jueves, 5 de mayo de 2016

ÁLBUM DE HECHICERÍA. Juan Manuel Roca. Bogotá, abril 15 de 2016

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ÁLBUM DE HECHICERÍA
Juan Manuel Roca
Prólogo a "Álbum de hechicería", libro de Carlos Flaminio Rivera, 
presentado en la Feria del Libro de Bogotá y publicado por el Municipio del Líbano.  

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Una manera de hacerse hechicera, según una premisa recogida del acervo popular por Carlos Flaminio Rivera, coincide de alguna forma con el Atlas lingüístico-etnográfico de Colombia. Rivera afirma que un paso a seguir entre varios para lograrlo, tiene que ver con aprender a hacer “marrullerías con los libros”.  A propiciarlas con ciertas lecturas que pueden ir desde breviarios de magia hasta la búsqueda de un grimorio, de esos papeles que espigaban en las noches medievales de Europa.

Este álbum de hechicería es un compendio de consejas, invocaciones, hechizos, embrujados, aparecidos (en un país de tantos desaparecidos), pócimas, almas en pena, agüeros, acechanzas y peligros registrados en la memoria colectiva de las gentes imagineras del Líbano, a las que Carlos Flaminio Rivera les sirve de feroz y puntual amanuense.

Pocos escritores como Rivera Castellanos han prestado tanta atención a las consejas de las comadronas, a las sagas y leyendas populares, a las costumbres supérstites de un país perdido en la niebla de la historia, a su habla sibilante.

Sin que su coto de caza sea meramente el costumbrismo, sin jugar al intérprete o al pintor de un gran fresco de una región fecunda a la que rebautiza como Musgonia, el juguetón y enduendado autor de este álbum, de prosa vertiginosa y de un anómalo y personal lirismo, nos entrega un libro suscitador que nos recuerda a Eugenio Caseriu cuando afirma que “el lenguaje es anterior a la lógica, y le sirve de base”.

Rivera no es un lingüista ni un dialectólogo, menos aún un botánico, pero cómo conoce de bien los entresijos del lenguaje hablado del Líbano, cómo tiene de atento el ritmo y el pulso a su dialecto, cuánto conoce de plantas sanadoras o hechizantes. Parece, como esos niños que ponen los oídos en la carrilera para escuchar cómo avanza la poderosa locomotora; él parece ponerlos en los árboles del lenguaje para oir cómo sube la savia en  imagenes poéticas o literarias.

Prácticas como las del mal de ojo, en un país donde el tuerto es rey por su habitual ceguera a mirar su propio entorno, de ancianos que llevan en un costal un papel con oraciones mágicas, de buhoneros que dejan huellas en el agua, enjambres de voces que invitan a oir “las narraciones del viento”, se entreveran acá de poderosas imágenes venidas del mundo oculto o del trasmundo, narradas en un vertiginoso y sugerente lenguaje.

No es este libro una novela. No es tampoco un ensayo. No es un encabalgamiento de poemas. No se trata de un atlas, pero estoy seguro de que a su ya fallecido paisano don Luis Flórez, este sí un lingüista y dialectólogo que nos dejó un tesoro de conocimientos en el Atlas lingüístico-etnográfico de Colombia, mapas de la lengua únicos en el país, le hubiera gustado encontrar este reservorio de palabras nuestras, estos almácigos de voces que atrapa Rivera.

Me viene a la memoria del libro de don Luis, el casi centenar de formas detectadas por él y un grupo de investigadores de las formas de llamar al diablo: el ojivolao, el de la campana en la cola, el socio, el mandinga, el uñón, gatonegro, guainás, el chiras, el putas, dianchiro, buziraco, etcétera.

En el libro de Rivera Castellanos que registra a cada tanto los tiempos del habla, lentos o espasmódicos, raudos o serenos, hay una y mil formas de llamar el asombro frente a lo invisible, frente a lo inaprehensible o icomprobable. Y en esto lo asiste, como un duende inquieto, el humor y una honda ternura.

El personaje central de este álbum es, como en ciertas novelas a la usanza de “Los cortejos del diablo”, la bella pieza de Germán Espinosa, el lenguaje. Pero es el de Carlos Flamino un libro único, que no se parece al de nadie, un volumen que rebasa los géneros y rompe sus esclusas.

Es, también, un álbum de conjuros. De hechos surreales.

Sus páginas están llenas de mechos prendidos a la virgen, de guachafitas en el bosque, de culequeo de gallinas, de diablos que asaltan los puestos de carne en el mercado, de demonios que se enmochilan los quesos, las frutas, verduras y las tripas para llevarse el comiso al infierno, aunque les ladre la perramenta, mientras las buenas gentes caminan por calles “hechas con retazos de otras casas”. Mechos, guachafitas, culequeo, comiso, perramenta, se vuelven acá palabras secretas.

Hay mucho misterio. Muchos ensalmos. Mucha brujamenta insumisa y ácrata, alguna que otra “herradura de bruja trotona”, hechiceras que vuelan entre comejenes y odian el ají, una yegua pisacandela a la que las enamoradas de la noche le hacen trenzas en las crines. Porque en Musgonia “espantos y apariciones tienen sus entreveros”.

No es raro que se abra una fisura en el tiempo de este país rumoroso y se vean tribus de indios huyendo de los españoles por antiguos caminos. Y definiciones tan poco científicas que resultan invatibles e irrefutables, otra vez atendiendo a que el lenguaje es anterior a la lógica. Esta, por ejemplo, puede resultar de alguna manera una buena definición de enfermedad: “se quejaba de todo como si a su cuerpo se le hubiera metido otra persona”.

Tenemos entre manos un libro de suscitaciones. “Preñadorcito”, diría Fernando González. Un libro que me aproxima a un aserto de Michelet, cuando afirma que los dioses de la religión vencida (el paganismo) se convierten en demonios de la religión triunfante (el cristianismo). Y a ellos, como a la magnífica hechicera, les queda la risa, el baile, lo prohibido, los tratos con lo invisible.

Cierro este álbum y aún oigo, como en un poema de otro brujo llamado Federico García Lorca, “un horizonte de perros” y tras él viene sin ton ni son un convite de sombras.

Todo puede ocurrir, señores y señoras, en Musgonia. No sería nada raro, me digo tras pasar una noche en vela gracias a los canes del vecino, que en las hondonadas de esa región fabulada los habitantes no amarren a los perros pero al menos amarren sus ladridos.
Bogotá, abril 15 de 2016
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NTC ... ENLACES


Entrevista. AUDIO:
Creación de imaginarios desde cuentos y leyendas del Líbano, Tolima
Con la intención de generar nuevos imaginarios sociales propios de la región del Líbano, Tolima, Carlos Flaminio Rivera, presenta ‘Álbum de Hechicería’, donde recopila relatos populares que alimentan la idiosincrasia de este municipio.
http://laud.udistrital.edu.co/noticias/creaci%C3%B3n-de-imaginarios-desde-cuentos-y-leyendas-del-l%C3%ADbano-tolima

. http://www.elnuevodia.com.co/nuevodia/sociales/cultural/285839-inicia-la-cita-literaria-con-la-media-naranja

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12 jul. 2014. VIDEO

Entrevista a Carlos Flaminio Rivera, Director de la Biblioteca Libanense y Director de la Casa de la Cultura en el municipio de Libano en el departamento del Tolima.
https://youtu.be/KfxSfx2Souo
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3 de mayo de 2016


http://ntc-libros-de-poesia.blogspot.com.co/2016_05_03_archive.html

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