viernes, 13 de marzo de 2015

Aleph No. 172. Revista, Manizales, Enero/Marzo 2015, año XLIX

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Aleph 
No. 172 

Revista, Manizales  Enero/Marzo 2015, año XLIX


Publicación literaria y de pensamiento
Ilustración de carátula
Científico/Académico Jorge Arias de Greiff (n. 1922) por Pilar González-Gómez
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Edición monográfica dedicada a Jorge Arias de Greiff

En el 2016: ¡50 años! de la revista


Director: Carlos-Enrique Ruiz ( 1 , 2 )

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Fecha: 13 de marzo de 2015, 10:47

Asunto: FW: Aleph No. 172 Revista, Manizales Enero/Marzo 2015, año XLIX. Director: Carlos-Enrique Ruiz (CER). Publicación digital-virtual de NTC ...

Para: "aleph@une.net.co"  aleph@une.net.co

Cc: gabo ntc ntcgra@gmail.com



Suena Aleph por todas partes.

Y aquí una nota que escribí de una velada en la Casa de Antioquia en la que conocí al profesor Arias. Se trata de un correo enviado al maestro Boris de Greiff.
La “hiperbórea” Ilse
Maestro Boris, esta noche estuvimos escuchando en la Casa de Antioquia a una "hiperbórea rubia", su prima Ilse. Habló, claro, de su padre el maestro Otto de quien, como sabrá, lanzaban su libro sobre notas musicales.
Doña Ilse no se cayó una sola vez y sólo al final casi se le "pianta un lagrimón", pero alcanzó a dictarle auto de detención al sollozo se quedó a mitad de camino.
Ni siquiera se equivocó cuando leyó nombres de autores en varios idiomas. Al fin y al cabo el maestro Otto dominaba la picadurita de mosco de 8 idiomas. Tal vez le hizo falta tomar agüita porque a veces su voz se le convertía en un Sahara.
La acompañó su esposo, Alfredo Perea, a quien le dio crédito merecido. Don Alfredo estuvo atento a la jugada en el videobim. Inclusive tuvo tiempo de que le sonara el celular en una ocasión. Antes habían sonado otros 69  celulares. En honor de don Alfredo debo decir que el cachivache que está sin acabar de inventar, como los hombres, le sonó pasito y no se puso a echar paja por ese bejuco. Identificó la llamada y adiós.
Entre la concurrencia estaba otro ilustre pariente suyo (todos los De Greiff lo son). Me refiero a don Jorge Arias de Greiff con su aire de Einstein, quiero decir, de profesor distraído. No sé si estaba durmiendo o si estaba soñando con “altas  constelaciones que fulgarais tan lejos”. (Una pareja de jóvenes  embluyinados completaban la cuota degreiffiana en la reunión).
Esta vez, el anfitrión Iván  Darío Cadavid –quien fue novio de Noemí Sanín cuando los dos tenían cuatro y cinco años de edad- no se dejó venir con ningún ladrillo oratorio. Se limitó a leer apartes del acta de Independencia de Antioquia en la que se dice que no queremos ver un chapetón un millón de leguas a la redonda.
Le cuento que su ilustre prima nos leyó la traducción que hizo don Otto de un soneto de Vivaldi. Y nos encimó la audición de un trozo de las siete, perdón, las Cuatro Estaciones. No recuerdo bien cuál escuchamos porque en asuntos de música yo ando todavía en la Sonora Matancera.
El libro sobre el tío que le enseñó a jugar ajedrez a usted, según lo recordó doña Ilse, resultó el más taquillero, copó la velada. Se presentaron otras seis obras pero De Greiff es de Greiff.
Recordé que el maestro Otto una vez me recibió a regañadientes en su apartamento de la cuarenta y pico adonde fui a entrevistarlo por el premio de periodismo Simón Bolívar por su andar cultural. El premio le importó un reverendo carajo.
Además de la presentación de los libros, las pinturas del maestro Pineda que se exhiben por estos días, salvaron la noche. Se la recomiendo: qué fuerza tiene su pintura. Me gustaron muchos de sus cuadros pero cuando “atisbé” los precios me dije: si apenas me alcanza para el transmilenio de regreso a casa, qué te va a alcanzar para comprar cuadros.
No le alargo más el chico, pero le cuento que la velada terminó con el dueto de Hugo y Gilberto, quienes remplazaron a Vivaldi. Algo así como mezclar caviar con rellena.
Cuando iba a empezar el dueto de cuatro, toqué la retirada. Vi que el maestro Arias de Greiff, el papá de Eduardo,  con un paraguas chiquito en la mano, de cinco mil pesos a lo sumo, igual al que cargo yo, también empezaba a poner pies en polvorosa, sin esperar las empanadas de iglesia, ni el buscapleitos licor oficial con que nos amenazó el anfitrión, don Iván Darío.
Esperemos a ver si editan los comentarios de don Otto sobre las partidas de ajedrez. Me abro del parche. 
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