Por si no te
vuelvo a ver
Jotamario Arbeláez
EL TIEMPO, Junio 25, 2015
http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/por-si-no-te-vuelvo-a-ver/16000995
Adorable amigo de mi vida y
de mi alma –y con este marbete me estoy refiriendo a todos–.
Quiero expresarte que entre los elementos que se amalgamaron para permitir
mi ya largo paso por este mundo,
aire, agua, fuego, tierra, éter, calcio, fósforo, zinc, cordón de plata,
aliento divino, átomo nous, oniria, sinergia, uso de razón y conciencia
cósmica,
me ha sido primordial tu activa y paralela presencia física,
más preciosa que el pasaporte que me dio acceso a la historia antigua , que
la ventana de mi habitación que da al astro sol y que mi cuenta bancaria
tirante al rojo.
Ya no recuerdo cuál de los dos le dio la camisa al otro ni lo sacó del mar
cuando se ahogaba. Pero sí que hemos tomado trago tieso y parejo,
que hemos desmontado con destornillador cada uno de los libros de filosofía
y letras que hemos leído,
que enfrentamos peligros sin nada qué lamentar,
que nunca nos dio susto cantar la tabla al Estado y al estado mayor y al
estado de cosas ante el indeseable acompañamiento de la policía,
que nos prestamos el catre para llevar cada uno a su recién levantada que a
veces era la misma,
que hemos sacado la cara el uno por el otro cuando alguien ha tratado de
encochinarnos.
Pero lo más sensible es que en los últimos tiempos nos ha venido tocando
enterrar a esos otros amigos que eran como tú y yo, uña y carne, y ahora sólo
mugre bajo la tierra.
Qué lejos esos días cuando
éramos imbatibles, infalibles, irresistibles, y de la muerte aún no teníamos
clara noticia.
El mundo que habíamos recibido gratis de nuestros padres y precursores
había que cambiarlo de acuerdo con la cartilla más ambiciosa.
Y a ello nos empeñamos con un denuedo digno de ésta que era para nosotros
la mejor causa.
Hoy vemos que todas las ideologías que ensayamos fracasaron en su papel, y
en cambio las contrarias también fracasaron. Retornando la indiferencia a los iracundos
de entonces.
Oí por las noticias que el presidente de los Estados Unidos proclamaba que
el Tío Sam había muerto, dando a entender que el Imperio periclitaba,
y no vi por ninguna parte celebración en las calles, ni ningún entierro
simbólico acompañado de alabaos. Ni ningún comentario en la prensa de los de
entonces.
Pueden habernos distanciado
las posiciones respecto de las triquiñuelas del poder de nuestros prohombres.
Si dos amigos toman diferentes derroteros políticos siempre el equivocado
es el otro. Y este caso no es la excepción.
Cuando por un político se resquebraja una amistad, o la amistad no era
invencible o el político peligroso.
No te mantengas alejado que solo la solidaridad será nuestro escudo. Fíjate
que sólo por el amor se genera la vida y por la amistad se preserva.
He sabido que estabas muy
enfermo, y ese saberlo me contagia, así sea de murria, por más que aparezca
nítido en los exámenes clínicos.
Pero también sé que estás venciendo las amenazas virales como antes
superamos las amenazas anónimas.
Y que sigues empeñado cada vez con más tino en la obra que nos trazamos en
las épocas del bolígrafo.
Debes seguir del galeno las
instrucciones, tomarte los remedios con juicio, acordarte que hay que comer. Y
deponer las broncas que son veneno.
En estos días murió en Cali
de un cáncer mi hermanita María Eugenia,
la que me soplaba los capítulos de mi obra. En la que continúo empeñado y
titulo Los días contados.
Y no es por amenazarme yo mismo ahora que nadie me jode. Es para insuflarme energía y disciplina para continuar
montando la saga. De la cual tú eres un personaje, porque nada me callo.
Creo que en lo mismo andamos todos. Revisando esos borradores de nuestra
adolescencia rabiosa a nuestra madurez experimentada.
Para compararlos con los frutos de esta tercera juventud apenas a una
cuarta de la despedida.
Pero no vayas a preocuparte. No tengo ningún pálpito. Antes bien estoy
preparándome para una emprender una nueva vida enfrente del mar, junto a las
columnas de Hércules.
Sólo que las últimas palabras de mi Marucha, haciendo eco a ese
cuento fúnebre del buen Gabo, fueron “Morir es no estar más nunca con los
amigos”.
Por eso te dirijo –les
dirijo– esta carta. Porque nunca se sabe.
Porque es de protocolo tender los puentes averiados por la distancia.
Para decirte que has sido de mi vida la parte que más aprecio.
Por si no te vuelvo a ver.