Publica y difunde: NTC …* Nos Topamos Con …
De: ARMANDO ROMERO
Fecha: Cincinnatti, USA, 22 de abril de 2017, 16:55
Asunto:
Así
en la lengua como en la pluma . Introducción
Para: NTC ... Nos Topamos Con … ntcgra@gmail.com . Cali, Colombia
Mis
queridos amigos de NTC,
quiero
comunicarles que acaba de salir, en
forma digital, Así en la lengua como en la pluma **, una antología de mis cuentos
(1975 - 1992), publicada por la editorial Auroraboreal, que desde Copenhague dirige Guillermo Camacho. A pesar de que
existe una antología de estos cuentos que apareció en Cali hace ya varias
décadas, creo que esta es la primera vez que mis cuentos se tornan visibles para el lector colombiano. Quiero, dada esta ocasión, compartir con exclusividad para ustedes y
sus lectores, mi introducción * a este
libro (la cual acompaña un texto crítico del poeta venezolano Juan
Calzadilla).
Coincidencialmente
allí señalo algunos de los lineamientos estéticos que han acompañado mi
búsqueda dentro del género, ya que ellos entran en un diálogo de oposición y
contraste con lo expresado recientemente por el escritor Julio César Londoño en una entrevista ( 1 ). Afirma Londoño que un cuento
está hecho primero de ideas, luego de palabras y por último de estructuras.
Ahora bien, como podrán ver los que se aventuren a la lectura de mis cuentos,
yo planteo una estética inversa, es decir, un ir desde la palabras a la
estructura para así llegar a las ideas. Mi propósito no es fascinar al lector
sino invitarlo al riesgo, a la aventura del lenguaje, para que compruebe que
éste está allí presente donde convergen las ideas.
Que
exista NTC … hace que yo esté allá,
siempre presente.
Mil
gracias, mil abrazos y más, Armando
* DONDE ESTÁ EL ZAPATO IZQUIERDO
Por:
Armando Romero
Introducción
al libro-antología Así en la lengua como
en la pluma. (AuroraBoreal, 2017) **
Algunos
escritores son malabaristas, prestigitadores: otros prefieren caminar por la
cuerda floja. Creo pertenecer a esta última estirpe. Tal vez el hecho de ser
ligeramente disléxico, de aquellos que no pueden saber dónde está el zapato
izquierdo, hizo que para mí, desde muy joven, el descomponer la sintaxis y el subsecuente
caer de las palabras sobre el texto no fuera un juego sino una necesidad o
fatalidad, una enrevesada virtud. A esto contribuyó en la década del 60 el auge
de una literatura, de un cine, que buscaba el objeto por encima del sujeto, o
por lo contrario permitía que el sujeto se desplazara libremente por el espacio
que se abre entre memoria e imaginación. De Robbe-Grillet a Fellini a Resnais
era el ir de la rumba entre las palabras en mis días de Cali, y lo fueron por los
años de Bogotá, Caracas, México, Chicago, Pittsburgh, mientras iba dejando caer
como huevos de serpiente mis cuentos, o eso que se movía como cuento o historia
en una página movediza.
Sin
embargo, esto no me impedía una devoción por la literatura tradicional, valgan
los cuentos de Borges, los de Saroyan, Hemingway, Carson McCullers, Álvaro Mutis o García Márquez, los cuales me
acompañaban junto a Kafka, a Proust, a Cendrars, y esos tantos otros que
todavía son amor y reverencia a mis años. Esta necesidad de desbarajustar la
estructura convencional del cuento, o en su defecto dejarla entreverada dentro
del fluir de las palabras, no intentaba irrespetar a Quiroga o a su maestro
Poe, sino ir un poco más allá, como se dice que Lobachevsky hizo con Euclides.
Y esa era mi pretensión de muchacho irrespetuoso.
No fue
fácil empezar a publicar estos cuentos. De inmediato eran rechazados, aunque
uno de ellos, que lastimosamente no publiqué y he perdido, quedó de finalista
en un concurso de cuento colombiano, en el año 1969. Recuerdo el título, que
todavía exuda el humor de esos mis días cercano al nadaísmo, “Por no trabajar,
dirías tú, increíblemente exacta”.
Pero
debo narrar aquí, antes de que se haga tarde, la historia del primer cuento que
escribí, muy temprano a mis 17 años, y antes de que tuviera acceso a una
literatura mayor, es decir, cuando todavía andaba de la mano de las novelas de
vaqueros. Gracias a mi curiosidad y necesidad de conocer el ámbito cultural de
Cali, ese año de 1961 me acerqué a la entrega de premios literarios del
Festival de Arte de Cali, y allí, valga el azar, conocí al escritor tolimense
Bor Torre (Roberto Ruiz), quien ya tenía cierta fama nacional por la
publicación de algunos de sus cuentos en El Tiempo de Bogotá. Bor Torre, quien
era un joven generoso y amigable, me preguntó si escribía, y yo, quien a duras
penas había intentado poner unas frases en el papel, sin resultado alguno, le
dije que por supuesto, que escribía cuentos. Bor me dijo que lastimosamente él
volvía a Ibagué al día siguiente pero que me presentaría a un poeta nadaísta
que estaba allí presente, quien había recibido una mención en el concurso
literario. Este poeta era X-504, o sea, Jaime Jaramillo Escobar. Jaime, muy
amable, me dijo que le gustaría mucho leer mis cuentos y si tenía uno lo
llevara por su casa ese fin de semana. Le dije que allí estaría. Fui a casa y
escribí, escribí todo lo que pude, y le llevé mi manuscrito. Lo leyó y me miró
muy seriamente. “¿Has leído a Kerouac?”, me preguntó. Yo no sabía de quién
estaba hablando, por supuesto, y así le dije. “Kerouac dice que cuando se sube
a la cumbre de una montaña hay que seguir subiendo”, dijo. Mi cuento se llamaba
“Cuando se sigue subiendo no se piensa en nada más”.
No fue
fácil publicar, repito. En mis primeros años en Caracas sólo publiqué poemas o
notas críticas, y ya en México en 1972 quise arriesgarme con un cuento y se lo
llevé personalmente a Edmundo Valadez, director de la revista El Cuento, la
cual era tal vez la revista más importante para los nuevos escritores en
América Latina. Valadez leyó el cuento y me llamó para decirme que había una
frase que le gustaba, aunque ese cuento no era cuento, que él no sabía si esa
iba a ser la dirección que tomaría la literatura luego, pero en lo concerniente a su idea del cuento,
imposible publicarlo. Sin embargo, un año después, Alvaro Mutis llevaría este
mismo cuento “Cables” a Bogotá y se lo entregaría a Ernesto Volkening para su
publicación en Eco, la magnífica revista literaria de la librería Buchholz.
Más de
20 años de trabajo en esta dirección experimental me permitió ver diversas
reacciones con respecto a estos cuentos por parte de escritores y críticos.
Tuve suerte que editoriales en Venezuela se arriesgaran a exponer al lector
estos frutos carcomidos por los gusanos de la inconformidad y la imperfección. Por
extraña razón la crítica no fue totalmente negativa, aunque la aceptación del
público lector general fue nula. Escritores como Salvador Garmendia, Raúl
Gustavo Aguirre, Diana Bellessi, Esdras Parra, encontraron en las páginas de mi
primer libro, El demonio y su mano
(Monte Avila Editores, 1975), elementos para exaltar el sueño surreal, la
urgencia de volver por el lenguaje para salvarlo del servilismo de la anécdota.
Mi
segundo libro, La casa de los vespertilios
(Monte Avila Editores, 1982) se encontró con la suerte de lectores críticos que
consideraron algunos de ellos para antologías colombianas o latinoamericanas.
El cuento “Neuronita” le causó una sorpresa inmensa al crítico Eduardo Pachón
Padilla, quien lo incluyó en el último de sus dos tomos sobre el cuento
colombiano. El cuento de los tres niños alucinados Croar, Croir, Crour,
despertó el entusiasmo de Juan Gustavo Cobo Borda para su antología de nuevos
escritores colombianos, y luego fue escogido por Darío Jaramillo para su libro Lecturas amenas. Más tarde, el crítico
chileno Fernando Burgos lo incluyó en su Antología del cuento hispanoamericano del siglo XX
(Castalia, 1997). Y así, poco a poco, algunos de ellos han encontrado acomodo
dentro de ciertos espacios de la literatura en nuestros países.
Ya he
señalado algunos aspectos que impulsaron mi trabajo literario en lo relativo a
la escritura de cuentos, pero debo añadir otros que considero también
importantes. La década del 60 en América Latina se caracterizó por un fuerte
empuje literario y artístico, el cual dio como resultado grandes obras que
inundaron el continente de norte a sur. También aparecieron movimientos
literarios que retomaban las vanguardias de las primeras décadas del siglo y
las actualizaban con respecto a las circunstancias de cada país. Valga citar el
nadaísmo, el techo de la ballena, los Tzantzicos, los mufados, etc. Sin
embargo, y a pesar de la conciencia vanguardista de todos los integrantes de
estos grupos, el carácter convencional de la literatura primó, especialmente en
lo que respecta al cuento.
Cierto
es que escritores como Borges, Onetti o Cortázar le habían dado nuevos rumbos a
la narrativa cuentista, pero en lo que a mí respecta, mi intención era
demoledora, intentando con ella refundir la historia dentro de la maraña del
lenguaje, para hacer de éste elemento integral del cuento, pero no como ropaje
sino como ser actuante. Es decir, que el lenguaje pasaba de piel a intestino, de cuerpo a alma, si así se puede
decir. Este planteamiento audaz no era fácil, y sólo podía hacerse concreto
dejando que las palabras adquirieran vida propia, sin el control del hilo
narrativo convencional. Obviamente que las palabras, al no tener algo que las
sujetara, se desbordaban por la página en un juego de desperdicio e inutilidad,
y conseguían la incoherencia como divisa. Poco a poco, tratando de no perder
ese efecto de action painting que se
le venía encima a la página, empecé a domesticar algunas de ellas para que consiguieran
una forma de equilibrio, y así contaran ese algo que venía buscando, trataran
de encontrar orden dentro del desorden. Tengo que aclarar que estas reflexiones
son a posteriori, ya que en los momentos de escritura los demonios del azar o
la intuición se me venían a las manos libremente, sin un pensamiento crítico o
consciente que los detuviera y alineara en esa dirección. Antonio Benítez Rojo,
el formidable escritor cubano, deja esto bien claro en su introducción a una
antología de mis cuentos, titulada Una
mariposa en la escalera (1993).
Poco a
poco, e inmerso ya en la factura de una trilogía de novelas sobre el exilio,
empecé a dejar estos cuentos de lado y no escribí más. Esta serie de novelas,
que empezó con Un día entre las cruces
(1994), centrada en Cali, Colombia, buscaba un enfrentamiento directo con tres
temas centrales a mi hacer literario: el viaje, el exilio y la violencia. La
continuación en La rueda de Chicago
(2004) confirma esta dirección, así como La
piel por la piel (1998). Y a pesar de que mi obsesión por el lenguaje está
presente en ellas, plantean formas más cercanas a la historia en sí, a lo
narrado. Siento, entonces, que algo se había detenido en el fluir de mis
cuentos, ese desafío dentro de las coordenadas de la imperfección como
propuesta experimental, y sólo una serie de cuentos cortos apareció en
Colombia, Venezuela y México bajo el título de La raíz de las bestias. Pero estos trataban de alcanzar otras
lindes, las fronteras entre el poema en prosa y el cuento.
Hace
unos pocos años, el director de la revista mexicana La Otra, José Ángel Leyva,
me sorprendió incluyendo en ésta mi cuento “La esquina del movimiento”. Gracias
a este impulso y a unos dos o tres más en publicaciones diversas, decidí
retomar los cuentos, y amparado en los talleres de reparación que inventó
Borges, empecé a despojarlos un poco más de los ya visibles residuos afectados
por el tiempo. Era volver sobre esa tarea de domesticación que había emprendido
antes, pero que mi juventud atolondrada no había permitido concluir. Laboriosa
tarea dado que la idea general no era transformarlos sino dejar más claro su
espíritu de aventura y experimentación. Y aquí están ahora de nuevo, no
luciendo un traje nuevo sino buscando exaltar su espíritu juvenil, su necesidad
de saber por qué el zapato izquierdo no está al lado derecho.
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Publicado
originalmente en Aurora Boreal® www.auroraboreal.net. Material publicado en NTC …
con autorización de Editorial Aurora Boreal® y Armando Romero. Foto
Armando Romero © Lorenzo Hernández. Carátula del libro Así en la lengua
como en la pluma cortesía © Editorial Aurora Boreal®.
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** Así en
la lengua como en la pluma
Armando Romero
© Armando Romero
© Editorial Aurora Boreal ® ebook
© Editorial Aurora Boreal ® ebook
Puro cuento
Páginas 198
ISBN 978-87-998986-5-7
2017
Páginas 198
ISBN 978-87-998986-5-7
2017
Foto © Lorenzo Hernández
Diseño de la colección Guillermo Camacho
Diseño de la colección Guillermo Camacho
Publica y difunde: NTC …* Nos Topamos Con …
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