sábado, 1 de noviembre de 2014

El color de la cera en su rostro. Por Asbel Quintero. Primera novela de Harold Kremer

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En su 2a. etapa, provisional, publican y difunden 
NTC … Nos Topamos Con 

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El color de la cera en su rostro ( 1 )

Por Asbel Quintero Moncada ( 1 )
El título corresponde a la primera novela publicada por Harold Kremer (1955); escritor bugueño (pueblo del Valle del Cauca), para más señas. Este hacedor de la palabra viene publicando cuentos desde hace más de 30 años y concurso donde ha participado sale airoso. La técnica desarrollada lo coloca frente a los grandes de la literatura nuestra y muchos de sus trabajos han aparecido en antologías del género con una exaltación de la publicación que lo contiene.
Escribir un cuento no es lo mismo que escribir una novela; verdad de Perogrullo, pero es importante decir que el ejercicio por muchos años del cuento ha dado como resultado que Harold Kremer desarrolle la técnica que se necesita para hacer buenas novelas. Hay lectores que seguramente piensan que es fácil sostener la trama y la intensidad del relato por muchas páginas, pero estamos equivocados. Por contrario, no es fácil seducir al lector de la página 100 en adelante. Con frecuencia dejamos los libros inconclusos porque nos aburren o el tema es intrascendente. Obvio que también hay lectores de lectores. Muchos estarán pensando en los bestsellers que tanto inundaron las librerías del siglo pasado. No es que sea malo leer obras de entretenimiento y de fácil trama. Ese no es el tema que nos ocupa. Aunque hay novelas que exigen paciencia como “La guerra del fin del mundo” de Mario Vargas Llosa, al extremo que Manuel Puig dijo que todo lector que pasara de la página 40 merecía un premio.
La novela de Harold, que acaba de publicar la Editorial de la Universidad de Antioquia, es un ejemplo claro de cómo se puede manejar un tema social y cotidiano en la obra de arte, en la novela sin aburrir al lector. Todos sabemos de la drogadicción, la prostitución, la demencia y las relaciones incestuosas. Pero llevarla al relato y que éste tenga la valía de una obra de arte, es otra cosa. Recordemos que William Faulkner, en el siglo pasado, volvió arte temas rurales del sur de los Estados Unidos hasta el extremo que adquirieron universalidad en la literatura. He ahí la maestría de la palabra, el suspenso y la trama logrados, tanto en el norteamericano como en el colombiano.
¿Cómo logra el escritor seducir, atrapar al lector con el tema de la cotidianidad? Quizá ni él mismo lo sepa. Esto no es lo más importante. Pero quien se enfrenta a la lectura de la novela de Harold Kremer queda obligado a terminar su lectura. Narra de forma directa, sin trucos ni malabarismos circenses. Su prosa es limpia, directa y bien elaborada. Los diálogos y parlamentos de los personajes se asemejan a los de cualquier parche o familia común y, aún así, no baja la intensidad en la seducción del lector.
Las cuatro grandes partes en que se divide la novela inician con una especie de monólogo al estilo de las grandes obras del siglo pasado. Puede ser temerario decir que hay en ellos algo del estilo de la iniciación de “La Peste” de Albert Camus o de los momentos intensos de “Ulises” de Joyce. No es elegante comparar lo uno con lo otro, pero nos asiste la sospecha que hay un quiebre para bien del relato con estas oberturas. El relato de “Macario”de Juan Rulfo o “El Sonido y la furia”me vienen a la memoria cuando leía esas partes de la obra comentada.
José, el personaje central de la novela, al momento de morir, deja un vacío en todos sus seres queridos porque su problema era de todos y él era el centro del drama. Pero quizá llama la atención el drama teatral que deja en un largo y sintomático diálogo entre un enano y la abuela de José. Este pasaje me recuerda también, guardando las proporciones, a Luigi Pirandelo en su bella y corta novela ”Seis personajes en busca de autor”. Kremer logra, en un breve instante del relato, ubicar toda la universalidad de la novela.
Si usted es proclive a las buenas lecturas, aquí tiene ésta. Si el lenguaje lo asusta un poco por su desgarramiento, mire para otro lado. Aunque hay personajes símiles humanos veo en la novela al gran personaje de las mejores novelas: el lenguaje. Las interacciones humanas son un motivo, mas no el principal.
No se preocupe por la parroquia o el pequeño pueblo del relato; no se detenga en el parlamento de estas gentes. Fíjese en el manejo de los recursos de la narrativa al servicio de la obra de arte. Espero, entonces, que la crítica sea inteligente y rescate lo que es importante en una obra como ésta: la prestidigitación de la palabra, la trama, el diálogo y la sencillez del lenguaje trascendido a obra de arte; la sencillez es el lenguaje de los grandes maestros.
No hay denuncia ni panfleto; no es eso lo que le asiste al relato. Hay un drama familiar y como todo drama debe ser visto como algo poético desde los avatares de lo humano y del arte. Aquí se cumple el principio de la obra de arte: la verosimilitud; no enseña nada, pero hay goce, placer, disfrute y sensación de vida cuando la recorremos de principio a fin. Hablando del estilo bien lo decía William Faulkner que eso se lo dejamos al que pega ladrillos, al albañil.

Una obra es un todo y sus partes son los elementos necesarios para que ese todo se defienda solo y el tiempo será el mejor crítico. Solo espero que este tipo de obras no pasen desapercibidas en el tiempo y en el espacio. ¡No sería justo!
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( 1 )  http://ntc-narrativa.blogspot.com/2014_04_30_archive.html
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1 comentario:

giaonhanquocte dijo...

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