Diálogo con Piedad Bonnett (Fragmento*)
Las gavetas literarias
Por Sebastián Leal e Irene Rincón
Revista NÚMERO. # 69. Junio-Agosto 2011. Págs. 50 a 59.
ÍNDICE DE LA REVISTA NÚMERO 69 (Junio - Julio 2011)
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Talleres (literarios) y academia
El tema de la escritura creativa dentro de las instituciones académicas ha sido de carácter polémico. Desde hace más de quince años, Piedad dirige el taller de escritura creativa de la Universidad de los Andes. Ella, escritora y académica, está en el centro de esta reflexión.
«En una época fui una gran incrédula de los talleres literarios. Cuando comencé a dar cursos en la Universidad de los Andes, dicté un taller literario y desistí. Era muy joven y fue una experiencia fallida por varias razones. Retomé el taller diez años después, con muchas incertidumbres. Quince años o más de tener un taller me han demostrado, sin embargo, que éste es ante todo un espacio de reflexión sobre la literatura y sobre el proceso de creación, y eso ya es algo tremendamente poderoso. Son espacios que congregan gente con una misma vocación, a reflexionar en profundidad, y a partir de lecturas concretas y no en el aire, sobre lo que está pasando, sobre el quehacer de escribir.
«El taller es un espacio donde se aceleran ciertas destrezas, que en últimas es lo mismo que ocurre dentro de la universidad. Todos podrían ser autodidactas, en un mundo que parece permitirlo cada vez más. La educación formal, no obstante, lo que hace es acelerar unos procesos con una direccionalidad de los esfuerzos, evitando el extravío que el autodidacta puede llegar a padecer, a menos que sea genial.
«Es ya muy raro eso de la figura del escritor desasido de la academia, como fue siempre. Yo fui jurado de 39 escritores menores de 39 y me sorprendió que muchos de los elegidos allí no solamente pasaron por la universidad, por carreras de literatura, y otros, tal vez los más miedosos, por carreras aledañas como el derecho, sino que también se especializaron. Además, conservan una estrecha relación con la academia al ser profesores en Europa, Estados Unidos y Latinoamérica.
«En un taller perdemos el miedo a la crítica de los demás, tenemos compañía en el oficio más solitario del mundo, que es el del escritor. Ahora, el gran riesgo de estos talleres es que el tallerista, o quien dirige, que debe ser una persona en contacto directo con la escritura y no un académico, se apodere del espíritu de sus aprendices y los moldee. El dogma es el gran peligro. Creo que se están produciendo proyectos demasiado ambiciosos y articulados, que pretenden enseñar a escribir, o que están vendiendo el sueño de que se puede aprender, lo cual no es posible. El escritor es, finalmente, un ser que se devuelve a su escritorio y está solo. Un escritor siempre le temerá al fracaso. Por más exitoso que sea, debe tener siempre la incertidumbre de si lo que está haciendo es lo adecuado. Ese aval no se lo va a dar nadie. El taller es un mecanismo más, es algo operativo, es un estímulo en un determinado momento.
«Creo que si uno va a una maestría de escritura creativa a sacar un título que lo acredite como escritor, le debería dar pena. ¿Qué puede añadirle un título a un escritor? Uno va allá a lo mismo que va a un taller, pero con un trabajo más prolongado y más rico en maestros; ojalá que no le dieran título. La idea de un doctorado me parece espantable, en cualquier arte. Una maestría no tanto, porque es un énfasis y la persona que pasa por esa maestría puede salir a enseñar literatura. Está dotada de toda la reflexión. Pero sí tengo que decir que encuentro un contrasentido en el escritor con un título que lo acredite como maestro en su propio arte.
«En cuanto a las divisiones que las universidades hacen de su enseñanza literaria en géneros -como por ejemplo estudiar una maestría de escritura creativa exclusivamente en poesía-, me parece muy estimulante cuando uno está trabajando sobre el género que le interesa. Pero creo que siempre tiene que haber un momento en que el narrador se enfrente a la poesía y el poeta se enfrente a la narración, sólo por plantearse los problemas del género desde la práctica de la escritura. Como en todo, esto de medírsele a lo otro es esencial.
«Mi experiencia me dice que muchos de los narradores que llegaron a mi taller se descubrieron poetas por el camino, y a la inversa. Me parece que en una maestría tan compartimentada todos deben pasar por los otros géneros para descubrir sus propios potenciales.
«En las facultades o departamentos de literatura se olvidaron de que muchos de los que llegaron allí querían ser escritores. Los estaban convirtiendo en investigadores y maestros, que fue mi caso. Me parece muy bien que a uno lo formen en un pensamiento crítico y además que le den herramientas investigativas, pero eso es muy asfixiante, sobre todo en una sociedad que exige saberes especializados. El muchacho se puede meter en la trampa de la maestría y el posgrado, anulando una carrera creativa.
«Los talleres de escritura creativa son territorios de oxigenación y de estímulo. Me parece absolutamente necesario que lo académico se abra a esta clase de espacios, que pueden ser pulmones dentro de los que respira el estudiante, que a menudo se mueve en unos ambientes muy opresivos de rigor académico. Claro está que acoger dichas dinámicas dentro de lo académico entraña un conflicto, que es la evaluación. La academia tiene estructuras tan rígidas de funcionamiento que es difícil salirse de ellas sin que peligre ella misma. Por eso se deben generar soluciones intermedias. Una persona con suficiente flexibilidad de espíritu, como un escritor, se las ingenia para que eso no sea un constreñimiento absurdo para sus poderes creadores. Yo nunca pongo una nota a un trabajo creativo, jamás. Así como siempre me pareció una aberración que algunos profesores, dentro de clases académicas, calificaran un cuento o un poema. Me parece que eso es desvirtuar la academia y los talleres.
«Los talleres externos pueden caer mucho en la informalidad, el extravío y la falta de objetivos y procesos claros, lo cual también es pernicioso. Así, el gran éxito de un taller literario universitario consiste en sacar el mayor provecho posible de los procesos académicos, pero sustrayéndose a lo rigurosamente académico. Yo creo que eso es perfectamente posible».
Circulación de la poesía
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Es sorpresiva la manera en que Piedad se refiere a la circulación de la poesía. Uno esperaría que se quejara, quizás enérgicamente. Pero no, a ella la apasiona el modo silencioso en que la poesía se riega por el mundo. «La poesía siempre será para unas minorías. El arte ha estado siempre en manos de unos pocos, mientras todos los demás procuran que el mundo funcione. Siempre habrá un reducto de seres humanos que se ocupan de pensar el mundo a través de las formas simbólicas. Y la poesía encuentra formas de circular de un modo discreto pero firme».
Su experiencia en la docencia le ha dejado la certeza de que siempre habrá lectores jóvenes que amen la poesía. No obstante, la experiencia le dice algo más: que la escuela no acerca a niños y adolescentes a la poesía. «A mi curso llegaban treinta y cinco estudiantes, de los cuales quince odiaban la poesía, a diez no les interesaba y el resto la amaban». Por eso, en sus clases, trata de «seducir» a sus estudiantes hacia la poesía. «Lo que falta es aproximación a la poesía. Cuando yo digo aproximación no me refiero a la enseñanza. Me refiero a leerla en voz alta, a compartirla, a una madre que le lee a su hijo pequeño un poema. A esos sitios secretos por donde transita la poesía». ( 1 )
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http://www.revistanumero.com/ Allí algunos textos de la edición 69 y RESEÑAS de libros.
( 1 ) Otros textos sobre la Poesía:
Definir la poesía en una frase... ¡vaya!. ... Wislawa Symborska. Y texto de Carlos Vidales.
http://ntcpoesia.blogspot.com/2011_07_24_archive.html
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* Se actualiza periódicamente. Julio 24, 2011