domingo, 19 de julio de 2015

LA POESÍA, LO IMPOSIBLE REALIZABLE y PEQUEÑAS COSAS QUE TRAE LA PAZ. Por Juan Manuel Roca

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LA POESÍA, LO IMPOSIBLE REALIZABLE
Juan Manuel Roca
Para muchos incrédulos la poesía a cada tanto sufre de catalepsia. Ese trastorno  nervioso produce en los humanos una inmovilidad y rigidez que en muchos casos presupone la muerte. Miles de casos registra la historia de personas que a punto de ser enterradas se incorporan en la camilla o en el féretro y regresan de la catalepsia, de una pequeña expedición por la muerte. Otras veces los forenses se dan cuenta de su error cuando practican una exhumación, y descubren, muy a su pesar, el terrible error de haber enterrado a quien estaba vivo. Por algo la etimología de la palabra griega catalepsia significa sorpresa. Lo mismo pasa para asombro de muchos con la poesía, que a veces parece hibernar en un sopor intrascendente, en una falta de aliento o en una parálisis de estatuaria, pero que muchas veces vive en la trasescena una vida real y plena, lejos de lo que Paul Valery llamaba “la antigua industria de lo bello”.  No pocos se apresuran a enterrarla, como ocurre en las sociedades pragmáticas que repelen el sueño y la utopía, en esto que hoy llamamos “lo imposible realizable”.
Me agrada señalar esta apreciación en una ciudad con fama de fenicia, de valoradora solamente de lo que tintinea, en un conglomerado que no pocas veces reemplaza el tic tac del corazón por el sonido de una máquina registradora. Y en una ciudad que, precisamente, sin alardear de la cantidad, convoca hace 25 años cuando nos atronaban las bombas, el imposible realizable de poner como centro de resistencia la palabra poética durante unos días de extraño y febril festejo. Por fortuna la poesía, una musa cataléptica para una sociedad desvitalizada y mustia que todo lo mide en el poder adquisitivo, no fue enterrada viva sino que pudo despertar de un velorio adelantado por el tartufismo y el expolio, por aquello que John Kennedy Toole llamaría “la conjura de los necios”, incluídos dentro de esta conjura los expoliadores, los correcercas, la derecha perseguidora desde diferentes capas de la sociedad y de no pocos medios de comunicación. La derecha extrema siempre ha intentado ignorar la libertad que propician la poesía y el pensamiento libertario, y lo hace a través de la imposición de la banalidad en las artes y del caudillismo político. Lo decía con su claridad habitual Walter Benjamin: “a la violación de las masas, que el fascismo impone por la fuerza en el culto a un caudillo, corresponde la violación de todo un mecanismo puesto al servicio de la fabricación de valores culturales”.
La poesía es también el afincamiento del individuo y a la vez el punto de encuentro con el otro, un asunto que no admite la uniformidad, la sumisión ni el unanimismo, el espíritu gregario ni la idea de que lo imposible no sea realizable. Todo es realizable desde el poema. Todo  lo que atañe al hombre le atañe a la poesía y no solo cuando habla de la paz ejerce una praxis política. Lo hace a través de casi todo hecho artístico y cultural, a contramarcha de todo totalitarismo, nacido en cualquier orilla. La poesía ama los fines libertarios pero no lo hace desde ningún medio que contemple la destrucción por la destrucción, la escisión del hombre del legado de la naturaleza. En la reparación de víctimas, ¿cuál de los bandos reparará la naturaleza muerta? La enseñanza de Camus de dudar de los medios que a toda costa buscan un fin, es también y de manera evidente el camino del arte, un talante que contempla un camino de ida y venida entre la ética y la estética. Hablo como militante de mí mismo cuando digo que cada vez soy más conciente de mi repulsa a la guerra. Hace mucho creo que quien esgrime un arma ya está derrotado, así triunfe en el conflicto.
Quien ama la guerra, y de ahí el lenguaje barbarizado y primario de quienes se oponen a la paz, se odia a sí mismo sin darse cuenta de que practica la autofagia. Solo ama la guerra quien se beneficia de ella. Creo que ya es hora de desatrasar el reloj estático de una caduca confrontación y de ponerlo en la hora de escucharnos, de desaturdirnos en medio de una coral de dogmas aplastados por las explosiones. Y ya es hora también de que un estado entreguista deje de vender nuestras riquezas al pulpo del capital mientras habla a boca llena de la patria. 
No quiero extenderme sin antes decir que más allá de lo que tenga ocurrencia final en las conversaciones de La Habana, que creo y deseo que termine con un acuerdo de paz y reconciliación, siento como un deber propiciar lo que esté a nuestro alcance por la paz. Que es lo que en últimas hemos hecho todos los que nos dedicamos, con logros o sin ellos, a transitar los caminos pedregosos del arte. En cuanto a  la vieja consigna setentera de un poeta español que afirmaba que “la poesía es un arma cargada de futuro”, creo que es más justo, metafóricamente hablando, decir que es un arma cargada de presente. O si no, ¿para cuándo vamos a dejar el porvenir? Me parece esa divisa de Gabriel Celaya muy cercana a la de un tendero malicioso de mi infancia que colgaba a sus espaldas un cartelito que decía: “hoy no fío, mañana sí”, en una caligrafía de emergencia. El presente es, para bien o para mal, un futuro ya cumplido.
Para finalizar quisiera narrar una historia sobre el carácter social de la poesía. En un viejo filme -o a lo mejor fue en un sueño-, se registra el pabellón de un hospital con decenas de camas y de heridos. Solo uno de ellos tiene acceso a una ventana con vista a la calle. El hombre entreabre sus dos hojas y cuenta lo que pasa en el afuera: una mujer joven cruza bajo un paraguas rojo, dos niños patean un balón entre los charcos, una monja casi enana les da comida a las palomas del parque, una pareja de novios se besa a la entrada de un café, un cartero se empina frente a un timbre...
Una noche el enfermo que narra los sucesos muere y, por supuesto, todos quieren su camastro con vista a la calle. Cuando el hombre al que le asignan su lecho entreabre la ventana, descubre asombrado que solo hay al frente un muro infranqueable de ladrillo que le impide a cualquiera ver el paisaje. Creo que no hay nada más parecido al poeta que el personaje de esta historia. Se trata de alguien capaz de fabular desde el encierro, de alguien que puede ver más allá del muro cerrado del presente, de alguien que desde la condición de reo del mundo fabula nuevos mundos. Sin duda se trata de una poderosa analogía sobre la insatisfacción con la más pedestre realidad.
No importa si los burócratas de la cultura o de la política, de una orilla o de otra, lo entienden o no. Bien vale la pena recordar estos versos de Auden, el insumiso poeta de York:
                   “Nuestros burócratas seguirán construyendo
                    este mismo jaleo sin gracia que es la Historia:
                    todo lo que nosotros rogamos es que los artistas,
                    los cocineros y los santos, sigan sin hacerles caso”.
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Poema leído en la 
Medellín, Julio 2015

PEQUEÑAS COSAS QUE TRAE LA PAZ

                 JUAN MANUEL ROCA

El grafitero del alba,
Un fantasma
Que escribe la palabra dignidad,
¿Será ayudado por los guardias
En vez de convertirlo
En bocado de nieblas?

El que llamamos el otro,
El desconocido al que vemos
Parado en una esquina
O el que tropezamos
En un callejón,
Serán, así lo espero, algo más
Que fronteras invisibles.

El pobre diablo de la escuela,
Que no es pobre porque sueña
Y no es diablo porque
Su camisa tenga el color
De un viejo bazar de pueblo,
Tendrá, así lo espero,
El talismán de su voz
Para espantar el miedo
Y la ronda de las burlas.

El usurpado,
Que vio su casa esfumarse
En otras manos
Y solo tiene
Un albergue de paso
En el andamio de sus huesos,
Volverá a respirar su paisaje,
Su río sin muertos,
Su casa con techo
Y el beso de la uva
En el vino y en los labios.

El desplazado
Que ve al atardecer
El cambio de fases
De un semáforo
Bajo la lluvia,
-Rojo verde y amarillo-,
Pedirá una luna de sandía,
Una menguante de hinojo
Y otra luna de naranjo.

Se habla de grandes
Sucesos cuando venga la paz.

La verdad,
Me bastaría verla
Apacentando pequeñas cosas,
Encontrando en la niebla
De un país que ya no existe
Un balón, un trompo
O el caballo blanco
Que se esconde
En paisajes prohibidos.

Me bastaría con saber
Que las mujeres lloran
Al momento del ritual
De las cebollas
Y no al de las viudeces.

Que el río
No es una parcela
De tumbas.

Me bastaría sentir
Que el aire se refleje
En las cosas sencillas:
En la lámpara encendida
Para leer en la noche
Y no para buscar
Al que salió de casa
Sin regreso.

Bastaría que el descolorido
Almanaque de la zapatería
No sea  para contar
Los pasos del ausente.

Y las cosas olvidadas.

Una pausa en la cantina,
Un sueño bajo el árbol,
Un hombre que elige
Su propio camino.

En las ciudades
Sería bello reducir
El tiempo
Calcáreo y alienado
Que pasamos
En el limbo de los autos,
Secuestrados
De un tiempo muerto.

Y volver a pescar
En la alta noche,
A recorrer sin temor
Sus espacios estivales.

La única guerra
Que anhelo,
Madre, es contra el tedio,
Una guerra sin cuartel
Contra la servidumbre
Para tener el brazo
Dispuesto al abrazo
Y salir a la calle cuando
Estallen la noche
Y el verano.

Bueno será
Que en la pantalla
De los sueños
La paz no sea un cuervo
Disfrazado de paloma
Ni el llamado sibilino
Del tartufo.

¿Sería mucho pedir
Que la patria no sea
Una pérfida madrastra,
Una tirana,
O tan solo una palabra
En labios de sus dueños?

¿Que los muertos
En las falsas batallas
No sean parias
Que disfrazan de enemigos
En un guiñol siniestro?

¿Que la palabra libertad
Deje de ser
Acariciada por gendarmes
Y el telón del respeto
Cobije también
La sombra erguida 
Del insumiso,
Del desobediente?

No habrá paz
Con hombres y mujeres
Durmiendo en los umbrales.

Ni paz
Con racimos de despojos
Y niños que envejecen
Un año cada día
Al pie de las ciudades.

No habrá paz con usura,
Esa lepra del alma.

No podemos seguir
Jugando al olvido,
Atrapados en el paraíso.

¿Qué clase de paraíso
Es un lugar
Donde reina la serpiente
Antes que el árbol,
Un imperio cainita
Del hierro entre hermanos?

¿Qué clase de paraíso
Anuncian en las vallas
Donde un ángel custodio
Llena sus extramuros
De cercas y miserias?

Y Perdóname, madre,
Amo el perdón,
Desconfío del olvido.

Cuentan
Que a un general español
De los tiempos
De Isabel la segunda,
Un obispo le demandó
Que pidiera perdón
A sus enemigos.

El perplejo militar
Respondió
Desde su voz pedregosa
Que no tenía enemigos:
A todos los había ejecutado.

Podremos ser ilusos,
¿Pero cómo no soñar
Con un país donde nadie
Esté en la lista de espera
De los grandes señores
De todas las orillas
De la guerra?

Y de los grandes señores
Que miran con desparpajo
Su impaciente necrómetro.


De los que siempre
Tienen la voz engatillada.

Esperemos
Que la paz nos sorprenda
De lado y lado,
En el bando
De los sobrevivientes.

Quizá, entonces,
Hayamos desminado
El campo de las palabras
Cargadas de odio
Y envidia, dos hermanos
Siameses que cobran
Tantas bajas en la verdad
Y en la belleza.

Que una guerra interior
Sea contra la modorra.
Que los campos minados
Sólo sean los de la necesaria
Duda. Las emboscadas
Podrían ser la manera
De tomarnos por sorpresa
En nuestra desnudez moral,
La movilidad tendría que ver
Con un desprecio a los dogmas.

Deberíamos
Apostar centinelas
Que nos alerten
Frente a nuestras propias
Traiciones y enfilar
Una lucha sin cuartel
Contra los grandes ejércitos
De la mediocridad,
Los grandes ejércitos de
La servideumbre.

Pero si la paz
No es también
Una cosecha de ocio,
Una vendimia de luz
Y una conquista de sueños,
Habrá que volver a tejer
Las 3 letras de su palabra,
Y ya es tarde, hermana,
Para volver a casa.
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También publicado (eneteceado) en:
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EL TEXTO DE JUAN MANUEL ROCA 
en LETRAS CCS, 
AÑO 5 / NÚMERO 252/ DOMINGO 26 DE JULIO DE 2015. Caracas
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TODA LA REVISTA
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Allí, además, el texto

  Trabajos de la poesía para transformar lenguaje y cultura heridos por los conflictos
Por Jairo Guzmán
Ponencia presentada y leída el primer día de la II Cumbre Mundial de la Poesía por la Paz y la Reconciliación de Colombia (25 Festival Internacional de Poesía de Medellín)
En la mesa Jairo Guzmán, Kate Newman y Manlio Argueta
El cual también se publicó en
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OTROS TEXTOS PRESENTADOS EN LA 
II CUMBRE

***22 de julio de 2015

Festival de Poesía  y Cumbre por la Paz, en Medellín.  Por Jotamario Arbeláez

http://ntc-documentos.blogspot.com/2015_07_22_archive.html

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26 de julio de 2015

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