Gracias a la colaboración del autor y a su autorización:
* Se actualiza periódicamente. Junio 14, 2012
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ENSAYO
LITERATURA Y VIOLENCIA:
LA PARADOJA DEL ESCRITOR
COLOMBIANO
Por: Alejandro José López Cáceres*
1
Sin embargo, este patente y lamentable escenario
nacional no nos permite discernir por completo las atrocidades de nuestra
violencia, ni los laberintos de nuestra ruina moral. Durante años se han
ensayado interpretaciones diversas y se han desplegado análisis profusos, más o
menos interesantes, muchas veces interesados. La inequidad y la injusticia son
las semillas del odio; pero es verdad que luego éste sabe tener vida propia,
sabe expandirse y sofisticar sus artilugios de muerte. La pobreza no explica la
sevicia, la ambición no justifica el delito, el interés no implica la vileza, el
poder no amerita la maldad.
El estremecimiento producido por el salvajismo
diario que estalla frente a nosotros nos lleva a buscar explicaciones urgentes.
Los colombianos hemos asistido a la entronización del crimen en todos los
ámbitos de la vida social y reclamamos respuestas que nos permitan comprender esta
realidad, que nos ayuden a salvar ese abismo feroz significado en la violencia.
De allí provienen todas aquellas voces que claman por un arte comprometido, por
una literatura que se implique, curiosamente, en estos tiempos tan reacios al
compromiso.
2
También es cierto que un buen número de
obras proviene de autores altamente ilustrados. Para mantenernos en el ámbito
de la novela, hemos de señalar el amplio repertorio de narraciones firmadas por
eruditos. En estos libros, dichos autores han dejado constancia de sus conceptualizaciones
en torno a las diferentes violencias de nuestra historia. Suelen ser ficciones
de escritura impecable y tersa, pero lastradas por la demostración de alguna
tesis. Dicho de otro modo: los personajes y las situaciones que allí se cuentan
viven subordinados a las opiniones previas de quienes los han compuesto, lo
cual les impide volar en esa aventura gobernada por la intuición que está en la
base de toda gran novela. Sin aquel riesgo imaginativo que es inherente a la
creación novelística, estas indagaciones de la condición humana carecen de auténtica
perspicacia.
En tiempos recientes, la hegemonía de
lo comercial ha pretendido circunscribir el arte a los dominios del
entretenimiento. Se ha privilegiado, entonces, la edición de novelas ligeras y divertidas.
La industria del Best Seller ha proscrito las narrativas de mayor densidad al
considerarlas poco rentables. De esta suerte, las librerías han terminado inundadas
de obras baladíes, incapaces de perdurar en las vitrinas y menos aún en la
memoria de los lectores. En este tipo de relatos, la violencia sirve apenas
como telón de fondo para el suspenso y, en muchas ocasiones, acaban siendo banalizados
los dramas que allí se abordan. Son narraciones cuyos personajes no sobrepasan
el estereotipo, cuyos lenguajes alcanzan apenas un valor de uso.
El modo en que he abordado estas tres
categorías hace que surjan algunas preguntas inmediatas. ¿Resulta indeseable
que una novela sea divertida? ¿El hecho de contener una tesis anularía su
validez literaria? ¿Debería sustraerse el novelista a cualquier tipo de
denuncia? Si echamos un vistazo a las grandes obras maestras de la historia, la
respuesta obligada a cada uno de estos interrogantes habría de ser negativa y
los ejemplos se revelarían como pruebas irrefutables. El Quijote, la novela que
funda el género, es la apología de la carcajada. Grandes novelistas, como
Albert Camus o Milan Kundera, han albergado diferentes tesis en sus narraciones.
Y una de las más valiosas novelas escritas en nuestro país, “La vorágine”,
puede leerse como una acusación fehaciente al horror que caracterizó las
caucherías amazónicas. Todo esto parecería indicar la poca fortuna de los
planteamientos sostenidos hasta aquí.
3
Denuncia,
demostración y divertimento son objetivos bastante concretos. En ello radica el
problema que estoy planteando: el arte no se limita a la ejecución de un
propósito. Puede cumplir alguno; pero, por definición, ha de rebasarlo. Una
novela puede ser denuncia, a condición de que sea algo más; podría demostrar una
tesis, siempre y cuando haga algo más; le convendría generar diversión,
mientras sea capaz de producir algo más. Y a la postre, ese “algo más” es lo
que le otorga su dimensión estética, su condición de obra artística. Hay un
conocimiento esencial sobre la existencia, sobre la naturaleza humana, que sólo
se produce en el arte. Sin embargo, éste jamás procede por vías explicativas. Su
camino es el de la imaginación, de allí que se ubique en las antípodas del
método científico. La crítica puede luego interpretar una obra, puede comentarla,
analizarla o evaluarla; pero todo esto sucede con posterioridad al
acontecimiento artístico.
Por
eso resulta tan discutible la idea de un arte comprometido. Siempre que se
invoca, la noción del compromiso viene abrumada con requerimientos políticos,
ideológicos, cívicos, religiosos; en fin, doctrinales. Estos requerimientos,
ajenos a la búsqueda estética propiamente dicha, tienden a restringir la mirada
del artista, del escritor, cuyo compromiso se remite a indagar la existencia en
su vasto espectro y en su profunda complejidad. En el caso de la novela, toda
intención de carácter extra-literario es por lo menos dudosa: un escritor no
está para transmitir mensajes ni para divulgar moralejas; por eso, ha de
fortalecer su criterio. Sólo de este modo podrá resistirse a cualquier exigencia
que pretenda alejarlo de su propia imaginación creadora, sólo así podrá
mantenerse fiel a sí mismo.
El
novelista no es un redentor ni un profeta. Su obra puede iluminar la
comprensión de fenómenos tan desconcertantes y dolorosos como la violencia de
nuestro país, a condición de que no se proponga explicarlos. Y dado que la
nuestra es una realidad abrumadora, todos quisiéramos hallar respuestas
urgentes, directas. No obstante, sabemos que desde la perspectiva literaria
esto es un contrasentido: allí radica una de las mayores paradojas que puede
enfrentar un escritor colombiano. Aquel autor que se pretenda un reformador o
un gurú estaría negando con dicha actitud su genuina condición de artista. Hablar
de una literatura que se implica no es otra cosa que hablar de una escritura
dispuesta a indagar imaginativamente una realidad. Así lo ha hecho el más importante
maestro de nuestras letras, Gabriel García Márquez, quien supo entenderlo y
sobreponerse a esta paradoja. Un escritor es alguien que vive el lenguaje como
un camino para crear obras perdurables, capaces de penetrar en los misterios de
la condición humana; en última instancia, obras que puedan trascenderlo.
Valdemoro, Madrid, junio de 2012
* Alejandro José López Cáceres ** (Tuluá,
Colombia, 1969).
Ha publicado dos libros de ensayos: Entre la pluma y la pantalla (2003) y Pasión crítica (2010), dos de crónicas y entrevistas: Tierra posible (1999) y Al pie de la letra (2007), y dos de cuentos: Dalí violeta (2005) y Catalina todos los jueves (2012).
Entre los años 2004 y 2008 dirigió la Escuela de Estudios Literarios perteneciente a la Universidad del Valle. Profesor Asociado de esta institución.
Actualmente reside en España y es candidato a doctor en literatura por la Universidad Complutense de Madrid.
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** NTC ... Enlaces sobre el autor y sus obras:
http://literaturaenelvalle.blogspot.com/2011_07_20_archive.html
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NTC ... Enlaces:
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Ha publicado dos libros de ensayos: Entre la pluma y la pantalla (2003) y Pasión crítica (2010), dos de crónicas y entrevistas: Tierra posible (1999) y Al pie de la letra (2007), y dos de cuentos: Dalí violeta (2005) y Catalina todos los jueves (2012).
Entre los años 2004 y 2008 dirigió la Escuela de Estudios Literarios perteneciente a la Universidad del Valle. Profesor Asociado de esta institución.
Actualmente reside en España y es candidato a doctor en literatura por la Universidad Complutense de Madrid.
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** NTC ... Enlaces sobre el autor y sus obras:
http://literaturaenelvalle.blogspot.com/2011_07_20_archive.html
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Ilustraciones, incluidas por el autor del ensayo:
El dolor de Colombia y El
desfile de
Fernando Botero
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Alegoría de la violencia.
Autor: Débora Arango.
Año (creación o publicación): 2005
http://www.colarte.com/colarte/foto.asp?idfoto=214467
http://www.colarte.com/colarte/conspintores.asp?idartista=505
http://www.colarte.com/colarte/conspintores.asp?idartista=505
Débora Arango: arte y
violencia
http://www.elespectador.com/noticias/soyperiodista/articulo-346730-debora-arango-arte-y-violencia.
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Alejandro Obregón La Violencia, 1962
Fuente: http://www.mcarts.com/obregon/cobo/violencia/index.html
y http://elisomundodelarte.blogspot.com/2011/02/alejandro-obregon.html
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* Se actualiza periódicamente. Junio 14, 2012