Gracias al aporte y a la autorización del autor
Contratiempo
Bogotá-Atenas
Jotamario
Arbeláez
“El sarcasmo, el humor negro, el amoralismo y el erotismo del nadaísta colombiano
Jotamario Arbeláez”, merecieron del caro Dinos Siotis invitación de honor al
Festival Mundial de Atenas Poetas en Otoño *, al que no pude asistir por cuidar
la próstata, pero en mi lugar fue mi poema Ay,
Penélope, para ser leído en griego e inglés. El próximo año estaré sin
falta, para recoger los resultados de esta lectura.
Jotamario, Foto Carlos Duque.
“Existió una mujer, doce siglos antes
de Cristo, que fue consagrada desde la saga homérica como paradigma de la
fidelidad femenina, pues tuvo que soportar durante años el acoso de cien
príncipes pretendientes que devoraban su hacienda, mientras su esposo el sagaz
Ulises guerreaba ante los muros de Troya.
La sensata reina de Ítaca tejía
durante toda la jornada una tela, con la
promesa de que –tan pronto la culminara– de entre ellos escogería a su
consorte. Pero en las noches destejía lo tejido, y de allí nace el giro “la
tela de Penélope”, como artilugio para dar largas.
He mantenido por esta dueña un culto
devoto, por cuanto atemperaba mis fiebres en esas noches borrascosas cuando me
atenazaban los celos. Todas las mujeres, en la vida y en la literatura, estaban
perdidas. Lecturas en el abismo como Schopenhauer y Weininger y toda la obra de
Sade que erigió a la mujer en objeto de la paliza morbosa, y de Freud que les
enrostra la “envidia del pene”, me habían dejado al borde de la misoginia, con
peligrosa tendencia a la misantropía. De ello vino a redimirme el
existencialismo humanista de Simone de Beauvoir y la convivencia hippie en
comunas con santas zen.
Con la enseña parafraseada de que
“mientras más conozco a las mujeres más perro me vuelvo”, he ingresado a mi
biblioteca como a una ermita, presidida –en medio de las obras de todos los
autores que me secaron el seso– por una reproducción aceptable de la Penélope
de la pintora española Maga Despistada,
Penélope, por Maga Despistada.
en memoria de su lealtad con el
azotador de ciudades, que después de
veinte años regresó a su isla disfrazado de mendigo, asaeteó a todos los
pretendientes, ingresó al tálamo, y no se sabe por qué a los pocos días estaba
embarcándose con nuevos compañeros hacia otra Odisea, la que nos narra Kazantzakis, continuando la crónica de su
colega invidente.
Al comienzo de mi jornada beso a mi
fiel Penélope, antes del café y del periódico, y de sentarme a la máquina.
Tengo el encargo de un artículo sobre Pan, dios de la sexualidad desmedida.
Perseguidor de ninfas por la campiñas –entre quienes sembraba el “terror
pánico”–. Siringa se transformó en caña verde en su huida, de la cual él hizo
‘la flauta de pan’. Pitis en abeto, que él convirtió en su guirnalda. En cambio
Eco, sintiéndose desdeñada por el bello Narciso, se plegó a su feúra. Su pinta
era lo más parecido al diablo de la mitología vaticana. Cara barbuda,
cornamenta caprina y mentón saliente. De la cintura hacia abajo una verdadera cabra,
con patas secas y nerviosas que terminaban en unas pezuñas hendidas. Tal como
afirma haberlo visto Gabo en un tranvía en Bogotá, ataviado como cachaco.
He incurrido en mis folios en busca
de información secreta sobre este regio personaje, el gran Pan. ¡Y, santo
cielo! Entre los chismes del Olimpo acerca de su nacimiento, por sobre la
conseja oficial de que era hijo del propio Zeus y una de las ninfas, Calisto o
Timbris –o de Rea y Cronos–, prima que nació de la relación de Hermes,
trasformado en chivo, con la reina de Ítaca, y de allí su apariencia
homozoomorfa.
Pero peor, cierta mitología echa a
rodar olímpicamente que fue producto de la unión monstruosa de Penélope con sus
cien pretendientes al tiempo, probablemente sobre la tela inconclusa. Por eso
llevó el nombre de Pan, “el hijo de todos”.
Con razón Ulises volvió a zarpar. La
taimada resultó más astuta que el más astuto. Estoy escandalizado. Me tocará
bajar de su pedestal a mi ídolo erróneo. Tal vez la envíe de regalo a la
Federación Feminista, para que la instaure como un icono a la fidelidad
derrumbada. Mientras yo vuelvo a entronizar
a mi Marilyn. Ay, Penélope.”
jotamarionada@hotmail.com
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