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.VIENE y COMPLEMENTO DE:
29 de mayo de 2015
AQUELLA ENCRUCIJADA DEL LENGUAJE:
UN HOMENAJE A ÓSCAR COLLAZOS (1942–2015)
Texto leído por el autor en el evento
"De un mar a otro mar". Homenaje a Óscar Collazos (1942 - 2015),
organizado por la Universidad del Valle y la Escuela de Estudios Literarios.
"De un mar a otro mar". Homenaje a Óscar Collazos (1942 - 2015),
organizado por la Universidad del Valle y la Escuela de Estudios Literarios.
1
Uno de los debates que más exacerbó los ánimos
entre escritores y artistas del siglo pasado estuvo ligado al tema del
compromiso político. En América Latina, el influjo producido por la Revolución
Cubana —desde su triunfo en el 59— tuvo las proporciones de un aluvión
espiritual. Los jóvenes de aquel momento y de las décadas siguientes llevaron
al paroxismo su entusiasmo revolucionario y su disposición para cambiar
radicalmente la sociedad. También es cierto que la reacción de las fuerzas
conservadoras del continente resultó cruenta y sanguinaria. Cuando miramos
hacia atrás podemos confirmarlo: el capítulo que le correspondió vivir a
Latinoamérica en el panorama de la Guerra Fría no fue gélido, sino candente y
feroz. El idealizado retrato cinematográfico de glamurosos espías y
contraespías se transformó aquí —en nuestros vecindarios— en miles de
torturados, exiliados, desaparecidos y fusilados. El fanatismo de las fuerzas contrapuestas
propugnaba un colofón irreversible: la desaparición física del adversario.
En lo que toca al panorama cultural y literario,
éstas décadas coincidieron con una extraordinaria eclosión de obras maestras que
fueron escritas por autores surgidos de América Latina, especialmente en el
ámbito de la narrativa. La crítica ha mostrado que —además de la evidente
calidad artística y vocación renovadora de estas obras— hubo al menos dos
fenómenos extraliterarios que favorecieron su circulación y la acogida que el
público les dispensó. De una parte, el respaldo que algunos de estos autores
recibieron de la industria editorial argentina y catalana, con todo y su marketing
globalizado; de otro, el agitado ambiente de discusión y consumo cultural que
propició el ímpetu revolucionario, sobre todo entre la gente más joven. Éste es
el entorno en que se presenta la famosa polémica entre Óscar Collazos y dos
figuras emblemáticas del llamado Boom latinoamericano: Julio Cortázar y Mario
Vargas Llosa. Dicho debate fue publicado en diferentes revistas y diarios del
continente, fue seguido y discutido, estudiado y enriquecido.
Recordemos que todo empezó con un artículo
escrito por Collazos a petición de Ángel Rama, el cual fue publicado el 30 de agosto
de 1969 por el semanario Marcha de Montevideo; su título era “La encrucijada
del lenguaje”. Vino luego la inesperada respuesta de Julio Cortázar, fechada en
diciembre del 1969, cuyo sugestivo lema fue “Literatura en la revolución y
revolución en la literatura: algunos malentendidos a liquidar”. Posteriormente,
en abril de 1970, apareció la contestación de Mario Vargas Llosa: “Luzbel,
Europa y otras conspiraciones”. La editorial Siglo XXI recogió estos textos en
forma de libro e incorporó, al cierre del mismo, una carta abierta de Collazos
a Cortázar: “Contarrespuesta para armar”, fechada en enero de 1970. No tengo
dudas al afirmar que todavía hoy —cuarenta y cinco años después de aquella
polémica— éstos textos siguen siendo documentos de gran valor para comprender
la historia del continente; entre otras cosas, porque nos permiten reconocer el
papel que en ella han desempeñado nuestros escritores.
Fuente: http://ntc-narrativa.blogspot.com/2015_05_27_archive.html
Allí: Enlaces para acceder a las versiones digitales-virtuales de ambas publicaciones completas
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2
Tal como reconocieron posteriormente quienes
tomaron parte en él, lo más valioso de este debate fueron aquellas lúcidas
reflexiones con las cuales respondió Julio Cortázar. Agreguemos que incluso el
tono de su ensayo, a la vez recio y afectuoso, ha terminado siendo
paradigmático. Y señalemos también que la agudeza y altura de Cortázar aparecen
allí en toda su dimensión: las suyas son las palabras que un gran maestro le
dirige a un joven de veintiséis años llamado Óscar Collazos. Recuperemos ahora dos
de los argumentos centrales en la discusión. El primero de éstos resulta
nuclear: el escritor debe comprometerse con la realidad que lo circunscribe,
debe ser consecuente —mantengamos la
palabreja de marras— con el “contexto sociocultural y político” en que vive; el
escritor debe implicarse, obra incluida, en la causa revolucionaria. Por más
que se procuren sutilezas al plantearlo, detrás de semejante demanda se
encuentran agazapados los principios del “Realismo Socialista”, con todo y sus
nefastas consecuencias para la creación artística.
Sin embargo, Cortázar evita la descalificación
simple y elige dar un paso adelante en su deliberación; entonces, procede a
ensanchar la obtusa concepción de la realidad que suelen tener quienes reclaman
este tipo de actitud. Su ruta de argumentación se orienta a recordarnos que la
imaginación y el mito, por ejemplo, son tan constitutivos de la realidad como
los objetos más concretos. Para empezar, Cortázar es un hombre comprometido con
la revolución; pero tiene claro que el escritor no puede subordinar su creación
a proselitismos específicos que sólo conducen al panfleto: “El desacuerdo
empieza —nos dice— cuando la propugnación se
detiene allí, en el famoso ‘contexto sociocultural y político’, y todo lo
demás, la realidad imaginaria y multiforme, es cuestionada en nombre de un
‘deber’ que nadie niega entre nosotros pero que no agota ni mucho menos el
campo legítimo y necesario de una literatura que merezca ese nombre”. (Pág. 68)
Cortázar señala que quienes proclaman una noción tan tosca del compromiso
entienden el hecho literario de un modo contenidista,
mecánico; en última instancia, demagógico.
El segundo argumento que quisiera
destacar es el que se refiere al asunto formal; es decir, a ese ímpetu
experimental y renovador que en efecto caracterizó la narrativa del llamado
Boom. Collazos arremete contra esta concepción, entiende que se debe a un
complejo de inferioridad ante las metrópolis del “primer mundo” y ve en ella los
riegos de una escritura que puede concluir en el mero esnobismo —aquella
actitud escapista dispuesta a autocelebrar sus propios e inconducentes
artificios—. De hecho, menciona algunas novelas específicas de Cortázar y
Fuentes en las que advierte dicha tara. Cortázar repunta enfático, subraya que
no es aplicable el concepto de foráneo
en las técnicas narrativas. Y agrega que, si bien cada obra nace de una
experiencia particular, los compartimentos estancos en que otrora se cumplían
las literaturas nacionales han quedado superados en las sociedades contemporáneas.
Además, insiste en que una novela auténticamente revolucionaria no lo es sólo
en virtud de su dimensión temática, sino en la medida en que procura
revolucionar esa forma misma llamada novela.
En relación con la respuesta dada por Vargas
Llosa en este debate, anotemos que hay dos argumentos centrales, muy
contundentes, así como un tono despectivo que se advierte desde el título. En
primer lugar, reivindica que existe una dimensión no-consciente en el proceso
creativo y afirma, a continuación, que es precisamente allí donde radica la
fortaleza de los temas literarios. Entendidas así las cosas, no tendría ningún
sentido buscar que el escritor proceda únicamente de modo racional a objeto de
ser consecuente con determinada
causa, por muy noble que ésta sea. Por otra parte, Vargas Llosa reafirma la
condición revolucionaria de todo escritor; pero lo hace redefiniendo los
postulados de Collazos. Veamos: Un escritor es revolucionario en la medida en
que su punto de vista se instala siempre en las antípodas del poder
establecido, sea éste de derecha o de izquierda. Esto significa, entre otras
cosas, que el escritor jamás habrá de cumplir la función policiva del burócrata
—figura necesaria, se da por hecho, en todo Estado—; al contrario, el escritor habrá
de discutir y transgredir dicha función cada vez que se haga necesario.
3
Mirada la polémica del modo en que lo he hecho
—panorámicamente—, parece que sobre aquel joven de veintiséis años llamado
Óscar Collazos sólo llovieron palos y piedras. La verdad es que veo las cosas
de otro modo. Para empezar, “La encrucijada del lenguaje” tiene el extraordinario
mérito de haber propiciado el debate, de haberlo iniciado. Tampoco olvidemos
que los temas allí desarrollados eran de una tremenda pertinencia para la época.
Pero hay algo más: hacia el final de su texto, Collazos planteaba la gran
dificultad que veía recaer sobre la persona del escritor. Y esto debido a la
necesidad de responder a dos requerimientos muy difíciles de conciliar. La
naturaleza esencialmente solitaria —íntima— de la creación literaria y su
inherente condición revolucionaria, contestataria. De allí proviene justamente
el título del ensayo, en eso consiste la “encrucijada”. Recordando el símbolo
del Florero de Llorente, el propio Collazos le manifestó a Cortázar en su carta
de cierre: “Tengo todo el derecho de sacudirme porque el arrinconamiento es
injusto y de ninguna manera creo responder a la imagen hiperbolizada que de mis
conceptos ha hecho usted en su respuesta”. (Pág. 97)
Al término de estas notas sobre aquella
encrucijada del lenguaje, quisiera regresar sobre un par de preocupaciones colaterales
planteadas por Collazos. Aunque la primera de éstas fue refutada con solvencia
por sus dos brillantes contradictores, la Historia se ha encargado de barajar
las cartas apelando a su caprichoso estilo. Me estoy refiriendo a la inquietud
de Collazos por la preconización de los experimentos formales en la novela, por
la truculencia expresiva sin asideros claros en los requerimientos propios de
la historia narrada. Esto, desde luego, dificulta innecesariamente la lectura
de los textos. Pues bien, tras el advenimiento de las cruentas dictaduras fascistas
en los años 70 de nuestro continente —Pinochet, Videla, Bordaberry y compañía—,
una gran parte de los escritores del post-boom optó por regresar a una
narrativa mucho más mimética, mucho más cercana al entorno real inmediato.
Asimismo, esta profusa tendencia novelística se distanció del experimentalismo
característico del Boom y generó lo que algunos críticos han denominado “la
reconciliación con la trama”; esto es: un tipo de novela cuya escritura resulta
mucho más amigable con el lector.
El otro aspecto en el cual aquel joven Collazos
ha terminado teniendo la razón se refiere a los epígonos de los grandes escritores
y su banalización industrial del hecho literario. En este punto, su inquietud consistía
en recordar la manera como las conquistas formales llevadas a cabo por autores
señeros —las cuales siempre juegan un papel renovador en la literatura—
terminan siendo absorbidas por la mercadotecnia editorial. Dicha asimilación
comercial representa un empobrecimiento de nuestro campo artístico, pues su
horizonte de búsqueda no es otro que la homogenización del gusto lector. En la
actualidad, éste es un hecho cumplido respecto de algunos maestros del Boom
latinoamericano. Tal es el caso de ese pálido “realismo mágico” facturado por
imitadores y destinado al consumo masivo, lo cual se sitúa en las antípodas de
la literatura. Pero quisiera cerrar esta reflexión y estas palabras de homenaje
afirmando que donde mejor podemos advertir hoy la vigencia de Óscar Collazos es
en su inagotable actitud analítica, en esa irrenunciable vocación crítica que ejerció
hasta el final de sus días, en esa vasta obra que nos legó y que seguirá
acompañándonos durante los años por venir.
Cali, mayo 29 de 2015.
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Texto: AQUELLA ENCRUCIJADA DEL LENGUAJE:
NTC ... ENLACES
Alejandro José López Cáceres interviene
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Texto: AQUELLA ENCRUCIJADA DEL LENGUAJE:
UN HOMENAJE A ÓSCAR COLLAZOS (1942–2015)
NTC ... agradece al autor el aporte y la autorización para publicarlo
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