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ntcgra@gmail.com Cali, Colombia.
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Ampliaciones y complementaciones :
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.‘Mortajas cruzadas’
Lina María Pérez
Seix Barral. Bogotá. Abril de 2008. 233 pp.
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Esta novela explora la desazón de un hombre que sufre una agobiante infertilidad creativa y una sequía prolongada de afecto. Adolfo Valdivia, un escritor cercano a los cuarenta, siente que pierde su juventud a medida que se aleja de la inspiración. Después de publicar su primera novela las palabras no fluyen, no halla el tono.
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Empeñado en escribir sobre la muerte, y ante el malabarismo de su autenticidad y la fragmentación de sus identidades, Adolfo contrata a Oliviana, una estudiante que se gana la vida haciendo crucigramas, para que recoja impresiones en funerarias bogotanas.
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Utilizando contrastes de voces, de lenguaje, de formas de ver la vida y concebir el amor, la autora lleva al lector por una historia llena de vericuetos y misterios en la que, con un guiño de sarcasmo y humor negro, ahonda en las paradojas y perplejidades de los seres comunes.
LA AUTORA
Fuente de la foto : http://www.eltiempo.com/culturayocio/credencial/originalesdiciembre2008/ARTICULO-WEB-PLANTILLA_NOTA_INTERIOR-4690979.html y allí texto, que se presenta más adelante, sobre la autora y este libro
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La autora nació en Bogotá en 1949. Su cuento “Silencio de neón” * fue galardonado en 1999, en la modalidad de género negro, con el Premio Internacional de Cuentos Juan Rulfo convocado por Radio Internacional de Francia. Además, sus cuentos "Sonata en mí" y ‘Bolero para una noche de tango’ obtuvieron el Premio Nacional de Cuento Pedro Gómez Valderrama en 2000, y el XXXII Premio Internacional de Cuentos Ignacio Aldecoa 2003, convocado en España.
Ha publicado ‘Cuentos sin antifaz’ (2002); la biografía de Vladimir Nabokov ‘A la sombra de una nínfula’ (2004); el cuento infantil ‘Martín Tominejo’ (2006) y ‘Cuentos punzantes’ (2006). Varios de sus relatos han sido incluidos en antologías de narradores colombianos.
(Fuente: http://extroversia.universia.net.co/html/arteylit/index.jsp?actualConsecutivo=1315 )
* http://www.clubcultura.com/clubliteratura/clubescritores/juanrulfo/1premios.htm y
* http://www.clubcultura.com/clubliteratura/clubescritores/juanrulfo/1premios.htm y
http://www.sre.gob.mx/francia/resul.htm (Versión completa del cuento “Silencio de neón” en internet: http://ntc-narrativa.blogspot.com/2009_02_01_archive.html )
...
Algo más de y sobre la autora:
* http://escritorescolombianos.blogspot.com/2006/11/lina-mara-prez.html Reseña biográfica
* http://www.odradekelcuento.com/4odradek12.htm Elogio de la locura de escribir cuentos. Por LMP (Odradek No. 12)
* http://www.odradekelcuento.com/2odradek6.htm Vestido nuevo (Cuento) por LMP (Odradek No. 6)
* http://ntc-narrativa.blogspot.com/2008/10/odradek-el-cuento-ciclo-lecturas-y.html Participación de LMP en “Ciclo sobre el cuento” Fiesta del libro de Medellín 2008
* http://casadeasterion.homestead.com/v9n35muerte.html “Los colores de la muerte (cuento) por LMP
* http://cvc.cervantes.es/el_rinconete/anteriores/marzo_06/17032006_01.htm
Lina María Pérez Gaviria Por Helena Araújo
* http://www.odradekelcuento.com/4odradek12.htm Elogio de la locura de escribir cuentos. Por LMP (Odradek No. 12)
* http://www.odradekelcuento.com/2odradek6.htm Vestido nuevo (Cuento) por LMP (Odradek No. 6)
* http://ntc-narrativa.blogspot.com/2008/10/odradek-el-cuento-ciclo-lecturas-y.html Participación de LMP en “Ciclo sobre el cuento” Fiesta del libro de Medellín 2008
* http://casadeasterion.homestead.com/v9n35muerte.html “Los colores de la muerte (cuento) por LMP
* http://cvc.cervantes.es/el_rinconete/anteriores/marzo_06/17032006_01.htm
Lina María Pérez Gaviria Por Helena Araújo
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Fragmentos de "Mortajas cruzadas".
Cap. 4.
El recuerdo de mi mamá es agridulce. De niña me parecía tan alta que nunca me alcanzaron los brazos para estrecharla. Y mayor, nunca lo hice. No eran los brazos sino el corazón el que no se resolvía a alcanzarla. Ella tenía su mundo. Libros y crucigramas. Me sentaba cerca para mirarla y velar su concentración sobre aquellas cuadrículas blancas y negras. La imitaba llenando papeles con trazos torpes. Un día le pedí que me enseñara a poner rayitas en los cuadritos blancos como lo hacía ella en los suyos.
- No son rayitas sino letras. Forman palabras que se cruzan con otras. – Y me mostraba cómo la misma E de PERLA servía para escribir ESTRELLA.
Me compró libros de pasatiempos y explicó los malabares de las palabras. Aprendí que nuestro alfabeto tenía sólo veintisiete figuritas. El misterio de saberlas combinar para que nombraran las cosas fue uno de mis hallazgos asombrosos. La relación limitada que tuve con ella no fue otra cosa que un lazo de palabras. Me aferré a ese punto de contacto y aprendí que la vida es un cruce de vocablos, de ideas, de emociones, de nombres, de recuerdos. Asumí la existencia como un enorme crucigrama, una enorme cuadrícula con huecos negros y blancos en la que atinar significaba dar con las palabras precisas. Con esa motivación fabrico uno a la semana para El Espejo. Pagan poco pero al menos cultivo los restos de melancolía. La mamá de Marcial Ovalle se cruza con alguna palabra que se clava en el corazón. Simulo rezar el Padre Nuestro. Adolfo mueve los labios. Puedo jurar que paladea alguna herejía.
Quiero ser cualquier mota de polvo que vuela en remolinos, irresponsable, sin afán, buscando un puntico donde posarse.
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Cap. 8
- Los rituales mortuorios me atraen. No me interprete mal, tengo cierta inclinación a husmear el tinglado de los entierros, a observar a la gente que acompaña a los muertos. Es un tema que me da vueltas.
Quise adivinar el impacto de sus palabras. Ella seguía impasible mi discurso mentiroso mientras me impulsaba para improvisar alguna fórmula.
- Me propongo examinar nuestras costumbres funerarias, narrarlas en un espacio estético... sí, eso es... – vas por buen camino, imbécil ingenioso -, usted asistirá a los velorios, a los cementerios, a los crematorios, a las iglesias... La contrato para mirar: eso es todo. En un país con tantos muertos, es una estupidez no aprovecharlos para contar, o mejor interpretar la forma como les echamos tierra. Oliviana, - pronuncié su nombre en un afán de borrar las distancias, de sentirme cerca sin mi aparatoso escritorio de por medio - debe observar, no con ojos de socióloga, sino con los de las emociones. Captar lo que está detrás de toda esa puesta en escena.- En un cajón removí papeles y saqué un cuaderno. Arranqué dos páginas con algunos apuntes sobre un cuento que no se dejó contar, y se lo extendí.
- Quiero notas sobre los ritos, retratos de personas, en especial de los deudos, reseñas sobre los muertos, descripciones minuciosas de los lugares, las atmósferas, puede poner de su propia cosecha todo lo que quiera...
- Ajustaré los horarios de la universidad.
- Vendrá dos o tres veces por semana, organizaremos el material y me dará sus impresiones. Algunas veces iré con usted – celebré mi idea - Sí, cuatro ojos son más eficientes que dos.
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Cap. 12.
El acuerdo eficaz con el que Sandra y Adolfo han suplido sin ataduras las necesidades de camaradería y sexo se empezó a venir abajo hace más de seis meses. Sandra es una mujer bonita, de esas que todos miran de pies a cabeza. Tan educada, tan puesta en su sitio. En la cama manda al diablo sus reglamentos sociales y obedece al mandato de su cuerpo desinhibido. En ella, la vida aparenta triunfar pero no es así. Su existencia es ordenada con meticulosidad, como si la pusiera a congelar tajada por tajada en esas cajas de plástico que se usan en la cocina para clasificar los alimentos. Sandra es la mujer más previsible. Lleva siempre en la mano izquierda un celular del que no se desprende, como una extensión de su brazo, de su ánimo, de su eje en el mundo. Es raro encontrar personas que no tengan esa relación obsesiva con un objeto tan entrometido en la vida. Sandra se convirtió para Adolfo en una mujer a un celular pegada. Quiere soltarse de ella antes de que acabe ahogándolo en una convivencia aburrida. Detesta la vida que imagina con ella: un sofá tapizado de gobelinos con castillos legendarios, cuadros coloniales en las paredes, jarrones con flores exóticas y tapetes persas sobre el suelo. Lo peor: un marco de plata con una fotografía de ella vestida de blanco, y él a su lado en el rol de novio convencional. Muchas de las relaciones que ha tenido se han sostenido pegadas por el desamparo, y está hastiado. Sandra no es la mujer para él ni él, el hombre para ella:
Sólo la soportas desnuda o en cine donde no tienes que hablarle. ¡Qué vergüenza tu docilidad y el desgano con los que pasas casi todas las tardes a La Petite Maison su restaurante en la Zona Rosa, tan artificialmente francés y que dirige como si fuera una fábrica de relojes suizos. Su mundo no te interesa; pertenece al de una Zona Rota del resto del país, una pasarela de apariencias en la que no encajas. Intentas ajustar tus mecanismos interiores a su sonrisa calculada, a su estilo liviano de vivir, a su manera de hablar mucho y no decir nada. El sexo tejió su propia ficción y trabajó con su potencia para conseguir que los dos cedieran sus soledades sin mayores trámites. Ella, no lo niegues, te exhibe como su mascota intelectual. Empezaste a sentirte ajeno en su reality en el que se compite por prestigios volátiles y donde la tarjeta de presentación más eficaz es la de crédito. Cómo te molesta que los comensales de su restaurante ordenen en francés, no compren pan sino baguette, hablen de sus lecturas imprescindibles que empiezan en la basura de la Nueva Era y se estrellan en las revistas que glorifican el mundo liviano donde viven. Miras con sarcasmo esa pasarela rosa donde las mujeres desfilan con sus cuerpos siliconados y sus sonrisas paralizadas en botox para tender redes en hombres y mujeres que montan el mismo carrusel. Educada para el matrimonio, Sandra te espera paciente. Presume que te quiere, bueno, es lo que le dice su cuerpo ardiente cuando se junta con el tuyo. Bien sabes que los asuntos de la piel – y con ella han sido gratificantes, cómo negarlo - no siempre tienen que ver con el amor. Plutarco insiste en que la mandes al demonio, que es ella la que te tiene estancado.
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Cap. 17
Pablo y Doble R eran una pareja de hombres bellos y cultos. Se amaban sin antifaces y supieron acomodar con elegante desfachatez los artilugios de la vida social. ¡Espléndida provocación! Todos querían estar cerca del resplandor atrevido que emanaban. Eran mirados con aprobación, los tocaban, pero con guante invisible, porque untarse, ni hablar. Así de lejitos como para no contagiarse de quién sabe qué porquerías. Se conocieron en el lanzamiento de un libro cualquiera. Las señales inequívocas comenzaron a mandar su carga de profundidad. Pablo se enamoró de él, de su cuerpo, de su belleza desvergonzada y también de su alegría y de su ignorancia inocente que poco a poco desterró de su espíritu. Sentía celos infernales si otros lo miraban, él era suyo, todo él… le pertenecieron sus poros, su aliento, sus olores escondidos, su tierna voz amanerada, su ingenua egolatría, sus manías domésticas, sus reclamos y dádivas. Desde que lo conquistó con el desenfreno de sus deseos, nunca volvió sus ojos ni su piel ni su pasión hacia otros, ni hombres ni mujeres. Jamás desfilaron en defensa del Orgullo Gay ni abanderaron ningún movimiento en pro de los derechos homosexuales. Los tomaron por la derecha, sin pedir permiso, jugando abiertamente a la no marginalidad y a cero clandestinidad. Se exhibieron en fiestas, cocteles, conciertos, asados, frijoladas, ajiacos y paellas. No, lo de salir del clóset no era con ellos. Nunca habían entrado, y desbordaban simpatía y provocación.
Cap. 37.
Brazos, piernas, bocas, lenguas y savias, tus pliegues y los míos, manos ávidas, movimientos, gemidos y besos y más besos, y tu nombre y el mío, y cierras los ojos y yo los abro, y los cuerpos piden y dan, las pieles cuentan sus secretos. Lafinur crece, se expande, es un muñeco de caucho que ocupa todo el espacio y acomoda mi figura pequeñita entre su cuerpo. Mi felicidad en ese instante es elástica como un resorte: estira y encoge hasta que revienta. En el aire flotan palabras inasibles, huidizas, y en un segundo, amor se escribe con cuatro letras horizontales, y luego, una espada vertical atraviesa su núcleo. Dormir, soñar.
Cap. 44.
…se resguardan detrás del ángel, amparados en las alas de piedra. Pretendes echar un vistazo, al fin y al cabo, no tienes nada qué temer. Tu cuerpo encogido se pega al suyo, concreto en su espesor pero inalcanzable. Su cercanía te eclipsa y deseas rodearla con tus brazos, meter tu cabeza entre la melena desordenada, buscar su cuello con tu lengua, y con un giro suave pero rotundo, poner sus labios al alcance de los tuyos para inventar una manera inédita de besarla. Se te hace agua la boca. Cobijados bajo las nalgas turgentes y atrevidas del ángel, piensas en besos alborotados y desinhibidos para ella con bríos de lengua y éxtasis de suspiros. Frena tus impulsos, guarda los gestos que revelen la desmesura de tus deseos.
¿A cuenta de qué me estaba metiendo en una historia mediocre y convencional con el referente de una misteriosa mujer que parece salida de una pintura? La presencia de los dos personajes superaba las leyes de las casualidades. Oliviana soltó mi mano y se acomodó, a cierta distancia, para lograr un mejor ángulo de visión. Me sentí desamparado en una cueva sin salida. Algún Adolfo me señaló con el dedo y se burló de mí. Mi situación era patética, un embrollo sin pies ni cabeza, con las narices pegadas a las nalgas de un ángel, mi literatura apoyándose en mis tontas argucias, al lado de una mujer que probablemente duerme con otro hombre.
La gente se arremolinó en torno a la figura casi estática e inexpresiva de la viuda. La solemnidad que minutos antes pesaba en el ambiente fue reemplazada por una descarada ola de voces y saludos. Los mismos gestos, los abrazos, los pésames de rigor. Comencé a aburrirme de la escena repetida con el mismo libreto, esta vez con la pompa correspondiente a la clase de muerto.
Cap. 85
Plutarco se detuvo ante la ventana y con su manera burda dio un viraje a la conversación:
- Sé cómo podemos volvernos ricos. Una escuela para la inteligencia destinada a Sandras y a todas las de su especie; y también para los hombres que se acomodan a ellas… no te burles… piensa en esos hombrecitos y mujercitas de vida mediocre, con gustos deplorables, satisfechos con sus mundos estrechos y banales. No son capaces de expresar una idea, desconocen las normas mínimas de la gramática, se escudan en lugares comunes. Da lástima el esfuerzo que hacen por parecer inteligentes. Sí, Adolfo, es una idea brillante, una escuela que enseñe a pensar, a hablar, a desafiar la ramplonería de los gustos masivos…
Adolfo observó divertido cómo se transformaba en palabra el ping-pong de la mente de Plutarco.
- … un programa académico contra la estupidez…
- Hay que derrotar el marasmo enciclopédico de la educación tradicional. Hablo de nuestras relaciones culturales y éticas con el pasado, la sociedad, los árboles, los animales, el arte, el saber… y también con la libertad y las sumisiones, con la felicidad y las renuncias… todo, Adolfo, demanda inteligencia. Mira a tu alrededor, puedes contar con los dedos de la mano a aquellos que la usan…
Cap. 104.
El viejo edificio de cinco pisos y ventanas cuadriculadas se tiñó de un gris casi transparente. Tuve una visión repentina: la construcción arrancaba sus cimientos desprendiéndose de los muros adyacentes y elevándose como si una cometa lo halara hacia el cielo. Quedó un hueco enorme, un abismo negro en cuyo borde yo hacía equilibrio para no caer. Me despabilé percibiendo la masa concreta, ineludible, con su boca abierta por donde salían y entraban personas comunes con nombres de verdad y destinos inciertos. En la ventana no había señas de movimiento. Aquel era apenas un lugar de paso.
Cap. 115
Lo de siempre: nuevas fosas comunes, asesinatos de dos concejales, el suicidio de una prostituta, el entierro del ex presidente, el crimen de los once diputados y sus cadáveres refundidos, las siamesas que no resistieron la separación de sus espaldas… Las noticias de hoy comenzaban con un titular en la primera página que me recordó la visita a la fiscalía: Cae pez gordo. El hombre de las mil caras. Mis dedos perdieron fuerza, se convirtieron en un manojo de tentáculos endebles mientras sostenían el periódico con la foto de Lafinur.
Cap. 4.
El recuerdo de mi mamá es agridulce. De niña me parecía tan alta que nunca me alcanzaron los brazos para estrecharla. Y mayor, nunca lo hice. No eran los brazos sino el corazón el que no se resolvía a alcanzarla. Ella tenía su mundo. Libros y crucigramas. Me sentaba cerca para mirarla y velar su concentración sobre aquellas cuadrículas blancas y negras. La imitaba llenando papeles con trazos torpes. Un día le pedí que me enseñara a poner rayitas en los cuadritos blancos como lo hacía ella en los suyos.
- No son rayitas sino letras. Forman palabras que se cruzan con otras. – Y me mostraba cómo la misma E de PERLA servía para escribir ESTRELLA.
Me compró libros de pasatiempos y explicó los malabares de las palabras. Aprendí que nuestro alfabeto tenía sólo veintisiete figuritas. El misterio de saberlas combinar para que nombraran las cosas fue uno de mis hallazgos asombrosos. La relación limitada que tuve con ella no fue otra cosa que un lazo de palabras. Me aferré a ese punto de contacto y aprendí que la vida es un cruce de vocablos, de ideas, de emociones, de nombres, de recuerdos. Asumí la existencia como un enorme crucigrama, una enorme cuadrícula con huecos negros y blancos en la que atinar significaba dar con las palabras precisas. Con esa motivación fabrico uno a la semana para El Espejo. Pagan poco pero al menos cultivo los restos de melancolía. La mamá de Marcial Ovalle se cruza con alguna palabra que se clava en el corazón. Simulo rezar el Padre Nuestro. Adolfo mueve los labios. Puedo jurar que paladea alguna herejía.
Quiero ser cualquier mota de polvo que vuela en remolinos, irresponsable, sin afán, buscando un puntico donde posarse.
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Cap. 8
- Los rituales mortuorios me atraen. No me interprete mal, tengo cierta inclinación a husmear el tinglado de los entierros, a observar a la gente que acompaña a los muertos. Es un tema que me da vueltas.
Quise adivinar el impacto de sus palabras. Ella seguía impasible mi discurso mentiroso mientras me impulsaba para improvisar alguna fórmula.
- Me propongo examinar nuestras costumbres funerarias, narrarlas en un espacio estético... sí, eso es... – vas por buen camino, imbécil ingenioso -, usted asistirá a los velorios, a los cementerios, a los crematorios, a las iglesias... La contrato para mirar: eso es todo. En un país con tantos muertos, es una estupidez no aprovecharlos para contar, o mejor interpretar la forma como les echamos tierra. Oliviana, - pronuncié su nombre en un afán de borrar las distancias, de sentirme cerca sin mi aparatoso escritorio de por medio - debe observar, no con ojos de socióloga, sino con los de las emociones. Captar lo que está detrás de toda esa puesta en escena.- En un cajón removí papeles y saqué un cuaderno. Arranqué dos páginas con algunos apuntes sobre un cuento que no se dejó contar, y se lo extendí.
- Quiero notas sobre los ritos, retratos de personas, en especial de los deudos, reseñas sobre los muertos, descripciones minuciosas de los lugares, las atmósferas, puede poner de su propia cosecha todo lo que quiera...
- Ajustaré los horarios de la universidad.
- Vendrá dos o tres veces por semana, organizaremos el material y me dará sus impresiones. Algunas veces iré con usted – celebré mi idea - Sí, cuatro ojos son más eficientes que dos.
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Cap. 12.
El acuerdo eficaz con el que Sandra y Adolfo han suplido sin ataduras las necesidades de camaradería y sexo se empezó a venir abajo hace más de seis meses. Sandra es una mujer bonita, de esas que todos miran de pies a cabeza. Tan educada, tan puesta en su sitio. En la cama manda al diablo sus reglamentos sociales y obedece al mandato de su cuerpo desinhibido. En ella, la vida aparenta triunfar pero no es así. Su existencia es ordenada con meticulosidad, como si la pusiera a congelar tajada por tajada en esas cajas de plástico que se usan en la cocina para clasificar los alimentos. Sandra es la mujer más previsible. Lleva siempre en la mano izquierda un celular del que no se desprende, como una extensión de su brazo, de su ánimo, de su eje en el mundo. Es raro encontrar personas que no tengan esa relación obsesiva con un objeto tan entrometido en la vida. Sandra se convirtió para Adolfo en una mujer a un celular pegada. Quiere soltarse de ella antes de que acabe ahogándolo en una convivencia aburrida. Detesta la vida que imagina con ella: un sofá tapizado de gobelinos con castillos legendarios, cuadros coloniales en las paredes, jarrones con flores exóticas y tapetes persas sobre el suelo. Lo peor: un marco de plata con una fotografía de ella vestida de blanco, y él a su lado en el rol de novio convencional. Muchas de las relaciones que ha tenido se han sostenido pegadas por el desamparo, y está hastiado. Sandra no es la mujer para él ni él, el hombre para ella:
Sólo la soportas desnuda o en cine donde no tienes que hablarle. ¡Qué vergüenza tu docilidad y el desgano con los que pasas casi todas las tardes a La Petite Maison su restaurante en la Zona Rosa, tan artificialmente francés y que dirige como si fuera una fábrica de relojes suizos. Su mundo no te interesa; pertenece al de una Zona Rota del resto del país, una pasarela de apariencias en la que no encajas. Intentas ajustar tus mecanismos interiores a su sonrisa calculada, a su estilo liviano de vivir, a su manera de hablar mucho y no decir nada. El sexo tejió su propia ficción y trabajó con su potencia para conseguir que los dos cedieran sus soledades sin mayores trámites. Ella, no lo niegues, te exhibe como su mascota intelectual. Empezaste a sentirte ajeno en su reality en el que se compite por prestigios volátiles y donde la tarjeta de presentación más eficaz es la de crédito. Cómo te molesta que los comensales de su restaurante ordenen en francés, no compren pan sino baguette, hablen de sus lecturas imprescindibles que empiezan en la basura de la Nueva Era y se estrellan en las revistas que glorifican el mundo liviano donde viven. Miras con sarcasmo esa pasarela rosa donde las mujeres desfilan con sus cuerpos siliconados y sus sonrisas paralizadas en botox para tender redes en hombres y mujeres que montan el mismo carrusel. Educada para el matrimonio, Sandra te espera paciente. Presume que te quiere, bueno, es lo que le dice su cuerpo ardiente cuando se junta con el tuyo. Bien sabes que los asuntos de la piel – y con ella han sido gratificantes, cómo negarlo - no siempre tienen que ver con el amor. Plutarco insiste en que la mandes al demonio, que es ella la que te tiene estancado.
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Cap. 17
Pablo y Doble R eran una pareja de hombres bellos y cultos. Se amaban sin antifaces y supieron acomodar con elegante desfachatez los artilugios de la vida social. ¡Espléndida provocación! Todos querían estar cerca del resplandor atrevido que emanaban. Eran mirados con aprobación, los tocaban, pero con guante invisible, porque untarse, ni hablar. Así de lejitos como para no contagiarse de quién sabe qué porquerías. Se conocieron en el lanzamiento de un libro cualquiera. Las señales inequívocas comenzaron a mandar su carga de profundidad. Pablo se enamoró de él, de su cuerpo, de su belleza desvergonzada y también de su alegría y de su ignorancia inocente que poco a poco desterró de su espíritu. Sentía celos infernales si otros lo miraban, él era suyo, todo él… le pertenecieron sus poros, su aliento, sus olores escondidos, su tierna voz amanerada, su ingenua egolatría, sus manías domésticas, sus reclamos y dádivas. Desde que lo conquistó con el desenfreno de sus deseos, nunca volvió sus ojos ni su piel ni su pasión hacia otros, ni hombres ni mujeres. Jamás desfilaron en defensa del Orgullo Gay ni abanderaron ningún movimiento en pro de los derechos homosexuales. Los tomaron por la derecha, sin pedir permiso, jugando abiertamente a la no marginalidad y a cero clandestinidad. Se exhibieron en fiestas, cocteles, conciertos, asados, frijoladas, ajiacos y paellas. No, lo de salir del clóset no era con ellos. Nunca habían entrado, y desbordaban simpatía y provocación.
Cap. 37.
Brazos, piernas, bocas, lenguas y savias, tus pliegues y los míos, manos ávidas, movimientos, gemidos y besos y más besos, y tu nombre y el mío, y cierras los ojos y yo los abro, y los cuerpos piden y dan, las pieles cuentan sus secretos. Lafinur crece, se expande, es un muñeco de caucho que ocupa todo el espacio y acomoda mi figura pequeñita entre su cuerpo. Mi felicidad en ese instante es elástica como un resorte: estira y encoge hasta que revienta. En el aire flotan palabras inasibles, huidizas, y en un segundo, amor se escribe con cuatro letras horizontales, y luego, una espada vertical atraviesa su núcleo. Dormir, soñar.
Cap. 44.
…se resguardan detrás del ángel, amparados en las alas de piedra. Pretendes echar un vistazo, al fin y al cabo, no tienes nada qué temer. Tu cuerpo encogido se pega al suyo, concreto en su espesor pero inalcanzable. Su cercanía te eclipsa y deseas rodearla con tus brazos, meter tu cabeza entre la melena desordenada, buscar su cuello con tu lengua, y con un giro suave pero rotundo, poner sus labios al alcance de los tuyos para inventar una manera inédita de besarla. Se te hace agua la boca. Cobijados bajo las nalgas turgentes y atrevidas del ángel, piensas en besos alborotados y desinhibidos para ella con bríos de lengua y éxtasis de suspiros. Frena tus impulsos, guarda los gestos que revelen la desmesura de tus deseos.
¿A cuenta de qué me estaba metiendo en una historia mediocre y convencional con el referente de una misteriosa mujer que parece salida de una pintura? La presencia de los dos personajes superaba las leyes de las casualidades. Oliviana soltó mi mano y se acomodó, a cierta distancia, para lograr un mejor ángulo de visión. Me sentí desamparado en una cueva sin salida. Algún Adolfo me señaló con el dedo y se burló de mí. Mi situación era patética, un embrollo sin pies ni cabeza, con las narices pegadas a las nalgas de un ángel, mi literatura apoyándose en mis tontas argucias, al lado de una mujer que probablemente duerme con otro hombre.
La gente se arremolinó en torno a la figura casi estática e inexpresiva de la viuda. La solemnidad que minutos antes pesaba en el ambiente fue reemplazada por una descarada ola de voces y saludos. Los mismos gestos, los abrazos, los pésames de rigor. Comencé a aburrirme de la escena repetida con el mismo libreto, esta vez con la pompa correspondiente a la clase de muerto.
Cap. 85
Plutarco se detuvo ante la ventana y con su manera burda dio un viraje a la conversación:
- Sé cómo podemos volvernos ricos. Una escuela para la inteligencia destinada a Sandras y a todas las de su especie; y también para los hombres que se acomodan a ellas… no te burles… piensa en esos hombrecitos y mujercitas de vida mediocre, con gustos deplorables, satisfechos con sus mundos estrechos y banales. No son capaces de expresar una idea, desconocen las normas mínimas de la gramática, se escudan en lugares comunes. Da lástima el esfuerzo que hacen por parecer inteligentes. Sí, Adolfo, es una idea brillante, una escuela que enseñe a pensar, a hablar, a desafiar la ramplonería de los gustos masivos…
Adolfo observó divertido cómo se transformaba en palabra el ping-pong de la mente de Plutarco.
- … un programa académico contra la estupidez…
- Hay que derrotar el marasmo enciclopédico de la educación tradicional. Hablo de nuestras relaciones culturales y éticas con el pasado, la sociedad, los árboles, los animales, el arte, el saber… y también con la libertad y las sumisiones, con la felicidad y las renuncias… todo, Adolfo, demanda inteligencia. Mira a tu alrededor, puedes contar con los dedos de la mano a aquellos que la usan…
Cap. 104.
El viejo edificio de cinco pisos y ventanas cuadriculadas se tiñó de un gris casi transparente. Tuve una visión repentina: la construcción arrancaba sus cimientos desprendiéndose de los muros adyacentes y elevándose como si una cometa lo halara hacia el cielo. Quedó un hueco enorme, un abismo negro en cuyo borde yo hacía equilibrio para no caer. Me despabilé percibiendo la masa concreta, ineludible, con su boca abierta por donde salían y entraban personas comunes con nombres de verdad y destinos inciertos. En la ventana no había señas de movimiento. Aquel era apenas un lugar de paso.
Cap. 115
Lo de siempre: nuevas fosas comunes, asesinatos de dos concejales, el suicidio de una prostituta, el entierro del ex presidente, el crimen de los once diputados y sus cadáveres refundidos, las siamesas que no resistieron la separación de sus espaldas… Las noticias de hoy comenzaban con un titular en la primera página que me recordó la visita a la fiscalía: Cae pez gordo. El hombre de las mil caras. Mis dedos perdieron fuerza, se convirtieron en un manojo de tentáculos endebles mientras sostenían el periódico con la foto de Lafinur.
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Diálogo-entrevista de NTC … con la escritora.
A ella le agradecemos su disposición y amabilidad.
10 de febrero de 2009
NTC. En su caso, ¿la escritura de cuentos ha sido la escuela para la novela?
LMP. No. Cada obsesión temática ha buscado los cauces para hacerse palabra. Mortajas cruzadas nació en el entierro de mi papá, cuando a nuestros amigos les robaron celulares, billeteras, joyas en medio de la gente. El dolor fue reemplazado por la imaginación, y como es sabido, en las funerarias de Bogotá, los letreros de “cuide sus objetos personales” hablan de la institucionalización de robos. Imaginé que quienes los hacen deben ser una banda organizada que asiste, vestida de luto y representando el papel de dolientes. Esa historia se fue creciendo y exigió el género de la novela.
NTC. ¿Se sintió cómoda? ¿Deja el cuento?
LMP. Fue un aprendizaje iluminador. Además no quería escribir la novela lineal tradicional sino plantear contrastes de voces y lenguajes, de situaciones, atmósferas y ritmos. No pienso, como muchos, que la novela como género permite divagar y hasta tener imperfecciones. La narrativa exige solidez argumental, unidad temática, sea en cuento o en novela, no es asunto de páginas. El cuento es un género que se me impone cuando me impacta una imagen, una anécdota o una frase. No puedo evadirlo, establezco con mis historias un acto de amor que debo resolver. Sigo escribiéndolos cada vez con más amor y reverencia por el género.
NTC. Adolfo Valdivia, el escritor de Mortajas, ¿está concebido como el típico fracasado?
LMP. No. El que es un fracasado es Plutarco Valencia que destila resentimiento y amargura en medio de las cuales se permite reflexionar sobre el oficio literario. Adolfo es un malabarista entre su autenticidad y la fragmentación de sus identidades: la del escritor, la del amante, la del amigo, y cuando conoce a Oliviana, se cuestiona sus sinsentidos desde sus múltiples voces internas. Cuando escribe su propia historia titulada ‘Mortajas cruzadas’, se burla de sí mismo, de su literatura, del desastre de su vida amorosa, es un juego en el que parodia sus contradicciones con un guiño de humor negro.
NTC. Oliviana es un personaje que se siente sólido desde el principio.
LMP. Oliviana puede ser cualquier estudiante de la Nacional, pero ella, consciente de su mundo, no pretende salvar al mundo ni a su país, no es una heroína, es un ser humano con conflictos sexuales y amorosos, pero principalmente es el factor económico el que la lleva a aceptar el trabajo-trampa de Adolfo. ¿No es lo económico un determinante en la vida contemporánea? Al escribir los textos sobre los muertos de los entierros, ella analiza la realidad desde su ética social, desde su mirada aguda sobre un país que vomita muertos y fosas comunes frente a la indiferencia de todos. Ella no habla de estúpidos entierros anecdóticos. A ella le obsesionan las palabras, y los crucigramas son una metáfora de la vida: un cruce de palabras.
NTC. ¿Es Mortajas una novela de amor o de aventuras urbanas o sobre el oficio literario o sobre la muerte?
LMP. Podría decirle que sobre todo eso y algo más. Y en ese sentido reconozco que puede ser una novela imperfecta. Quise escribir una novela en la que transcurrieran las vitalidades de unos personajes en un momento de sus vidas. Hay amor con sus misterios y sorpresas; sexo, con todas sus incertidumbres; y hay espacios íntimos y urbanos; música en toda la historia, de Mahler, por ejemplo, porque es una música de contrastes fuertes y un agudo potencial de seducción, eso no es gratuito para la sensibilidad de Adolfo; y hay literatura, autores que me dejaron huella y a quienes hago un guiño; y está la muerte amortajada con pluralidad de significados e incidencias en los personajes; y están el miedo y el desafío, la desesperanza y la carcajada, las paradojas y perplejidades de seres comunes vistos por ellos mismos, por sus fragilidades y fortalezas, por sus máscaras y sus espejos. No es un narrador omnisciente que cree dominar cada resquicio del alma de los personajes.
NTC. Por último, ¿es una novela escrita para mujeres que orinan Chanel Número 5?
LMP. Hay un personaje, Sandra, una mujer que solo piensa en su apariencia, solo vive para parecerse a un maniquí, orina ése perfume exquisito como metáfora de una mujer superficial y sin entrañas. Si una lectora se identificara con ella, sonreirá y querrá saber qué pasa con ella. Mortajas está escrita para lectores que se dejen conducir más allá de la anécdota pero más acá de un ejercicio rebuscado de fórmulas semióticas. Mortajas también es un juego en el que se cruzan parodias, ficciones, realidades. Pretendí que cuando el lector abriera la primera página se enganchara no en una “novelita de suspenso”, sino en una red con sus tramas cruzadas de sucesos, atmósferas, emociones y conmociones. Intencionalmente quise escribir una novela distinta. El lector tiene la palabra.
10 de febrero de 2009
NTC. En su caso, ¿la escritura de cuentos ha sido la escuela para la novela?
LMP. No. Cada obsesión temática ha buscado los cauces para hacerse palabra. Mortajas cruzadas nació en el entierro de mi papá, cuando a nuestros amigos les robaron celulares, billeteras, joyas en medio de la gente. El dolor fue reemplazado por la imaginación, y como es sabido, en las funerarias de Bogotá, los letreros de “cuide sus objetos personales” hablan de la institucionalización de robos. Imaginé que quienes los hacen deben ser una banda organizada que asiste, vestida de luto y representando el papel de dolientes. Esa historia se fue creciendo y exigió el género de la novela.
NTC. ¿Se sintió cómoda? ¿Deja el cuento?
LMP. Fue un aprendizaje iluminador. Además no quería escribir la novela lineal tradicional sino plantear contrastes de voces y lenguajes, de situaciones, atmósferas y ritmos. No pienso, como muchos, que la novela como género permite divagar y hasta tener imperfecciones. La narrativa exige solidez argumental, unidad temática, sea en cuento o en novela, no es asunto de páginas. El cuento es un género que se me impone cuando me impacta una imagen, una anécdota o una frase. No puedo evadirlo, establezco con mis historias un acto de amor que debo resolver. Sigo escribiéndolos cada vez con más amor y reverencia por el género.
NTC. Adolfo Valdivia, el escritor de Mortajas, ¿está concebido como el típico fracasado?
LMP. No. El que es un fracasado es Plutarco Valencia que destila resentimiento y amargura en medio de las cuales se permite reflexionar sobre el oficio literario. Adolfo es un malabarista entre su autenticidad y la fragmentación de sus identidades: la del escritor, la del amante, la del amigo, y cuando conoce a Oliviana, se cuestiona sus sinsentidos desde sus múltiples voces internas. Cuando escribe su propia historia titulada ‘Mortajas cruzadas’, se burla de sí mismo, de su literatura, del desastre de su vida amorosa, es un juego en el que parodia sus contradicciones con un guiño de humor negro.
NTC. Oliviana es un personaje que se siente sólido desde el principio.
LMP. Oliviana puede ser cualquier estudiante de la Nacional, pero ella, consciente de su mundo, no pretende salvar al mundo ni a su país, no es una heroína, es un ser humano con conflictos sexuales y amorosos, pero principalmente es el factor económico el que la lleva a aceptar el trabajo-trampa de Adolfo. ¿No es lo económico un determinante en la vida contemporánea? Al escribir los textos sobre los muertos de los entierros, ella analiza la realidad desde su ética social, desde su mirada aguda sobre un país que vomita muertos y fosas comunes frente a la indiferencia de todos. Ella no habla de estúpidos entierros anecdóticos. A ella le obsesionan las palabras, y los crucigramas son una metáfora de la vida: un cruce de palabras.
NTC. ¿Es Mortajas una novela de amor o de aventuras urbanas o sobre el oficio literario o sobre la muerte?
LMP. Podría decirle que sobre todo eso y algo más. Y en ese sentido reconozco que puede ser una novela imperfecta. Quise escribir una novela en la que transcurrieran las vitalidades de unos personajes en un momento de sus vidas. Hay amor con sus misterios y sorpresas; sexo, con todas sus incertidumbres; y hay espacios íntimos y urbanos; música en toda la historia, de Mahler, por ejemplo, porque es una música de contrastes fuertes y un agudo potencial de seducción, eso no es gratuito para la sensibilidad de Adolfo; y hay literatura, autores que me dejaron huella y a quienes hago un guiño; y está la muerte amortajada con pluralidad de significados e incidencias en los personajes; y están el miedo y el desafío, la desesperanza y la carcajada, las paradojas y perplejidades de seres comunes vistos por ellos mismos, por sus fragilidades y fortalezas, por sus máscaras y sus espejos. No es un narrador omnisciente que cree dominar cada resquicio del alma de los personajes.
NTC. Por último, ¿es una novela escrita para mujeres que orinan Chanel Número 5?
LMP. Hay un personaje, Sandra, una mujer que solo piensa en su apariencia, solo vive para parecerse a un maniquí, orina ése perfume exquisito como metáfora de una mujer superficial y sin entrañas. Si una lectora se identificara con ella, sonreirá y querrá saber qué pasa con ella. Mortajas está escrita para lectores que se dejen conducir más allá de la anécdota pero más acá de un ejercicio rebuscado de fórmulas semióticas. Mortajas también es un juego en el que se cruzan parodias, ficciones, realidades. Pretendí que cuando el lector abriera la primera página se enganchara no en una “novelita de suspenso”, sino en una red con sus tramas cruzadas de sucesos, atmósferas, emociones y conmociones. Intencionalmente quise escribir una novela distinta. El lector tiene la palabra.
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COMENTARIOS SOBRE LA NOVELA
COMENTARIOS SOBRE LA NOVELA
Editorial Planeta en su sello Seix Barral, publicó Mortajas cruzadas, de Lina María Pérez. Esta obra entusiasmó mucho a Alba Inés Arias, de la Librería Lerner. "Es un intento bien logrado de armar una especie de caja china, de historias dentro de la historia, esos doblajes del yo, del alter ego, del super yo. Además tiene humor y lo maneja muy bien".
Revista Semana, 6 de diciembre de 2008: Un año de novelas.
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Si algo distingue las ficciones de Lina María Pérez es la capacidad de concentrar con ironía y humor, situaciones que transmiten lo más íntimo y perverso de los seres humanos. En MORTAJAS CRUZADAS llama la atención el espectáculo funerario en una sociedad que refleja a un país angustiado y violento. Como en toda su narrativa, la creación es exorcismo y señalamiento, así como la vida y la escritura, crucigrama de urgencias.
Luz Mary Giraldo. Doctora en literatura, crítica literaria, catedrática de la Universidad Javeriana y la Universidad Nacional de Bogotá.
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Leer a Lina María Pérez es ausentarse, por un momento, de nuestra realidad para ser espectador de otras realidades literarias fascinantes. Su prosa cuidadosa y milimétrica logra un efecto misterioso que nos arrastra, sin aliento, hasta punto final, a la espera de un seguro desenlace inesperado. Pero, además, es encontrarse con un prosa limpia y respetuosa, que uno como lector siempre agradece.
Carlos Restrepo. Editor cultural del diario El Tiempo, Bogotá, Colombia.
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MORTAJAS CRUZADAS es una novela collage donde hay monólogos interiores, una polifonía de voces que te seducen por su sinceridad y fuerza expresiva y, como en las matriuscas, esas muñecas rusas que colmaron nuestra necesidad de extrañamiento, encontramos en Mortajas cruzadas, rostros que se duplican, voces que la recorren reveladoras de nuestras propias obsesiones inconscientes, un juego de espejos que seduce; ese humor desgarrado que provoca risa y llanto. Es una obra donde Lina María Pérez, demuestra su talento de narradora, utilizando las técnicas contemporáneas de la novela, sorprendiéndonos gratamente como una voz poderosa en el panorama de la literatura femenina colombiana.
Henry Posada, Director del programa radial Tintos y Tintas de la Universidad Nacional, U.N.radio 98.5 F.M.
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Por esas cosas raras de este oficio tuve que ir aplazando la lectura de la novela "Mortajas Cruzadas" hasta cuando por fin pude leerla. Y lamenté no haberla leído antes: ¡me encantó! No soy muy bueno para meterme en los laberintos de la crítica pero creo que es un texto que muestra toda la madurez de la autora como escritora, me parece que el paso del cuento a la novela fue muy afortunado y pienso que debería seguir en este género (sin abandonar el cuento, por supuesto). Me gustaron mucho la variedad de voces y la forma como se cruzan, me parece que la escritora se mueve con destreza en la psicología masculina, me gustó mucho el sentido del humor, negro como la misma novela. El libro tiene algo que en fundamental para mí: tiene demonio. Siempre he dicho que al leer un texto debe sentirse que hay un demonio amarrado luchando por salir. El demonio está ahí en esta novela.
Jorge Franco. Escritor
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Enfrentarse a la lectura de MORTAJAS CRUZADAS es una agradable sorpresa y definitivamente un placer, un deleite. Lina María Pérez Gaviria, puede darse por satisfecha, pues cumple plenamente sus propósitos:
"Escribo con la obligación ética y estética de hacerlo lo mejor que puedo para mirar, cuestionar e interpretar la realidad. Escribo para proponer un pacto con el lector, un pacto de esencias y misterios que invite al deleite de la palabra y al más puro goce de la inteligencia".[i]
La novela es un texto decididamente postmoderno, con todas la características de la definida por algún crítico como Generación mutante, pero que a su vez tiene una densidad insospechada en nuestros tiempos.
Nos encontramos ante una escritura ágil, juguetona… La autora disfruta mucho el ejercicio escritural y transmite a lectores y lecturas ese disfrute.
Se trata de una trama bien urdida, en la que se mezclan elementos de suspenso e intriga, de pistas sueltas sobre novela negra… Se conjugan diversos planos: las historias de los protagonistas, las de las funerarias, la suerte de una de esas novelas malas que se van escribiendo a lo largo de los acontecimientos… Se cambia rápidamente la focalización y los lectores somos obligados y obligadas a mirar ágilmente. La estructura nos permite escuchar varias voces y desde distintos lugares se va configurando un cuadro que en últimas nos entrega una historia de amor en medio de desasosiegos, un amor construido en estos mundos en los que la permanente inseguridad no permiten sueños de hasta que la muerte nos separe, sueños que la joven protagonista por su edad, ni ha sospechado. Sobre estas diferentes visiones y planos, dice la autora:
"Quise contrastar voces, lenguajes, formas de ver la vida y concebir el amor. Para Oliviana Tascón es un cruce de palabras y recuerdos; para Adolfo Valdivia, el malabarismo entre su autenticidad y la fragmentación de sus identidades; para Plutarco Valencia, la desmesura del sarcasmo; para Diego García es evasión, y para Irene Polanía, desesperanza…"[1]
Carmiña Navia Velasco, Profesora Titular, Escuela de Estudios Literarios Universidad Del Valle, Cali, Colombia.
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Disfruto en MORTAJAS CRUZADAS la sardonia bogotana, la delicada ironía, diciéndome que el desenvolvimiento de la narración a través de varios niveles constituye una gran riqueza. Gloriosamente libre del gabismo, homenajea a Cortazar y a ciertos anglosajones con una gran finura, con un lenguaje preciso y transparente. Además de los sagaces crucigramas ¿No habrá aquí algo de ajedrez? Literatura inteligente, en escenarios de tanatofilia hispánica, con la huella de las mafias y la violencia social.... el suspenso no flaquea....
Emoción!!!!! Anoche terminé MORTAJAS CRUZADAS!!!!! Caramba, me quedé con ganas de seguir en esos laberintos de amor y sarcasmo, de pasión y perversidad..... Sigo admirando la elaboración del lenguaje, la mesura de los capítulos.......Todo ello muy lejos de romanticismo negro y muy impregnado de un humor surrealista..... Bravo por esa novela!
(Lausane, Suiza, agosto de 2008) Helena Araújo, escritora y crítica literaria.
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Disfruté la novela MORTAJAS CRUZADAS. Felicito de corazón a su autora por este logro impecable tanto en su lenguaje, un lenguaje ya consolidado, como en la eficacia de su técnica. Esa broma macabra que recuerda a veces a Poe se acaba convirtiendo en una trama política de hondas raíces que conectan el mito, los espíritus del mal, con la convulsa situación del país y todo ello nos viene dado como saltando del blanco al negro en verticales y horizontales, igual que en los crucigramas. Lo más importante: que sus lectores disfruten este libro tan jugoso.
Consuelo Triviño, escritora y crítica literaria vinculada al Instituto Cervantes en Madrid, España.
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He leído con gran interés la novela Mortajas cruzadas como una paradoja eros-tanatos. Admiré el excelente tratamiento del tema, con un hilo de humor, con una prosa fuerte y fluida.
Cecilia Balcázar de Bucher, Escritora, catedrática de la Universidad de Los Andes, Bogotà.
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Disfruté la novela MORTAJAS CRUZADAS. Felicito de corazón a su autora por este logro impecable tanto en su lenguaje, un lenguaje ya consolidado, como en la eficacia de su técnica. Esa broma macabra que recuerda a veces a Poe se acaba convirtiendo en una trama política de hondas raíces que conectan el mito, los espíritus del mal, con la convulsa situación del país y todo ello nos viene dado como saltando del blanco al negro en verticales y horizontales, igual que en los crucigramas. Lo más importante: que sus lectores disfruten este libro tan jugoso.
Consuelo Triviño, escritora y crítica literaria vinculada al Instituto Cervantes en Madrid, España.
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He leído con gran interés la novela Mortajas cruzadas como una paradoja eros-tanatos. Admiré el excelente tratamiento del tema, con un hilo de humor, con una prosa fuerte y fluida.
Cecilia Balcázar de Bucher, Escritora, catedrática de la Universidad de Los Andes, Bogotà.
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Credenciales:"Tengo un pacto con la palabra"
Lina María Pérez y su ópera prima 'Mortajas Cruzadas'
Por Margarita Vidal
Revista Credencial http://www.eltiempo.com/culturayocio/credencial/originalesdiciembre2008/ARTICULO-WEB-PLANTILLA_NOTA_INTERIOR-4690979.html
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«El amor por la literatura me atropelló desde cuando estaba en el Gimnasio Femenino. Era pésima en casi todas las materias pero amaba las clases de literatura y redacción. Al colegio teníamos que entrar por la mañana y salir por la tarde de guantes blancos inmaculados. Creo que todavía hay generaciones de mujeres que siguen con guantes blancos porque no quieren mirar una realidad 'contaminante'. Algunas resolvimos tocar, mirar y palpar. Laura Restrepo, Patricia Lara y yo mandamos al diablo el consabido molde: sastre, taconcitos y collar de perlas. Por mi parte, soy atea, contestataria y rebelde y no trago entero. Amo mucho a mi país y por eso lo cuestiono. Me gustan los hombres y mujeres a quienes no les da miedo hacerlo porque me ayudan a interpretarlo, a entenderlo, a celebrarlo y a llorarlo. Me revientan y me entristecen los rebaños que marchan al sacrificio con los ojos abiertos, sin rebelarse, sin una voz de alarma, sin un alarido de advertencia. Pasa cada rato en este país nuestro de la desinformación, donde la gente no lee, no busca la verdad, no elabora argumentos. Aquí nos limitamos a la 'percepción' de las cosas porque nos da miedo profundizar, rascar la costra y descubrir la llaga, sin entender que las heridas que cicatrizan en falso se infectan y se gangrenan. Yo lo único que sé hacer es tratar de interpretar la realidad como telón de fondo de mi literatura, donde actúan mis personajes, prisioneros de su destino. Escribir ha sido mi pasión desde el colegio y, ya en la universidad (Javeriana), donde estudié filosofía y letras y me especialicé en Literatura, se convirtió en lo más importante. Siempre he tenido una imaginación desbordada, audaz y hasta loca, si se quiere. Amé la lectura porque siempre vi a mi mamá con un libro en la mano y porque es una actividad liberadora.
«El amor por la literatura me atropelló desde cuando estaba en el Gimnasio Femenino. Era pésima en casi todas las materias pero amaba las clases de literatura y redacción. Al colegio teníamos que entrar por la mañana y salir por la tarde de guantes blancos inmaculados. Creo que todavía hay generaciones de mujeres que siguen con guantes blancos porque no quieren mirar una realidad 'contaminante'. Algunas resolvimos tocar, mirar y palpar. Laura Restrepo, Patricia Lara y yo mandamos al diablo el consabido molde: sastre, taconcitos y collar de perlas. Por mi parte, soy atea, contestataria y rebelde y no trago entero. Amo mucho a mi país y por eso lo cuestiono. Me gustan los hombres y mujeres a quienes no les da miedo hacerlo porque me ayudan a interpretarlo, a entenderlo, a celebrarlo y a llorarlo. Me revientan y me entristecen los rebaños que marchan al sacrificio con los ojos abiertos, sin rebelarse, sin una voz de alarma, sin un alarido de advertencia. Pasa cada rato en este país nuestro de la desinformación, donde la gente no lee, no busca la verdad, no elabora argumentos. Aquí nos limitamos a la 'percepción' de las cosas porque nos da miedo profundizar, rascar la costra y descubrir la llaga, sin entender que las heridas que cicatrizan en falso se infectan y se gangrenan. Yo lo único que sé hacer es tratar de interpretar la realidad como telón de fondo de mi literatura, donde actúan mis personajes, prisioneros de su destino. Escribir ha sido mi pasión desde el colegio y, ya en la universidad (Javeriana), donde estudié filosofía y letras y me especialicé en Literatura, se convirtió en lo más importante. Siempre he tenido una imaginación desbordada, audaz y hasta loca, si se quiere. Amé la lectura porque siempre vi a mi mamá con un libro en la mano y porque es una actividad liberadora.
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El premio Juan Rulfo me lo gané con “Silencio de neón” en la modalidad de cuento negro, el género que engloba lo policiaco, aunque yo me salgo un poco del esquema que empezamos a leer desde Hamlet hasta Simenon o Agatha Christie. Entendía que si iba a hablar de realidades tan oscuras tenía que meterme en el género pero entrecruzando otros como la crónica, la prosa poética, el cine, las ciencias, la publicidad. Mis obras no son tanto sobre el típico investigador que resuelve un crimen. Me interesan más los personajes y seguir la evolución mental y circunstancial de alguien que se convierte en asesino o en ladrón, simplemente porque se le atraviesan y entrecruzan una serie de hechos, de trampas, que lo van llevando a ser lo que nunca imaginó. Me interesa ver cómo se rompen las muchas éticas del ser humano: religiosas, morales, sociales, porque allí está la dialéctica de la realidad: ¿soy bueno, soy malo, soy asesino, ladrón o santo?
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He tenido una evolución. En mis primeros cuentos, que reuní en Cuentos sin antifaz, donde está “Silencio de neón” -ganador del Juan Rulfo- todo es muy negro. Luego escribí Cuentos punzantes, donde incluí el humor que es parte de mis códigos porque mi familia creció al son de la risa y el gran sentido del humor que manejaba mi papá. Yo diría que del negro pasé al gris y que ahora mi primera novela Mortajas cruzadas toca muchos otros colores. Hay negrura de espanto, pero también luz y eso me encanta. A mí las historias me llegan y entonces me enloquezco si no me pongo a escribirlas porque creo que me las van a robar. Me siento al computador ya con todo resuelto en la cabeza. Siempre tengo cosas que contar porque he educado mi mente para dejar volar la imaginación pero también para organizar y dar forma a sus ficciones. Mi novela -duré siete años escribiéndola- surgió en el entierro de mi papá, donde ese dolor terrible me hizo al final una trampa inesperada y empecé a imaginar la historia de una banda de ladrones, organizada, exquisita y genial, que roba en los entierros elegantes. Ese día llegué a casa y escribí los primeros cinco capítulos seguidos. La historia se fue creciendo y, sin saber a qué horas, se convirtió en novela porque yo no podía quedarme en la anécdota del robo. Surgen entonces el humor, las reflexiones sobre la muerte, sobre la vida, sobre el amor y aproveché también para reírme un poco de las situaciones de indiferencia, de estupidez, de hipocresía, de compromiso, de discriminaciones, de teatro que, de uno u otro modo, existen alrededor de temas profundos y capitales como morirse y como las ceremonias de la muerte. La muerte es lo único cierto que tenemos y hay que enfrentarla así. No creo en el soplo divino que es una fábula bellísima porque, como dijo Borges, la Biblia es la mejor recopilación de cuentos fantásticos. Para mí la trascendencia está en la manera como el hombre quiere perdurar y eso, como me lo enseñó Proust, es simplemente a través del arte, que nos relaciona con la esencia de las cosas: del amor, de las emociones, de los sentimientos, y de esta manera nos rescata y nos salva».
Por: Margarita Vidal
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Coleccionista de entierros
La novela de la colombiana Lina María Pérez, Mortajas cruzadas
Una historia llena de vericuetos con un guiño de sarcasmo y humor negro http://www.vive.in/especiales/feriadellibro2008/libros_flibro/home/ARTICULO-WEB-NOTA_INT_ESPECIAL_VIVEIN-4112515.html
http://www.vive.in/especiales/feriadellibro2008/articulos_flibro/home/ARTICULO-WEB-NOTA_INT_ESPECIAL_VIVEIN-4124115.html
http://www.vive.in/especiales/feriadellibro2008/libros_flibro/home/IMAGEN/IMAGEN-4112531-2.jpg
La novela de la colombiana Lina María Pérez, Mortajas cruzadas
Una historia llena de vericuetos con un guiño de sarcasmo y humor negro http://www.vive.in/especiales/feriadellibro2008/libros_flibro/home/ARTICULO-WEB-NOTA_INT_ESPECIAL_VIVEIN-4112515.html
http://www.vive.in/especiales/feriadellibro2008/articulos_flibro/home/ARTICULO-WEB-NOTA_INT_ESPECIAL_VIVEIN-4124115.html
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El escritor Adolfo Valdivia tiene una extraña manía: colecciona entierros. Imágenes que recolecta en unas fichas para un libro que está escribiendo. Para que lo ayude, ha decidido contratar como asistente a Oliviana Tascón (quien se le está convirtiendo en una obsesión), una joven estudiante que cuadra sus finanzas haciendo crucigramas para una publicación.
Esta es la trama de Mortajas cruzadas, la novela de la escritora colombiana Lina María Pérez, que presenta su colega Mario Mendoza el 26 de abril 2008, a las 7:30 p.m., en la Sala León de Greiff de la Feria del Libro.
"El libro nació entre los mil y un cuentos que rondan en mi cabeza, muchos de los cuales están publicados en Cuentos sin antifaz y en Cuentos punzantes. Después del entierro de mi papá, a muchos de los amigos de la familia les robaron las billeteras y los celulares. Fue hace 7 años. Desde ese momento me obsesionó el tema de los robos en las funerarias, pero no podía explorarlo en un cuento", explica.
Toda su narrativa está impregnada de humor negro. ¿En 'Mortajas' también está presente?
El humor negro es un ingrediente de mi propuesta estética. Me da la posibilidad de iluminar con una sonrisa, con algo de ironía y mirada crítica las voces, el argumento, el lenguaje, y en general, el mundo simbólico de mi escritura. Está presente en Mortajas cruzadas que es el título de la novela que escribe Adolfo Valdivia como un juego en el que parodia sus perplejidades. Es tan marrullero, que me arrebata la pluma y se adueña de la narración, y de paso, su historia, da título a la mía.
¿Qué ha significado el Premio Internacional de cuento Juan Rulfo, de Radio Francia?
Me comprometió con una férrea disciplina y un lento aprendizaje para validar el género negro y a multiplicidad de elementos que conviven en él: amor, violencia, odio, maldad, humor, lumpen como reflejo de un mundo en descomposición. Me comprometió con una búsqueda permanente del sentido de mi oficio literario.
¿Ha evolucionado su narrativa?
Sí mucho. No sólo para explorar esas zonas oscuras en las que las personas rompen con sus éticas e irrespetan los códigos morales, legales, y sociales. Lo negro se abre a otros espectros de la paleta multicolor con que se tiñe la experiencia humana. Es el resultado de mi fascinación por las dialécticas entre las que nos movemos: lo real y lo irreal, el bien y el mal, el fracaso y la esperanza, el drama y la comedia. Antes me obsesionaba el impulso de narrar, de fabular; ahora me empeño en moderar los personajes para que no se me desboquen en su loco deseo por existir. Soy más reflexiva, intento transmitir de manera contenida y concreta, ese poder de persuasión con que ellos se me sugieren para inventarlos.
Publicado el 25 de abril de 2008
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PRODUCTO TRANSGEN(ÉR)ICO
MORTAJAS CRUZADAS, Lina María Pérez. Seix Barral. Bogotá. Abril de 2008. 233 pp.
http://lectorritual.blogspot.com/2008/05/producto-transgenrico.html sábado 10 de mayo de 2008
“No se trata de buscar temas originales. No existen. Escribimos siempre sobre lo mismo. A estas alturas puedes arriesgarte, hacer una propuesta estética sobre el amor y la muerte. No vayas a salir con una novelita pendeja con disparos, sangre, semen y coca.”
Plutarco Valencia le dice ese pequeñísimo manifiesto en contra del Realismo Sucio a Adolfo Valdivia, el protagonista de la primera novela de la cuentista Lina María Pérez, quien –tras abultadas sospechas por cambiar de género- da en el blanco en un juego presentual que ha dejado muchas manchas biches sobre el tablero de las propuestas inauditas de los escritores más jóvenes que se asoman a los paredones blancos y desnudos de la creación, con pocos ambages y sí muchos temores.
Quizás la clave de todo esté en la palabra “estética”, lo que haría que una clase diferente de novela se tenga al frente, “honrada y creíble”, y eso para los tiempos que transcurren, es bastante valioso, por no decir demasiado valioso.
Dos personajes son los ejes de la novela, el ya citado Valdivia –uno más a agregar a la lista de escritores mediocres que pueblan el mundo perezgaviriano: Julio Malaver en “El bello durmiente”, o el endeble concursante de “Bolero para una noche de tango”- y Oliviana Tascón, estudiante de antropología que entra a la vida de Adolfo para servirle de asistente en velorios para capturar aspectos fundamentales del rito de muerte que se maneja en Colombia -pretexto para escribir su nueva novela- y es, también, la encargada de hacer el crucigrama para el periódico El Espejo, elemento que Lina María utiliza no solo para metaforizar algunos momentos de la novela: “Aprendí que la vida es un cruce de vocablos, de ideas, de emociones, de nombres, de recuerdos”, “Me obsesionaba el crucigrama interior con su carga de sospecha: ventana horizontal, toalla vertical; desconcierto horizontal, decepción vertical”, “Cuatro letras horizontales: huir. Es fácil enjuagar la taza del desayuno y cerrar la puerta. Siete letras verticales: quietud. Lo difícil es quedarse y soportar las zancadillas de la realidad inmediata(..)”, sino que estructura la novela a partir de la solución de un crucigrama, haciendo que cada uno de los pequeñísimos capítulos sea una forma de resolución del lado de allá –de la escritora-, aprovechando al lector para que se vaya formando el cuadrado de cuadraditos blancos y negros dentro de su cabeza. Lo que hace un fractal de una novela que a su vez es un fractal, o en otra clase de términos, una novela matrioska, en la que Lina María encarnaría la primera línea como autora real, Adolfo Valdivia la segunda como protagonista de la novela, Humberto Pantoja la tercera como protagonista de la novela que escribe Valdivia, y en algún momento una cuarta línea cuando Pantoja anuncia, por increíble que parezca, una novela dentro de la historia que va contando con la prisa de la emoción.
Y vaya que el resultado no sólo es atractivo sino que encarna una especie de riesgo que se agradece puesto que no sólo rompe con las premisas que se ven frecuentemente en la Lit. Col. hoy en día, sino que entrega una serie de reposadas respuestas en torno a la acumulación de pretensiones afanosas que aparentemente se deben coagular para formar parte de una ecuación.
Considerada una mujer (de novela) negra, ganadora del Juan Rulfo modalidad Semana Negra en 1999( “Silencio de neón” ), las palabras que se cierran dentro de dicho género, son para atender: “defiendo la narrativa negra como una manera de cuestionar la ética del hombre ante sí mismo y ante lo social” y “me pregunté si un escritor de novelas negras tendría la sabiduría para escarbar otras realidades”. Y la respuesta es sí, aunque la realidad colombiana le diría no.
“Nunca había escrito con tanto apasionamiento” se escucha decir al final de la obra.
La propuesta estética que se planteaba al inicio, alejada de los rasgos comunes, poco a poco empieza a, naturalmente, fallar. Como si fuera imposible desatender lo que sucede en una cotidianidad que se debe arriesgar, diariamente, a cruzar para llegar a alguna de las tantas únicas orillas a las que finalmente atendemos el llamado como colombianos.
Una amenaza por aquí, una mentira por allá.
Y atando todo, como una callada mortaja, está el deseo o la incógnita, el amor o el anhelo que, como en las películas, termina ganando, así sea en medio del silencio doloroso por alguna pérdida, casi cualquiera.
Lina María se demuestra una escritora madura y con algo para decir de forma interesante, sugerente y atrevida. El riesgo antes que nada. Y lo hace de forma casi aparte a lo últimamente leído por parte de escritores con ciertos dejos de juventud o con cierto tufillo de disonancia experiencial. Por lo que no me queda más que hacer la pregunta: ¿Vale la pena seguir atendiendo ese slogan de Joven Escritor?
Goethe era un joven viejo, y Vásquez parece un viejo joven, pero entre los dos no pesa más que una manera –o estilo- significativo que se encarga de velar por el desarrollo de la obra. Es decir, el espíritu impregnado dentro de aquello que se va construyendo lentamente y con la calma que da el oficio.
Aquí ya no se puede hablar de edades o tendencias generacionales. Aquí se debe hablar simplemente de resultados. Máxime cuando son buenos. Y aportan algo a la contemporaneidad.
Alguna vez Jordi Bianciotto dijo que la calma también podía ser considerada bella. Lo decía en una época en la que la velocidad apartaba a la ternura del camino y era poco o casi nada lo que se podía disfrutar puesto que el recorrido se creía próximo a su fin en la siguiente curva.
“Mortajas cruzadas” es algo así. Es para una clase diferente de asombro, de lectura, de gozo; porque la complicidad que Lina María le aporta en cada uno de los 126 capítulos hace al lector un activista de eso que se debe llamar amor, porque eso es la lectura, una relación que se va confinando al infinito de cada uno sin ningún tipo de regla, excepto, la de la pureza.
Así que no me queda más que despedirme por hoy y tener la dicha inmensa de creer en alguien, en algo, en eso que descansa en un lugar privilegiado de mi biblioteca y que, como en el amor, puedo acercarme en cualquier momento, con el ingrediente que Lina María siembra dentro de su literatura: la complicidad.
Toda su narrativa está impregnada de humor negro. ¿En 'Mortajas' también está presente?
El humor negro es un ingrediente de mi propuesta estética. Me da la posibilidad de iluminar con una sonrisa, con algo de ironía y mirada crítica las voces, el argumento, el lenguaje, y en general, el mundo simbólico de mi escritura. Está presente en Mortajas cruzadas que es el título de la novela que escribe Adolfo Valdivia como un juego en el que parodia sus perplejidades. Es tan marrullero, que me arrebata la pluma y se adueña de la narración, y de paso, su historia, da título a la mía.
¿Qué ha significado el Premio Internacional de cuento Juan Rulfo, de Radio Francia?
Me comprometió con una férrea disciplina y un lento aprendizaje para validar el género negro y a multiplicidad de elementos que conviven en él: amor, violencia, odio, maldad, humor, lumpen como reflejo de un mundo en descomposición. Me comprometió con una búsqueda permanente del sentido de mi oficio literario.
¿Ha evolucionado su narrativa?
Sí mucho. No sólo para explorar esas zonas oscuras en las que las personas rompen con sus éticas e irrespetan los códigos morales, legales, y sociales. Lo negro se abre a otros espectros de la paleta multicolor con que se tiñe la experiencia humana. Es el resultado de mi fascinación por las dialécticas entre las que nos movemos: lo real y lo irreal, el bien y el mal, el fracaso y la esperanza, el drama y la comedia. Antes me obsesionaba el impulso de narrar, de fabular; ahora me empeño en moderar los personajes para que no se me desboquen en su loco deseo por existir. Soy más reflexiva, intento transmitir de manera contenida y concreta, ese poder de persuasión con que ellos se me sugieren para inventarlos.
Publicado el 25 de abril de 2008
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PRODUCTO TRANSGEN(ÉR)ICO
MORTAJAS CRUZADAS, Lina María Pérez. Seix Barral. Bogotá. Abril de 2008. 233 pp.
http://lectorritual.blogspot.com/2008/05/producto-transgenrico.html sábado 10 de mayo de 2008
“No se trata de buscar temas originales. No existen. Escribimos siempre sobre lo mismo. A estas alturas puedes arriesgarte, hacer una propuesta estética sobre el amor y la muerte. No vayas a salir con una novelita pendeja con disparos, sangre, semen y coca.”
Plutarco Valencia le dice ese pequeñísimo manifiesto en contra del Realismo Sucio a Adolfo Valdivia, el protagonista de la primera novela de la cuentista Lina María Pérez, quien –tras abultadas sospechas por cambiar de género- da en el blanco en un juego presentual que ha dejado muchas manchas biches sobre el tablero de las propuestas inauditas de los escritores más jóvenes que se asoman a los paredones blancos y desnudos de la creación, con pocos ambages y sí muchos temores.
Quizás la clave de todo esté en la palabra “estética”, lo que haría que una clase diferente de novela se tenga al frente, “honrada y creíble”, y eso para los tiempos que transcurren, es bastante valioso, por no decir demasiado valioso.
Dos personajes son los ejes de la novela, el ya citado Valdivia –uno más a agregar a la lista de escritores mediocres que pueblan el mundo perezgaviriano: Julio Malaver en “El bello durmiente”, o el endeble concursante de “Bolero para una noche de tango”- y Oliviana Tascón, estudiante de antropología que entra a la vida de Adolfo para servirle de asistente en velorios para capturar aspectos fundamentales del rito de muerte que se maneja en Colombia -pretexto para escribir su nueva novela- y es, también, la encargada de hacer el crucigrama para el periódico El Espejo, elemento que Lina María utiliza no solo para metaforizar algunos momentos de la novela: “Aprendí que la vida es un cruce de vocablos, de ideas, de emociones, de nombres, de recuerdos”, “Me obsesionaba el crucigrama interior con su carga de sospecha: ventana horizontal, toalla vertical; desconcierto horizontal, decepción vertical”, “Cuatro letras horizontales: huir. Es fácil enjuagar la taza del desayuno y cerrar la puerta. Siete letras verticales: quietud. Lo difícil es quedarse y soportar las zancadillas de la realidad inmediata(..)”, sino que estructura la novela a partir de la solución de un crucigrama, haciendo que cada uno de los pequeñísimos capítulos sea una forma de resolución del lado de allá –de la escritora-, aprovechando al lector para que se vaya formando el cuadrado de cuadraditos blancos y negros dentro de su cabeza. Lo que hace un fractal de una novela que a su vez es un fractal, o en otra clase de términos, una novela matrioska, en la que Lina María encarnaría la primera línea como autora real, Adolfo Valdivia la segunda como protagonista de la novela, Humberto Pantoja la tercera como protagonista de la novela que escribe Valdivia, y en algún momento una cuarta línea cuando Pantoja anuncia, por increíble que parezca, una novela dentro de la historia que va contando con la prisa de la emoción.
Y vaya que el resultado no sólo es atractivo sino que encarna una especie de riesgo que se agradece puesto que no sólo rompe con las premisas que se ven frecuentemente en la Lit. Col. hoy en día, sino que entrega una serie de reposadas respuestas en torno a la acumulación de pretensiones afanosas que aparentemente se deben coagular para formar parte de una ecuación.
Considerada una mujer (de novela) negra, ganadora del Juan Rulfo modalidad Semana Negra en 1999( “Silencio de neón” ), las palabras que se cierran dentro de dicho género, son para atender: “defiendo la narrativa negra como una manera de cuestionar la ética del hombre ante sí mismo y ante lo social” y “me pregunté si un escritor de novelas negras tendría la sabiduría para escarbar otras realidades”. Y la respuesta es sí, aunque la realidad colombiana le diría no.
“Nunca había escrito con tanto apasionamiento” se escucha decir al final de la obra.
La propuesta estética que se planteaba al inicio, alejada de los rasgos comunes, poco a poco empieza a, naturalmente, fallar. Como si fuera imposible desatender lo que sucede en una cotidianidad que se debe arriesgar, diariamente, a cruzar para llegar a alguna de las tantas únicas orillas a las que finalmente atendemos el llamado como colombianos.
Una amenaza por aquí, una mentira por allá.
Y atando todo, como una callada mortaja, está el deseo o la incógnita, el amor o el anhelo que, como en las películas, termina ganando, así sea en medio del silencio doloroso por alguna pérdida, casi cualquiera.
Lina María se demuestra una escritora madura y con algo para decir de forma interesante, sugerente y atrevida. El riesgo antes que nada. Y lo hace de forma casi aparte a lo últimamente leído por parte de escritores con ciertos dejos de juventud o con cierto tufillo de disonancia experiencial. Por lo que no me queda más que hacer la pregunta: ¿Vale la pena seguir atendiendo ese slogan de Joven Escritor?
Goethe era un joven viejo, y Vásquez parece un viejo joven, pero entre los dos no pesa más que una manera –o estilo- significativo que se encarga de velar por el desarrollo de la obra. Es decir, el espíritu impregnado dentro de aquello que se va construyendo lentamente y con la calma que da el oficio.
Aquí ya no se puede hablar de edades o tendencias generacionales. Aquí se debe hablar simplemente de resultados. Máxime cuando son buenos. Y aportan algo a la contemporaneidad.
Alguna vez Jordi Bianciotto dijo que la calma también podía ser considerada bella. Lo decía en una época en la que la velocidad apartaba a la ternura del camino y era poco o casi nada lo que se podía disfrutar puesto que el recorrido se creía próximo a su fin en la siguiente curva.
“Mortajas cruzadas” es algo así. Es para una clase diferente de asombro, de lectura, de gozo; porque la complicidad que Lina María le aporta en cada uno de los 126 capítulos hace al lector un activista de eso que se debe llamar amor, porque eso es la lectura, una relación que se va confinando al infinito de cada uno sin ningún tipo de regla, excepto, la de la pureza.
Así que no me queda más que despedirme por hoy y tener la dicha inmensa de creer en alguien, en algo, en eso que descansa en un lugar privilegiado de mi biblioteca y que, como en el amor, puedo acercarme en cualquier momento, con el ingrediente que Lina María siembra dentro de su literatura: la complicidad.
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Tres textos sobre la novela.
En el blog Mohan, espacio de ejercicio crítico nacido en el Departamento de Literatura de la Universidad Nacional de Colombia" : Mortajas Cruzadas- Lina María Pérez , http://criticaunal.blogspot.com/search/label/Mortajas%20Cruzadas-%20Lina%20Mar%C3%ADa%20P%C3%A9rez .
Allí:
* Novela escrita para mujeres que orinan Chanel No. 5 Por Kevin Sedeño Guillén
* La lectura del Colombiano Por Tania Alejandra Intriago Niño
* Las máscaras Por Diego Fernando Pérez.
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Ampliaciones y complementaciones: 'Mortajas cruzadas'. Lina María Pérez (2)
1 comentario:
Aunque hay temas interesantes, en lo escrito se detectan varios errores de sintaxis, muchas disonancias y poco brillo literario. Tambien hay errores en el relato ganador del premio cuento negro. Da la impresión que los jurados no se fijaron en las fallas gramaticales. Bueno... eso pasa con frecuencia en algunos concursos, aunque les hacen daño a los autores que despues del premio se creen lo máximo y no mejoran./ Esta autora, debe cuidarse de revisar los textos antes de publicar. Se lo digo como buen consejo !
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