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La opinión pública en la
construcción del mito de Vargas Vila
Por Consuelo Triviño Anzola * (escritora colombiana)
Conferencia en la Universidad Central del Ecuador, Quito. Junio 24, 2014 **
NTC ... agradece a la escritora el aporte del texto
y la autorización para publicarlo
En las fotos la escritora, en Quito (junio 20, 2014), con el
jurado **,
del cual hizo parte, y durante su estadía en esa ciudad.
Tomadas de https://twitter.com/danny_fuenmon ,
del cual hizo parte, y durante su estadía en esa ciudad.
Tomadas de https://twitter.com/danny_fuenmon ,
En 1914 José María Vargas Vila escribió La muerte del cóndor, un homenaje a su
amigo Eloy Alfaro asesinado por una turba de fanáticos en el parque de El Ejido
en Quito en 1912. Por entonces, la mayor parte de nuestros países no solo
padecía la falta de libertades sino además la carencia de derechos mínimos
elementales. Como proveedora de materias primas, Latinoamérica era saqueada con
impunidad por los Estados Unidos, de lo que solo sacaban provecho unos pocos,
sobre todo, sus dictadores, quienes habitualmente huían a Europa enriquecidos
después de vaciar las arcas del Estado. Podemos imaginar en aquellos
turbulentos comienzos del siglo XX a ciertos representantes del poder incómodos
con los intentos de cambio en países que luchaban por conquistar sus libertades
y derechos amparados en el liberalismo radical, con héroes de la dimensión de
Alfaro: «tan alto está el Héroe, que espanta la pequeñez de sus verdugos, en
derredor de sus cenizas blancas […]»[1],
diría el panfletario colombiano en el mencionado libro.
El trágico destino de Eloy Alfaro mueve a
reflexionar sobre la construcción de los mitos colectivos, que en las
sociedades humanas empujan las corrientes de opinión, por lo general desatadas
desde las esferas de poder mediante intrigas y manipulaciones, corrientes a las
que, también es verdad, se opone el poder del pueblo con la comidilla o
rumorología capaz de levantar o derruir ídolos que desafían al tiempo.
Precisamente este es el caso de José María Vargas
Vila que hoy nos convoca, no solo por las pasiones que despertó, sino además
por su dimensión latinoamericana, por la influencia que ejerció sobre la masa
de lectores, quienes contribuyeron a la creación del mito. Pero interesa aquí
establecer puntos de contacto entre Eloy Alfaro y Vargas Vila quienes
compartían el ideario liberal soñado por los más románticos constructores de
nuestras naciones. Sabemos que Latinoamérica vivió procesos paralelos en
distintos momentos de su historia, en el intento de modernización de sus
estructuras, lo que puso en tensión las fuerzas liberales contra el régimen
tradicionalista, heredado de la colonia, refractario al progreso y controlado
por la Iglesia católica que dominaba en la esfera pública, tanto como en la
conciencia de los individuos.
En Colombia, los liberales radicales soñaron la más
bella de nuestras utopías, la Constitución de Rionegro de 1863, a la que se acerca la
XII Constitución de 1906 aprobada en Ecuador durante el segundo mandato de Eloy
Alfaro, defensor del liberalismo radical en estas latitudes, por cuyas ideas
había combatido décadas atrás antes del llegar al poder. Este ideario explica
las afinidades con José María Vargas Vila. Ambos se habían inspirado en la
Revolución Francesa y eran defensores de un liberalismo que aquí se plasmó en
reformas en beneficio del pueblo. Con ellos la Iglesia se vio despojada de los
privilegios de que disfrutaba. La Educación pasó a ser responsabilidad del
Estado. Se fundaron escuelas normales, se aprobaron el divorcio y el sufragio
universal; en Colombia, particularmente, se concedieron libertades entre las
que destacaban poder entrar y salir del país sin pasaporte ni autorización;
además, se suprimió la pena de muerte, a la vez que se concedía la ciudadanía
colombiana a cualquier latinoamericano que residiera en nuestro país, pero
además, se instauró un federalismo beneficioso para las regiones. Los radicales
como Alfaro, acariciaban el sueño bolivariano de la Gran Colombia.
Lamentablemente muchos de ellos no eran políticos y tal idealismo, a juicio de
Vargas Vila, hizo que fracasaran al llegar al poder. Lo mismo opinaba Baldomero
Sanín Cano del periodo de gobierno de los radicales en Colombia cuya caída
explicaba por la falta de preparación del pueblo para tales conquistas.
En cualquier caso, el progreso llegaba con ellos bajo la forma de un
barco procedente de Europa cargado de mercancías, junto con otras formas de
vida e ideas, que exigían circular a lo largo del país proveedor de materias
primas. Como consecuencia de la actividad económica, generada durante ese
periodo predominantemente librecambista, Colombia avanzó también en las
comunicaciones: el telégrafo, las carreteras y el ferrocarril, igual que en Ecuador
donde esto fue posible durante el gobierno de Alfaro. Paradójicamente, en este
periodo luminoso de comienzo del siglo XX Colombia retrocedía a la Edad Media respecto
a las conquistas democráticas con la Constitución de 1886; su artífice, Rafael
Núñez, modernizaba con sangre el Estado suprimiendo todas las libertades y
firmando el pacto con la Iglesia católica, a la que entregaba la educación.
En ese nuevo proyecto de país estorbaban los liberales radicales que
debieron huir a Venezuela donde se refugiaron. Vargas Vila empezó allí la
carrera de panfletario y asesor de algunos caudillos, como Joaquín Crespo que
lo protegió. Allí pudo publicar los primeros libros y fundar periódicos donde aparecieron
sus panfletos contra Rafael Núñez y la Regeneración. De aquel sueño de libertad
emerge quien empezó militando en las filas del radicalismo y se formó en la
admiración de sus líderes a quienes dedicó páginas memorables en libros como Pretéritas o Los
divinos y los humanos donde los situaba cerca de José Martí o de Emilio
Castelar.
Y es que liberalismo en el siglo XIX fue un movimiento internacional que
en Latinoamérica se enfrentó a la tenaz hostilidad de los poderes tradicionalistas.
Muchas de nuestras inteligencias se vieron condenadas a escribir libros para
explicarle al pueblo que ser liberal no era pecado, en respuesta a Monseñor
Rafael María Carrasquilla que afirmaba lo contrario[2].
Otros se exiliaron escapando de la cárcel o de la condena a muerte decretada
contra ellos. Pero las redes que los apoyaban condujeron a Nueva York a muchos
proscritos, que hicieron de la ciudad el centro de sus operaciones. Las mismas
que llevaron a Juan Montalvo hasta Ipiales (Colombia) donde contó con la
protección de los amigos que se prodigaban una ejemplar fraternidad, propia del
ideario liberal que los inspiraba.
Estos conspiradores internacionales disparaban desde la prensa dardos
contra los enemigos de la libertad. Nunca antes se había confiado en la fuerza
de la palabra escrita para vencer al contrario, siguiendo el ejemplo de Juan Montalvo
quien a propósito del asesinato de García Moreno, a manos de un mercenario
colombiano, exclamo: «no ha sido el machete de
Rayo, sino mi pluma quien le ha matado». Vargas Vila, admirador de
Montalvo, a quien homenajeó en «La pluma de fuego de Juan Montalvo»[3],
afiló adjetivos infamantes y cinceló metáforas cortantes y precisas para
descalificar con injurias a los enemigos. Tal virtuosismo no pasó inadvertido
para Borges que le asignó un lugar de privilegio en su Historia universal de la infamia donde comentó una de sus letales
injurias: «Los dioses no permitieron que Santos Chocano deshonrara el patíbulo
muriendo en él; ahí está vivo después de haber fatigado la infamia» [4].
La prensa fue el medio de difusión de hombres como José Martí y Vargas
Vila que convocaron fervientes adhesiones por sus alegatos de justicia y
libertad. Cuando Eloy Alfaro fue desterrado de su patria, Vargas Vila lo
defendió en las páginas de Hispano
América, revista que acaba de fundar en Nueva York. Así lo recuerda por
aquellos años: «[…] buscaba los techos de su Itaca, oculta tras los bosques de
los trópicos lejanos; bocas odiosas y crispadas, se abrían en todas partes para
insultarlo; lacayos ignominiosos de la demagogia clerical, fatigaban contra él
la declamación ulcerosa de sus diatribas»[5].
Paralelo al desarrollo de la prensa cobró fuerza la opinión pública, esa
vox populi que encarrilla el
pensamiento colectivo hacia una determinada dirección, y a la que recurre el
poder para doblegar voluntades, pero también la disidencia para defender a sus
ídolos. Esto lo tenían claro los sociólogos y antropólogos de la Escuela de
Chicago, a la hora de formular lo que se ha llamado «intervencionismo
simbólico», con Herbert Blumer a la cabeza[6].
Este intervencionismo simbólico suele ser activo, dinámico y descontrolado. Así,
la fuerza de la opinión pública traza los rasgos del mito, lo eleva y lo sostiene
a lo largo de los siglos. No es poco, por tanto, el poder del público cuando se
resiste a ser amaestrado, quizás porque es mayor la fuerza de su inconsciente.
En resumen, el mito ha sido moldeado por los admiradores de Vargas Vila, ante
la descalificación de la oficialidad que demonizó su figura y castigó con la
excomunión a quien leyera sus libros.
Quisiera ejemplificar la pervivencia de este mito con una anécdota
ocurrida en Madrid, hará unos ocho años, con un emigrante ecuatoriano que
contraté para arreglar mi biblioteca. Al descubrir los libros de Vargas Vila,
me contó las mismas anécdotas que circularon en Colombia desde finales del
siglo XIX hasta bien avanzado el siglo XX: las de su travestismo y misoginia,
que achacó al hecho de haber seducido a la madre. Aquel lector de Vargas Vila
confesó haberlo leído a pesar de tratarse de un autor prohibido. El episodio se
cerró con un detalle entrañable, pues el hombre no quiso cobrarme el trabajo. A
cambio me pidió la edición de uno de sus libros prologado por mí.
¿Cómo explicar el peso de Vargas Vila en el imaginario latinoamericano?
Es la pregunta que surge. Para comprenderlo conviene remitirse a la imagen del
escritor profesional que vivió de sus libros y ganó una fortuna vendiéndolos,
tanto en España como en América Latina, porque Vargas Vila fue el escritor más
leído en lengua española, un fenómeno sin precedentes en la historia de la
lectura en el mundo hispánico. Desde España, hasta México y Argentina
circulaban de manera clandestina las ediciones de Sopena pirateadas: novelas
eróticas o pornográficas en las que se iniciaron sexualmente varias
generaciones de latinoamericanos y españoles, al lado de los panfletos
políticos contra las incursiones del yanqui en Nuestra América y contra la
cobardía de los caudillos que los sumían en la pobreza y la ignorancia.
Se podrá negar el valor estético de la obra de Vargas Vila y cuestionar
sus odios o sus amores, pero nadie podrá negar los hechos históricos
denunciados por él, como la pérdida de Panamá en Colombia o las incursiones en
Centroamérica brutalmente desmembrada y sometida por los Estados Unidos. Así
como la feroz explotación del caucho en la Amazonía de la que nos queda el
doloroso verbo «cuibar», acto atroz que significaba matar indígenas cuibas
forzados esclavizados y exterminados para extraer la leche de los árboles.
Nuestra literatura, por suerte, preserva la memoria de estos vergonzosos
episodios que evidencian la ineficacia histórica de la clase dirigente a la
hora de defender los intereses de la nación que gobiernan y que Vargas Vila
denunció en su momento, acusando a Rafael Reyes de muchos de los atropellos
cometidos en la Amazonía.
De modo que tenemos dos caras del mito: la del panfletario y la del
pornógrafo tras el que se oculta un Vargas Vila filósofo nihilista y trágico
que resume el sentido de la vida en epigramas fulgurantes, a través de los
cuales descubrimos otras facetas, la del solitario impenitente y neurótico que
se cubre con la máscara del singular y estrafalario dandi tropical, el de los
chalecos de seda y las sortijas, o el terrible y maledicente enemigo, sin
equivalente en Latinoamérica, junto al esteta excesivo que aspira a la belleza y
la asedia en rocambolescos adjetivos y, a veces nos deja ver a ese genial
artífice de punzantes e inesperadas conclusiones.
Desterrado de su patria, cuyo suelo no volvió a pisar desde 1887,
residió la mayor parte de la vida en España —con estancias en París y Roma—.
Dispersos sus libros en los mercadillos y en librerías de viejo en Madrid,
Barcelona, Buenos Aires o México, sus títulos aún llaman la atención del lector
desprevenido. Sin embargo, los estudiosos de este periodo, designado por la
crítica en España como la «Edad de Plata», apenas mencionan su obra por tratarse
de un escritor latinoamericano[7].
Pero el éxito de Vargas Vila es equivalente al alcanzado por Blasco Ibáñez y,
un siglo después por su compatriota Gabriel García Márquez. En España, más
bien, se le relaciona con la literatura por entregas, que vio la luz en
colecciones como «La novela corta» o «La novela semanal» de gran aceptación
entre las clases populares que se iniciaban en la lectura. Estas colecciones
incluían escritores de todas la tendencias desde el ya mencionado Vicente
Blasco Ibáñez (1867-1928, republicano), hasta Ramón del Valle Inclán
(1866-1936, monárquico aristocratizante), Pompeyo Gener (1848-1920, positivista
heterodoxo), Felipe Trigo (1864-1916, socialista), y entre muchos otros, Emilia
Pardo Bazán (1851-1921, católica y feminista).
¿Quiénes leían a Vargas Vila en España? Los anarquistas, defensores de
una «estética ácrata»; los liberales y republicanos que despotricaban contra el
clero corrupto; los obreros de tendencias socialistas de los círculos de
lectura, y algunas lectoras que desobedecían los mandatos de la Iglesia. Entre
los escritores fueron amigos Francisco Villaespesa, Manuel Machado, Pompeyo
Gener y Ramón del Valle-Inclán, que compartían su estética o sus ideas
políticas, de lo que dejaron constancia [8].
En Cuba, por ejemplo, los trabajadores de las fábricas de tabaco lo
tenían entre sus lecturas preferidas. Pero el mito no se levantó únicamente por
la lectura de sus libros. También hay una zona oscura del ethos latinoamericano donde la misoginia y el machismo se escudan
en las escandalosas consideraciones sobre la mujer que destilan sus novelas. Impresionaba
el erotismo retorcido cuyo desarrollo proponía la destrucción de la mujer, para
combatir las manifestaciones del instinto y fortalecer la viril «voluntad de
poder», como ocurre en Ibis, donde el
maestro advierte al discípulo sobre el peligro que representa encadenarse a una
mujer; o en la trilogía El alma de los
lirios, cuyo protagonista es un
artista que se aleja del arte cuando se entrega a conquistas amorosas, algunas
incestuosas, que conspiran contra su obra y contra su compromiso como
intelectual.
¿Se trataba de matar el elemento femenino en el hombre? Es posible.
Acaso esto explique la ferocidad con la que su discurso se lanzaba contra las
mujeres. Y es que la leyenda también se alimentó de las aspiraciones y
desengaños de un público amordazado al que se le negaba el derecho al placer
desde el púlpito. La sonada «ola de
suicidios» desatada por la lectura de Ibis,
novela con la que el autor esperaba triunfar presumiendo de su «malditismo», dio
mucho que hablar en la prensa[9].
Hierático, Vargas Vila se mostraba ante el público distante y terrible,
respondiendo a las entrevistas con afirmaciones temerarias contra las celebridades
de su tiempo. Lapidario y provocador como Fernando Vallejo, era consciente del
éxito de su personaje en términos económicos: 60.000 pesetas al año por
concepto de regalías, que según la leyenda se gastaba en chalecos de seda[10].
Lo curioso es que no pocas mujeres lo admiraron, como la célebre Gabriela
Mistral. Posiblemente por obras como Flor
de fango (1895) que denuncian el asedio a las mujeres en la sociedad,
cuando no tienen el apoyo de una familia o de un hombre que vele por ellas. La
protagonista, además, es una maestra formada en una escuela normal durante el
periodo liberal radical. Así, el alegato contra la intolerancia religiosa,
adopta la forma de una mujer apedreada por la turba fanática, esa «flor de
fango» que se rebela contra la adversidad y que se resiste a ser violada por el
cura y el terrateniente.
Conviene subrayar que el siglo XIX fue especialmente misógino, si lo
comparamos con el XVIII. Las temidas reivindicaciones feministas fueron sofocadas
con saña desde la prensa, la literatura y la tribuna por los defensores del
orden burgués que confinaban a las mujeres al hogar y al cuidado de los hijos.
Las sufragistas inglesas eran ridiculizadas y acusadas de marimachos —he aquí
otra corriente de opinión contra el género femenino—. Sin embargo, en el arte
triunfaba la sensibilidad femenina de la que se apropiaban los artistas decadentes
cuyos ideales estéticos compartía Vargas Vila. En el entorno hispánico, autores
como Alejandro Sawa y Ramón del Valle-Inclán, afines esta estética, manifestaban
en sus novelas el deseo de sentir y vivir como las cortesanas. El dandi que
adelgaza su voz y adopta las actitudes de una mujer frívola, muestra de qué
manera lo femenino transforma la sensibilidad masculina en una época influida
por Wilde y por Huysmans, modelos de Rubén Darío, Enrique Gómez Carrillo y José
Asunción Silva, entre otros.
Desde esa perspectiva, mi acercamiento a la obra de Vargas Vila resultó,
a la postre, una experiencia fascinante, mucho más cuando pudo ser compartida con
otros estudiosos del Modernismo, pues en las últimas décadas la crítica empezó
a prestarle atención, incluso en Colombia, su denostada patria, donde aún no
encuentra acomodo, desde que el general Reyes, a principio del siglo XX, se
propuso «desvargavilizar» al país. ¿Qué hacer con él? Es la pregunta más
corriente. El poder hegemónico siempre lo ha tenido claro: descalificarlo y ridiculizarlo.
Respecto a ese propósito fallido, quisiera resumir lo que ha ocurrido
con Vargas Vila en las últimas décadas en Colombia para mostrar la fuerza con
la que se manifiesta esa corriente secreta que pretende revivirlo. En los
ochenta la izquierda lo reivindicó como panfletario antiimperialista. Entonces
en 1981 empezaron a publicarse sus libros en la editorial La Oveja Negra, una
empresa en la que García Márquez tenía mucho que ver. En respuesta, el
historiador inglés Malcon Deas, complaciente con ciertos sectores de la
intelectualidad colombiana, se hizo eco del secular propósito del general Reyes,
en una publicación que recogía algunos de sus panfletos titulada Vargas Vila: sufragio selección y epitafio[11].
El resultado de ese empeño fue justo lo contrario de lo planeado, según
demuestran los hechos ocurridos tras la publicación del libro. Muy sonado fue
el traslado de los restos de Vargas Vila del cementerio de Barcelona a Bogotá
por deseo de un sector de la masonería que lo reclamaba para sí en 1982. Curiosamente,
a la ceremonia de despedida en el consulado colombiano asistió el escritor
Enrique Vila-Matas.
Tales circunstancias, sin duda, influyeron en la elección del tema de
investigación de mi tesis, que leí 1986 en la Universidad Complutense de
Madrid, lo que modestamente motivó otros trabajos sobre el autor. Además, en
1989 tuve la suerte de publicar en una editorial colombiana una selección de
fragmentos de su diario íntimo, que me fue dado consultar en La Habana[12].
A partir de entonces empezaron a proliferar las investigaciones sobre la obra
de Vargas Vila. Nuevas líneas de interpretación surgieron de las antes menospreciadas
narraciones que sirvieron para ahondar en la representación del Estado-Nación,
a partir de su galería de personajes. La comunidad académica internacional
volvió los ojos sobre esta curiosidad relegada a los márgenes de los estudios
sobre el Modernismo. Es más, en los noventa otra editorial colombiana dirigida
por un apasionado lector de Vargas Vila, Panamericana, emprendió la tarea de
reeditar sus obras completas imitando las históricas de Sopena con unas
portadas artísticas y con estudios introductorios de especialistas en las que
se incluyeron colaboraciones de investigadores e investigadoras colombianas que
redescubrían con entusiasmo al personaje.
La onda expansiva de esa vox
populi, ese «semisaber del vulgo», al que se refería Platón, y que manifiesta
el descontento o el favor del pueblo, ha
dado larga vida a Vargas Vila, hasta el punto de llevarlo a la universidad de
Carolina del Norte, que ofrece un espacio virtual donde se alojan escaneadas
las primeras ediciones de sus libros[13].
Cualquier lector puede descargárselos hoy de manera gratuita a un ordenador o
dispositivo de lectura. También a la Fundación Zuluaga que dedica un espacio al
Modernismo y que me encomendó la tarea de realizar la entrada sobre Vargas Vila[14].
No cabe duda de que esa corriente que preserva la memoria de Vargas Vila
ha arrastrado más voluntades de las que pudiera imaginarse, entre quienes han
querido darle vida. Menciono un libro curioso, el de Mario Perico Ramírez, Yo rebelde, yo hereje, yo Vargas Vila[15],
un monólogo en el que Vargas Vila refiere su traumática relación con la
sociedad bogotana que lo expulsó de la patria. El propio Fernando Vallejo,
según ha manifestado, ha querido novelar a Vargas Vila, pero dentro de su
propio estilo. Deduzco que el mito se le resiste, porque quizás exige otra
respiración.
Ese poder misterioso al que me refiero puede manejar la pluma de un
autor o autora para revivir a Vargas Vila en la ficción, como posiblemente ha
ocurrido con La semilla de la ira
cuya primera edición de Seix Barral es de 2008. Confieso que esta novela es el
resultado de un viaje largo y sinuoso en la persecución de una presencia
incómoda, a la vez que atractiva. De la misma manera que Marguerite Yourcenar
sucumbió a la fascinación del emperador Adriano, y no descansó hasta sumergirse
en los hechos históricos para acercarse a su alma, me fue dado viajar con Vargas
Vila a lo largo de una belle époque
lánguida y sedienta de belleza, para dibujar con su cincel el retrato íntimo de
una de las figuras más apasionantes de nuestra literatura. En ese proceso fue
importante tratar de comprender la resistencia de las instituciones a
aceptarlo.
Izq.: La 1a. edición Seix Barral, 2008. Der.: La 2a. edición * Editorial Verbum (Madrid, España), 2013 , impreso y e-book **
(* http://ntc-narrativa.blogspot.com/2013_06_11_archive.html / ** http://www.todoebook.com/LA-SEMILLA-DE-LA-IRA---EDITORIAL-VERBUM-LibroEbook-9788479628376.html )
(* http://ntc-narrativa.blogspot.com/2013_06_11_archive.html / ** http://www.todoebook.com/LA-SEMILLA-DE-LA-IRA---EDITORIAL-VERBUM-LibroEbook-9788479628376.html )
No puedo negar que he sido instrumento de la corriente que lucha contra
quienes pretenden borrar al escritor de nuestra memoria, los mismos que lo han
dejado fuera del canon. El hecho es que estas circunstancias motivaron un
estudio más distanciado y objetivo sobre autor. También es verdad que tantos
reclamos y encargos relacionados con Vargas Vila pueden saturar y despertar el
deseo de enterrarlo. Particularmente creía cerrado este episodio de mi
trayectoria intelectual, hasta que en 2004 una puerta se abrió y me encontré de
repente en la belle époque siguiendo el
rastro de un escritor solitario y errante, extraño y ajeno en las ciudades
europeas. Así empezó a tener voz el personaje de La semilla de la ira.
Después de distintas lecturas de su obra se puede concluir que el
secreto de Vargas Vila yace en la conciencia de los lectores de su época, ese público
que lo buscó en los anaqueles ocultos de las librerías, en las zapaterías, en
las fábricas y las cantinas. La clandestinidad de su lectura alimentó la
leyenda y convirtió en pecaminoso el acto de leerlo, acto que era de iniciación
sexual y de recóndita protesta, por la represión ejercida desde las
instituciones educativas, pues aquellos que controlaban el cuerpo de la nación
no podían frenar el desatado discurrir de los deseos, provocado a veces en los
confesionarios donde el sujeto era asediado por curas libidinosos. No hay que
olvidar que el escándalo en torno a Vargas Vila tiene lugar en 1884 cuando denunció
en la prensa casos de sodomía en un prestigioso colegio de la capital dirigido
por un cura jesuita, donde era alumno José Asunción Silva, nuestro célebre y
nocturno poeta.
Vargas Vila, ya lo hemos podido probar, se resiste a ser enterrado,
quizás porque aún tiene mucho que decir y no ha sido escuchado con la debida
atención. Algo de aquel periodo tormentoso se solapa bajo sus palabras y él guarda
las claves. En su época el mito devoró al personaje e impidió leerlo con la
buena disposición que merecía, aunque tuvo atentos interlocutores como José
Martí, amigo y confidente o Rubén Darío, que encontró en él la protección del
hermano, también José Enrique Rodó y Manuel Ugarte. Lo mejor de esa generación
tuvo que ver con él, de modo que hemos de suponer cierta incomprensión o
distorsión de su pensamiento en el proceso de mediación que lo llevó al lector.
Pero es evidente que Vargas Vila también quería apartarse de los modernistas y
se refugió en el espacio íntimo de sus epigramas, sin camafeos ni princesas
orientales ni rebaños de elefantes ni lánguidos camellos. Se alejó de ellos
para buscar la profunda y palpitante verdad de su ser: el dolor de existir, para
entregarnos sentencias salpicadas de amargura como la que sigue: «Todo en la
Vida, es una Servidumbre; todo: hasta pensar; ¿quién nos libertará de la
Servidumbre de pensar?; ¿quién? la Muerte; y, el Hombre tiene miedo de pensar
en la Muerte...es decir, tiene miedo de pensar en la Libertad...y, sin embargo,
aspira a ser libre...¿no sería el Hombre el más vil de los farsantes, si no
fuera el más desgraciado de los seres?»[16].
[2] URIBE URIBE, Rafael, «De cómo el liberalismo político no es pecado»
recogido en EATSMAN. J.M. (ed.), Obras
Selectas, vol 1. Bogotá: Imprenta Nacional, 1979. Una edición del libro de
1912 está disponible en la web del Banco de la República: http://www.banrepcultural.org/sites/default/files/85470/brblaa280079.pdf
[Consultada el 14 de junio de 2014]
[3] Se trata del prólogo a una selección de escritos: MONTALVO, J., La pluma de fuego de Juan Montalvo, sus
mejores prosas seguidas de algunos inéditos. V.H. Sanz Calleja Editores:
Madrid, s/f.
[4] BORGES, J.L. (1975), Historia de
la eternidad. Madrid, Alianza, p. 157.
[5] VARGAS VILA, J.M., Op. Cit.,
p. 43.
[7] MAINER, J.C. (1981), La edad de
Plata (1902-1939). Madrid, Ediciones Cátedra.
[8] Las opiniones de
estos autores sobre Vargas Vila se recogen VARGAS VILA, J.M. (1916), La
demencia de Job, Madrid: Librería de Antonio Rubiños.
[9] Vargas Vila llega
a Roma en 1900 cuando Eloy Alfaro lo nombró allí representante diplomático del
Gobierno del Ecuador.
[10] UGARTE,
M. (1951), La dramática intimidad de una
generación, Madrid: Imprenta Prensa Española p.186.
[11] DEAS, M. (1984) Vargas Vila: sufragio selección y epitafio.
Bogotá: Biblioteca Banco Popular.
[12] VARGAS VILA, J.M. (1989), Diario secreto (ed.) Consuelo Triviño
Anzola, Bogotá: Arango Editores-El Ancora Editores. También se puede consultar
una edición del diario a cargo de Ricardo Salazar (Diario, Altera, Barcelona, 2000).
[13] Tanto la dirección editorial de las obras de Vargas Vila en la
editorial Panamericana, como el proyecto de digitalización de sus libros estuvo
a cargo del investigador colombiano Juan Carlos González Espitia. La biblioteca
virtual Vargas Vila de la Universidad de Carolina del Norte se puede consultar
en esta página web: http://www2.lib.unc.edu/wilson/rbc/vargasvila/intro_es.html
[Consultada el 14 de junio de 2014]
[14] El recurso se puede consultar en este enlace: http://www.modernismo98y14.com/biografia-vargas.html
[15] PERICO RAMÍREZ, M. (1983), Yo
rebelde, yo hereje, yo Vargas Vila, Bogotá: Editorial Cosmos.
[16] VARGAS VILA, J.M. (1912) Huerto
agnóstico, Librería de la Vda. de Ch. Bouret, p.
298.
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* http://www.consuelotrivinoanzola.com/
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* http://www.consuelotrivinoanzola.com/
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*** 24 de junio, Quito, Ecuador, 10:30 Hrs. (Hora local)
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--- Consuelo Triviño *. Conferencia sobre la vida y obra de Vargas Vila. En el marco del Reconocimiento al libro del año “Jorge Icaza”, que instituyó el Ministerio de Cultura y Patrimonio, MCYP, del Ecuador desde diciembre de 2013, y que contempla para esta ocasión el género Novela. Destacados escritores internacionales actuarán como como jurado: Mario Bellatin, de México, Julio Ortega, de Perú y Consuelo Triviño Anzola, de Colombia. Con el objeto de apoyar el trabajo realizado por autores y autoras del país, se otorgará un reconocimiento de 30.000 dólares. La deliberación de este Concurso se llevará a cabo el 20 de junio en el Museo de la Palabra del Ministerio de Cultura y Patrimonio y los resultados se darán a conocer en un evento público el 24 de julio de 2014. Para sacar provecho de la visita de estos importantes representantes de la literatura latinoamericana, el MCYP programó e invita a conferencias que se han programado en tres universidades del país. Una de las conferencias estará a cargo de la escritora Triviño, en la Universidad Central del Ecuador, Quito. Detalles en: http://www.culturaypatrimonio.gob.ec/destacados-escritores-internacionales-seran-jurado-el-reconocimiento-jorge-icaza/ // Sobre Jorge Icaza: http://es.wikipedia.org/wiki/Jorge_Icaza /// * Sobre Consuelo Triviño Anzola: http://www.consuelotrivinoanzola.com/ y http://ntc-narrativa.blogspot.com/2013_06_11_archive.html
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NTC …
ENLACES
CONSUELO TRIVIÑO EN NTC …
*** 26 de septiembre de 2008
***
Germán Santamaría y Consuelo Triviño
presentaron el libro "La semilla de ira" en la
XXI Feria Internacional del Libro de Bogotá el 1 de Mayo de 2008
(Click sobre las imágenes para ampliarlas. Click en "Atrás" en la barra para regresar al aquí)
.
Fotografías: María Isabel Casas de NTC ...
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LA SEMILLA DE LA IRA
CONSUELO TRIVIÑO ANZOLA
1a. edición Seix Barral, Febrero de 2008
Click derecho sobre las imágenes para ampliarlas
en una nueva ventana.
Luego click sobre la imagen para mayor
ampliación
15.5 x 23.5 x 2.4 cms. Páginas 282
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++++
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NTC ... Seguimientos
ENTREVISTA/CONSUELO TRIVIÑO ANZOLA / ESCRITORA, ENSAYISTA Y JURADO DEL PREMIO
JORGE ICAZA
“Un
reto para los escritores ecuatorianos es no tener miedo a arriesgar y
experimentar”
La autora colombiana (Bogotá, 1956) formó parte del jurado del Premio Jorge Icaza a la mejor novela publicada. Vargas Vila, Cervantes y el autoexilio son algunos de sus temas.
Por Carla Badillo Coronado
Diario El Telégrafo, Guayaquil, Quito, Julio 4, 2014
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