viernes, 14 de septiembre de 2012

El triste espectáculo de Vargas Llosa. Por Julio César Londoño

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Gracias al generoso aporte del autor, y con su autorización,

publica y difunde: NTC …Nos Topamos Con 
Septiembre 14, 2012. 10:45 am

Columna de mañana (Sept. 15, 2012) en El Espectador*


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El triste espectáculo de Vargas Llosa*

 Julio César Londoño
Julio César Londoño

...........No he leído La civilización del espectáculo de Vargas Llosa pero me la imagino: la prensa es amarilla, la cultura rosa, la política negra, los ensayos tienen 144 caracteres… el fin se acerca… ¡Arrepentíos!

         La queja de los intelectuales contra la banalización de la cultura es vieja. Ya en el bajo neolítico Adorno trinaba contra la “monstruosa fusión de la cultura, la publicidad y la diversión industrializada”. Habermas veía en los mass media un torpedo fatal contra el pensamiento crítico. Muchos vieron en la radio un engendro frívolo que alejaba a la gente de la lectura. Amante de la discusión viva, Platón veía en los novísimos libros solo pensamientos congelados, fósiles tristes, detestables kindles, digamos.

         Yo no creo que vivamos en una época especialmente inculta. En todos los tiempos la distribución de la cultura sigue la maldición de la campana de Gauss: el grueso de la población vive en una discreta medianía, entre dos vecinos extremos: una rala y culta élite, socialmente variopinta, y una población, igualmente rala, que jamás ha oído hablar de Vargas Llosa… ¡Bienaventurados los simples!

         El humor de los intelectuales está asociado con la edad. Cuando son jóvenes intuyen que todo anda mal pero creen que el futuro será mejor, gracias a ellos, por supuesto. Cuando son mayores descubren que las cosas siguen mal pero se consuelan pensando que el futuro será peor.

Los intelectuales maduros creen que “antes” la gente era más culta y leía más. La realidad es que ellos se movían en círculos donde “todo el mundo” leía y veía cine-arte y, punto importante, todos fornicaban de manera gratuita y aplicada. Cuando pasa el tiempo los amigos se mueren o se van y quedamos en medio de una multitud de extraños, unos sujetos a los que tachamos de superficiales con una mirada rápida y superficial.

         Lo de Vargas es un problema de edad. Por eso detesta el arte moderno, como Botero, otro señor de edad y dotado con más suerte que talento, como Vargas. Ambos, estoy seguro, encuentran más interesante un bodegón que La grieta de Doris Salcedo. Perdónalos, Señor.

         Un paréntesis para los fans del peruano: no digo que él tenga mala ortografía ni que desconozca el manejo de las estructuras narrativas y esas cosas. Es sólo que, qué pena, está muy lejos de Borges, Carpentier, Rulfo, Gabo y Cortázar, para no salir de la órbita del vecindario.

         Está bien que los intelectuales critiquen los gobiernos, el estado de la cultura, los contenidos de los diarios, el mercado, el clima y la composición de los crepúsculos (yo he visto varios asaz chapuceros). Pero deberían saber que nadie resiste cantaletas de 300 páginas, como las de Vargas, Vallejo, Fuentes o Lipovetsky, para salirme un tris del vecindario. Lo dicho: la edad…

         El ensayo corto puede ser amargo y parcial (por ejemplo las columnas de Nicolás Morales en Arcadia) pero un ensayo largo no puede hacerse a punta de bilis y monsergas. Debe reconocer, digamos, que al amarillismo le debemos denuncias graves, como las cacerías de elefantes del rey de España o en qué gasta la nobleza el dinero del erario, amén de cambios tan importantes como la aparición de los capítulos sobre la vida privada en los manuales de historia.

         En “Los bárbaros, ensayo sobre la mutación”, Alessandro Baricco también se ocupa de formas populares de la cultura actual: Google, vinos, fútbol y libros (best sellers). Pero no las mira con ese aire arrogante del intelectual casposo: trata de entender la “frivolidad” de los jóvenes; se permite dudar de la “profundidad” clásica, la que él profesa; diagrama con levedad, sintetiza con tino y palia con poesía la pesadez de la erudición bruta. ¡Aprenda, Vargas, aprenda, que Baricco no le va a durar siempre!   
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MENSAJES RECIBIDOS:
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De: José Prats Sariol ( 1 )

Fecha: 14 de septiembre de 2012,  13:17
Asunto: Re: El triste espectáculo de Vargas Llosa. Por Julio César Londoño. / Columna de mañana (Sept. 15, 2012) en El Espectador*.
Para: NTC ntcgra@gmail.com

Le aconsejo leer "La casa verde", después me dice si Vargas Llosa no es un grande de la narrativa de habla hispana... Lástima, Londoño, porque en lo demás estoy de acuerdo. Pero negarle la sal, la letra y el agua al talentoso escritor peruano, empobrece, y tengo que decirlo, convierte su argumentación en chatarra variopinta. Saludos.

 José Prats Sariol

Visiting Professor. Faculty of Spanish and Peninsular Literature. School of International Letters and Cultures. Arizona State University. Tempe, AZ 85287
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De: Jairo Álvarez


Fecha: 14 de septiembre de 2012.  18:28
Asunto: El triste espectáculo de  Julio César Londoño . Re: El triste espectáculo de Vargas Llosa. Por Julio César Londoño. Columna de mañana (Sept. 15, 2012) en El Espectador *.
Para: NTC ntcgra@gmail.com

Me cuesta creer que un hombre como Londoño pueda escribir lo que escribe (mucha pirotecnia entre otras cosas)  y tenga   la desfachatez de decir que no ha leído el libro del que habla. No creo que su razonamiento tenga ningún peso, habría que ver cuál es la brillantez, la profundidad y pertinencia  de los análisis de Vargas Llosa. Su argumento, es un argumento contra la persona, chochera de viejo.  Definitivamente, Londoño, no puede ocultar la rabia y envidia que le tiene a Vargas Llosa.

Me ha motivado a comprar el libro.

Jairo Álvarez. 
Ing. Químico, UPB, Medellín.
Ph. D. Matemáticas, Cornell U. (USA)
Ex-profesor de la Universidad del Valle, Ex-decano de la Facultad de Ciencias de la UV. 
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de: Anabel Torres *

para: NTC
fecha:         Barcelona (España),  15 de septiembre de 2012,  07:45

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Yo estoy leyendo ahora La civilización del espectáculo de Mario Vargas Llosa. He leído más de la mitad hasta el momento, y a mí me ha gustado el libro. Lo he estado leyendo despacio y con esmero, porque siento que las cosas que me cuenta, y me cuenta cosas que yo no sabía, me hace bien conocerlas. Yo también estaba llena de prejuicios hacia Vargas Llosa -  prejuicios que por cierto no incluyen su obra literaria, la que sí he leído y sé excepcional - sino más bien dirigidos a su ´derechismo´; a detalles como el haber expresado su admiración por Margaret Thatcher cuando se lanzó como candidato a la Presidencia del Perú. Sin embargo, leer con detenimiento este libro me ha revelado un ser que ha dedicado genuinamente su vida a estudiar y explorar, no solo la literatura universal, sino la naturaleza humana; un ser cuya inteligencia vive, crepita o discrepa, a pesar de la ´ancianidad´ de la que es acusado, o de sus puntos de vista políticos. Creo que de centro-derecha y todo, como es, Vargas Llosa también es un demócrata, y por eso puedo leerlo. Y siendo una buena lectora, sé distinguir entre las opiniones y los juicios de valor del escritor, y soy libre de adherirme a ellos, o no, según como me plazca, y el saber que esta obra me ha aportado y con la que me ha ido enriqueciendo.
Quedo perpleja ante la rotunda afirmación aparecida en el primer renglón del artículo de Julio César Londoño titulado El triste espectáculo de Vargas Llosa: ¨No he leído La civilización del espectáculo pero me la imagino´. Y quedo más atónita, si cabe, cuando procede a despotricar contra el libro que acaba de jactarse de no haber leído, en los 40 o más renglones siguientes. La queja que más destaca en este sesudo análisis crítico que hace Julio César Londoño de un libro que no ha leído pero se imagina, se ensaña en la edad de Vargas Llosa. La edad es una cosa que por sí misma, para este autor, nos rinde vetustos, caducados, prejuiciados, torpes, estúpidos, anacrónicos. Además es algo que nos quita o debería quitarnos el derecho a estudiar, creer o crear (escribir ensayos es crear) porque ya estamos mayorcitos. Supongo que los mayores debemos guardar nuestros pensamientos y conocimientos en la más recalcitrante intimidad, así como debemos guardar  nuestra sexualidad, que tampoco está bien vista.
El escritor Londoño afianza su diatriba contra Vargas Llosa y contra los creadores viejos, en general, aludiendo a Botero. Fernando Botero, un hombre que creció al revés y en su edad madura ha decidido con sus pinturas develar las violencias,  irrumpiendo con sus lienzos en los salones del poder; con los estallidos de la sangre ajena derramada, precisamente, por algunos de quienes hasta frecuentan estos salones del poder. Cuando su punto de vista sobre el arte en su juventud, como él mismo expresaba, era que primaran lo estético y la belleza. Botero se ha dicho a si mismo, ¡Basta! y ha virado, con los años vividos,  no en contra de los años vividos, hacia una posición política arriesgada y comprometida y lúcida. Y es más, todavía crea arte. Arte que puede gustarnos o no gustarnos, pero que es una necedad afirmar que no sea arte.
He mirado por curiosidad la biografía del escritor Julio César Londoño y veo que este pipiolo enemigo literario acérrimo por extensión de los creadores maduros, y en particular de Mario Vargas Llosa, ha nacido en 1953, acercándose él mismo, peligrosamente, a los 60 años.  
¿A qué edad se considerará impedido para reflexionar, opinar y crear Julio César Londoño? Porque a los escasos 59 añitos, en el colmo de la inmadurez, se otorga el lujo de destrozar un libro que admite no haber leído.  
Esta vieja poeta de 63 añitos saluda a la juventud.  
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Entre la literatura y la política con Mario Vargas Llosa
A propósito de Perú como país invitado a la 18 Feria del Libro Pacífico, entrevista, del 2001,  con Mario Vargas Llosa,
Por Darío Henao Restrepo
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De: bety roca p

Fecha: 17 de septiembre de 2012 , 11:32

Asunto: FW: El triste espectáculo de Vargas Llosa. Por Julio César Londoño. // Columna de mañana (Sept. 15, 2012) en El Espectador* >
Para: ntcgra@gmail.com

Don Julio César:

Es usted un digno representante de la comunicación pos moderna y deliciosamente litgh, que en un leve y pesado tono, propio de nuestro Mundo feliz, nombra a Adorno, Habermas y a los principales escritores del continente, también descalifica a Lipovetsky y dice "bienaventurados los simples"; sin embargo, no deja usted de anotarse entre los intelectuales en un pragmático implícito.  Desde las no lecturas y el desconocimiento, de los otros, bendice  a los "bienaventurados"; lástima   que esté fuera de ese grupo tan admirado por usted; otra de las ambigüedades esquizoides de nuestro tiempo. 

En una  bipolar  asociación me viene a la mente,  entre repollos y objetos líquidos el más surrealista de los surrealistas; "hipocresía paranoica de cuya perversión conozco sus secretos" . 

La inteligencia pragmática de su artículo sólo confirma la diluyente ensoñación de la ganancia. 

Con el saludo de una pesada exactitud reciba usted mis palabras

PSP
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