Antología cibernética de
EKuóreo
Revista de
minicuentos
Selección de 100 minicuentos
publicados en el blog de e-Kuóreo
Guillermo Bustamante Zamudio
Henry Ficher
Harold Kremer
Ilustración de carátula: Pablo Picasso
Editorial Deriva (Cali), junio 2016
14 x 23 cms. 153 páginas
Diseño y diagramación: Orlando López Valencia
Distribución: Librería Nacional
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CONTENIDO
e
ÍNDICE DE AUTORES
APOSTILLAS
1. El primer número de la revista Ekuóreo se publicó en Cali en febrero de 1980. Ekuóreo se propuso difundir y fomentar la escritura del
minicuento.
2. El presente libro, Antología
cibernética de Ekuóreo, revista de minicuentos, es una selección de los primeros cien números
del blog de la revista.
3. El blog de la revista se publica desde enero 23 de 2011.
5. La Antología cibernética de Ekuóreo, revista de minicuentos se preparó de acuerdo con el orden en que los
cuentos aparecieron en el blog. Así por ejemplo, los dos primeros relatos de
este libro (Ante la ley y Ella tiene un déjà vu) fueron seleccionados de la publicación número 1 y número 2, y así
sucesivamente.
6. Las fuentes de los cuentos seleccionados se encuentran en el blog de Ekuóreo. http://e-kuoreo.blogspot.com --- ekuoreo@gmail.com
1. Se han publicado los siguientes libros de mini- cuentos: Antología del cuento corto colombiano (1994), Los minicuentos de Ekuóreo (2003), Segunda antología del cuento corto colombiano (2007) y Tercera antología del cuento corto colombiano (2016). La historia de la revista se publicó en
el libro titulado Ekuóreo,
un capítulo del minicuento en Colombia (2008).
2. Varios minicuentos de los publicados en el blog de Ekuóreo fueron tomados de novelas, libros de poesía y
filosofía, entrevistas, canciones, revistas y periódicos. Otros fueron escritos
exclusivamente para la revista, y otros, fueron tomados de libros de cuentos
y antologías de cuentos cortos.
3. La revista Ekuóreo fue fundada por Guillermo Bustamante Zamudio y
Harold Kremer.
4.
Henry Ficher se vinculó desde los primeros números, por allá
en 1981, y enseguida se fue a vivir a Israel. Años después, en una visita que
hizo a Colombia, propuso la creación del blog y fue vinculado como codirector.
Desde Jerusalem, ciudad donde radica, lleva a cabo la parte digital, en la que
enriquece la revista con propuestas renovadoras.
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Textos tomados de la
Antología cibernética de
Ekuóreo, revista de minicuentos
Bustamante- Ficher - Kremer
21.
Le cirque rouge
Martin Gardella (Argentina)
La
caravana del circo arribó al pueblo aburrido, anunciando un espectáculo
diferente. Entre el show de malabaristas y las bromas del viejo payaso, se
presentaba, en el círculo de arena, un auténtico vampiro. Su acto consistía en
fascinar a un enano, para luego beber la sangre de su cuello, frente a la
mirada magnetizada de los pueblerinos. La rutina era escalofriante, pero muy
original. El éxito del show fue tan contundente, que el circo debió extender su
estadía en aquel sitio por toda la temporada. Pero, por desgracia, el stock de
enanos se acabó rápidamente, y en las funciones siguientes, el pálido artista
debió someter a su rutina a cada uno de sus compañeros del circo, incluido el
dueño y los miembros de la orquesta. Ya sin música ni presentador, el exitoso
vampiro anuncia el espectáculo de esta noche con una novedad. Por primera vez,
solicitará la colaboración gentil y desinteresada de alguien del público.
27.
A gusto
Anónimo (Noruega)
Desde luego, da gusto encontrar una pequeña mujer desnuda en el bolsillo.
Usted la saca, ella sonríe enseguida, encantada de luz, encantada de ser suya.
Está bien caliente en su mano. Tiene hermosos pechos, un lindo pequeño pubis
como una agradable criatura ordinaria. Ah, así, da gusto, pero es raro, oh,
raro, muy muy raro.
44.
Diálogo
Borges-Rulfo
(Argentina-México)
Borges: Dígame,
¿cómo ha estado últimamente?
Rulfo: ¿Yo?
Pues muriéndome, muriéndome por ahí.
Borges:
Entonces no le ha ido tan mal.
Rulfo: ¿Cómo
así?
Borges:
Imagínese, don Juan, lo desdichados que seríamos si fuéramos inmortales.
Rulfo: Sí,
verdad. Después anda uno por ahí muerto haciendo como si estuviera uno vivo.
Borges: Le voy
a confesar un secreto. Mi abuelo, el general, decía que no se llamaba Borges,
que su nombre verdadero era otro, secreto. Sospecho que se llamaba Pedro
Páramo. Yo entonces soy una reedición de lo que usted escribió sobre los de Comala.
Rulfo: Así ya
me puedo morir en serio.
50.
Estadía
Nicolás Suescún (Colombia)
La estadía fue muy dura, el clima desagradable, los hoteles demasiado
caros, el idioma extraño. Por fortuna no duró sino una vida.
71.
Los
cinco cuentos cortos más bellos del mundo (III)
Gabriel García Márquez (Colombia)
Es el drama del desencantado que se arrojó a la calle desde
un décimo piso, y a medida que caía iba viendo a través de las ventanas la
intimidad de sus vecinos, las pequeñas tragedias domésticas, los amores
furtivos, los breves instantes de felicidad, cuyas noticias no habían llegado
nunca hasta la escalera común, de modo que en el instante de reventarse contra
el pavimento de la calle había cambiado por completo su concepción del mundo, y
había llegado a la conclusión de que aquella vida que abandonaba para siempre
por la puerta falsa valía la pena de ser vivida.
83.
En el insomnio
Virgilio
Piñera (Cuba)
El hombre se acuesta temprano. No puede conciliar
el sueño. Da vueltas, como es lógico, en la cama. Se enreda entre las sábanas.
Enciende un cigarrillo. Lee un poco. Vuelve a apagar la luz. Pero no puede
dormir. A las tres de la madrugada se levanta. Despierta al amigo de al lado y
le confía que no puede dormir. Le pide consejo. El amigo le aconseja que haga
un pequeño paseo a fin de cansarse un poco. Que enseguida tome una taza de tila
y que apague la luz. Hace todo esto pero no logra dormir. Se vuelve a levantar.
Esta vez acude al médico. Como siempre sucede, el médico habla mucho pero el
hombre no se duerme. A las seis de la mañana carga un revólver y se levanta la
tapa de los sesos. El hombre está muerto pero no ha podido quedarse dormido. El
insomnio es una cosa muy persistente.
100.
Decreto Imperial
Isar Hasim Otazo (Colombia, Rusia, Polonia)
El hombre cometió un crimen atroz. Mis gendarmes lo
aprehendieron caminando plácidamente por la plaza principal, cubierto de sangre
de pies a cabeza. No huía: sencillamente caminaba. Cuando lo interrogaron,
contó sin emoción lo acaecido. Una viuda le había dado posada y cuando le
servía el almuerzo derramó por equivocación un tazón de sopa caliente en sus
ropas. En venganza por haberle arruinado el sayo, el hombre empuñó un cuchillo
y la despanzurró como a un puerco. Luego, al ver que los cinco hijos de la mujer
lo miraban con horror, procedió a hacer lo mismo con ellos, todos menores de
diez años.
Cuando lo trajeron ante mi presencia y expusieron el caso, el
hombre admitió haber sido el autor de los hechos, pero no se excusó ni expresó
remordimiento. Para intimidarlo, le planteé las formas de ejecución:
desangramiento por corte abdominal, decapitación con hacha de piedra,
crucifixión inversa, empalamiento… pero él sólo asentía, sin entender la
dimensión del castigo.
Yo, el emperador, domador de dragones, comandante en jefe del
ejército que expulsó a esa raza nefasta de los grifos, juez supremo que
ajustició a los temibles nigromantes, autor del libro en que hablo de la
batalla que por cinco años libramos contra las execrables sierpes que
devastaban nuestras tierras, yo, el hijo del Sol y de la Luna, no lograba
entender a este maldito hombre.
Así que ordené que le suspendieran la pena. Le obsequié a la
más bella de mis concubinas, con la que tuvo dos hijos. Al cabo de los años,
cuando supe a través de mis espías que era feliz, que soñaba con ver crecer a
sus descendientes, que le temía a la muerte, lo hice comparecer ante mí y le
recordé el juicio que tenía pendiente. Cayó de rodillas y expresó horror por su
nefasto pasado y, por fin, asumió su culpa y pidió clemencia.
Entonces dicté su sentencia: será decapitado, no sin antes
ser testigo de la ejecución de sus hijos y su esposa. De nada sirve condenar a
un criminal si no es capaz de comprender la magnitud de su crimen.
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18 de enero de 2009
Sobre Harold Kremer
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