Portal-blog complementario a NTC ... Nos Topamos Con ...
http://ntcblog.blogspot.com/ , ntcgra@gmail.com Cali, Colombia.
Y a los relacionados en: http://ntcblog.blogspot.com/2009_10_11_archive.html
y en http://www.blogger.com/profile/03015274615333302232
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EN LA CIUDAD DE LA FURIA
( Necrópolis. Santiago Gamboa . Editorial Norma, 2009. 455 páginas )
Por Camilo Jiménez (Medellín, 1969) es el editor de El Malpensante.
Revista El Malpensante , http://www.elmalpensante.com/ ,
No. 103, Nov. 2009. RESEÑAS. págs 78 y79.
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EN LA CIUDAD DE LA FURIA
(Necrópolis. Santiago Gamboa . Editorial Norma, 2009. 455 páginas)
Por Camilo Jiménez (Medellín, 1969) es el editor de El Malpensante.
Revista El Malpensante , http://www.elmalpensante.com/ , No. 103, Nov. 2009. RESEÑAS. págs 78 y79.
Escaneó, publica y difunde: NTC … Nos Topamos Con … http://ntcblog.blogspot.com/ , ntcgra@gmail.com . Cali, Colombia, Dic. 5, 2009
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(Necrópolis. Santiago Gamboa . Editorial Norma, 2009. 455 páginas)
Por Camilo Jiménez (Medellín, 1969) es el editor de El Malpensante.
Revista El Malpensante , http://www.elmalpensante.com/ , No. 103, Nov. 2009. RESEÑAS. págs 78 y79.
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Página 78. (Click sobre las imágenes para ampliarlas y hacerlas legibles. Click en "Atrás" en la barra para regresar al aquí)
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El suceso que pone en movimiento las peripecias de esta narración es inquietante, y por eso mismo poderoso: un escritor colombiano residente en Roma recibe una inesperada invitación a un congreso de biógrafos que tendrá lugar en Jerusalén. Inquietante porque este personaje no ha escrito nada que lo ligue con el tema del congreso, por la oscura organización que lo cita y las condiciones generosas que le plantea, porque el tipo lleva más de dos años retirado del mundo, recuperándose de una enfermedad terrible. Estamos pues ante una trama que puede dirigir las acciones hacia muchos frentes: pinta bien.
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Más adelante la novela intercala la narración de este escritor en el Congreso Internacional de Biógrafos y de la Memoria con las ponencias de algunos asistentes, que por decir lo menos son estrafalarios: José Maturana, una especie de santón tropical, miembro retirado de una iglesia gringa típica; una pornstar con rastros de intelectual de izquierda, Sabina Vedovelli; el bibliófilo francés Edgar Miret Supervielle; Moisés Kaplan, un industrial colombiano que funda un ejército de mercenarios y que cuenta en el congreso la historia de venganza de un pequeño empresario de los Llanos Orientales. Encima, Jerusalén está sitiada por una guerra, y detrás de los jardines del elegante hotel King David se escuchan cada tanto los obuses y las ráfagas de fusil. Así puesto sigue pintando bien.
Y los lugares comunes y los diálogos impostados ... ay, terminan de hacerla a uno enfurecer.Ni intentándolo durante días se pueden juntar tantos de ambos en un espacio tan breve como en esta conversación que sostiene el narrador principal con otro asistente al congreso: "Me preguntó si conocía su ciudad, Budapest, a lo que respondí que sí y, más que eso, le dije, la considero una de las más bellas del mundo. En un anticuario del gueto judío, cerca de la sinagoga, compré una pequeña avioneta de metal que siempre tengo en mi escritorio, aliado de mis libros de poesía. El hombre celebró con un golpecito en la barriga, qué bueno, poetas y aviadores, claro, Saint-Exupéry y todo ello, muy bueno, y luego dijo, usted acaba de nombrar un anticuario y con ello toca una de mis cuerdas sensibles ... ". Esos clichés yesos diálogos directos poco naturales están desperdigados por toda la novela: la periodista islandesa Marta Joonsdottir se hace amiga del narrador, y cuando le está contando su historia le suelta este collar de perlas: "Había bebido varias copas y bailado en una vieja discoteca llamada Nasa, en el centro de Reikiavik donde tocaban bandas undelground como los Sugarcubes de Bjork, Juliette y los Licks, Ghostigital, un rock bastante macabro, y ahí estaba yo con mis quince años y las ganas de sorberme el mundo de un trago o de meterlo en mi cerebro de una esnifada ... ". Esta periodista liberada y liberal, que no tiene inconveniente en hacerle una paja al narrador sin poner en ello su corazón ni ningún otro órgano que no sea su mano, de pronto le cuenta que conoció a un médico y "nos pegamos una fornicada bárbara". Por su parte, la actriz porno Sabina Vedovelli cuenta uno de sus primeros polvos con un profesor de teatro, con quien "luego pasamos a una colchoneta de ejercicios físicos y nos pegamos una fornicada espectacular". Cuando los personajes no hablan o piensan según la idiosincrasia que les dio el autor pierden toda la credibilidad para mí.
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El suceso que pone en movimiento las peripecias de esta narración es inquietante, y por eso mismo poderoso: un escritor colombiano residente en Roma recibe una inesperada invitación a un congreso de biógrafos que tendrá lugar en Jerusalén. Inquietante porque este personaje no ha escrito nada que lo ligue con el tema del congreso, por la oscura organización que lo cita y las condiciones generosas que le plantea, porque el tipo lleva más de dos años retirado del mundo, recuperándose de una enfermedad terrible. Estamos pues ante una trama que puede dirigir las acciones hacia muchos frentes: pinta bien.
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Más adelante la novela intercala la narración de este escritor en el Congreso Internacional de Biógrafos y de la Memoria con las ponencias de algunos asistentes, que por decir lo menos son estrafalarios: José Maturana, una especie de santón tropical, miembro retirado de una iglesia gringa típica; una pornstar con rastros de intelectual de izquierda, Sabina Vedovelli; el bibliófilo francés Edgar Miret Supervielle; Moisés Kaplan, un industrial colombiano que funda un ejército de mercenarios y que cuenta en el congreso la historia de venganza de un pequeño empresario de los Llanos Orientales. Encima, Jerusalén está sitiada por una guerra, y detrás de los jardines del elegante hotel King David se escuchan cada tanto los obuses y las ráfagas de fusil. Así puesto sigue pintando bien.
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Pero desde muy temprano llegan los desengaños. Quizá el primero sean las reiteraciones inoficiosas, tinta y tiempo desperdiciados en eventos o pensamientos que se repasan dos veces y hasta tres. En las primeras páginas el escritor ha acusado recibo de la invitación, ha recibido la confirmación, ha barajado los temas que podría tratar, y aun así insiste: "sentí, a esa hora nocturna, que por nada del mundo me perdería el congreso, que asistiría desde el primer día hasta el último". Bien, no nos desanimamos, por la prosa que expone ese narrador podemos advertir que es algo ampuloso, y de pronto le gustará repetir algunas cuestiones. Pero las repeticiones se alternan con obviedades, y encima en tono artificioso, con lo cual el lector empieza a indignarse: "podría continuar elucubrando en aquello que subyace detrás de los libros, baúl al que van a parar los temores de tantos solitarios que, como yo, en esta noche necesitan comprender algo para decido a otros que no lo necesitan ni lo han pedido, o más bien para decírselo a sí mismos y poder continuar, con el cerebro hirviente de imágenes y presagios". Ay, dime algo que no sepa, querido escritor. Pero no, él sigue engolosinado en obviedades: "yo pienso que los objetos, como las personas y las civilizaciones, tienen un destino, o múltiples destinos, ya que son perennes", dice un asistente al congreso más adelante. Y otro de los invitados: "la vida es una vaina bien arrecha y contradictoria, coño, y a veces hasta suicida, vale, será por eso que nadie sale vivo de ella". Esta última frase no es chistosa ni original. Y no es chistosa precisamente porque no es original, al contrario. Con esos traspiés voy pasando de la indignación a la rabia.
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Que se instala del todo con personajes poco coherentes, crudos y escasamente verosímiles, un pecado que no puede cometer un autor con recorrido como Santiago Gamboa, un descuido imperdonable en una novela premiada con tan suntuoso galardón como el que recibió Necrópolis, el Premio de Novela La Otra Orilla 2009, que justo este año subió el monto de 30 mil a 100 mil dólares. Tengo para mí que Gamboa ha creado personajes sólidos, que no se van a borrar nunca de la historia literaria de Colombia, como el sargento Aristófanes Moya de Perder es cuestión de método o el pisaverde Nelson Chouchén Otálora, profesor peruano cuyo perfil ocupa un capítulo de esa entretenida y bien tejida novela que es Los impostores (el epílogo innecesario no le quita brillo a la buena aventura allí narrada).
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Página 79. (Click sobre las imágenes para ampliarlas y hacerlas legibles. Click en "Atrás" en la barra para regresar al aquí)
Que se instala del todo con personajes poco coherentes, crudos y escasamente verosímiles, un pecado que no puede cometer un autor con recorrido como Santiago Gamboa, un descuido imperdonable en una novela premiada con tan suntuoso galardón como el que recibió Necrópolis, el Premio de Novela La Otra Orilla 2009, que justo este año subió el monto de 30 mil a 100 mil dólares. Tengo para mí que Gamboa ha creado personajes sólidos, que no se van a borrar nunca de la historia literaria de Colombia, como el sargento Aristófanes Moya de Perder es cuestión de método o el pisaverde Nelson Chouchén Otálora, profesor peruano cuyo perfil ocupa un capítulo de esa entretenida y bien tejida novela que es Los impostores (el epílogo innecesario no le quita brillo a la buena aventura allí narrada).
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¿Cómo se explica uno, entonces, que se deje venir con estos personajes gaseosos, que no convencen, que no se diferencian con claridad algunos de otros? ¿Y que encima se los premien? Porque el lector nunca acaba de perfilar a José Maturana, no se cree que una actriz pomo haga declaraciones de izquierda y reivindicaciones de género que ni elucubradas por un sociólogo de la Sorbona, que un industrial colombiano con tendencias de extrema derecha de pronto termine como delicado escritor de biografías. Como el eslogan del canal de televisión, eso pasa en las películas y pasa en la vida; también puede pasar en una novela, por supuesto, pero nos lo deben presentar de manera creíble. Y este narrador no lo hace.
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Y los lugares comunes y los diálogos impostados ... ay, terminan de hacerla a uno enfurecer.Ni intentándolo durante días se pueden juntar tantos de ambos en un espacio tan breve como en esta conversación que sostiene el narrador principal con otro asistente al congreso: "Me preguntó si conocía su ciudad, Budapest, a lo que respondí que sí y, más que eso, le dije, la considero una de las más bellas del mundo. En un anticuario del gueto judío, cerca de la sinagoga, compré una pequeña avioneta de metal que siempre tengo en mi escritorio, aliado de mis libros de poesía. El hombre celebró con un golpecito en la barriga, qué bueno, poetas y aviadores, claro, Saint-Exupéry y todo ello, muy bueno, y luego dijo, usted acaba de nombrar un anticuario y con ello toca una de mis cuerdas sensibles ... ". Esos clichés yesos diálogos directos poco naturales están desperdigados por toda la novela: la periodista islandesa Marta Joonsdottir se hace amiga del narrador, y cuando le está contando su historia le suelta este collar de perlas: "Había bebido varias copas y bailado en una vieja discoteca llamada Nasa, en el centro de Reikiavik donde tocaban bandas undelground como los Sugarcubes de Bjork, Juliette y los Licks, Ghostigital, un rock bastante macabro, y ahí estaba yo con mis quince años y las ganas de sorberme el mundo de un trago o de meterlo en mi cerebro de una esnifada ... ". Esta periodista liberada y liberal, que no tiene inconveniente en hacerle una paja al narrador sin poner en ello su corazón ni ningún otro órgano que no sea su mano, de pronto le cuenta que conoció a un médico y "nos pegamos una fornicada bárbara". Por su parte, la actriz porno Sabina Vedovelli cuenta uno de sus primeros polvos con un profesor de teatro, con quien "luego pasamos a una colchoneta de ejercicios físicos y nos pegamos una fornicada espectacular". Cuando los personajes no hablan o piensan según la idiosincrasia que les dio el autor pierden toda la credibilidad para mí.
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Y dentro de todo esto, la abrumadora cantidad de recursos retóricas también gastados: las comparaciones fáciles, las metáforas manoseadas. "Gunard venía a Tel Aviv y jugaban en la playa hasta que el sol era una esfera color naranja, descendía bajo la superficie del mar y parecía hundirse en el agua". Una postal de Foto Japón no es tan cursi. Y casi a continuación: "Las vidas de ambos habían derivado a ese litoral como un banco de peces que se orienta hacia aguas más cálidas. Oslovski le decía a Gunard: fíjate en la arena, está hecha de diminutas piedras y cristales. Cuando una de esas partículas se hunde es cubierta por otra, por otras diez, cien o mil, e igual nos ocurrirá a nosotros, ¿no crees? Al hundimos vendrán otros centenares de miles, y la Tierra estará siempre poblada de gente que se sentirá sola ... ". Si el lector de este comentario duda sobre comprar o no la novela, sugiero que lea la página 220 y la siguiente, donde está el fragmento que acabo de citar. Si esas páginas lo conmueven, va a disfrutar Necrópolis. Si le indigna la cursilería que leyó, cierre el libro sin remordimientos y a otra cosa.
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También debo decir que las historias son imaginativas y estructuralmente están armadas con firmeza: Santiago Gamboa es un narrador hábil, con oficio, sabe cómo componer una trama. (Aunque, entre paréntesis, me molestó leer en boca de un asistente al congreso la historia tal cual de El conde de Montecristo ambientada en el Departamento del Meta en la actualidad; y cuando creí que ese calco iba a pasar tan olímpico entre gente tan leída y erudita, justo al final de la novela el narrador pregunta como de pasada: "¿no es El conde de Montecristo?": me hizo trampa. Cierro el paréntesis). Cuando José Maturana termina de contar su historia todos los asistentes al congreso están encantados. Pero sus caras se desencajan cuando un botones encuentra a Maturana muerto en su habitación. Su historia incluye drogas, mucho dinero, armas, intriga religiosa y sexo sucio: los sospechosos son muchos. Uno piensa entonces que la novela va a tomar el camino policial, pero es apenas un esbozo. Los componentes están ahí y Gamboa los acomoda en el lugar preciso para generar interés y darle movimiento a la trama. Es que los problemas más sensibles de esta construcción narrativa no están en sus cimientos, sino en la obra blanca, en los acabados: frases francamente feas, personajes a medio construir, prosa deslucida. Aunque, bueno, pensándolo bien ... un congreso de biografías es un leit motiv demasiado endeble para juntar este montón de historias de vida disímiles. O demasiado fácil, más bien.
También debo decir que las historias son imaginativas y estructuralmente están armadas con firmeza: Santiago Gamboa es un narrador hábil, con oficio, sabe cómo componer una trama. (Aunque, entre paréntesis, me molestó leer en boca de un asistente al congreso la historia tal cual de El conde de Montecristo ambientada en el Departamento del Meta en la actualidad; y cuando creí que ese calco iba a pasar tan olímpico entre gente tan leída y erudita, justo al final de la novela el narrador pregunta como de pasada: "¿no es El conde de Montecristo?": me hizo trampa. Cierro el paréntesis). Cuando José Maturana termina de contar su historia todos los asistentes al congreso están encantados. Pero sus caras se desencajan cuando un botones encuentra a Maturana muerto en su habitación. Su historia incluye drogas, mucho dinero, armas, intriga religiosa y sexo sucio: los sospechosos son muchos. Uno piensa entonces que la novela va a tomar el camino policial, pero es apenas un esbozo. Los componentes están ahí y Gamboa los acomoda en el lugar preciso para generar interés y darle movimiento a la trama. Es que los problemas más sensibles de esta construcción narrativa no están en sus cimientos, sino en la obra blanca, en los acabados: frases francamente feas, personajes a medio construir, prosa deslucida. Aunque, bueno, pensándolo bien ... un congreso de biografías es un leit motiv demasiado endeble para juntar este montón de historias de vida disímiles. O demasiado fácil, más bien.
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De estas 455 páginas no me animé a apuntar ni una sola frase memorable en mi libreta, y eso me parece preocupante. Me lleva a preguntarme: si esta novela fue la ganadora, ¿cómo estarían las otras? ¿Esta es la narrativa que merece un premio gordo? Mala señal.
De estas 455 páginas no me animé a apuntar ni una sola frase memorable en mi libreta, y eso me parece preocupante. Me lleva a preguntarme: si esta novela fue la ganadora, ¿cómo estarían las otras? ¿Esta es la narrativa que merece un premio gordo? Mala señal.
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* Camilo Jiménez (Medellín, 1969) es el editor de El Malpensante.
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* Camilo Jiménez (Medellín, 1969) es el editor de El Malpensante.
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En este número de la revista se anuncia, en la página 31*, la nueva edición (3a.) del libro "Paisaje con figuras" de Antonio Caballero. ( * http://picasaweb.google.com/ntcgra/NTCIMAGENES#5411952385079486946 y http://picasaweb.google.com/ntcgra/NTCIMAGENES#5411952406683484914 )
Sobre la primera edición, ver: "Paisaje con figuras". Antonio Caballero.
http://tades-jcl-doc.blogspot.com/2008_09_15_archive.html
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