lunes, 17 de noviembre de 2014

Defensa Jurídica de la Cultura Taurina. Leonardo Medina Patiño. DERECHO TAURINO

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En su 2a. etapa, provisional, publican y difunden 
NTC … Nos Topamos Con 

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Defensa Jurídica de la Cultura Taurina

Leonardo Medina Patiño

LIBRO sobre DERECHO TAURINO

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Fotografía y texto en la contracarátula

Fotografía:

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PRESENTACIÓN
Por Leonardo Medina Patiño


Desde niño, cuando escuchaba los “olés” que al unísono salían de la plaza de toros en las tardes de diciembre, me interesó conocer este mundo, que no veía, solo oía, que imaginaba. Y recuerdo a mi señora madre que me llevaba a ver toreo bufo y novilladas, que incentivaron mi afición. Tiempo después, acudí una tarde decembrina a ver una corrida de toros, justo Castella estaba al ruedo, bailando suavemente frente al toro, con su muleta, haciendo vibrar los tendidos de Cañaveralejo. Y me impactó tanto su arte, que procuro asistir a las diferentes ciudades donde se realicen corridas de toros, como también donde haya música, ballet, teatro, exposiciones, poesía.
Por eso hoy, desde mi profesión, considero que es inaplazable alzar la voz y edificar una “defensa jurídica”, qué mejor que en beneficio de la cultura taurina, que es ritualística, de tradición, donde convergen y se derivan muchas de las expresiones del arte, incluso del arte contemporáneo.
Por ello, con la afición que me palpita permanentemente, empecé a escribir este libro hace más de un año, con el interés de realizar un análisis de derecho comparado con la legislación de países de la región donde se celebran corridas de toros. Sin embargo, ante los insaciables ataques que contra la fiesta brava el Alcalde Mayor de Bogotá, Señor Gustavo Petro Urrego, inició desde su período de gobierno en el año 2012, estimé necesario enfocar el estudio solamente en la normatividad y la jurisprudencia doméstica.
Inicio precisando lo que diferentes organismos internacionales han promulgado para definir qué es cultura, dado que existen múltiples definiciones de este concepto, según desde la disciplina que se aborde; empero, en el presente caso es estrictamente desde lo jurídico. Por tal razón, encontrarán las diferentes decisiones internacionales de carácter legal, que sobre esa acepción se han proferido.
Definido lo que es cultura, tanto en el orden internacional como en el local, que está en ley de la República, desarrollo lo que la tauromaquia representa para el arte y la cultura en Colombia. Allí es donde el estudio adquiere relevancia, en mi sentir, dado que le imprime el carácter que debe tener la fiesta brava en la sociedad nuestra, y de una manera contundente y objetiva, con fundamento en la Ley, desvirtuar las tesis de los animalistas y anti-taurinos.
También encontrarán la jurisprudencia que ha proferido la Corte Constitucional, toda ella ha sido con una sola línea, el respeto por la cultura, en el entendido que la Constitución Política defiende el multiculturalismo y la protección de las minorías. De ello hago pequeños aportes, para explicar en términos no siempre jurídicos, lo que ha resuelto la corte en determinadas decisiones.
Este libro también propende consolidar un discurso jurídico que nos permita obtener argumentos, no sólo para defendernos sino para enfilar baterías, a fin que las corridas de toros sean declaradas patrimonio cultural de la Nación.
Así que la afición que empezó hace años, se reconforta con la escritura de un texto jurídico –prologado por un grande del derecho Constitucional y un ganadero ejemplar-, y hago parte de ese coro que a viva voz grita los “oleeé”, que antes escuchaba desde afuera, y vibro y lloro con faenas llenas de belleza, de torería, de valor…
Ya ven, que no voy a la plaza con la compañía de mi señora madre, pero sí con la de mis amigos, que conforman casi una hermandad, porque nos identificamos bajo un rito común y buscamos la protección de una especie, como es el toro de lidia: el Rey de la fiesta brava.
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PRÓLOGO
No soy abogado, y este libro, que con generosidad me ha pedido prologar el doctor Leonardo Medina Patiño, versa sobre un juicioso e ilustrado desarrollo de la "Defensa Jurídica de la Cultura Taurina". Así pues, en principio, debería sentirme descalificado para tal cometido, no solo por mi precario conocimiento sobre los temas legales, sino por las condiciones excelsas del autor, que a su condición de jurista con especializaciones en Derecho Administrativo y Derecho Constitucional, le suma la pasión taurina que lo ha llevado a participar activamente en organizaciones como la Asociación de periodistas y aficionados taurinos, ASTAUROS, y la Asociación de abonados y aficionados taurinos de Cali, AFITAURI; pero sobre todo, una pasión taurina que comparto y que resolvemos cada fin de año en el coso de Cañaveralejo, en el marco de la Feria de Cali, y desde allí, en donde quiera que podamos estremecernos con las fanfarrias, el colorido y la épica de la fiesta brava. 



Esa pasión compartida es el argumento que, desde lo personal, me da licencia para escribir estas líneas. Pero desde lo institucional, lo asumo como un deber que se desprende de mi condición de presidente de la Federación Colombiana de Ganaderos, FEDEGÁN, aunque, en ocasiones y en algunos círculos, se tenga la falsa percepción de que los criadores de bravo no están integrados a un gremio que, por el contrario, se concentra exclusivamente en los productores de carne y leche. Tal concentración es real – ¿cómo negarlo? – y obedece al peso específico que la producción de carne y leche tienen dentro del sector agropecuario y en la economía colombiana como un todo. Lo que no es cierto es la exclusividad de ese interés gremial en lo que también conocemos como la ganadería comercial. La atención de FEDEGÁN a los criadores de bravo siempre ha existido, aunque tengo que reconocer, con algo o con mucho de inmodestia, que se ha acentuado durante mi gestión, quizás por mi personal condición de taurófilo visceral y empedernido.
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Prólogo
Por Jaime Castro
Durante las últimas décadas surgió una corriente de opinión animalista que promueve y defiende el respeto de todas las especies del reino animal, conservación, así como la prohibición de los tratos crueles que se les puedan causar. Sostiene, inclusive, que los animales tienen derechos. Algunos de sus miembros así lo piensan todavía, aunque el debate sobre este punto parece superado, porque se ha concluido que no los tienen por la sencilla razón de que tampoco tienen deberes u obligaciones. En todas partes se tiene establecido que derechos y deberes hacen parte de una misma ecuación. Para decirlo con lenguaje popular, van de la mano. Así lo establece nuestra Constitución, entre otros, en sus artículos 2, 95-1, 152, lit. a.
Que los animales no tengan derechos, deberes ni obligaciones, tampoco conciencia, no quiere decir que no sean seres vivos que poseen sensibilidad, razón por la que los seres humanos tenemos obligaciones y deberes para con ellos. Este reconocimiento-los animales sienten-reemplaza la teoría de sus derechos y es el punto de partida para la promulgación de la normatividad que los protege y defiende y sanciona los malos tratos de que son objeto. Esta legislación, que ya es frecuente y cada día de mayor contenido, también acepta como excepción aquellos casos en que por valores superiores sus rigurosas normas no son aplicables. Las altas cortes y los especialistas que se han ocupado del tema han concluido que las citadas excepciones se justifican por cuatro grandes razones:
-Investigación científica: La ciencia médica no avanzaría si sus laboratorios no pudiesen utilizar los llamados conejillos de indias.
-Campañas sanitarias: Es sabido que muchos animales trasmiten enfermedades de distinto orden a la especie humana.
-Alimenticias: Los animalistas coherentes, que defienden a capa y espada sus puntos de vista con vegetarianos. La mayoría tal vez no tiene ese grado de coherencia, porque son carnívoros sin ninguna clase de reservas. Joaquín Sabina, el conocido cantautor español, dice que cuando les sirven un bistec no preguntan si la res murió de vieja o de muerte natural. También son amantes de otros mamíferos, pollo y pescado bien preparados.
-Prácticas culturales de las sociedades: Grupos humanos que las conservan en el mundo de hoy porque son costumbres tradicionales que expresan y lo simbolizan su temperamento, su manera de ser, inclusive, su concepción y visión de la vida y el arte. De este acápite hacen parte algunas prácticas religiosas y la fiesta taurina.
Dentro de los animalistas está el capítulo de los anti-taurinos que también piden que se prohíban las corridas de toros. Muchos de ellos, igualmente, piden que se proscriban la pesca, la caza, la hípica, el coleo y las riñas de gallos. Igualmente piden que se prohíba la utilización de los canes en las tareas de vigilancia que cumplen la fuerza pública y las agencias de seguridad; y de los equinos como animales de silla y de carga.
La gran mayoría de los animalistas presenta sus puntos de vista y posiciones a través de los medios autorizados por la ley y los hace valer, o trata de hacerlos valer, ante las instancias y autoridades encargadas de tomar decisiones sobre la materia. También, es respetuosa de quienes no comparten sus apreciaciones y debate con altura con quienes tengan puntos de vista y posiciones diferentes.
Con otras palabras, la mayoría de los animalistas defiende posiciones respetables, aunque algunas de ellas no se compartan. Lo hacen, por ejemplo, cuando promueven la defensa de especies en vía de extinción.

Los sesudos comentarios del profesor Medina Patiño a la normatividad vigente despejan las dudas que algunos pudieran tener sobre la validez jurídica de las corridas de toros y la obligación que tienen los alcaldes de permitir su realización. Así lo acaba de ratificar la Corte Constitucional en su sentencia t-296 que promulgó el 2 de septiembre de 2014 y en la que ordenó “restituir de manera inmediata Lasantamaria como plaza de toros permanente para la realización de espectáculos taurinos y la preservación de la cultura taurina”.


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PRESENTACIÓN

INVITACIÓN
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***  20 DE NOVIEMBRE, 2014, Cali, 7:00 PM
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--- Defensa Jurídica de la Cultura TaurinaLeonardo Medina Patiño. LIBRO sobre DERECHO TAURINO, ACCEDER Y NAVEGAR. http://ntc-narrativa.blogspot.com/2014_11_17_archive.html . ALLÍ: Detalles e información sobre el libro y el autor. PRESENTACIÓN. Por Leonardo Medina Patiño.PRÓLOGO. Por José Félix Lafuurie Patiño. Prefacio. Por Jaime Castro. Invitación al lanzamiento el 20 de noviembre. NTC ... enlaces
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El toro y la moral
Por Julio Cesar Londoño
Julio Cesar Londoño
La Plana.  El País, Cali,  Noviembre 20 de 2014 
Los escritores son proclives a los bajos instintos. Los héroes de la literatura clásica son una prostituta, como en Molly Flanders de Daniel De Foe, un asesino como en Ricardo III de Shakespeare, un ladrón como en Los miserables de Víctor Hugo, o un ladrón asesino como en Crimen y Castigo de Dostoievski.
¿Por qué no escogen personajes edificantes? La respuesta es fácil: para no aburrir al lector. A nadie se le ocurre escribir sobre una señora fiel ni sobre un señor que paga los impuestos. El drama se nutre del conflicto, y el conflicto siempre está relacionado con la ética o con el código penal. Tampoco pueden ponerse los escritores a fustigar el crimen porque entonces la gente puede pensar que son pastores. O candidatos a corporaciones públicas.
Pero tampoco son apologistas del crimen, como lo prueba el hecho de que todos sus bandidos terminen en la horca o presos o atormentados por su propia conciencia. Los escritores quizá simpaticen con el ladrón, pero abominan del asesino casi tanto como del policía. Y como no les sienta bien rasgarse las vestiduras ante el crimen, ni aplaudirlo, entonces lo contemplan con piedad y lucidez y nos muestran las presiones que llevan a Raskolnikov a darle hachazos a una viejita usurera; o nos descubren que es la mera vanidad lo que hace del protagonista de La caída, de Albert Camus, un juez intachable.
Cervantes también es amoral. Con frecuencia don Quijote pronuncia discursos con visos legalistas y palabras piadosas, pero eran sólo mañas de Cervantes para despistar a sus carceleros, como bien observó Macedonio Fernández. Descreía de la justicia, «que siempre aparece en el libro como algo oscuro, lejano y peligroso», como anota Vargas Llosa.
Dicen que era creyente, pero lo cierto es que con frecuencia se le zafan vainazos heréticos. «Detrás de la cruz está el diablo». «La gente es como Dios la hizo, Sancho, y a veces peor». Hay un pasaje que ilustra su recelo de los tribunales, de los divinos y los terrenos. Un día don Quijote se topa con una caravana singular. Se trata de una jaula tirada por dos percherones y custodiada por gendarmes. Pero en la jaula no llevan animales sino hombres. Son unos pillos que trasladan de un pueblo a otro. Viendo a esos prójimos tratados como fieras, a don Quijote se le calienta el «celebro», combate y reduce a los gendarmes y les abre la jaula a los pillos «porque si estos hombres son culpables ya el Señor se ocupará de ellos». Lo cierto es que los pillos se fugan, nunca son recapturados por la justicia, y el Señor tampoco se vuelve a ocupar de ellos en el resto del libro porque Dios será todo lo que se quiera pero nunca sapo.
La amoralidad contribuye a la permanencia de las obras por dos razones: primero, porque la moral cambia con el tiempo y la geografía; y segundo, porque a los intelectuales, que son el grueso de la clientela del arte, los fascina la anarquía.

P.D.: Hay dos cosas con las que no puedo: las corridas de toros y la literatura del derecho. Soy muy civilizado para las primeras y muy salvaje para la segunda. Y esta semana me dieron dos tazas: Defensa jurídica de la cultura taurina, del abogado, escritor y taurófilo Leonardo Medina Patiño, un libro que glosa las leyes sobre diversidad cultural con la elegancia de un teorema y con una prosa que ya la quisieran muchos escritores, e ilustra sus apreciaciones con suertes taurinas descritas con una poesía que dan ganas de correr a tomar la alternativa. En suma, es un libro que las autoridades deberían prohibir para proteger al mundo de su diabólica influencia..
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   DE: ARMANDO BARONA MESA

LEONARDO MEDINA PATIÑO
CEREMONIA DE LANZAMIENTO DEL LIBRO
DEFENSA JURÍDICA DE LA CULTURA TAURINA
CIUDAD.
         Apreciado Leonardo:
         Un compromiso ineludible me priva del placer de acompañarte en tan importante acto. Pero quiero expresarte en estas pocas líneas la admiración que me suscita tu trabajo alrededor de un derecho en la tauromaquia. Pienso que esa inquietud intelectual tuya te ha llevado a adentrarte en un tema que parecería un poco exótico, si no fuera porque antes que tú un ex presidente muy querido por todos los colombianos, Guillermo León Valencia, se atrevió en una conferencia memorable a comparar la política y los toros. Entonces, apriorísticamente, también parecía exótico, hasta que su palabra le dio un vuelo extraordinario a sus ideas y en adelante se habló mucho de los toros y la política, por una gran similitud en los lances, el arrojo, el arte el valor y lo que era la política de entonces.
         La tauromaquia se remonta a Creta, donde se tuvo un gran culto por los toros, a los que los artistas enfrentaban a base de saltos o el esfuerzo físico de sujetar sus cuernos poderosos. Allá, como en Egipto, había una aureola religiosa alrededor de la estampa majestuosa e imponente del toro. De hecho el Minotauro era un hijo de Zeus y en Egipto el toro era divinizado.
         La cultura española, forjada por la herencia de aquellos cultos, quizás por el origen cartaginés de muchos pueblos peninsulares, inmemorialmente estuvo al lado del toro. Del desafío de su poder a base del arte del movimiento que se llamó bizarría y luego tronío, altivez, salero, gallardía, donosura, trapío, glamur y más que se aprecia en el paso y el movimiento del torero. El juego entre la vida y la muerte, entre el desprecio por la fuerza bruta y la respuesta del delgado y atlético matador, fascinando con su garbo los ojos hipnotizados de un público ansioso.
         Esa fiesta se lleva dentro en la cultura hispana-latina y se ha convertido en una enciclopedia de conocimientos, en una escuela de erudición y en una pasión inefable. Yo hoy no amo las corridas, pero no puedo menos que recordar a García Lorca en el tríptico a Ignacio Sánchez Mejías, de sentir aquella doble ansiedad y arrobamiento, ante el toro imponente, o ante el matador que todo lo entrega a un arte que lleva en la sangre y por él muere.
         Y, naturalmente, hay un derecho que gobierna la fiesta. En una oportunidad me llamó como abogado Félix Rodríguez Antón, aquel gran diestro español convertido a la sazón en ganadero, para que interpusiera un recurso legal, del derecho taurino, ante el tribunal creado en la plaza de Cali.
         Tengo mucho deseo de mirar ese libro, de estudiarlo a fondo y aun de descubrirle aquellas facetas del escritor de que habla Julio César Londoño, cuya escritura se esconde detrás de las normas para resaltar al taurino y al jurista que salta al ruedo a escarbar, con el buen idioma castellano, de qué manera se manejaban las reglas de la Fiesta Brava en la época de Antoñete, o de Joselito, o de Manuel Rodríguez y de Paquirri, ante cuyo recuerdo siento que se me sale una lágrima.
                 Recibe el abrazo de tu amigo,
          ARMANDO BARONA MESA
 Cali, noviembre 20 de 2014 
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En su 2a. etapa, provisional, publican y difunden 
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