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Intermedio
La loca de
la cuadra
Jotamario
Arbeláez *
Me he sentado en ruana y pantuflas con una
botella de whisky encendida en La montaña
mágica, mi reciente casa campestre en las afueras de Villa de Leyva, al pie
del legendario cerro de Iguaque, a revisar las 40 cajas de papeles de mis
archivos,
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donde constan también escritos de mis amigos por sesenta años, aquellos que se consideraban locos, geniales y peligrosos, la mayoría de los cuales están chupando gladiolo.
Debo tratar de ponerlos en orden para entregarlos a la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, interesada en su adquisición. Gozo de lo lindo con este repaso.
Encuentro en las cartas cruzadas de mi generación, sobre todo en las de la primera época, verdaderos frutos de ingenio y de esa poesía que buscábamos entronizar,
donde prevalecería el episodio callejero, urbano, casero, centrado en lo banal para terminar en lo sorpresivo.
Nada de episodios apoteósicos ni de lenguaje grandilocuente. Eso era para cuando la época de la Independencia.
En una epístola al poeta venezolano
Ludovico Silva, tempranamente desprendido del techo de la ballena, encuentro
este episodio que no me resisto a compartir con los lectores, sobre todo
caleños, que va a sentirlo como un cortometraje de Caliwood.
“los vecinos del barrio obrero tienen una
loca verdadera en familia. la llaman lila. no pasa de 25, viste batas holgadas,
no habla con nadie, ni con los marihuaneros de la calle de abajo cuando le
espetan piropos, su gesto oscila de risueño a malencarado según la hora, aunque
anda casi siempre con el pelo sobre la cara.
durante el día sube y baja la cuadra como
paseando un perro que sólo ella ve y acaricia. de tarde en tarde, o sería mejor
decir de mañana en mañana, nos despiertan sus alaridos conjurando al demonio
que en cuerpo y alma quiere llevársela. dejame quieta satanás que no me voy a
ir con vos aunque me lo pidás de rodillas. no me jodás ni me pellizqués ni me toqués el
culo, quedate en los profundos infiernos que yo voy por otro camino. santa maría
madre de dios librame de este pirobo. y así.
oímos cómo se rasga el vestido y se hala
el pelo hasta el techo. testigos de todo esto padre y yo nos miramos sin hacer
comentario. es una poseída, termina por decirme, por más que se rebeldice. yo
pudiera salvarla, llegué a pensar, convencido de mis poderes paranormales, pero
después cómo me la quito de encima.
hoy muy temprano el alboroto era
bochornoso. hasta los buses grises de san fernando tenían que frenar ante ella
arañando el piso. vecinos impiadosos con teléfono llamaron a la policía que
llegó montada en radiopatrulla.
la loca se les escapó de las garras y
estuvo corriendo por toda la calle cosa de media hora (es muy joven y
escurridiza) y en cada escarceo se le levantaba la falda dejando ver su nalgatorio
para pasmo de los mayores y albricias de los muchachos, hasta que le echaron el
guante los tres policiales y al tarro, a la jaula, a la celular, al foso, a la
gruta, al encierro. por la ventanilla de la puerta trasera que golpeaba con el
nudillo del pulgar la loca reía y hacía visajes. y su risa fue un contagio para
toda la cuadra. tengo que ayudarla, me propuse, invocando mis poderes mentales.
cuando la justicia trató de hacer arrancar
la radiopatrulla y no pudo por algún desperfecto mecánico, el oficial hizo
bajar a los agentes a que empujaran y estuvieron haciéndolo sin lograr que
encendiera, y la loca gritando de la risa y yo también como todos los de la
casa, incluyendo a la abuela que con el rumor despertaba.
el oficial pensó que con la loca adentro
el vehículo no arrancaría e hizo abrir la puerta y bajarla. entonces
ella echando el hombro empujó, empujó y empujó sola, en medio de los
aplausos del vecindario
y la nave policial encendió, y raudos se
subieron los agentes antes de que volviera a apagarse y arrancó velozmente
mientras la loca se disparaba en contravía a toda carrera con los brazos en
alto, no sin antes hacerme un guiño, mientras continuaban los aplausos de los
chicos del barrio, los de mi papá que no entendió nada y los míos propios.
pero ¿qué era lo que pensaba decirte?
esto:
que el mundo es el mundo no importa que no
exista razón que lo justifique,
que
el hombro de una poseída puede más que una grúa,
y que no se sabe en el barrio quién es más
loco.
Cali,
1963
NoTiCa de NTC ...
Publicado,
parcialmente, en EL PAíS, Cali, Julio 9
(.com) y 10 de 2018
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* GRATA NOTICIA:
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Elvira Alejandro Quintero (Colombia)
y Jotamario Arbeláez (Colombia), premiados (Dámaso
Alonso) por la Academia Hispanoamericana de Buenas Letras de Madrid
Academia
Hispanoamericana de Buenas Letras dio a conocer la nómina de
escritores y filólogos que han obtenido este año, 2018, los Premios
Dámaso Alonso. Ellos son:Elvira Alejandro Quintero (Colombia); Antonio Carvajal (España); David Pujante
(España); Jotamario
Arbeláez (Colombia); Marta Melero (Argentina); y Alondra Gutiérrez
Vargas (Costa Rica).
El acta fue rubricada por el presidente de la Academia,
Cayetano María Higueras, marqués del Valle de Santa Ana (España), por su
vicepresidente, don Guillermo Eduardo Pilía (Argentina) y por su secretario,
don Andrés Morales Milohnic (Chile).
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