martes, 16 de agosto de 2016

El espíritu erótico 2. Por Jotamario Arbeláez. Segunda venida ... . Agosto 16, 2016

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Intermedio *

El espíritu
erótico 2

Jotamario Arbeláez
 
Sólo el espíritu es erótico, pues el cuerpo inerte es puro bagazo. Si en el erotismo radica la continuación de la vida, el ser humano no puede negarse a él, sin negarse a sí mismo, su origen y su futuro.  Cuando el hombre entrega su espíritu, hasta allí llegaron los deseos de la carne y sus aspiraciones a lo bello y lo trascendente. Una vez se le desentiesa el principio vital, el hombre se queda tieso. Algún doctor de la Iglesia inventó que los ángeles no tenían sexo, cuando es sólo el ángel inmerso en la criatura quien le impele a penetrar o ser penetrado. A admirar o ser admirado. A pintar o ser pintado. A cantar o ser cantado. El ángel es el sexo de los humanos. Es el demonio el que le aconseja abstenerse, celoso de que las criaturas sean como dioses.
     A mi amigo Gonzalo Arango, cuando andaba pleno de vida y de picardía, le preguntó un periodista: “¿Usted cómo concibe el amor, física o espiritualmente?”, y él respondió: “De ambas formas, pero en la cama.” Porque nadie hace el amor de una forma física, sin que sea la gasolina del espíritu la que le proporcione la fuerza en la empujadera. Algunos animales se huelen el sexo y se siguen, se hacen el amor en el aire, en la tierra y en el agua. Y los humanos hasta en el sueño.
     Tiene espíritu todo lo que se reproduce, sexual o asexuadamente, desde los enormes dinosaurios y torpes mastodontes hasta el autosuficiente ser unicelular. Vamos a limitarnos al ser humano, que es el que escribe, pinta y consume libros y cuadros, goza con ellos, algunos mucho más cuando son eróticos porque es el erotismo el gran satisfactor de los sentidos de que fue dotado por el gran arquitecto lúbrico.
     No es bueno que el hombre esté solo, pensó el Señor, y le dio a Eva (y Lilith), pero después también a Homero (y Virgilio), a Picasso (y Dalí), a Bach (y Beethoven). Porque de nada valen sólo los éxtasis amorosos del cuerpo si no se acompañan con orgasmos espirituales. Con la “emoción estética” de que hablan los eruditos artísticos.
       Hace veintitantos años uno de estos enviados de Dios de quienes la humanidad sospecha porque vienen recubiertos de la pasión por el arte y la poesía y un sobretodo rijoso, Fernando Guinard se llama, me propuso la elaboración de un libro redentor, “El Espíritu Erótico, para amantes estéticos”  ( 1 ).
     Sería una fusión, una difusión, una transfusión, jamás una disfunción y más bien una venida al tiempo, de obras pictóricas colombianas y poemas mundiales cuyo tema fuera el sexo manifiesto, el mandamiento que no figuró en las tablas: “Haz el amor bien y no mires a quién”. Lo siento con mis malquerientes, pero con la frase anterior acabo de superarme como pensador y como teólogo. Pareciera el slogan para una bacanal sibarita.
         El mismo personaje, que en el camino se atrevió con un envión similar titulado El Espíritu Creador, donde también le hice la segunda como creativo, se propuso una segunda venida de El Espíritu Erótico, con nuevas propuestas plásticas y conservando la mayoría de los poemas eternos.

         Es bien persistente, Fernando, como un buen polvo, pues en polvo eres estuvo a punto de convertirse en la última jornada, emergencia médica de la que lo salvó la obsesión con la obra y las manos milagrosas del cirujano que operó y las de una esbelta chiquilla que suturó, Emilce Rivera, encontrada en el momento que era en el camino de los elegidos, quien le ha sido derrotero no derrotable y brújula bruja. Y es quien ahora coordina a este descoordinado. Y le ayuda con el diseño de una preciosa entrega virtual, la Revista Ojos (no Sojo), que llega gratuitamente a todo aquel que la solicite.
         Porque ahora que comienza la paz, hay que estar bien aceitado para el amor.
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* Publicado (parcialmente) en
EL PAÍS, Cali, Agosto 16, 2016
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