sábado, 5 de mayo de 2012

PARECÍA UN GALÁN DE CINE, ERA MOREIRA. Eduardo Delgado Ortiz. Colección El Solar.

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* Se actualiza periódicamente. Mayo 5, 2012

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PARECÍA UN GALÁN DE CINE, ERA MOREIRA
Eduardo Delgado Ortiz

Cuentos y Relatos. Narrativa. 20 libros 

 Marzo 2012. 

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Carátula y solapa del libro. 
Ilustración: "De la noche (Bar)" del Maestro Ever Astudillo. Todas las 20 carátulas de la Colección son obras suyas.  
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PRÓLOGO

PARECÍA UN GALÁN DE CINE,  ERA MOREIRA
Por. Omar Díaz Saldaña              
Catedrático Universidad del Valle.
                                                                                                                                                                                                     
Esta selección de cuentos, de Eduardo Delgado Ortíz, tiene como telón de fondo la ciudad de Cali y, quienes hemos transitado por ella sentimos la claridad perceptual de los objetos que la habitan y la cercanía de la voz y la palabra; todo en ella, al igual que estas historias, fluye con rapidez: “como el sol de mediodía acariciando el asfalto y una Harley Davidson dejando a su paso una reverberación en el aire”. En esa tarea, por demás paciente y laboriosa, de ir dejándose llevar por la trama de los relatos, vamos, en cada instante, sintiendo las calles, las esquinas que esconden la traición, las luces de neón que contornean los cuerpos de mujeres lascivas entregadas a las pulsiones del deseo, la subjetividad, la experiencia interior explorando los fantasmas de la sexualidad, el patrón  imponiendo el orden, en el barrio, persuasivamente a la fuerza, y la muerte que llega como un corolario de la existencia. Esa es la ciudad que palpita en estas narraciones.
Pareciera que a esa celeridad del mundo correspondiera el cuento como género literario, en donde el espacio y el tiempo representado en la ficción se contrajeran y los acontecimientos narrados fuesen percibidos velozmente por el lector. En la lectura de los siete relatos que componen el libro, sentimos que el tiempo subjetivo, que asociamos con nuestra experiencia de ir reconstruyendo la trama, pasa de prisa, porque nos atrapan, y cada frase corta, formada recursivamente con las palabras precisas tensiona nuestro espíritu. Quizá la sensibilidad de nosotros como lectores corresponda a la naturaleza del cuento como forma de ficcionar la realidad. “El azar me llevó a conocer, en el barrio la casona del Distrito de Agua Blanca a Francisco Moreira, Alias el Zarco, quien murió en su ley una tarde de febrero en una celada tendida por su compadre y de quienes escribí alguna página”.  Este comienzo del “Impredecible” ejemplifica lo que venimos señalando, la conjunción de momentos en una celeridad narrativa que sin preámbulos va directamente a los acontecimientos que precisan el crimen y la traición.
Y parecía un galán de cine, era Francisco Moreira, alias el Zarco, representa y tipifica un personaje, una clase o sector social producto de la emergencia de las nuevas condiciones económicas y sociales del narcotráfico, las cuales han penetrado hasta los rincones atómicos más íntimos de las relaciones sociales. Moreira, Alias el Zarco, es un personaje típico y al mismo tiempo individual; era alto, piel canela y sus ojos azules ocultaban con fingida maroma de buena gente la sevicia que guardaban sus entrañas. Era un hombre para el que poco o nada de valor tenía la vida, hacía de la muerte, de sus ejecutorias y de los sentenciados o sentenciadas, el objeto del ajuste de cuentas. Moreira es un personaje vivo, intenso, real y profundamente individual, de ahí su complejidad: “era un amigo incondicional, generoso; era devoto de la Virgen del Carmen, guardaba su estampa como amuleto, “Dios te salve María…”, se santiguaba y se iba a cumplir los encargos”. En la caracterización de los personajes que habitan en los textos se refleja el conocimiento, por parte del autor, de la realidad, de las personas que nutren sus ficciones.
Pero no se trata de aquel realismo ingenuo que mediante la descripción fotográfica de la vida, cree suplantar la imaginación creadora. “Parecía un galán de cine, era Moreira”, hace de la realidad, de la vida de los hombres y mujeres de los barrios populares de la ciudad de Cali, una verdadera mentira, construyendo personajes que hablan y viven en un ambiente imaginado pero al mismo tiempo verosímil, logrando así, meter al lector, directamente, sin situaciones intermedias o de transición, en la unidad dinámica, vital y emocional del relato. Francisco Moreira, Alias el Zarco, Mefisto Caravallo, Alias Caparroja, Raúl Villareal, Antonio, Isabella, Chila, Alejandro, pueblan un universo, donde el ambiente sórdido, violento y criminal se conjuga con el lenguaje duro y directo de la acción. Nacieron y se criaron en la calle, en el barrio, donde sólo sobreviven los más aptos, los más fuertes, los más violentos, los que no respetan ninguna norma o código, pues su propósito es imponerse a toda costa sobre los demás defendiendo su territorio. Las calles de La Fortaleza, Siloé, La Casona, los vieron nacer, templarse y también morir. No se trata de la representación de élites, de clases sociales que detentan el poder, de industriales o banqueros, ni tampoco de la clase media, por el contrario, es gente que la desigualdad social ha marginado y emergen con violencia para instalarse en el “escenario”.
Parecía un galán de cine, era Moreira se diferencia de las narraciones clásicas del género, en tanto estas hacen del crimen un acontecimiento que, entre otros aspectos, se precisa y adquiere significado en relación al orden establecido, pues es una violación al estatuto de convivencia y, en segundo lugar, se requiere del investigador que examine la causa y al sujeto asesino. Aquí no hay nada de eso, no podría haberlo, toda vez que no hay sanción moral al crimen, se produce como algo natural propio del accionar de los personajes en el ambiente donde viven y transitan.
Raúl descendió del carro sólo. Había dejado los escoltas, le había prometido a Isabela que pasaría la noche con ella. También traía comida, trago y el regalo de navidad, pero no alcanzó a cruzar la verja del antejardín. “Por vos, Isabella, mi amor”, escuchó decir y sintió que una fugaz sombra brillante le segaba el aliento”. Así termina el cuento “Por vos, Isabella mi amor”, sin el purito de la razón investigativa que explique deductivamente el asesinato pues sólo una fugaz sombra brillante le segaba el aliento.

Quizá no sea tan claro clasificar esta selección de cuentos dentro de la novela negra, entendida en el marco de la concepción clásica de este género. Mucha agua ha corrido bajo el puente desde sus inicios; más aún, las condiciones sociales que dieron su origen se pueden ubicar en Norte América y Europa, donde las formaciones de los estados nacionales se afirmaban en la consideración de la legalidad y el control policial sobre los ciudadanos. En la tradición, siempre o casi siempre aparece el detective, la razón que, por encima de todo lo real, hace del razonamiento deductivo, paso por paso, la búsqueda de la verdad y del asesino. Por otro lado, la razón argumenta en favor del peso del delito y de la penalización correspondiente. En “Parecía un galán de cine, era Moreira”, el establecimiento, en tanto cohersión, está ausente y cuando aparece lo hace tangencialmente como en el “Impredecible”: Mefisto Caravallo, Alias Caparroja, Mano negra de los tres jefes del Valle, personajes a los que el bloque de búsqueda había puesto en prisión. El poder del Estado con sus aparatos de represión, con su inteligencia y poder de persuasión no aparece verticalmente en la estructura de los relatos, no entra determinantemente en lo narrado. Casi siempre el ajuste de cuentas, el asesinato, en ese mundo ficcional, no es penalizado pues se considera que todos están por fuera de la ley como el Zarco que murió en la cama número 19 del hospital. Fue enterrado como NN. Estas consideraciones orientan la posibilidad de una poética diferente a la tradicional de la novela negra y tiene que ver, de alguna manera, con las condiciones de nuestro país, en donde la descomposición moral se ha empotrado en las élites que gobiernan y, en el escenario se cruzan y bifurcan las fuerzas policiales del estado, la guerrilla y el narcotráfico, indistinguibles en muchas ocasiones.  Sin embargo, algo de la tradición narrativa del género podemos traer a colación: el ritmo narrativo, la intensidad en la secuencia de las acciones, la violencia, el crimen, cierto heroísmo individual y el lenguaje directo de la acción.
Otro movimiento de esta representación ficcional tiene que ver con “La experiencia interior”, con el hurgar, hasta en lo más íntimo del ser, los fantasmas que desde temprana edad invaden nuestra mente y nuestro cuerpo. Ya viejos o viejas, no nos queda más que recordarlos y dejar que la memoria vaya seleccionando los momentos, los espacios, las claraboyas, el ojo que mira por el resquicio, el olfato que ansía lo salubre, la mano que transforma el deseo en realidad, el oído que escucha los gemidos. En esa búsqueda de representar lo transgresor, Eduardo Delgado nos golpea de nuevo, ya no con la dureza del crimen, sino con el espejo de nuestra propia “alma”. En esa dicotomía que se expresa en la cultura occidental entre lo interior y exterior, en donde lo primero afirma la razón, el pensamiento, y, lo exterior el cuerpo, lo sensible, lo que se corrompe y es portador del mal; estas narraciones, por su contenido y forma, afirman el deseo, el cuerpo, la sexualidad como forma de la subjetividad y de relacionarse con el otro. Se trata de otro sentido de la interioridad humana; se explora la vida de los hombres y mujeres en relación a lo íntimo, a la experiencia que solo puede ser individual; sensaciones, emociones y pensamientos que se producen y se pulsionan mediante la sexualidad y el erotismo, diferenciándolos del sexo, toda vez que este se caracteriza biológicamente por la diversidad. Estos cuentos tratan de un tema profundamente moderno, pues el “yo” está relacionado, en cierto sentido, con la interioridad. En ellos no se presenta la tensión entre el bien y el mal; por el contrario, se naturaliza la sexualidad. Se narra en primera persona, elemento formal, técnico, que hace más vívidas las historias, pues van sucediéndose como parte de la vida cotidiana e íntima del personaje. “Parecía un galán de cine, era Moreira”, “Alias Caparroja”, “Impredecible”, “La voz conocida”, “Por vos, Isabella mi amor”, representan, mediante un lenguaje directo, vívido y exento de maniqueísmo, momentos particulares de la condición humana; se nutren de la realidad que nos circunda e imaginativamente hacen del crimen una de las más bellas artes. Las otras piezas, “La Mano”,” La Experiencia Interior”, “El Cristo de plata”, convierten la subjetividad, a través de la experiencia interior, en la expresión de los deseos, afirmando la identidad personal a través de las pulsiones de la sexualidad y el erotismo. Ambos se entretejen en el mundo imaginario de Eduardo Delgado Ortíz, produciendo una totalidad en la que se refleja el manejo de los recursos literarios, la artesanía de la palabra, el sentido y significado del arte de narrar. Estos cuentos, quizá nos muestran, como en un espejo, parte de lo que devenimos como nación y como individuos. No dilatemos, entonces, más su lectura.
Omar Díaz Saldaña.
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PARECÍA UN GALÁN DE CINE, ERA MOREIRA       
EPILOGO
Las piezas que componen este libro corresponden al género realista con cierta dosis fantástica y racionalista. Parecía un galán de cine, era Moreira; Alias caparroja y la Voz conocida quieren mostrar ese universo del poder y sus miserias y hasta donde el hombre puede llegar en esa búsqueda desquiciada de lo absoluto. El Cristo de plata, La mano y La experiencia interior  no hace más que refrendar esta hipótesis donde la muerte abre una puerta en el éxtasis  sexual; como sea,  los sentidos juegan su papel macabro en la ola creativa: te saboreo, te palpo podría decir el personaje de Por vos, Isabella, mi amor, el cual  pretenden evocar una metáfora sobre el crimen, como la soñó, en alguna ocasión, Thomas de Quincey en El asesinato como una de las bellas artes. A fin de cuentas su influencia en el pos-romanticismo europeo fue decisiva. Su “escritura maldita” pone en ridículo aquellos valores a los que la sociedad pretendía darles el carácter de sagrado, mostrando lo humano. Bien dice el poeta “Si el crimen es un hecho diario, hay que darle la forma estilística que merece para elevarse al rango sobrecogedor de lo sagrado”.  Por lo demás toda no más que una  vana complacencia especulativa.


 Eduardo Delgado Ortiz


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Texto en la solapa del libro (Los enlaces y notas son de NTC ...) 

Eduardo Delgado Ortiz

Cofundador de Cali-Teatro, del grupo el Zhair y de la revista Metáfora, ganadora del premio Colcultura, de la cual fue jefe de redacción. Sus ensayos de autores vallecaucanos, sobre el cuento norteamericano y latinoamericano y la novela negra, han sido publicados en suplementos literarios, en revistas y sus cuentos han sido publicados en múltiples antologías.

Ha publicado el libro de cuentos Como tinta de sangre en el paladar, Minotauro Editores, 1999. La novela Por los senderos del sur , Programa editorial Universidad del Valle, 2004 ( 1 ). El libro de ensayos La geometría del crimen, Minotauro Editores, 2007. El libro de cuentos La experiencia interior,  2008. Y la novela DionisiaMetáfora Ediciones, 2010. En 2009 fue finalista en el IX Concurso de novela Cámara de Comercio de Medellín.
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Notas: (1) Tercera edición: Octubre 2011. 
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Enlaces sobre Eduardo Delgado Ortiz
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DETALLES DE LA COLECCIÓN


Cuentos y Relatos. Narrativa. 20 libros 

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