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Mayo 6, 2012. Nuevo libro de cuentos de Eduardo Delgado:
http://ntc-narrativa.blogspot.com/2012_05_05_archive.html
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Novela. Tercera edición, Octubre 2011.
Universidad del Valle, Programa Editorial
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Rústica, 14.5 x 21.5 cms. 140 páginas.
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Eduardo Delgado Ortiz.
http://literaturaenelvalle.blogspot.com/2010_10_16_archive.html
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CONTENIDO
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Dedicatoria
Las intrigas del huerto
Por los caminos de Prada
Libro primero
La hoguera del infierno
Tras el verso de la gloria
El amor toca las puertas
En el temporal el sol flamea
Bajo el cielo de Cundurcunca
Los crímenes del amor
Libro segundo
Encrucijada en el laberinto
Senda del crimen
Mascaras negras
Trampa tendida
Jinetes de la noche
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Textos en la contracarátula
“Por los senderos del sur es un texto de grandes logros narrativos, de una riqueza histórica insoslayable que aparece en momentos en que la literatura nacional se ha dejado por lo superfluo”
Sonia Nadezha Truque
Revista Número
“Eduardo Delgado Ortiz Pone Sobre el Tapete los Hilos Tenebrosos del Poder y hasta dónde el poder puede llegar a sacrificar, en aras de defender sus oscuros intereses, a los mejores hombres y mujeres de país”
Fabio Martínez
El hombre y la máquina
“Es una novela valiosa, que enfrenta dificultades de las que logra salir bien librada, que se lee con interés creciente y que por el tema y por su carácter histórico, dará pie a buen número de controversias”
Germán Patiño
Gaceta, El País
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NTC ... ENLACES
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http://literaturaenelvalle.blogspot.com/2010_10_16_archive.html
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Por los senderos del Sur
Una novela histórica
Palabras pronunciadas por el doctor Vicente Pérez Silva, en el acto de la presentación de
la novela histórica Por los senderos del Sur de Eduardo Delgado Ortiz; en el auditorio
Germán Colmenares de la Universidad del Valle del Cauca.
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Ante todo, considero oportuno e imprescindible referirme a una novela histórica
que, no obstante el tiempo trascurrido tiene directa relación con la recreación
histórica de Eduardo Delgado Ortiz: Por los senderos del Sur.
Se trata de la obra que lleva por título Historia del Perínclito Epamínondas del
Cauca por el bachiller Hilario de Altagumea, obra publicada en Nueva York, en el
año de 1863.
El nombre del supuesto autor corresponde al famoso escritor guatemalteco
Antonio José de Irrisarri, "personalidad casi fabulosa, inquietante, atractiva,
vilipendiada y erizada de relámpagos"; y, autor, además, de la obra Historia crítica
del asesinato cometido en la persona del gran mariscal de Ayacucho, Bogotá,
1846.
En el trascurso de su vida, larga y fecunda, Irisarri se distinguió como escritor,
poeta, periodista, diplomático y polemista; pero más que todo sobresalió por sus
dotes de escritor prolífico, de pluma "afilada como una espada, aguda como un
estilete, sarcástica, agresiva y mordaz". En Bogotá, publicó los periódicos:
Nosotros: orden y libertad; 50 números de El cristiano errante.
En la mencionada novela histórica, su protagonista es nada menos que el general
José María Obando, y su entorno, el desarrollo y análisis de los sucesos que
rodearon el asesinato del general Antonio José de Sucre. En la advertencia que
consigna en la página preliminar, Irisarri escribe:
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"Esta es una novela que no carece de su parte histórica, ni de su parte política, ni
de su parte filosófica, ni de su parte moral, ni de su partecilla literaria.
Dicho lo anterior no resisto la tentación de recordar apenas una muestra
aneédótica de la novela que enfrenta a todas luces una singular significación a lo
largo de su extenso e intenso contenido.
Está probado que el comandante Erazo era un cazador de la montaña de
Berruecos que cazaba por sí y por sus dependientes, por lo cual tenían que
proveerse los que viajaban por allí de buenas recomendaciones para aquel
personaje, yendo bien provistos de presentes para el señor comandante de
cazadores de pabas, y para la señora Desideria. Llamó a la pandilla de Erazo
cazadores de pabas por aquello que se lee en el libro cuarto del Examen
Crítico del general Mosquera, en que refiriendo lo que le contaron el ministro
de Bolivia, don Manuel Molina, y el señor García, de Coro, que habiendo
solicitado aquellos caballeros, pocos días después de la muerte de Sucre, una
recomendación para Erazo, que era comandante del Mayo, y estando con él
en el punto indicado (es decir, en la entrada de Berruecos), salieron de la
montaña unos mozos de poncho y sombrero grande, y le preguntaron SI
HABíA PABAS AL SIGUIENTE DíA, á lo que Erazo contestó: No, á estos
caballeros me los han recomendado. Los mismos sujetos referían que el
republicano y liberal Erazo los convidó a tomar una copa de aguardiente por el
rei, y que, preguntando á aquel por qué mataron á Sucre, contestó: por mason
y por hereje. Así es que el pobre Mariscal de Ayacucho murió por un motivo
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enteramente opuesto al que hubo para matar al gallo del epigrama tan sabido
que dice:
Pintó un gallo un mal pintor,
y entró un vivo de repente,
En todo tan diferente
Cuanto ignorante el autor:
Su falta de habilidad
Satisfizo con matarto,
De suerte que murió el gallo
Por sustentar la verdad.
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.....
Continuará
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Cali, Programa editorial Universidad del Valle,
Por: Álvaro Pineda Botero
Escritor Ph.D en Literatura, Suy at Stone Brook, 1985
Me sorprendió la lectura de esta novela. A Eduardo lo conocía como cuentista, sobre todo por su libro Como tinta de sangre en el paladar. En la novela encuentro una nueva faceta: la del escritor profesional que ha superado la etapa de los relatos impresionistas de inspiración autobiográfica. La novela responde a problemas de mayor dimensión. Aborda de manera convincente uno de los episodios más dolorosos y oscuros de nuestra historia: el asesinato del general Antonio José de Sucre, que, cuando fue conocido por el Libertador, precipitó su muerte en San Pedro Alejandrino. Este episodio, como se sabe, tuvo profundas implicaciones en la historia del continente. Y siempre ha sido motivo de controversia: ¿quién fue el autor intelectual del magnicidio? ¿Quiénes se beneficiaron con su muerte? ¿Cuáles eran las facciones políticas que ocupaban el escenario de la nación en aquellos momentos?
Delgado Ortiz tiene su propia versión: el autor intelectual fue el general Juan José Flórez para perpetuarse en el poder como amo de la Provincia de Quito. Fue él quien, según la novela, tejió una impresionante red de espías e intrigas para acabar con la vida de Sucre, y, al mismo tiempo, quien estableció una coartada poderosa con la que pretendía liberarse de cualquier sospecha.
Para construir esta hipótesis se vale de recursos literarios efectivos. Parte de unas conversaciones que el “joven autor” escuchó en el huerto de su casa, sostenidas por el padre con un veterano historiador y un militar curtido en viejas lides, y de unos cuadernos antiguos hallados en el un baúl desvencijado en el desván de la casa. Habían sido escritos por la época de los sucesos por Alfonso Prada Rodríguez, uno de los hombres de confianza de Sucre, quien se desempeñaba en “las huestes secretas” de los patriotas, asumiendo como espía distintas identidades y moviéndose con solvencia en los ambientes más disímiles. A partir del hallazgo de los cuadernos, el joven autor desenrolla el ovillo de la historia. El reto no es fácil: había que darle voz y carácter propio y creíble a figuras como Sucre y su amada Marianita de Carcelén; a Mosquera, Obando, Flórez, Córdoba y demás figuras del batallón Voltígeros, al propio General Bolívar y a Manuelita Saenz; a José Eraso - famoso guerrillero del Patía - ; a los realistas La Serna y José de Canterac, a decenas de guías, espías, arrieros y soldados de aquella tenebrosa y sangrienta “Campaña del Sur”.
Tres episodios cautivaron mi atención: la descripción de la batalla de Ayacucho, con sus antecedentes y consecuencias, con los desplazamientos y estrategias de los ejércitos rivales; la descripción de una fiesta luego de la batalla, con los excesos de los militares y el encanto de las mujeres, y las reflexiones de la voz narrativa sobre la forma como fue tramado y ejecutado el crimen de Sucre.
Este tipo de retos exigen, de un lado, un conocimiento de la historia, de la geografía, los paisajes, los climas, las condiciones locales, las costumbres y una documentación adecuada y verás y, de otro, capacidad de síntesis, manejo estructural, familiaridad con los usos lingüísticos locales y, sobre todo, sensibilidad artística. Creo que Eduardo Delgado Ortiz ha logrado todo esto, y, de paso, ha arrojado nuevos elementos sobre la configuración de los mitos y figuras sobre los cuales se erigen las identidades de nuestros pueblos.