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El
secreto de Alicia
Roberto Burgos Cantor
Planeta, Enero 2013
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13.5 x 23.0 x 1.7 cms. 235 páginas.
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Roberto Burgos Cantor
El secreto de Alicia
En su nuevo libro, Burgos Cantor retorna los grandes temas de
la condición humana a través de personajes tan vibrantes como
disímiles: desde las reflexiones de un hombre nacido en la pobreza
de San Basilio de Palenque a quien el destino le regala la inopinada
oportunidad de protagonizar una película junto a Marlon Brando,
hasta las tribulaciones de un anticuario al que el azar le pone en
las manos un manuscrito inédito y extraviado de Galileo Galilei.
Fiel al estilo que ha caracterizado siempre su obra, y al que tiene
acostumbrados a sus puntuales lectores, el autor logra una vez más
construir en este entrañable libro un universo propio, en el cual el
lenguaje se vuelve personaje.
Un libro sobre la alegría y el terror de la existencia. Un título que,
sin duda, pasará a formar parte de las obras cumbre de este prestigioso
autor cartagenero, uno de los más lúcidos escritores colombianos.
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"... con ellas y conmigo las mujeres vamos a pedir rogar implorar rezar orar al santo padre de Roma ..." . “Trato de dialogar con mi tiempo”, dice el autor, Roberto Burgos Cantor.
NTC ... tomado del "diálogo" titulado FOSAS COMUNES (Págs. 44 y 45) de :
El secreto de Alicia. Roberto Burgos Cantor. Planeta, Enero 2013
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"... La prosa de Burgos Cantor ratifica la eterna vecindad del cuento con la poesía, aquí con Hölderlin, por ejemplo, por la sensibilidad, la precisión del lenguaje, las palabras dispuestas como piezas de relojería para cumplir con su fórmula de singularidad e intensidad hasta los finales abiertos a la interpretación del lector. En Fosas comunes muestra su talento para elaborar monólogos y construir voces femeninas, esta vez una mujer a quien la guerra le arrebató a su pareja. ... "
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la certeza de que lo vaya desenterrar para darle sepultura.
Han encontrado como dos mil y de algunos nadie vio
cuándo se los llevaron o cuándo los mataron o cuándo
los ocultaron. El fiscal asevera que es difícil porque los
verdugos, cuando alguien los delata, desentierran a sus
víctimas y las cambian de fosa. ¿Qué hacer con una tierra
de cadáveres? ¿Qué? ¿Qué?
No me voy a dejar derrotar. En mis vigilias se me
aparece otra idea. Con las mujeres que recorremos los
montes y las ciénagas, los páramos y las llanuras, los patios
de los talleres y los solares, los recuerdos que nos quedan
y preservamos, el desocupado espacio de los olvidos, que
duele, la voluntad que nos impulsa a resolver la muerte
porque sin muerte en paz no hay vida posible, sería una
vida perseguida o cubierta por la sombra de las muertes
clamorosas, con ellas y conmigo las mujeres vamos a pe-
dir rogar implorar rezar orar al santo padre de Roma que
venga aquí, que aquí venga ya, ya, ahora mismo, su santi-
dad, pontífice, vicario supremo, emperador de católicos,
regente de los crédulos, que venga en su helicóptero, en
su acorazado de dos cubiertas, en su submarino atómico,
en su misil continental, y con su hisopo sagrado de oro
sólido, con su agua bendecida con su mano y su brazo de
los cien mil poderes de los santos, desde lo alto desde la
voluntad suprema desde el designio divino, con su estola
dorada y sus zapatos Gucci, desde el misterio declare diga
sentencie Urbi et orbi con sus palabras en latín con sus
letras doradas que este aquí este mundo no es más que
un desgraciado camposanto cementerio lugar de reposo
de los huesos tierra baldía letrina de crímenes sanitario
de venenos inodoro de mierdas de vergüenza y que ya no
caben más crímenes más muertos que son más y más que
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los vivos que el equilibrio se perdió que nos larguemos a la
Luna o a Marte y no hollemos el polvo lunar ni el pedernal
marciano con tantos muertos mal muertos es decir vidas
inconclusas que la vida reclamará por siempre. Vida eterna
contra la muerte.
Y así, con los muertos bautizados, echaré un chorro
de ron sobre la tierra y celebraré los años que vayan cum-
pliendo en su nueva edad. La vejez de los muertos es el
olvido. Yo voy a aprender a besar a los muertos.
Es horrible.
Pero aquí el sueño y la vigilia fortalecen la complici-
dad con la vida, el propósito personal de ir más allá de la
esperanza esquiva, sobrevivir a la adversidad como quien
despeja un camino desconocido o lo hace. Me gusta de-
cirle a mi hombre que su vida está en mí, que yo estoy en
él. Que mi rito es caminar y caminar por cuanta pista o
sospecha de pista se anuncie por ahí. Soy peregrina de su
búsqueda, mi ceremonia es oír mi corazón, mi corazón
se ha convertido en una vara de explorar agua, vara de
rabdomante, vara de amor que me advierte de la cercanía
de tu fosa, de su ubicación: y sé lo difícil que es porque las
vibraciones del amor rechazan las pestilencias del crimen.
Yo quiero que me cuentes cómo te mataron. Estoy segura
de que no pediste, ni suplicaste, ni imploraste sino que
los escupiste y los puteaste a gritos, sé que lo hiciste más
para mostrarles su imbecilidad que su mediocre empleo
de carniceros incapaces de comerte a pedacitos. Pobres
hijos de puta.
Lo demás se soporta: los memoriales a la autoridad,
las marchas y tomas en silencio de la plaza, las audiencias
con los jueces sin emoción, los manifiestos de lenguaje
gastado, la interpretación que todos pretenden hacer de
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NTC ... ENLACES
Algunas publicaciones sobre Roberto Burgos Cantor en NTC ...:
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Fuente de la Fotografía (octubre de 2010) de María Isabel Casas de NTC ...:
http://ntc-narrativa.blogspot.com/2010_10_05_archive.html
http://ntc-narrativa.blogspot.com/2010_10_05_archive.html
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NTC ... SEGUIMIENTOS
Las
editoriales lo reivindican
El arte de saber echar el cuento
Por: Nelson Fredy Padilla
El
Espectador .com Cultura |23 Mar 2013 - 9:00 pm
http://www.elespectador.com/noticias/cultura/articulo-412149-el-arte-de-saber-echar-el-cuento
Impreso 24 Mar.
No
repetir a los antiguos, no temerle al cruce de voces; escapar de las florituras
y de la linealidad...
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entender la literatura como el desplazamiento del acto de escribir por zonas
nada propicias para el acto de escribir; tener valentía para subvertir la
realidad cotidiana; mezclar realidad e irrealidad convulsivamente; darle poder
a la inconsciencia y a la visión alucinante; buscar los límites de la estética
y las escalas del asombro; asumir la creación como un grafiti resuelto y
abierto por un niño loco. Sentencias literarias del escritor chileno Roberto
Bolaño que cobran vigencia con la próxima celebración de los 60 años de su
natalicio (28 de abril) y los diez de su prematura muerte (15 de julio). Hora
de volver sobre sus inquietantes relatos recopilados por Anagrama bajo el
título Cuentos.
En
Entre paréntesis, de ese mismo sello editorial, están sus “Consejos sobre el
arte de escribir cuentos”, por qué se debe leer a Chéjov y a Raymond Carver:
“Uno de los dos es el mejor cuentista… Aunque con Edgar Allan Poe todos
tendríamos de sobra”. Todo esto lo tenemos a la mano en las librerías
colombianas: las antologías del ruso en un volumen del sello Debolsillo; los
cuentos originales del norteamericano recopilados por Anagrama en
Principiantes; Poe en decenas de ediciones.
Siguiendo
los consejos de Bolaño, luego hay que acercarse a los latinoamericanos: los argentinos
Borges, Cortázar y Bioy Casares; los uruguayos Horacio Quiroga y Felisberto
Hernández; los mexicanos Rulfo y Monterroso (nacionalizado). Una vez se tengan
esos puntos de referencia se puede valorar mejor el cuento colombiano,
partiendo de la tradición de García Márquez, Germán Espinosa, Álvaro Mutis y
muchos etcéteras hasta llegar al innovador sentido metafórico y simbólico de
Julio Paredes (ver recomendaciones). La sugerencia más reciente es El secreto
de Alicia (Seix Barral), el sexto libro de cuentos del escritor cartagenero
Roberto Burgos Cantor, lanzado el jueves en la biblioteca del Gimnasio Moderno.
Lo presentó la escritora Piedad Bonnett y creo que cumple a cabalidad con lo
que ella reclama de sus alumnos: “Poner el ojo donde los demás no lo hacen”. La
mirada, el distanciamiento, el acto de descubrimiento, heredados de clásicos
como la recordada Flannery O’Connor.
Son 13
cuentos repartidos en Del infierno, Del cielo y De la tierra, caracterizados
por un dominio de la técnica narrativa y una retadora construcción de
atmósferas a partir de enumeraciones y reiteraciones que acumulan
significación.
No se
trata de un libro clásico de relatos como Lo Amador, reeditado ahora por
Planeta con destino a las escuelas en la colección Remasterizados, donde las
historias de barrio de Cartagena mostraron a un Burgos experimentando con la
puntuación y con una coral de voces de personajes populares, marginados,
enfrentados a la vida a pesar de la falta de oportunidades. Tampoco es la
visión urbana y opresiva de las grandes ciudades como Bogotá, capturada en Una
siempre en la misma (Seix Barral). Esta vez se trata de “una colección de
reminiscencias, de reflexiones profundas”, como bien lo definió desde París el
escritor Julio Olaciregui, quien acaba de ganar el Concurso Nacional de
Cuento La Cueva con La piel de Mabina.
“Un testimonio de época”, dice Seix Barral. “Trato de dialogar con mi tiempo”,
dice el autor. De acuerdo. Basta leer El otro que nos habita y El hombre que
perdió el norte.
El
secreto de Alicia —título de uno de los cuentos en el que se confronta la
existencia humana en un viaje al mundo del cine y a la vida de una familia que
se prepara para la muerte del abuelo— es consecuente con los postulados de
Burgos como escritor: “Explorar los enigmas de la sociedad”, “indagar los
vacíos de la vida interior y preguntarse con quién lo dialogo”, “salir a
perseguir a la incertidumbre en busca de verosimilitud”, “la aventura de ir más
allá de lo que se sabe y lo que no se ha dicho”, “huir del artificio, del lugar
común” y “trasladarle la aventura al lector”.
Sin
embargo, esta vez no obedece al juego contra el tiempo, al vértigo, a ganar la
pelea por nocaut como le reclama Cortázar al cuentista. Aquí no manda la
acción, sino el sosiego descriptivo mientras la procesión va por dentro, “la
transformación” de la historia y de los personajes, tan vital para Piedad
Bonnett. Bien dijo Olaciregui: no es la economía del lenguaje, el minimalismo
de Carver. Sí acude a su espíritu en ese permanente conflicto entre lo espiritual
y lo material. A la teoría del iceberg de Hemingway (patentada en Los asesinos)
para callar lo que se debe. También a la pretensión de crear un universo en un
solo cuento como El nuncio, goce literario en siete tiempos en los que Marina
Gamba y el señor Lan hacen recordar el Tlön, Uqbar, Orbis Tertius de Borges, se
apoyan en Dante, Chateaubriand y Nabokov, incluso en Galileo Galilei para
intrigar con “el hilo secreto entre la ciencia y la literatura”.
La
prosa de Burgos Cantor ratifica la eterna vecindad del cuento con la poesía,
aquí con Hölderlin, por ejemplo, por la sensibilidad, la precisión del
lenguaje, las palabras dispuestas como piezas de relojería para cumplir con su
fórmula de singularidad e intensidad hasta los finales abiertos a la interpretación
del lector. En Fosas comunes muestra su talento para elaborar monólogos y
construir voces femeninas, esta vez una mujer a quien la guerra le arrebató a
su pareja. Hay otra que se mira al espejo y no cesa de acomodarse el pelo en un
aeropuerto, aquellas que recorren Roma confrontando la historia con la
actualidad, en busca del dedo de un santo. Lo masculino visto desde la historia
de un palenquero que en la vida real grabó una película con Marlon Brando, con
una mirada irreverente a los próceres de la Independencia, a un adicto a las
drogas y al juego, a la ascensión sobrenatural de un novicio. Casi todos
personajes perseguidos por el dolor, con sus cicatrices a la vista, los sin
voz, los ninguneados diría Eduardo Galeano.
Es la
forma de ver el mundo la que hace que la poética de un autor sea auténtica y
Burgos ya tiene otro cuento en mente: dice que nunca había visto una sonrisa
más bella y enigmática que la de una mujer que, en medio del tráfico bogotano,
acababa de bajarse de una motocicleta y quitarse el casco.
Por:
Nelson Fredy Padilla
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