[ (Ibagué, 1958). Escritor y periodista cultural. En febrero pasado publicó el poemario Amor en la tarde (Norma).
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Algo más sobre el libro y el autor:
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CONVERSACION EN EL HOTEL
Por Juan David Correa*
Laura Restrepo. Demasiados héroes. Alfaguara. 260 páginas

Asumir el riesgo de escribir buena parte de una novela en forma de diálogos no ha sido una tradición en la literatura latinoamericana. Se le vienen a uno a la cabeza Una sombra ya pronto serás, de Osvaldo Soriano; El beso de la mujer araña, de Manuel Puig, y Conversación en la Catedral, de Mario Vargas Llosa, como casos notables. Los diálogos, tan precisos y elocuentes en la literatura anglosajona, no han sido, por decirlo de alguna manera, una virtud en nuestra tradición literaria. Por eso, cuando comencé a leer Demasiados héroes, la más reciente novela de Laura Restrepo, me sorprendí de que una escritora que había arriesgado en Delirio -premio Alfaguara de Novela en 2004 - una manera de escribir que recordaba a José Saramago, se lanzara a construir su relato basado en una conversación.
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Esta novela es eso: una conversación fallida entre una madre (Lorenza) y un hijo (Mateo), para desentrañar la historia de un padre ausente (Ramón). La cosa es más o menos así: Lorenza conoce a Ramón cuando viaja a Buenos Aires a apoyar la resistencia trotskista en los días en que la dictadura militar mandaba en Argentina. Lorenza es una muchacha que como muchas en los años setenta abrazaba el sueño de un mundo mejor. En Argentina se enamora de Ramón, el líder de su movimiento, después de verlo un par de veces. Y ese amor sin nombres propios crece en la clandestinidad. ¿Qué puede romper el encanto de los escondrijos, los seudónimos y la lucha secreta? Lorenza queda embarazada. Y por eso le pide a Ramón un poco de calma. Él acepta. Los dos viajan a Bogotá para criar a Mateo, su retoño, en un ambiente menos opresivo y mezquino, es decir, ¡en la Colombia de Turbay Ayala!
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Al llegar a Bogotá Lorenza se emplea en La Crónica, un semanario de actualidad. Lorenza comienza a olvidarse de Ramón y Ramón se encierra en un apartamento. La relación entra en crisis, aunque eso solo merece unas pocas líneas de la novela. Aquí uno comienza a sentir que a la escritora le importa más aquello que está contando que cómo lo está contando.
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Lorenza, algo aburguesada por el encuentro con su mundo familiar y profesional, decide separarse de Ramón. Él no entiende nada, pero terminan separándose. ¿Qué diablos pasa con Ramón en una ciudad que no conoce? No lo sabemos. ¿Qué pasa con Lorenza? Que trabaja mucho. ¿ Y Mateo? Tiene como tres años cuando su padre lo invita a un paseo. Lorenza, feliz con la idea de que Ramón ya tenga incluso planes de vacaciones en una ciudad desconocida y amigos como por arte de magia, se lo permite. Horas después descubre sobre la mesita de noche un sobre dirigido a ella con la caligrafía de Ramón. Lo abre, lee. Y comprende: Ramón acaba de llevarse a su hijo para no volver jamás. Lorenza se vuelve loca -unas cuantas páginas- y termina donde un psiquiatra experto en secuestros avant la lettre. Y como experto que es, le dice a Lorenza que lo que acaba de hacer Ramón es "un acto de amor". Así es como la quiere recuperar, pero nosotros ya sabemos que la perdió para siempre. Entonces Lorenza se desespera, grita, pero de pronto es capaz de templar el ánimo para cuando llegue el momento final. El momento final es como el minuto 33 de las películas de acción, es decir, el punto de quiebre de la trama. El minuto 33 es la llamada de Ramón. Ramón llamará, dice el experto en patologías del rapto, porque lo que quiere es que ella vuelva con él. Lorenza presume que Ramón, un tipo curtido en la clandestinidad, se ha escapado a la Argentina con pasaportes y permisos falsos. En efecto, tiene razón. Y eso ya molesta en demasía: es como si estuviéramos en un juego de adivinanzas del que ya sabemos las respuestas. Es como si el propósito de la lectura fuera, como en las buenas novelas de intriga, dar con el enigma, aunque en este caso se nos haya insistido, hasta la saciedad, que estamos en un viaje a la intimidad de dos personajes que se confrontan por la desaparición de un tercero.
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Después del desenlace de la novela, que no adelantaré para no arruinar su lectura, el rastro de Ramón se pierde para siempre. Bueno, para siempre no, porque Mateo quiere saber quién es su padre. Por eso, cuando alcanza la adolescencia cree que tiene derecho a saber quién es Ramón. Por eso Lorenza, una escritora que no sabemos cuándo ni cómo se hizo escritora, pero imaginamos que después de haber renunciado a La Crónica para vivir en países lejanos como México e Italia, aprovecha el lanzamiento de un nuevo libro en Argentina para llevarse a Mateo y permitirle que él busque a su padre.
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Mateo y Lorenza se encierran en el cuarto de un hotel a hablar, a tratar de reconstruir lo que les acabo de contar a través de diálogos que suenan, en su mayoría, inverosímiles. Mateo tiene tantas tonalidades que nunca sabemos si es un sabiondo afectado o un inocente púber ("No te encerraste ahí a pensar, Lolé, sino a orinar. Es lo que hacen los anima­les cuando toman posesión de un lugar", o "Tengo que vivir sacándote la información con tirabufón [sic]"). Y Lorenza, bueno, Lorenza habla como Lorenza, es decir, una mezcla explosiva de mujer burguesa con conciencia social y buenas dosis de frases lapidarias: una social bacana que ha coqueteado con la nueva era: "Quiero que sepas que aquí fue donde empezó a caer la dictadura, por el empujón que les pegaron las Madres. Justo en esa plaza, donde estamos parados: aquí se juntaban los jueves unas señoras con pañuelos blancos en la cabeza y daban vueltas en silencio alrededor de este obelisco, exigiendo la aparición con vida de sus hijos. ¿Te imaginas el valor, Mateo? En esos tiempos terribles, ellas se atrevían", o “Querer perdonar es ya una forma de perdón, supongo”.
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Por si fuera poco, en Demasiados héroes los diálogos, en su mayoría, anticipan, denotan, y no sugieren nada. Y la buena virtud es que los diálogos nos dejen espacios de interpretación, que no nos adelanten la trama sino que nos hagan creer que estamos ante psicologías complejas que no lo saben todo, que hablan, precisamente para comprender más que adivinar cuál es el desenlace:
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-Esa parte de la historia me gusta, Lolé, la del aeropuerto de Ezeiza cuando tus compañeros te dicen rezate un padre nuestro porque no va a haber minuto que valga, me suena bien así, rezate, sin tilde en la e, rezate, como hablan los argentinos; es una frase bien de película, Y ahora repite lo del diario.

-¿Qué es lo del diario?

-Lo que te advirtieron, que no leyeras periódicos en el avión, ni tampoco después, en un café o en el metro, porque cualquier mujer que leyera el diario era sospechosa, ¿ Y qué pasó al fin de cuentas en el aeropuerto, digo, con los microfilms y eso?

Así, la novela es una especie de torbellino que atrapa al lector más por el desarrollo de la acción que por los personajes. La acción, ya lo decía en mi resumen, es un guión milimétrico, pensado, bien armado, que tuvo que costarle muchas vueltas a Restrepo. Y quizá por ello se engolosinó con eso: con la idea de una novela rápida, que no le diera respiro al lector, lo que en el cine equivaldría a un thriller de acción. El problema es que las buenas novelas se sostienen sobre los hombros de los personajes. Y en Demasiados héroes los personajes son dos títeres que la narradora manipula a su antojo para que hablen en función del argumento, para que completen los datos o los rastros de ese padre perdido. Ese desfase entre acción y personajes se nota en cada una de las páginas de la novela: Laura Restrepo sabe del oficio, entiende de qué se trata eso de contar una historia y, por ello, en los episodios donde es su prosa la que nos adentra en la historia de Lorenza, Mateo y Ramón, uno, como lector, siente que está en frente de una diestra escritora, que entiende que la psicología de los personajes puede verse a través de lo que hacen. El problema es que cuando esos mismos personajes dicen, uno le pide al cielo que no haya más diálogos: que no digan más. Pero esa fue su elección, y ante eso no hay nada qué hacer.
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Demasiados héroes es una novela que tiene una trama interesante, pero su desarrollo formal es insuficiente; una novela que quiere conquistar con una estructura que no toma partido por nada: a veces parece una intriga policiaca, a veces un relato intimista, a veces una mala copia de La noche de los lápices y en otras ocasiones, como le dice Mateo a su mamá, "una película de acción contada por la Mujer Maravilla". Demasiados héroes se lee de un tirón, como quien quiere buscar los secretos de un personaje público, y he ahí el problema. Así que el lector colombiano, a lo mejor, intentará reconstruir la biografía de una escritora y periodista notable que quizá, por no querer "escribir bonito" , se entrampó en el hilo del tiempo de sus propios recuerdos olvidándose de lo principal: que la literatura debe apelar al lenguaje, a los personajes y a las imágenes, pues allí reside su poder.

* Juan David Correa (Bogotá, 1976) es el editor de la revista Arcadia. En 2008 publicó la novela Todo pasa pronto (Alfaguara).
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'Los ejércitos' triunfadores
Evelio Rosero nació en Bogotá en 1958. ‘Los ejércitos’ es su más reciente novela publicada y con ella consiguió el premio del diario ‘The Independent’

LITERATURA El colombiano Evelio Rosero ganó el pasado jueves el premio del periódico 'The Independent' a mejor ficción extranjera. Juan Gabriel Vásquez fue finalista.

Revista Semana Sábado 16 Mayo 2009 http://www.semana.com/noticias-cultura/ejercitos-triunfadores/124016.aspx

Reprodujo y difunde: NTC … Nos Topamos Con … http://ntcblog.blogspot.com/ , ntcgra@gmail.com . Cali, Colombia, Mayo 17, 2009

En un futuro no muy lejano, quien quiera saber algo sobre el horror de la violencia en Colombia quizá deba tomar muy en serio Los ejércitos. Con esta novela Evelio Rosero, nacido en Bogotá hace 51 años, ganó el jueves pasado el premio del periódico The Independent a mejor libro de ficción extranjera, dotado con 10.000 euros.
En el partidor de los cinco finalistas las cosas no parecían fáciles para los dos colombianos incluidos allí. Es más: al menos para muchos, era suficiente que Juan Gabriel Vásquez, con su novela Los informantes, y Rosero, con Los ejércitos, estuvieran al lado de escritores ya universales que han sido mencionados como probables premios Nobel.

Y es que no era un asunto menor compartir la 'lista corta' con el albano Ismael Kadaré, cuyas novelas son un viaje al corazón de un país lejano y sufrido y son leídas en Europa con devoción; y con el israelí Abraham Yehoshua, quien junto a Amos Oz es considerado el escritor vivo más importante de ese país. Los otros dos autores, la francesa Céline Curiol y el chino Ma Jian, estaban, por decirlo de alguna manera, en igualdad de condiciones.

Pero la ganadora fue la novela de Rosero, que el jurado reconoció como una poderosa metáfora sobre la violencia en Colombia. Aunque ya muchos críticos habían señalado las virtudes del libro, que ganó en 2007 el II Premio Tusquets de Novela, Los ejércitos no fue un fenómeno de ventas en Colombia y aunque tuvo lectores, pasó algo inadvertida. Pero esa ha sido la historia de Rosero, quien desde los 24 años se dedica a escribir y publicó una de sus primeras obras en la prestigiosa Editorial Anagrama, de España.

Ahora llega el reconocimiento y un premio muy importante por lo que significa. Como dijo a SEMANA hace unos meses Anne MacLean, quien tradujo los dos libros de los colombianos al inglés, el Reino Unido no es un país que se interese mucho por las traducciones y menos por las del español. Precisamente, el premio de The Independent fue creado en 1990 para premiar a escritores en un país que tiene destacados premios de literatura como el Booker Prize. Y es un premio que, a medida que ha pasado el tiempo, ha ganado en relevancia en el Reino Unido. Cada año son muchos los editores que miran la lista de los nominados en The Independent para ver si su libro está mencionado, lo que de seguro les puede abrir la puerta del mundo anglosajón.

Así, en 1990, Orhan Pamuk, escritor turco no muy conocido entonces y hoy premio Nobel de Literatura, consiguió el primer premio a ficción extranjera. De ahí en adelante la galería de nombres a la que se suma el de Rosero no puede ser más rutilante. Lo han ganado José Saramago -en 1994 antes del Nobel-, Milán Kundera, W.G. Sebald y Javier Cercas, por sólo mencionar algunos de los más notables, al lado de nombres más comerciales como el francés Frédéric Béigbeder y el hasta entonces desconocido Per Petterson, quien se hizo estruendosamente famoso en 2006 después del premio con su novela Salir a robar caballos.

Por eso, la historia mínima de un puñado de personajes en el pueblo imaginario de San José, en algún lugar del sur de Colombia, descritos a través de los ojos del profesor Ismael Pasos, quien ve su pequeño lugar sucumbir a la violencia de dos ejércitos desconocidos, terminará, como todas las buenas novelas que siempre encuentran a sus lectores, por volverse universal y dar cuenta del horror de una Colombia aún hoy asolada por la violencia.
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Algo más sobre el autor y sus obras:
*** Ese oscuro lugar de la violencia. Por: Fabio Martínez http://lapalabra.univalle.edu.co/evelio.htm
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Letras incendiarias
El escritor Mario Mendoza asegura que en su más reciente trabajo consolida la línea de pensamiento que ha desarrollado durante toda su carrera literaria.

‘Buda Blues’, una novela sobre la disidencia social
Letras incendiarias
Por: Angélica Gallón Salazar
El espectador Cultura 18 Mayo 2009 - 10:23 pm
http://www.elespectador.com/impreso/cultura/articuloimpreso141472-letras-incendiarias

El escritor Mario Mendoza asegura que en su más reciente trabajo consolida la línea de pensamiento que ha desarrollado durante toda su carrera literaria.
Foto: Ómar Medina. Mario Mendoza asegura que la portada de su libro encarna el sentido de la obra. http://s3.amazonaws.com/elespectador/files/images/mar2009/3b2a0f646df33b7d4eed47cd551b4543.jpg

Como si fuera un compromiso, casi un mandato para la creación, Mario Mendoza vuelve a poner como protagonista de su más reciente novela, Buda blues, a personajes que viven en el borde de la sociedad, que son disidentes, indigentes, inmigrantes, conspiradores o terroristas. Pero esta vez, los opacados, los tildados y no escuchados se levantan y le lanzan un paquete bomba al lector para que él decida si deja o no que le explote en las manos.

Más que a una novela ejemplar, asistimos a una obra que parece ser una hija digna de lo que Mario Mendoza ha bautizado como “vanguardia catastrófica”. Resultado de un mundo que ve derrumbar el capitalismo, que soporta 43 millones más de indigentes y que parece celebrar al tercer mundo como el modelo de desarrollo a seguir, Buda blues es un grito que reclama que alguien timonee este barco que está próximo a estrellarse.

“Vamos en la proa de un barco que va a colisionar y lo único que se nos ocurre es desacelerar. Todo el mundo dice disminuyamos la contaminación, pero a nadie se le ocurre torcer y vivir de otra manera”, comenta el escritor.

Así, los protagonistas de esta novela mutan entre un intelectual convertido en indigente que muere solo en su desbarajustada morada del Cartucho y de cuya muerte sólo se dan cuenta los vecinos porque las ratas entran y salen por debajo de la puerta de su apartamento; un sudafricano que está de paso por Colombia y que descubre la grandeza intelectual de este viejo indigente y se va por el mundo propagando su manifiesto, y hasta el mismo Theodore J. Kaczynsky, el profesor graduado en Matemáticas en la Universidad de Harvard y profesor en la Universidad de Berkeley, que en 1969 se ausentó en las montañas de Montana, desde donde se convirtió en el terrorista más buscado.

“Yo venía recogiendo material sobre este personaje conocido como el ‘unabomber’, porque mandaba bombas por correo. Mi pregunta era por qué se le pasó a Hollywood este personaje y luego pensaba que era muy difícil hacer aparecer a un tipo de ideas brillantes, que han sido objeto de estudio, y que atacaba de frente el progreso y nuestra línea de desarrollo con elevadísimos raciocinios, pero que a la vez era un terrorista. ¿Cómo hacer para que la gente que comparte sus ideas no copiara sus métodos?”, comenta Mendoza, quien después de adentrarse en los turbios mundos de la resistencia global en su novela, también tuvo que plantearse esta cuestión. Justamente, en la novela se esbozan dos caminos alternativos a la violencia: el budismo zen y el concepto de resilencia.

“Este es un concepto que se va descubriendo a lo largo del libro, que viene de los materiales del cableado submarino y que lo usaron los físicos para hablar de la resistencia de esos materiales al entorno. El término luego los usaron los psicólogos para hablar de personas prorresilentes y no resilentes, es decir, gente que tiene una altísima capacidad para superar el dolor y gente que por el contrario se queda en la memoria del sufrimiento”, explica el autor.

Partiendo de este concepto, Mendoza muestra cómo en las capas más degradadas de la sociedad es donde más existe resilencia. Y esa capacidad de afirmación de la vida en medio del dolor es la que Buda blues celebra.