viernes, 27 de febrero de 2009

'Mortajas cruzadas'. Lina María Pérez (2)

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'Mortajas cruzadas'
Lina María Pérez
Seix Barral. Bogotá. Abril de 2008.
13.5 x 23.0 x 1.6 cms. 233 pp.
Carátula

Epígrafes (pag. 7)

Iban y venían, los trenes, como enloquecidos. Y toda la gente subiendo y bajando, cada uno cosiendo su historia, con la aguja de su propia vida, trabajo maldito y hermoso, tarea infinita.
ALESSANDRO BARICCO, Tierras de cristal

Se aceptan todas las apuestas: Eternidad, infierno, aventura, estupidez ...
JUAN CARLOS ONETTI, Balada del ausente

Eres un agua informe que corre según sea el declive que se te ofrece, un pez sin memoria y sin reflexión; mientras vivas en tu pecera, tropezarás cien veces al día con el cristal creyendo que es el agua.
MARCEL PROUST, Los amores de Swann

Este valle de cuerpos desnudos que se disgregan no me da más asco que la fosa común del género humano vivo.
ÍTALO CALVINO, El caballero inexistente.

RECONOCIMIENTOS

A Adolfo Valdivia y Oliviana Tascón por su terquedad para existir. Con Plutarco, Sandra, Lafinur, Irene, Humberto Pantoja, Fajardo y Doble R, formaron un grupo de compinches que no me dejaron desfallecer.
A mis hijas Catalina y Cristina por iluminar mis jornadas de trabajo.
A la solidaridad de mis hermanos OIga Lucía, Juan David y Ricardo.
A la memoria del fantasma feliz de Ignacio Ramírez.

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SOLAPA

(Click sobre las imágenes para ampliarlas y hacerlas legibles. Click en "Atrás" en la barra para regresar al aquí)Lina María Pérez Gaviria (Bogotá, 1949). Su cuento "Silencio de neón" fue galardonado en 1999, en la modalidad de género negro, con el Premio Internacional de Cuentos Juan Rulfo convocado por Radio Internacional de Francia. Además, sus cuentos "Sonata en mí" y "Bolero para una noche de tango" obtuvieron el Premio Nacional de Cuento Pedro Gómez Valderrama en 2000, y el XXXII Premio Internacional de Cuentos Ignacio Aldecoa 2003, convocado en España. Ha publicado Cuentos sin antifaz (2002); la biografía de VIadimir Nabokov A la sombra de una nínfula (2004); el cuento infantil Martín Tomineja (2006) y Cuentos punzantes (2006). Varios de sus relatos han sido incluidos en antologías de narradores colombianos.
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CONTRACARÁTULA
(Click sobre las imágenes para ampliarlas y hacerlas legibles. Click en "Atrás" en la barra para regresar al aquí)

Lina María Pérez es la única mujer colombiana que ha ganado el concurso internacional de cuento Juan Rulfo de París , al cual concurren cada año centenares de escritores de la lengua castellana. Este premio, igual que otros, ha reconocido su muy merecido prestigio como una talentosa exponente en el arduo y difícil género del relato. Pero todos sus fieles lectores estaban a la espera de su primera novela. Y aquí, por fin, está.
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En Mortajas cruzadas, Lina María Pérez explora la desazón de un hombre que sufre una agobiante infertilidad creativa y una sequía prolongada de afecto. Adolfo Valdivia, un escritor cercano a los cuarenta, siente que pierde su juventud a medida que se aleja de la inspiración. Después de publicar su primera novela las palabras no fluyen, no halla el tono. Empeñado en escribir sobre la muerte, y ante el malabarismo de su autenticidad y la fragmentación de sus identidades, Adolfo contrata a Oliviana, una estudiante que se gana la vida haciendo crucigramas, para que recoja impresiones en funerarias bogotanas.
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Utilizando contrastes de voces, de lenguajes, de formas de ver la vida y concebir el amor, Lina María Pérez lleva al lector por una historia llena de vericueto s y misterios en la que, con un guiño de sarcasmo y humor negro, ahonda en las paradojas y perplejidades de los seres comunes.
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FRAGMENTO INICIAL (Capítulo 1 de 126 -cortos-)

1. MANOS
Las manos del cadáver de María Ignacia Cornejo cruzadas sobre el pecho muestran arrugas, lunares y uñas recién pintadas con esmalte aperlado. Primera crónica para el cuaderno de Adolfo Valdivia. Imagino los secretos que guardan sus manos de señora rica. Joyas y dinero, y también caricias y roces, quizás manoseas solitarios y otras travesuras inconfesables, abajo en el nido tibio donde palpitó su centro de gravedad. ¡Qué desvergonzada! Ante los restos mortales de una anciana inofensiva mi mente se las arregla para pensar en asuntos eróticos. No puedo evitarlo. Amanecí trenzada a Lafinur y la piel se estremece con el recuerdo de su boca que dice y explora con un descaro delicioso. Mejor empezar los apuntes. No soy una diablita lujuriosa sino una cronista de entierros que trabaja para un escritor.
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Cuando era niña, mi papá nos traía a esta iglesia a la misa de 12. Me sobrecogían la penumbra y el frío y el Espíritu Santo de yeso colgado del techo con su arrogante poder y todo su misterio. Era enorme. Temía que en cualquier momento cayera y me aplastara o, lo que es peor, lo imaginaba castigándome por mis pecados, sin saber qué significaba esa palabra tantas veces repetida. Con vergüenza confesaba ante el cura Romero mis malos pensamientos. Él repetía: «Las niñas buenas no piensan, rezan». Cuando me lavaron el cerebro con la fábula de la Santísima Trinidad, el Espíritu Santo se parecía a mi abuelita o al perro del vecino. A mis siete años, no tenía alas ni cara de hombre con gestos de mujer como el de la iglesia. El recuerdo infantil me aterroriza. El cajón de la difunta, justo bajo las alas del Santo, cae del techo para aplastarla y pulverizar sus secretos.
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Los comportamientos convencionales en los entierros reflejan rutinas y falsas cortesías que esconden gestos de codicia y otras pasiones. La anciana pertenecía a la aristocracia bogotana y dejó más de media docena de descendientes de dedo parado y una herencia enorme. Una mujer cercana a los cuarenta, viste un sastre gris de corte impecable. Su cara ovalada me recordó la de mi mamá con sus proporciones alargadas y un misterioso sentido del patetismo. Tenía gracia y refinamiento como las mujeres que pintó Modigliani. A su lado, un hombre joven, de buena pinta y ojos alertas, sintoniza su mirada fugaz con la mía.
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Pienso en mi piel erotizada mientras los miro con disimulo. Algún movimiento de la pareja aguijonea mi curiosidad. Tal vez un gesto sutil, la formalidad de sus apariencias, la manera como se comportan para abrazar a los allegados. Nada fuera de tono, al contrario, tan educados y mesurados que conmueve la solidaridad de su dolor.
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Intento concentrarme. Por fijarme en la mujer y pensar en Lafinur me perdí el final de la ceremonia. La gente arma un tumulto a la salida de la iglesia, hay abrazos y llantos, pero a mí sólo me obsesionan sus manos, morenas y sabias, audaces, ganosas. Salí por una puerta lateral sin importarme los ecos de las mujeres con sus reclamos. Les habían robado billeteras y celulares.
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En el taxi seguí pensando en los recientes momentos con Lafinur. A punto de dormimos, casi de madrugada, le hablé del nuevo trabajo con el que debía dividir mi tiempo entre funerarias y la universidad.
-Así te entrenas para mi muerte. Tendrás doble tarea, porque moriré dos veces y mi cuerpo dispondrá de dos entierros.
Pensar en vivir sin él apagó la felicidad.
-Tienes toda la vida por delante ...
-y la muerte por detrás.
Sabía que era mejor no preguntar. Quise ser una brizna de su aire para anidar entre su pecho, cerca de su corazón.
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LAS IMAGENES SON "COLOCADAS" por NTC ...
"Cuando me lavaron el cerebro con la fábula de la Santísima Trinidad."
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"Tenía gracia y refinamiento como las mujeres que pintó Modigliani."
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"El desfile". Fernando Botero
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Actualizó: NTC … / gra . Febrero 17, 2009 . 11:23 AM