ÁLBUM DE
HECHICERÍA
Juan Manuel Roca
Prólogo a "Álbum de hechicería", libro de Carlos Flaminio Rivera,
presentado en la Feria del Libro de Bogotá y publicado por el Municipio del Líbano.
Una
manera de hacerse hechicera, según una premisa recogida del acervo popular por
Carlos Flaminio Rivera, coincide de alguna forma con el Atlas lingüístico-etnográfico
de Colombia. Rivera afirma que un paso a seguir entre varios para lograrlo,
tiene que ver con aprender a hacer “marrullerías con los libros”. A propiciarlas con ciertas lecturas que
pueden ir desde breviarios de magia hasta la búsqueda de un grimorio, de esos
papeles que espigaban en las noches medievales de Europa.
Este
álbum de hechicería es un compendio de consejas, invocaciones, hechizos,
embrujados, aparecidos (en un país de tantos desaparecidos), pócimas, almas en
pena, agüeros, acechanzas y peligros registrados en la memoria colectiva de las
gentes imagineras del Líbano, a las que Carlos Flaminio Rivera les sirve de
feroz y puntual amanuense.
Pocos
escritores como Rivera Castellanos han prestado tanta atención a las consejas
de las comadronas, a las sagas y leyendas populares, a las costumbres
supérstites de un país perdido en la niebla de la historia, a su habla
sibilante.
Sin
que su coto de caza sea meramente el costumbrismo, sin jugar al intérprete o al
pintor de un gran fresco de una región fecunda a la que rebautiza como Musgonia,
el juguetón y enduendado autor de este álbum, de prosa vertiginosa y de un
anómalo y personal lirismo, nos entrega un libro suscitador que nos recuerda a
Eugenio Caseriu cuando afirma que “el lenguaje es anterior a la lógica, y le
sirve de base”.
Rivera
no es un lingüista ni un dialectólogo, menos aún un botánico, pero cómo conoce
de bien los entresijos del lenguaje hablado del Líbano, cómo tiene de atento el
ritmo y el pulso a su dialecto, cuánto conoce de plantas sanadoras o
hechizantes. Parece, como esos niños que ponen los oídos en la carrilera para
escuchar cómo avanza la poderosa locomotora; él parece ponerlos en los árboles
del lenguaje para oir cómo sube la savia en
imagenes poéticas o literarias.
Prácticas
como las del mal de ojo, en un país donde el tuerto es rey por su habitual
ceguera a mirar su propio entorno, de ancianos que llevan en un costal un papel
con oraciones mágicas, de buhoneros que dejan huellas en el agua, enjambres de
voces que invitan a oir “las narraciones del viento”, se entreveran acá de
poderosas imágenes venidas del mundo oculto o del trasmundo, narradas en un
vertiginoso y sugerente lenguaje.
No
es este libro una novela. No es tampoco un ensayo. No es un encabalgamiento de
poemas. No se trata de un atlas, pero estoy seguro de que a su ya fallecido
paisano don Luis Flórez, este sí un lingüista y dialectólogo que nos dejó un
tesoro de conocimientos en el Atlas lingüístico-etnográfico de Colombia, mapas
de la lengua únicos en el país, le hubiera gustado encontrar este reservorio de
palabras nuestras, estos almácigos de voces que atrapa Rivera.
Me
viene a la memoria del libro de don Luis, el casi centenar de formas detectadas
por él y un grupo de investigadores de las formas de llamar al diablo: el
ojivolao, el de la campana en la cola, el socio, el mandinga, el uñón,
gatonegro, guainás, el chiras, el putas, dianchiro, buziraco, etcétera.
En
el libro de Rivera Castellanos que registra a cada tanto los tiempos del habla,
lentos o espasmódicos, raudos o serenos, hay una y mil formas de llamar el
asombro frente a lo invisible, frente a lo inaprehensible o icomprobable. Y en
esto lo asiste, como un duende inquieto, el humor y una honda ternura.
El
personaje central de este álbum es, como en ciertas novelas a la usanza de “Los
cortejos del diablo”, la bella pieza de Germán Espinosa, el lenguaje. Pero es
el de Carlos Flamino un libro único, que no se parece al de nadie, un volumen
que rebasa los géneros y rompe sus esclusas.
Es,
también, un álbum de conjuros. De hechos surreales.
Sus
páginas están llenas de mechos prendidos a la virgen, de guachafitas en el
bosque, de culequeo de gallinas, de diablos que asaltan los puestos de carne en
el mercado, de demonios que se enmochilan los quesos, las frutas, verduras y
las tripas para llevarse el comiso al infierno, aunque les ladre la perramenta,
mientras las buenas gentes caminan por calles “hechas con retazos de otras
casas”. Mechos, guachafitas, culequeo, comiso, perramenta, se vuelven acá
palabras secretas.
Hay
mucho misterio. Muchos ensalmos. Mucha brujamenta insumisa y ácrata, alguna que
otra “herradura de bruja trotona”, hechiceras que vuelan entre comejenes y
odian el ají, una yegua pisacandela a la que las enamoradas de la noche le
hacen trenzas en las crines. Porque en Musgonia “espantos y apariciones
tienen sus entreveros”.
No
es raro que se abra una fisura en el tiempo de este país rumoroso y se vean
tribus de indios huyendo de los españoles por antiguos caminos. Y definiciones
tan poco científicas que resultan invatibles e irrefutables, otra vez
atendiendo a que el lenguaje es anterior a la lógica. Esta, por ejemplo, puede
resultar de alguna manera una buena definición de enfermedad: “se quejaba de
todo como si a su cuerpo se le hubiera metido otra persona”.
Tenemos
entre manos un libro de suscitaciones. “Preñadorcito”, diría Fernando González.
Un libro que me aproxima a un aserto de Michelet, cuando afirma que los dioses
de la religión vencida (el paganismo) se convierten en demonios de la religión
triunfante (el cristianismo). Y a ellos, como a la magnífica hechicera, les
queda la risa, el baile, lo prohibido, los tratos con lo invisible.
Cierro
este álbum y aún oigo, como en un poema de otro brujo llamado Federico García
Lorca, “un horizonte de perros” y tras él viene sin ton ni son un convite de
sombras.
Todo
puede ocurrir, señores y señoras, en Musgonia. No sería nada raro, me
digo tras pasar una noche en vela gracias a los canes del vecino, que en las
hondonadas de esa región fabulada los habitantes no amarren a los perros pero
al menos amarren sus ladridos.
Bogotá,
abril 15 de 2016
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Entrevista.
AUDIO:
Creación
de imaginarios desde cuentos y leyendas del Líbano, Tolima
Con la intención de generar nuevos imaginarios
sociales propios de la región del Líbano, Tolima, Carlos Flaminio Rivera,
presenta ‘Álbum de Hechicería’, donde recopila relatos populares que alimentan
la idiosincrasia de este municipio.
http://laud.udistrital.edu.co/noticias/creaci%C3%B3n-de-imaginarios-desde-cuentos-y-leyendas-del-l%C3%ADbano-tolima. http://www.elnuevodia.com.co/nuevodia/sociales/cultural/285839-inicia-la-cita-literaria-con-la-media-naranja
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12
jul. 2014. VIDEO
Entrevista
a Carlos Flaminio Rivera, Director de la Biblioteca Libanense y Director de la
Casa de la Cultura en el municipio de Libano en el departamento del Tolima.
https://youtu.be/KfxSfx2Souo-----------