Gracias al aporte del escritor Juan Fernando Merino,
Diversidad de la literatura chocoana
El Manduco**, julio
13, 2019. Quibdó (Chocó, Colombia)
https://elmanduco.com/2019/07/13/diversidad-de-la-literatura-chocoana/
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Más que
una panorámica el siguiente ejercicio es una selección: una selección de cuatro escritores nacidos en el Chocó. En
principio quiero hablar de dos antecedentes. Uno es la invisibilidad, y el
olvido, en que está la literatura chocoana en ya casi la segunda década del
siglo XXI. La falta de divulgación, de una política cultural y editorial, del
Estado y también del ámbito local, más la ausencia de una crítica literaria
constante y seria y el bajo número de lectores que hay en nuestro país ayudan
conjuntamente a ignorar esta literatura vigorosa, diversa, y que en algunos
casos ha marcado diferencia en la narrativa colombiana contemporánea.
El otro
antecedente es la fuerza de la
literatura oral en el Chocó y en todo el Pacífico colombiano. Allí está el
tesoro de las nuevas generaciones de escritores. En reconocer ese legado y
llevarlo al campo de la memoria y la ficción: a través del texto histórico o
literario. En literatura oral hay que reivindicar el enorme trabajo del maestro
Miguel A. Caicedo, especialmente en
su obra Del sentimiento de la
poesía popular chocoana, recopilación que reúne la chispa y picardía de
anónimos bardos raizales de finales del siglo XIX y principios del XX, en
décimas, coplas, decires y cantares. Patrimonio cultural que debe ser
guía vital de los escritores, profesores y lectores del departamento.
Lo oral
se ha vinculado al folclor, a un cuadro de costumbres y al terreno de la
antropología. Y con la literatura se dará el paso al mito y a la ficción. A
crear memoria escrita.
Voy a hablar de cuatro escritores y no de
una literatura en particular. La buena literatura rebasa los
espacios sociológicos y geográficos. En este sentido nos acercaremos a cuatro
creadores, a cuatro lenguajes y maneras distintas de ver el mundo, que tienen
en común su lugar de origen, y por supuesto, la literatura.
REINALDO VALENCIA es un escritor de culto.
Nació en Quibdó el 15 de octubre de 1891. De origen blanco, le apasionaron
desde muy joven el periodismo y la literatura. A tal punto, que en 1910 trajo
una imprenta desde Nueva York a Quibdó, para difundir los acontecimientos
culturales y políticos de su época en el periódico ABC, y publicar sus propias
obras. Es decir, además de escritor fue un divulgador de cultura.
Según
Luis Eduardo Nieto, Valencia fue uno de los más jóvenes miembros de la
generación del Centenario. Jefe político liberal de su región, fue congresista
de la República. Fuera del periódico ABC que tuvo 25 años de vida, fundó la
revista Prosa y verso, en la cual colaboró el poeta nicaragüense Rubén Darío, y
que también reprodujo traducciones de algunos poetas franceses del siglo XIX a
cargo de Guillermo Valencia.
Entre
sus obras se destacan Apostillas históricas, que relata
literariamente el pasado del Chocó hasta principios del siglo XX; La cuna de
Jorge Isaacs, donde plantea en una investigación minuciosa que
el autor de “María” nació en Quibdó, y no en Cali. Este libro
desató una intensa polémica en el Valle del Cauca y el prólogo es de uno de los
traductores y críticos más significativos de Colombia: Baldomero Sanín Cano. En
uno de sus apartes Sanín Cano dice: “Además de su mérito como obra histórica,
el trabajo del señor Valencia se recomienda literariamente por razones de
claridad, método, sobriedad y corrección del lenguaje”.
La obra
de Valencia que vamos a explorar es Río abajo, publicada en 1920,
con prólogo de un joven Eduardo Santos. Este libro que reúne crónicas, ensayos
y cuentos, está escrito en una prosa pulcra, alejada de efusiones líricas tan
comunes en su tiempo, donde la retórica era un lugar común, debido a la
influencia del modernismo en Hispanoamérica.
Algo
virtuoso de este libro, creado en mitad de la selva, es que rompe una visión
localista, y nos acerca a una visión más extendida del mundo. Valencia es un
escritor moderno y nos habla de la Primera Guerra Mundial, de los poetas
franceses del siglo XIX, y de la vida cotidiana de Quibdó, con sapiencia y en
un lenguaje sencillo, elegante y escueto.
Para
finalizar este breve recorrido por Valencia, leeré un fragmento del ensayo “La
novela”, en el cual vislumbramos una visionaria capacidad reflexiva con
relación a la poesía y la novela que se hacía en nuestro país en la década del
20, y cómo algunos de sus puntos de vista siguen aún vigentes. Inspirado en una
crítica del ironista Armando Solano, Valencia escribe:
“Ni la
novela, ni el drama han logrado descollar en Colombia. La primera menos que el
segundo, -haciendo excepción de la casualité de “María”,
obra prima que, más que todo, es un poema. El segundo ha tenido cultivadores,
sin éxito. El tema patriótico es el preferido, lo que da por resultado que
todos se parezcan. Esto sin mentar a Álvarez Lleras y Laverde Liévano, que,
dicho sea en justicia, lo han trajinado con bastante éxito. La poesía ha sido
otra cosa, si bien no logran todavía nuestros bardos apartarse de los cantos
amorosos, románticos, sentimentales, propios más bien de endulzar a son de
tiple y exaltaciones de aguardiente, los oídos de la rolliza moza del poblado,
en noches de plenilunio, que para llevar alimento espiritual a las primorosas
niñas pálidas, raras como las orquídeas, que dan descanso al cuerpo,
absorviendo drogas extrañas, éter por ejemplo, y perfumes exóticos, en los
finos pañuelos de Holanda. Afortunadamente nació Silva; felizmente la cuna de
Valencia se meció en Popayán; los ojos de Londoño se abrieron en Vianí, y el
primer balbuceo de Farina lo escuchó la montaña”.
ROGERIO VELÁSQUEZ nació en Sipí, bajo San Juan, en 1908. Sipí viene de sibi, que significa tortuga en lengua Catía. Velásquez es uno de los principales investigadores de la cultura chocoana. Se graduó de maestro en la Normal de Tunja, y estudió etnología en la Universidad de Popayán. Fue jefe de la sección folclórica del Instituto Colombiano de Antropología (ICAN), durante 12 años.
El caso
de Rogelio Velásquez es excepcional: ¿Por qué? Aunque escribió libros
históricos y de costumbres como El Chocó en la independencia de
Colombia, Gentilicios africanos en el occidente colombiano y Voces
geográficas del Chocó en la historia, su obra cumbre es una
novela: Las memorias del odio.
La
intensidad del lenguaje, la pasión y la fortaleza que revela la gramática vital
de este libro, más una aguda reflexión del ser negro en una época específica,
que en últimas no es más que la fatalidad de la condición humana, la convierte
en una obra conmovedora y trágica. Es su única obra de ficción, y no necesitó
de más.
La
novela está basada en un hecho real, que el paso del tiempo ha convertido en
leyenda. Es la vida dramática y maunífica de Manuel Saturio Valencia, el último
fusilado en Colombia por ley, episodio ocurrido la tarde del 7 de mayo de 1907
en Quibdó.
Hay
varios móviles que marcan su vida: es un negro estudiado con y mucha
inteligencia, metido de cabeza en un mundo dominado por blancos. Adiestrado en
la carrera de Derecho en Popayán logra alguna posición jurídica en Quibdó;
músico por naturaleza y alentado en su vocación artística por los padres claretianos
escribe canciones alegres en verso. Se enamora de una mujer blanca de la
burguesía quibdoseña, quien corresponde a su pasión. De esta relación que
estremece los cimientos de la selva, nace una criatura: mitad noche, mitad día.
Hasta ahí el cuento de hadas. El recién nacido es echado a las aguas del Atrato
por manos siniestras del racismo y la intolerancia. Saturio pierde la fe en la
vida y naufraga en el alcohol. Vuelve a tomar oxígeno y se enamora de una negra
alazana: ella es la hija del compadre de sus padres. Pide la mano de la joven,
y el compadre palidece, tartamudea, y un silencio grave se lo devora. Un
sacerdote cuenta la verdad a Saturio: su padre biológico es el compadre, porque
su verdadero padre hasta ese momento era estéril. El secreto sólo lo sabían su
madre Tránsito y su compadre, quien en confesión se lo contó al sacerdote. Con
esos ingredientes está listo el drama, que la pluma de Velásquez narra con
enorme lucidez. Velásquez escoge el monólogo para dar fuerza a la estructura narrativa.
En primera persona Saturio va construyendo su vida desde niño: relatando sus
ideales, sus sueños y fracasos, hasta el momento que lo conducen al patíbulo.
El
siguiente fragmento nos acerca al tono y al ritmo que abarca la novela en su
totalidad:
“Para
finalizar este capítulo de mi infancia, contaré que el balance de mis estudios
se resume en cuatro años de luchas, hurtos de cuadernos, y de lápices, cuatro
años de labranza interior. Mi aprendizaje fueron días de peleas con el espíritu
que tendía a agacharse por el hambre que me salía al paso haciéndome más
infortunado que las yerbas de los caminos que siempre tienen un trozo de tierra
que las alimenta.
…Aprendí
a leer en el jadeo minero escribiendo con carbones y barro pegajoso las tareas
de la citolegia. Cuando esperaba el desayuno o la comida, imitaba signos, ataba
palabras, muchas veces la luz de los faroles de gas o los ambiles, de los
cocuyos errantes, o bajo el graznido de las lechuzas que rayaban el aire…
…La
audacia y el ingenio me llevaron a ser el líder de los de atrás, de los de
abajo. Con un poco de estruendo goberné la escuela e influí sobre mis
compañeros. Por las bolas de cristal, trompos o cometas hice desafíos, di
golpes, lloré. Era una fuerza ciega. Cuando tiraba a la cara de mis contendores
su mal comportamiento, era porque iba a caer sobre mi presa con saña de
felino”.
ARNOLDO PALACIOS nació en Certeguí en la
década del veinte. Novelista excepcional, se marchó del país, impulsado por la
violencia y los deseos de conocimiento que son la forma más lúcida de la
libertad. Se casó con una condesa en decadencia, eso cuenta el mito literario,
y vivió en un viejo palacete a las afueras de París. Entre sus obras se
destacan La selva y la lluvia, traducida al ruso, y Las
estrellas son negras, que infortunadamente no ha tenido la valoración
literaria que se merece. Fue publicada por primera vez en 1949. Fuera de ser un
canto conmovedor de la lucha entre la pobreza y el libre albedrío, es una de
las primeras conquistas de la novela urbana en nuestro país. Y lo más
paradójico, es que se inspira en una pequeña ciudad selvática: Quibdó de los
años 40. Este drama tiene la virtud de contrastar la miseria con la prodigiosa
naturaleza que la rodea:
“A
través del callejón veía deslizarse perezosas las aguas del Atrato. El sol
marchaba perezoso también a su poniente hastiado, tal vez del mismo recorrido
diario, enrojeciendo de luz viva los árboles en lontananza… La calle exhalaba
un vapor cálido, fastidiante, putrefacto. El pavimento resquebrajado, como las
plantas de los pies de gentes enfermas del hígado, de mal de hígado… Y una
mujer negra tambaleante, iba aferrándose a la pared con las uñas frágiles,
pegadas con goma a los dedos flacuchentos del brazo esqulético… ¡Ah, un pueblo
tan pequeño y habitado por gentes debajo de la miseria!
¿Qué
hace esencial a Las estrellas son negras? Su lenguaje exuberante, castizo, que
se combina con el dialecto vernáculo de sus protagonistas, pero sobre todo, su
enorme espontaneidad. J.M. Restrepo Millán, escribió: “Pero lo mejor de este
libro, como hecho artístico, es que todo ese cúmulo de dolor, y toda esa lucha,
y sus personajes, y su escenario y su ambiente, son reflejo directo del
natural… Sin el más leve soplo de intelectualismo que ha solido desvirtuar
muchas tentativas de novela acometidas en Colombia”.
Una voz
llanamente poética desde la selva, da la propia versión de los hechos, que sin
acudir al pasquín narra con maravilloso realismo –no mágico- una historia casi
inocente, porque el protagonista es un preadolescente, Irra, y el mundo lo
vemos a través de sus ojos:
“Algunos
nacemos para morir sin tregua… Otros nacen para la alegría. Son estrellas
diferentes. Las de ellos titilan eternamente y tienen el precio del diamante. Y
la mía, Señor, es una estrella negra… ¡Negra como mi cara, Señor”.
CARLOS ARTURO TRUQUE. Extraordinario cuentista que hay que recuperar del olvido. Nació en Condoto en 1927 y murió en Buenaventura en 1970. Su talento narrativo ha sido opacado en parte por su militancia política; el haber pertenecido al Partido Comunista Colombiano ha cubierto de sombras y prejuicios su gran obra cuentística.
Más
allá de estos esquemas ortodoxos y extraliterarios, Truque es un maestro del
relato corto, y las historias, que tienen en su mayoría un alto contenido
social, al mismo tiempo, expresan una visión universal del ser humano. A través
de sentimientos como el amor, la solidaridad, el asombro, la guerra, Truque nos
acerca a la profunda y contradictoria naturaleza humana.
Uno de
los más bellos cuentos es El día que terminó el verano, aquí quiero
recordar algunas palabras del escritor y periodista vallecaucano Arturo Alape,
refiriéndose a este texto:
“Es la
historia de la sequía que fragua en el hombre la desesperanza. La dramática
espera que acosa al hombre como si el hombre sólo tuviera el tiempo medido para
sus recuerdos y añoranzas”.
Quiero
leer el último fragmento del cuento para que tengamos una idea más nítida de la
literatura de Truque:
“La
mujer estaba en un prado, desnuda, revolcándose, ayudándose con las manos para
que el agua la mojara por completo. Él la vio cómo era: gordita, llenita, de
piernas gruesas. Al verlo parado, con el saco a la espalda, aguantando a pie
firme la lluvia, rió infantilmente. Y él se dio vuelta y emprendió carrea, para
seguir regando su maíz, con el alma alegre por todo: Porque José María se había
ido; porque ella estaba ahora desnuda en el campo; porque él estaba sembrando
bajo el aguacero que ella había traído para bañarse y para acabar, en esa
forma, el largo e impiadoso verano”.
Otros
cuentos esenciales de Truque son “Vivan los compañeros”, “Las gafas oscuras”,
“Sonatina para dos tambores”, “La diana” y “Fucu”.
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Este
breve recorrido por algunos escritores chocoanos, más que reiterar que existe
una literatura chocoana, quiere profundizar en cuatro autores con diferentes
lenguajes, y que de una manera u otra han sido proverbiales en la narrativa
colombiana. Además el título de la charla Diversidad de la literatura chocoana,
quiere mostrar que el asunto de la biodiversidad en el Chocó también toca a la
literatura.
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* https://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/alfonso-carvajal
--- https://es.wikipedia.org/wiki/Alfonso_Carvajal
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Calle
23 # 3-11 oficina 304
Quibdó-Chocó-Colombia
.Quibdó-Chocó-Colombia
NTC ... ENLACES:
NTC … 4
de junio de 2012
Allí: cita y acceso al libro completo "La cuna de Jorge Isaacs", de REINALDO VALENCIA
-
.-
EL ALMA DEL CHOCÓ EN CINCO TÍTULOS
Vivencias
de los protagonistas de la vida del Chocó y el Pacífico colombiano, e imágenes
cotidianas de hombres y mujeres en su entorno social, político y cultural desde
principios de siglo hasta nuestros días, fueron recogidos en la Biblioteca del Darién que se presentó
ayer en la capital chocoana. La colección de Colcultura, coordinada por el
periodista Alfonso Carvajal, incluye
en siete tomos obras inéditas o reeditadas con el ánimo de dar a conocer las
expresiones literarias de importantes escritores de la región.
Por: YANED
RAMIREZ
EL
TIEMPO, 09 de abril 1994 , 12:00 a.m.
Las estrellas son negras. ARNOLDO PALACIOS
Biblioteca afrocolombiana, Banco de la República
LIBRO COMPLETO:
http://babel.banrepcultural.org/cdm/singleitem/collection/p17054coll7/id/1/rec/1.
Vivan los compañeros: cuentos completos. CARLOS ARTURO TRUQUE
Biblioteca afrocolombiana, Banco de la República
LIBRO COMPLETO:
.Biblioteca de Literatura Afrocolombiana
http://babel.banrepcultural.org/cdm/landingpage/collection/p17054coll7----
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