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FE DE ERRATAS
JUAN MANUEL ROCA
Texto completo publicado en el libro
"Sobre el error" (About the error")
18 X 25 cm. 80 páginas
“ Sobre
el ERROR” es EL
PRIMER LIBRO NACIDO DEL PROYECTO MULTIDISCIPLINAR TALES-ON, COMISARIADO POR MARCO MILAN. LA FÁBRICA Editorial lo EDITÓ.
Tales-on
es una plataforma multilateral sin ánimo de lucro que promueve la investigación
cultural, artística y antropológica en diferentes territorios con el apoyo del Café Bristot
El
proyecto invita a artistas de un país concreto a investigar sobre un tema,
generando un archivo de pensamientos y creaciones inspiradas en problemas
contemporáneos.
Este
primer libro es un volumen que completa la exposición de la instalación del
mismo nombre que acogió Casa de América del 13 de noviembre al 3 de diciembre, 2014.
Los
artistas colombianos Mateo López, Bernardo Ortiz, Nicolás París Vélez, Daniel
Salamanca y Daniel Santiago Salguero y los
escritores Óscar Collazos, Guillermo Montes Linero, Efraim Medina Reyes,
Robert H. Marlowe y Juan Manuel Roca
expresan su punto de vista sobre el error.
El
proyecto fue presentado en Madrid (Casa de América) y en Barranquilla durante
el
IX Carnaval Internacional de las Artes (La Cueva, 29 de enero al 1 de febrero de 2015) *
* http://www.tales-on.com/?page_id=572
IX Carnaval Internacional de las Artes (La Cueva, 29 de enero al 1 de febrero de 2015) *
* http://www.tales-on.com/?page_id=572
JUAN
MANUEL ROCA
“Un dios nace.
Otros mueren.
La verdad ni ha
venido
ni se ha ido:
sólo el error ha cambiado”.
Fernando
Pessoa
De errores con causa está lleno el arte, como en
el célebre relato en el que un hombre perdido e insolado bajo el pirómano sol
del desierto, se tropieza con “una virgen hermosa” en un oasis y le dice, según
afirman don José de la Colina e Ilán Stavans, estas palabras auto-consoladoras:
“dime que no eres un espejismo, a lo que ella responde: el espejismo eres tú. Y
acto seguido, el hombre desaparece”.
El error quizá esté en pedirle la verdad a ese
espejismo que es el hombre. Lo mismo ocurre con los artistas que inventan las
verdades para vengarse de que, a lo mejor, solamente seamos nada más que una
errata de Dios.
A ellos, a los artistas, quizá sea mejor no preguntarles
en qué lugar de sus vidas son gobernados por las certezas. “Si me equivoco
soy”, decía San Agustín, y quién diablos soy yo para refutar a un santo tan
alabado como Agustín de Hipona, a quien se le ocurrió este aserto, quizá para
ayudarme a escribir este texto acerca del error. Y para hacerme caer en una
suma de dislates, en un febril disparatorio hondo como un pozo, y gozar de la
justificación de un hombre de Dios.
Al comienzo de esta fe de erratas, quise dedicar
el texto a Cristóforo Colombo, el genovés que debería ser el santo patrón de
los equivocados, quizá el marinero más legendario de la historia, que llegó a
América en 1492 creyendó haber llegado a otra parte. Y bien, aparte del error
magistral de descubrir una tierra que estaba descubierta por sus propios
habitantes, pasó a la historia por algo que él mismo ignoraba. Pues bien, es
gracias a ese equívoco histórico que escribo en este idioma. Me expreso por una
equivocación en esta lengua en la que también escribo, quizá para poder afirmar
que si tenemos que hablar, en cualquier idioma o dialecto, es para señalar que
no nos entendemos y que empezamos a conocernos por los dos lados de un
catalejo, gracias a su majestad el error.
En verdad, al decir de Amiel, nunca tenemos un
mayor descontento con los demás que cuando lo estamos con nosotros mismos. El
pensador suizo afirmaba que “la conciencia de un error nos vuelve impacientes”.
Tan impaciente fue el agudo y áspero Amiel, que combatió su conciencia del
error escribiendo un “Diario íntimo” de 17 mil páginas, en el que empleó
solamente 42 calendarios de su vida. Qué más exorcismo contra el “error vacui”,
contra la página en blanco que nunca se equivoca antes de que nos de por
agregarle algunas letras.
Me he dado a cazar grandes pensamientos de grandes
hombres que hablando sobre el error creían no caer en él, creían superarlo como
los saltadores con jabalina. Y, en verdad, es claro que entre lo que quiso
decir un poeta, lo que en verdad dijo y lo que creemos que dijo, se nos oculta
el misterio, y ya de entrada hay en esto un error de percepciones.
Por ejemplo, cuando Nicolai Gogol escribió su
formidable “Almas muertas”, amigos, conocidos y lectores acudieron a su casa a
manifestarle que con esa novela había hecho la demolición del zarismo y el primer
preocupado, inclusive molesto, fue él que se creía zarista. En qué lugar de
quiebre, ¿en qué momento una suerte de fantasma lo indujo a un error personal
pero a la que en adelante sería una certeza colectiva? A la historia no le
interesa que una verdad nazca de un equívoco, diríamos pensando en la bellísima
obra del escritor ruso.
El caso de Gogol, cuyo personaje, Chichikov,
parece equivocado de lugar de nacimiento en la Rusia zarista, pues parece más
bien un mañoso burócrata colombiano, me lleva a tener que aceptar a
regañadientes, más allá de sus para mí dudosas teorías, una idea, repito, de
ese gran escritor llamado Sigmund Freud: “todo acto frustrado, toda acción
resultante de un error, expresan una voluntad oculta”. Y que Gogol nos perdone.
Por algo la palabra reconocer, que en griego
quiere decir volver atrás y que no en balde es un palíndromo, una palabra que
se puede leer de izquierda a derecha, como lo hacemos en Occidente, y de
derecha izquierda como lo hacen los rabinos, los tipógrafos y los espejos,
tantas veces está asociada a la palabra error.
“Reconocer” un “error”, se dice haciendo
maridaje entre las dos palabras, para señalar algo que a pocos les gusta
aceptar. Tal vez por eso, los pintores acuden al pentimento, a pintar sobre una
pintura que consideran equivocada, pero la belleza de la obra superpuesta nace
de otra obra que el artista considera errada.
Por supuesto que hay errores provocados de
manera conciente, como en el “nonsense” carroliano, pero también inducidos por
las ideologías: “razas superiores”, “destinos manifiestos”, y es en estos
últimos en los que la inocencia de errar se vuelve perversa, manipulable y
manipulada.
Frente a una historia como la que sigue, puede
crearse una pugna entre el elogio de la imaginación y la obtusa racionalidad
del realista. Creo haberla visto en un filme, pero para no equivocarme diré que
fue en un sueño:
Hay un pabellón de hospital con decenas de camas
y de enfermos. Solamente uno de los pacientes tiene acceso a una ventana con
vista a la calle. El hombre entreabre sus dos hojas y cuenta lo que ocurre en
el afuera del hospital: una mujer joven y pelirroja cruza bajo un paraguas
azul, dos niños patean un balón entre los charcos, una monja casi enana como en
un filme de Fellini les da comida a las palomas del parque, una pareja de
novios se besa a la entrada de un café, un cartero veterano se empina frente a
un timbre...
Una noche el enfermo que narra esos suecesos a
los compañeros de infortunio muere y, por supuesto, todos quieren heredar su camastro
con vista a la calle. Cuando el hombre al que le asignan su lecho entreabre la
ventana, descubre que solo hay un muro de ladrillo que le impide a cualquiera
ver el paisaje. Creo que no haya nada más parecido al poeta que el personaje de
esta historia, Se trata de alguien capaz de fabular, de pastorear un error
inducido desde su condición de reo del mundo, condición a la que seimpre se
niega el hombre insatisfecho.
Ante una historia como esta, el realista que
detesta todo lo que no sea palpable, el que no cree que si la vida comete
errores es porque todo equívoco funda nuevas posibilidades creadoras, mirará
con desdén lo que no resulta comprobable y entonces llamará al cura y al
barbero de don Quijote para que no sigamos confundiendo molinos con gigantes ni
rebaños de ovejas con batallones de soldados, como si en esa equivocación
visual no mediara el concepto de que los ejércitos del mundo son hatos de seres
obtusos y obedientes.
“Ningún medio para prosperar es más rápido que
los errores ajenos”, decía de manera enigmática Francis Bacon, que por lo demás
hizo fortuna litigando como abogado, una profesión especializada en buscar el
error en el contrario.
Me gusta más la frase de Albert Camus, de cuño
humanista, que dice que “hacer sufrir es la única manera de equivocarse” y que
en otro paraje de sus reflexiones afirmaba que la necesidad de tener razón es
señal de un espíritu vulgar. Valdría la pena agregar que los cazadores de
errores siempre me producen el malestar propio de quien se arriesga a errar con
tal de explorar nuevos mundos, nuevas hipótesis de ellos. Cómo me agrada
encontrar un error original, ya que la mayoría de los errores son muy viejos
bajo el sol y casi siempre están catalogados en el capítulo de las certezas.
Por ejemplo: que el hombre es un ser superior, hecho a imagen semejanza de
Dios. No habla bien del creador el supuesto de que seamos parecidos a él. He
ahí un error inducido por la religión y tan viejo y fijo como el sol.
Y sigamos especulando, creándole espejos
deformes a la verdad, que es lo propio de toda fe en las erratas. El temor a
errar paraliza. El que no yerra está muerto. Porque en verdad no hay aventura
sin la posibilidad de equivocarse. El funámbulo, el que camina por la cuerda
tensa y pastorea el abismo, es quien no teme equivocarse porque de entrada se
ha dedicado, como el filósofo, a un oficio de equívocos. El va a las grandes
verdades por vías de la duda. El error es la flor anómala del jardín, la que
crece sin el estímulo de nadie.
Pero, a pesar de todo esto, no hay nada más
triste ni patético, y a cada tanto lo vemos en los grandes foros y congresos,
que dos errores que se refutan con pasión, que dos dislates que se atacan con
brutal vehemencia mientras la verdad, impasible, guarda silencio. Tal vez a eso
se refiera el punzante duque de la Rochefoucauld, que escribía con vitriolo y
sin temor a errar: “no durarían mucho tiempo las disputas si el error estuviese
de un solo lado”.
Solamente, ya que cometí el error de aceptar
escribir sobre este tema, me basta con garabatear un conato de poema:
LA CALLE DEL ERROR
Entre
la calle de las certezas
Y la
avenida de la soberbia,
Preferí
cruzar
Por la
vereda del error.
Allí
encontré viejos
Amigos
desconocidos.
Encontré
al hombre
Que
creía posible
Inventar
un espejo de hielo
Para
las muchachas del desierto,
Al que
quiso caminar
En tres
orillas del río,
Al que
pensó en fabricar
La
moneda de tres caras,
Al que
creyó indeleble
Su
nombre escrito en el agua,
Al
hombre que quiso
Dejar
su cuerpo en casa
Para
irse de paseo
Sin su
estorbosa presencia.
Preferí
la callejuela
De los
equivocados
Que el
salón de las certezas.
Perseguí
las confusas
Palabras
de uno
Que
pintó un túnel en un muro
De la
cárcel
Para
ayudar a escapar a sus amigos,
Al que
tuvo errores de cálculo
En la
fabricación
De una
bicicleta de viento,
Al
pintor fracasado que quería
Saborear
con vino
El pan
pintado en la alacena.
Entre
la calle de las certezas
Y la
avenida de la soberbia,
Preferí
cruzar
Por la
vereda del error.
Allí
encontré, nervioso aún,
Al que quiso esconder en un poema
A un
hombre a punto de ser fusilado,
Al que
siempre ignora qué responder
Cuando
preguntan“quién anda por ahí”,
Al
ladrón de imposibles,
Al que
quiso ser jinete de sí mismo
Y se
dio a galopar en su locura,
Al que
quiso colorear las vocales
Y besar
la lejanía,
Al
ciego que no declaraba
En las
aduanas los paisajes
Que
llevaba en su tacto
Y solo
quería escribir un libro
Hecho
de olores y sabores,
Al que
nunca acertó con el arco
Y jamás
dio en el clavo de lo cierto.
Entre
la calle de las certezas
Y la
avenida de la soberbia,
Preferí
cruzar
Por la
vereda del error.
Allí me
encontré viejos amigos
Que
solo leían en los libros
El
colofón de las erratas.
En
todos ellos,
Hay más
verdades
Que en
los hechos comprobados
De
nuestra estúpida historia.
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NTC ... ENLACES:
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Guillermo Linero, Juan Manuel Roca y Efraím Medina conversan "Sobre el error" en La Cueva. Bq. Enero 31, 2015
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NTC ... ENLACES:
El proyecto fue presentado en Madrid (Casa de América) y en Barranquilla durante el IX Carnaval Internacional de las Artes (La Cueva, 29 de enero al 1 de febrero de 2015) *
Guillermo Linero, Juan Manuel Roca y Efraím Medina conversan "Sobre el error" en La Cueva. Bq. Enero 31, 2015
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15 de noviembre de 2014, en NTC
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