martes, 31 de julio de 2018

Fernando Cruz Kronfly. Estará en Popayán Ciudad Libro 2018. Retrato del eecritor, por: José Zuleta Ortiz. EL Nuevo Liberal .com, Popayán, julio 29, 2018. NTC ... Registro


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NTC …Nos Topamos Con agradece al escritor José Zuleta Ortiz
por el aporte y por la autorización para publicarlo
Fernando Cruz Kronfly

Estará en Popayán Ciudad Libro 2018
(26 de octubre al 5 de noviembre)

EL Nuevo Liberal .com, Popayán, julio 29, 2018
Uno de los más destacados escritores colombianos post-boom es Fernando Cruz Kronfly (1943), quien estará en Popayán Ciudad Libro 2018 presentando su más reciente libro de ensayos (La condición humana. Tierra de nadie Sílaba Editores, Md., junio 2018), y animando un conversatorio acerca de la relación entre ficción e historia. Doctor Honoris Causa en Literatura de la Universidad de Valle, recientemente fue declarado Investigador Emérito por Colciencias.

Este dossier es una publicación producida por las entidades organizadoras y el diario El Nuevo Liberal
Fernando Cruz Kronfly *
Por: José Zuleta Ortiz
Cuentista, abogado defensor de trabajadores, cantante, ensayista, ex juez de la República, novelista, profesor universitario, crítico de arte, guardián de secretas recetas árabes, promotor de aventuras culturales, sabe silbar a los pájaros y ellos le contestan, es viajero, investigador, granjero y novio de la belleza.
Pienso, mientras hago esta enumeración, que en un ambiente donde hay tan poco, es menester multiplicarse, es necesario desplegar todas las potencias; es inevitable rebasar el ámbito de un oficio, de una disciplina, de un destino, y eso precisamente es lo que ha venido haciendo desde siempre Fernando Cruz.
En medio de lo que parecería una vida sin tropiezos Fernando ha sobrellevado como pocos la adversidad: el desastre del secuestro de un hijo, la dispersión, la pérdida de los amigos, el triunfo de la cultura de lo frívolo sobre la cultura. Y la certidumbre de la marginalidad del pensamiento, de la marginalidad de la belleza y de la verdad, todo esto en un ambiente inculto, dispuesto a la corrupción, a la ostentación y a la trivialidad. […]
Fernando luce en la caliginosa Cali trajes formales de tonos oscuros: saco y corbata; a pesar de ello no se le ve sudar, parece un ser de otra temperatura: ni el más mínimo asomo de acaloramiento. Nunca ha posado de nada, y ha rehusado usar guayaberas o las indumentarias de los artistas. Cuando uno lo ve parece que acabara de salir vencedor de una audiencia en un tribunal. Y así, en esa pulcritud, también puede tomar una guitarra y cantar en la cantina de un pueblo del norte del Valle “hasta que los pájaros lo callen a uno”.
En los comienzos de la década de 1980 existió una tertulia que tenía lugar en el Café de Los Turcos en Cali. Allí a Fernando le gustaba narrar episodios graciosos, decir versos cojos o absurdos, recuerdo este:
A pesar de los síntomas que presenta el animal,
bien puede estar hidrófobo o puede no lo estar,
pues estando hidrófobo, el perro en caso tal,
suele ladrar muchísimo o suele no ladrar.


Otra vez contó que cuando sus tíos llegaron de Siria a Cartago, Valle, lo que más extrañaban era la comida; se estableció entonces una correspondencia urgente entre estas dos ciudades. En las cartas que llegaban y que se demoraban cuarenta días, venían las semillas. Las primeras berenjenas que germinaron en los patios de la infancia de Fernando llegaron en los sobres con las cartas en que se planeaba una nueva vida, se proponían viajes y se recomendaba no desperdiciar ni tirar las semillas de lo que se enviaba. Así los dátiles, las lentejas rojas, las almendras, la pimienta rosa, el recetario que incluía la preparación de agua de azahar para la preparación del namura, un dulce de la tradición siria, o la recomendación de sumergir en aceite de oliva los pimientos asados y el kibbe crudo.
Por mar y por tierra fue llegando, carta tras carta, la cultura. Además en esas cartas venían las instrucciones para la conservación de las tradiciones. Y una frase extraña: “el azúcar como la sal, también preserva”. […]
La distancia que impone Fernando contiene algo de timidez y de dignidad, los encuentros con él son casuales y por ello poco frecuentes, parece como si él supiera que en ello reside una amistad duradera. Ello también hace de cada encuentro algo intenso y renovado. También nos permite que hablemos más con sus libros que con su persona. […]
Los vigilantes de la universidad a quienes trata como a viejos amigos, lo han visto llegar desde hace tres décadas, con la primera luz del día, a su cubículo de profesor; allí en un espacio que solo permite una silla y el atiborrado escritorio, además de atender a sus estudiantes, escribe sin que nadie se dé cuenta, una de las obras más verdaderas de nuestra lengua.



Respuesta a un poema de José Zuleta
“Un tren como el que pintas haría las cosas más amables. Nunca pude saber por qué tuvo que acabarse el tren que reinventas y que yo viví. En ese tren venían de Cartago a Buga mis tías árabes, hermanas de mamá, en ciertas épocas del año que iban madurando en el calendario, casi como las estaciones. Casi tres o cuatro veces en el año íbamos a recibirlas con papá, con unas sonrisas como de aquí a la estación. El tren asomaba en la curva envuelto en humo gris, la campana sonaba anunciando su llegada, y en la distancia veíamos unas manos que se agitaban y que podían ser las de mis tías que traían canastas con kibbe y tabbule. La locomotora se detenía en la plataforma, el humo se disipaba y de adentro de los vagones brotaba la gente y entre la gente unas señoras elegantes de sombrero y blusas de tafetán y de seda cubiertas de polvillo de carbón, no menos que sus párpados. Una vez ocurridos los abrazos y los besos, que eran muy difíciles de conseguir porque todos estábamos brincando de la dicha, oíamos sonar los segundos del tiempo en nuestros corazones. Tomábamos dos taxis, que en aquel entonces se llamaban “los carros de la plaza”. Las inmensas maletas se ponían en el emparrillado de la capota y nos íbamos a casa. En nuestro patio ya no sonaba el canto de los pavos ni el porkpork del cerdo, ya sacrificados. Mi hermana mayor tocaba el piano para la admiración de mis tías ya sin sombrero, que no hacían más que peinarle los crespos rubios y decirle que cada vez se parecía más a mi abuela muerta. Mi hermana se asustaba con este tipo de comparaciones, pero aun así tocaba más duro el piano. Y de este modo ocurrían las cosas, a veces bajo los aleros del frente de la casa sentados en los asientos de pellejo de vaca, en otras ocasiones a la sombra de las palmas de dátil en el solar del fondo, desde cuyos racimos asomaba su rostro el abuelo Morad, mientras, caminando sobre la tierra en pantuflas, papá les leía a mis tías, muertas de risa y de asombro, páginas enteras de Víctor Hugo. Un mes después, mis tías árabes tomaban el tren de regreso a Cartago con sus sombreros aligerados de polvo y, una vez la locomotora se ponía en marcha, veíamos las palmas de las manos de los pasajeros agitarse en el aire, de una manera aún más triste y desgarradora que las de mis tías. En este momento, José, ya no podría decir si los trenes hicieron las cosas más fáciles o más hermosas. Aunque lo uno no se opone a lo otro. Junto con Amparo te mando un abrazo inmenso, unido al tum tum del tiempo de nuestros corazones”.
* Tomado del libro “RETRATOS” **, de José Zuleta Ortiz, Editorial EAFIT, Medellín, 2017. p. 73 - ... ** http://www.eafit.edu.co/cultura-eafit/fondo-editorial/colecciones/Paginas/retratos.aspx


Reseña de Fernando Cruz Kronfly

Guadalajara de Buga (1943). Profesor Universidad del Valle. Doctor Honoris Causa en Literatura y Maestro de Juventudes de la Universidad del Valle. 

Ha publicado: Falleba-Cámara Ardiente (1979); Las alabanzas y los acechos (1980), La obra del sueño (1984), La ceniza del libertador (1987), La ceremonia de la soledad (1992), La sombrilla planetaria (1994); Amapolas al vapor (1996); La tierra que atardece (1998); El embarcadero de los incurables (1998); La caravana de Gardel (1998); Abendland (2002); La derrota de la luz (2007); La vida secreta de los perros infieles (2011), Destierro (2012) y La condición humana. Tierra de nadie (Sílaba Editores, Md., junio 2018). 

Ha obtenido los siguientes premios y reconocimientos: Premio nacional de Cuento (Festival de arte de Cali, 1969 y 1970). Premio nacional de libro de cuentos (Universidad de Nariño, 1974), Finalista Certamen Latinoamericano de Cuento (Revista El Cuento, México, 1974), Premio Internacional de novela Villa de Bilbao (España, 1979), Medalla “Proartes” en Letras (Festival Internacional de Arte de Cali, 1997); Primer finalista Premio Internacional de Novela Editorial Norma (Cali, 2012). Colciencias lo distinguió como Investigador Emérito en 2017.

Nota: Los enlaces son de NTC ...

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Popayán Ciudad Libro 2018

El Nuevo Liberal,  21-julio, 2018

Del 26 de octubre al 5 de noviembre de 2018, nuestra ciudad congrega al sector editorial del país y a 66 escritores invitados, en torno al proyecto cultural literario más relevante de la región como es Popayán Ciudad Libro 2018. Iniciativa de la Vicerrectoría de Cultura y Bienestar de la Universidad del Cauca ( 

La apertura del evento, que tendrá lugar en el centro de convenciones Casa de la Moneda, se realiza con un recital de Giovanni Quessep, considerado uno de los grandes poetas de la lengua española del siglo XX. Con este dossier sobre su obraEl Nuevo Liberal inaugura la primera entrega semanal de una serie amplia dedicada a una semblanza de los principales invitados, que contará con escritores internacionales.


GIOVANNI QUESSEP, EL ENCANTADO
Por: Felipe García Quintero

Departamento de Comunicación Social, Universidad del Cauca

Sigue en: http://elnuevoliberal.com/popayan-ciudad-libro-2018/
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viernes, 27 de julio de 2018

Roberto Burgos Cantor gana Premio Nacional de Novela 2018 con su novela "Ver lo que veo". Julio 26, 2018. NTC ... REGISTRO


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Roberto Burgos Cantor gana Premio Nacional de Novela 2018, 
con su novela "Ver lo que veo".
La selección estuvo a cargo de un jurado integrado por los escritores Álvaro Enrique (México) y los colombianos Luis Fayad y Liliana Ramírez, según informó el Ministerio de Cultura.
Editorial: Seix Barral. Temática: Novela. Colección: Biblioteca Breve. Número de páginas: 496
Fragmento: Lectura en voz alta Ver lo que veo por Roberto Burgos

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LA VOZ DEL MAR
Portada completa del periódico
EL ESPECTADOR, Bogotá, Colombia, Julio 27 de 2018. 
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Roberto Burgos Cantor y su “Ver lo que veo”
Por Julio Olaciregui
El Espectador .com, 26 Jul 2018 - 8:59 PM
El escritor cartagenero festejó sus 70 años con una novela de amor desgarrado a su ciudad y, con ella, obtuvo el Premio Nacional de Novela.
El cartagenero también ha sido reconocido con el Premio Jorge Gaitán Durán y el Premio de Narrativa José María Arguedas /Gustavo Torrijos
Mientras leía Ver lo que veo, la última novela de Roberto Burgos Cantor, sentía que este libro es una suerte de enciclopedia de la antigua capital de la provincia de Cartagena, en la que encontramos múltiples datos y alusiones a la historia de la ciudad amurallada y a otras poblaciones del departamento de Bolívar, en una diacronía vertiginosa y carnavalera, desde los indios turbacos hasta los llamados barrios de invasión, pasando por la época de los ingenios azucareros, Rafael Núñez, el auge del boxeo, el béisbol, los casinos, la poesía del “Tuerto” López, los piratas, la esclavitud, los músicos, las ‘maríamulatas’ y el mar, “el mar que limpia los pensamientos”.
Si La ceiba de la memoriahttp://ntc-narrativa.blogspot.com/2010_10_05_archive.htmlla novela que le dio dimensión internacional —traducida al francés, premiada en Cuba, finalista en el Premio Rómulo Gallegos y estudiada en universidades de África y Europa—, se refería sobre todo al siglo XVII, a los cantados años mil seiscientos, a Benkos Biohó, al padre Claver y a los miles de voces etíopes-negras, allá en Cartagena, Ver lo que veo trata del siglo XX y sobre todo del XIX, después de la Declaración de Independencia.
Se suele hablar de la decadencia de Cartagena tras el fasto colonial hispánico —a costa, por supuesto, de indios, afros esclavizados y blancos pobres— y esta nueva novela de Burgos Cantor se puede leer como una “crónica del tiempo muerto”, como se titula uno de los libros del chocoano Oscar Collazos, quien justamente vivió y escribió en sus últimos años en las playas de Marbella.
Tejida y construida con una prosa que recuerda la filigrana de las joyas momposinas, Ver lo que veo es una cartografía, un mapa sentimental levantado por este escritor cartagenero que en mayo cumplió sus 70 primaveras, en plena producción (12 libros y miles de artículos y notas periodísticas) y desde hace algún tiempo director de la maestría de escritura creativa en la Universidad Central.
Algunas ciudades engendran novelas que las identifican: Dublín por Ulises de James Joyce, el San Petersburgo descrito por Dostoievski en Crimen y castigo, la Barranquilla de Marvel Moreno vista en la obra En diciembre llegaban las brisas. Ahora quien desembarque en Cartagena tendrá que leer Ver lo que veo, si quiere sentir esa profundidad temporal, ese aguaje, esa luz cartagenera captada por Burgos Cantor y presente también en Manuel Zapata Olivella, Gustavo Ibarra Merlano, Héctor Rojas Herazo, Gabriel García Márquez, Germán Espinosa y el propio padre del escritor, don Roberto Burgos Ojeda.
Es admirable la destreza narrativa que se siente en esta novela. El narrador se mete en la piel, en los zapatos, de sus personajes —una anciana, un ladrón, un boxeador, un hombre arruinado— echando mano de la primera persona. Admirable también la minuciosidad de las descripciones de la naturaleza —“ostiones devueltos a la sombra de los mangles, a sus raíces anudadas, a la salinidad apacible de los cuerpos de agua”— y la memoria visual para evocar no solo a Cartagena, sino también a París o La Habana.
Sentimos que, como dice Flaubert, Burgos Cantor ha bebido océanos de libros y de películas, y ha sabido luego aliviarse, quizá contra las murallas. Él es un contemplador, una suerte de asceta, de monje o santo parrandero, con una mirada penetrante, pícara, tierna, sabia, serena, igual a la que se ve en sus fotografías. Un maestro en oír el lenguaje popular y en plasmarlo, esa actitud que las palenqueras resumen con una expresión: “Velo, ve”, como quien dice: “Veánlo, dichosos los ojos que te ven”.
También analiza, como quien no quiere la cosa, la desidia estatal en la construcción de lo público, la organización social que ha sido dejada “a la bulla de los cocos”. En esta gran novela reaparecen de alguna forma muchos de los temas y juegos de sus libros anteriores, frutos de su entusiasmo, su disciplina, su dedicación y su consigna: morirse o salvarse escribiendo, “deseo puro de vida”. El erotismo, “los movimientos de vértigo de las morenas y negras timbas, su picardía de abrazar y soltar, la levedad de las faldas, descalzas, inalcanzables y los hilos de sudor que se deslizaban por la piel de poros cerrados, tambor nuevo, superficie de caricias desconocidas”.
Vuelven más maduros, más hechos, los boxeadores, los rateros que quieren ser cantantes, las aspirantes a reinas del barrio de su libro de cuentos Lo amador, y las muchachas de los bares de Tesca, “la alegría del sexo sin mentiras”, donde debutó el Joe Arroyo, protagonistas de El patio de los vientos perdidos. Y las modistas y también aquellos que emigraron a Venezuela en la época de la bonanza petrolera.
“¿Qué será la memoria?: un mar, un lago, un desierto; ¿qué serán los recuerdos?: un río, un arroyo, un manantial. Y lo que salga dónde lo pongo, a quién se lo confío”, se pregunta la anciana que desde las primeras páginas está contándonos lo que ella ve en su barrio, “en el barrio de relleno y esperanza padecíamos la incertidumbre de no saber qué sigue, qué hago, para dónde voy”.
Al tiempo que narra con mucha eficacia y humor, Burgos Cantor también expresa su perplejidad de escritor desnudo ante los interrogantes que nos planteamos día a día, “asumir los desencantos de la realidad, allí, como el mar, sin ofertas. Estar sin esperas en el día a día, sin anuncios”. Hay reflexiones sobre lo que significa escribir para él, algunas veces sacar tesoros de una mina o echar canalete, remar. Y pensar nuestro destino, la historia, pensar Cartagena, reinventar palabra a palabra esa ciudad tan emblemática de Colombia, estudiada por su gran amigo, el historiador Alfonso Múnera.
Entre lo más novedoso y entrañable de Ver lo que veo está la crónica familiar e histórica sobre el auge y decadencia de los ingenios azucareros en el departamento de Bolívar, que entre otras cosas nos dejaron, como herencia, gracias a los cubanos, la música de los sextetos, entre ellos los palenqueros de Tabalá.
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‘La musicalidad es necesaria en la literatura del Caribe’
Roberto Burgos habla de 'Ver lo que veo', con la que ganó el Premio Nacional de Novela 2018. ENTREVISTA
El Tiempo .com Julio 26, 2018

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Roberto Burgos Cantor se lleva el Premio Nacional de Novela 2018
El escritor cartagenero obtuvo el reconocimiento por su novela Ver lo que veo.
SEMANA .com, julio 26, 2018
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01 de Diciembre de 2017
¿Qué hay que ver en Ver lo que veo?
http://blogs.eltiempo.com/de-libros-y-autores/2017/12/01/ver-ver-lo-veo/

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Algunos NTC … ENLACES sobre RBC:

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ntcblog.blogspot.com/2010_10_20_archive.html
Portal-blog complementario a NTC ... Nos Topamos Con ... Intervención de Roberto Burgos Cantor. ... Publicadas por NTC a la/s 8:56 a.m. No hay comentarios.: ...
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ntc-narrativa.blogspot.com/2009/11/blog-post.html
17 nov. 2009 - Y entonces, de un momento a otro, a Roberto Burgos Cantor comenzaron a llamarlo 'escritor'. Debía levantar la mano a manera de saludo ...
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ntc-narrativa.blogspot.com/2009/12/roberto-burgos-cantor-memoria-sin.html
3 dic. 2009 - Hora: 6:00 PM. Entrada libre. Tarjeta. (Enlaces NTC ... sobre la novela y su autor: "La ceiba de la memoria". Roberto Burgos Cantor ...
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ntc-documentos.blogspot.com/2015/09/roberto-burgos-cantor-doctor-honoris.html
25 sept. 2015 - Roberto Burgos Cantor, Doctor Honoris Causa concedido por la Universidad Nacional de Colombia. Sept. 24, 2015. NTC ... INVITAMOS A ...
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ntc-libros-de-poesia.blogspot.com/2015_10_19_archive.html
19 oct. 2015 - http://ntcblog.blogspot.com , ntcgra@gmail.com . Cali, Colombia . Poesía Afro Colombiana. 1849 - 1989. Selección de Roberto Burgos Cantor.
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Poesía Afro Colombiana. 1849 - 1989 Selección de Roberto Burgos Cantor No. 117, Octubre 2015 Colección Un libro por centavos. U. Externado DETALLES: ...

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Universidad Central, Bogotá




Donde el escritor es Director del Magíster en Creación Literaria





En el Facebook de la UC


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“Las novelas se me anuncian con una imagen”

ENTREVISTA

A propósito del Premio Nacional de Novela, Burgos Cantor le contó a Noticentral sobre su proceso de creación y de cómo lo articula con su labor como director del Dpto. de Creación Literaria. 



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Homenaje de la Universidad Central, Bogotá

El Espectador, Bogotá, Colombia.
Agosto 1, 2018. Pág. 5 completa.
Escaneó: NTC ... 

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---------- Mensaje reCIBIDO ----------


De: Roberto Burgos Cantor reburgosc@gmail.com

Fecha: 29 de julio de 2018, 14:52

Asunto: Re: Roberto Burgos Cantor gana Premio Nacional de Novela 2018, con su novela "Ver lo que veo". NTC ... Registros

Para: NTC

Gabriel y María Isabel: con mi gratitud va el abrazo de siempre.


Roberto
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El 27/07/2018, a las 3:22 p.m., NTC <ntcgra@gmail.com> escribió:


Roberto Burgos Cantor gana Premio Nacional de Novela 2018, con su novela "Ver lo que veo". NTC ... Registros

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BAÚL DE MAGO
 LA ALEGRÍA DE COMPARTIR
Por Roberto Burgos Cantor *


Despierta curiosidad la manera como la vida reparte sus dones. Todas, sin explicaciones. Un azar motivado, no se espera, se posa en alguien.
Recuerdo la primera vez que obtuve un premio de literatura. Fue un concurso de cuentos. Cursaba los primeros años en la Universidad. Eligio García y yo cambiábamos la ropa ligera de Cartagena de Indias por unos pulóveres que nos prestó Efrén Peynado quien estudió en Estados Unidos. Ese premio me dejó una chaqueta marinera de cubierta, y una comunicación a saltos, duradera con Helena Araújo.
Años después, concluido el Derecho y Ciencias Políticas y Sociales, recibí otro premio de cuentos. Lo convocaba, y lo sigue haciendo, el Instituto de Bellas Artes de Cúcuta.
En la parálisis incierta de terminar una carrera, la vida se sostenía de los enamoramientos. Entonces el premio sirvió para comprar un coche al primer hijo quien recién había nacido. El Cadillac de los coches. En Cúcuta nacieron conversaciones interminables con Eduardo Pachón Padilla y José Stevenson. Con Giovanni Quessep, en paseos bajo el sol calcinante de la tierra de estoraques oímos el rumor indescifrable de los suspiros. Eran de Eduardo Carranza quien alguna vez soportó los embates de la melancolía en el hotel que nos alojaba, bebiendo whisky de frontera durante una semana.
Transcurrieron años hasta que una novela fue honrada con el José María Arguedas de Casa de las Américas. Premio al que nadie puede mandar novelas. Un comité de especialistas escoge las del año. Carece de dinero y hace una edición de miles de ejemplares que conocen los lectores de la isla y circula entre estudiosos.
Estos días, Ver lo que veo, recibió el premio nacional de novela.
El alud de afecto, de amigos y desconocidos, no cabría en un batallón de las casacas reforzadas donde los militares ostentan sus condecoraciones. Este sentimiento, desconocido por mi, llena de sentido las vigilias de la escritura, su empeño en volar abismos, su terca persistencia en ahondar el misterio, y en cada vez disponerse a una cacería nueva sin querer la cabeza del rinoceronte sobre la tabla pulida y más ciego.
Para tantos, desde el perspicaz escrito de Carlos Villalba, el primer reportaje de Óscar Alarcón, de Heriberto Fiorillo en su Land Rover, de Julio Olaciregui con acordeoneros; los iluminados ensayos de David Jiménez Panesso, Cristo Figueroa, Rodolfo Modern, Teobaldo Noriega, William Simmens, Gustavo Tatis, Roberto Montes, el bibliotecario de Pinillos;  hasta los muertos que son mis muertos, con quienes dialogo todavía: Jorge García Usta, Alonso Aristizábal, Guillermo A. Arévalo, Alberto Duque López, Fernando Charry Lara, Pachón Padilla, Álvaro Mutis, Eligio García, Germán Vargas, Gabriel García Márquez, Julio Roca Baena. El rigor severo de mi padre, quien soltó una lágrima. La persuasiva franciscana de mi madre que me libra de toda vanidad.
Y por supuesto: el Compa, quien me llamó a escribir estos baúles.
Para todos, gratitud por siempre.

* Escritor
reburgosc@gmail.com 
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