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ÓSCAR
COLLAZOS, EL PERIODISTA Y ANALISTA POLÍTICO
ARMANDO BARONA MESA
Óscar
Collazos fue, sin duda alguna, un hombre de talentos múltiples. Cuentista,
novelista, ensayista y periodista de agudos análisis. En todos esos campos
sobresalió hasta colocarse por encima de su propia muerte, es decir,
sobreviviendo a ella.
La
historia suya nos es conocida y hasta familiar a los caleños de cierta edad. Lo
hemos leído y a veces releído en algunas de sus obras, y nos gusta ese estilo
directo, sin ambages, agudo, sicológico, sarcástico, cruel con cierta
frecuencia como las circunstancias que rodeaban a cada cual. Allí está el
escritor integral descubriendo los mundos del silencio en que debe vivir sumido
el que padece la injusticia, el que es excluido, el que pierde la esperanza y
el que, finalmente, debe llenarse de odio. Su maestría en la escritura hace que
de esos paisajes sin redención surja el mensaje tácito, sin que se lo mencione
o tenga presencia; pero está supuesto y pensado de manera correlativa en el
binomio con el lector. Es más o menos el mensaje que surge entre la disyuntiva
que plantea el ser y el deber ser.
Pero
no voy a hablar del literato creando sus historias, convertidas en realidad o
las realidades convertidas en historias. Esa labor, en esta tarde, está
confiada a otros de los que hoy nos congregamos alrededor de su nombre, en una
tertulia * a la que él, Oscar, asistió tantas veces, bajo la dirección y la
convocatoria insustituibles del médico Adolfo Vera Delgado. Me han pedido a mí que
hable del analista político que fue dejando, semana tras semana, un río de
columnas que merecieron varias veces los premios y distintivos de los que
reconocen en la labor periodística un bastión del pensamiento libre, de la
democracia y de la lucha del hombre contra la desacierto social que lo subyuga.
Empero,
antes de enfocar ese tema, permítaseme decir que Oscar fue el arquitecto de su
propio destino. Se hizo a sí mismo con la devoción de un Pigmalión iluminado; y
el mérito de su existencia lo fue construyendo página tras página. Todo lo que
escribió lo vivió y lo guardó en su memoria. Lo bueno, lo malo y lo feo, para
escribirlo después, con ansiedad insaciable, en una literatura nueva que fue
soltando al viento; y aunque, como dice un adagio chino, el viento no sabe
leer, en este caso sí supo porque lo repartió por todos los lugares y en todos
ellos se lo leyó y se lo apreció y reconoció como uno de los mayores valores
del posboom.
Nunca
le faltó una sonrisa, ni la risa abierta y sonora, ni la alegría de un amor, ni
la mano abierta al amigo, ni el júbilo de un baile. Tampoco esquivó un vino, ni
dejó de decir un chiste fluido y chispeante que le acudían en cascada o un
sarcasmo con el que acababa una discusión. En fin, nunca fue indiferente ni a
las angustias ni a la belleza de la vida.
Encontró,
como el Mio Cid, a su bella Jimena, que aquí nos acompaña y a la que también
rendimos homenaje hoy; y a su lado vivió años intensos de íntima comprensión y
amor. Fue ella, la hermosa Jimena, el último lazo con la vida que lo asistió en
su lecho cuando no pudo más con su enfermedad y se fue.
EL
PERIODISTA Y ANALISTA
En
relación con el periodismo de opinión y análisis que desplegó Collazos en El
Tiempo, El Heraldo, El espectador y los medios audiovisuales en los que
trabajó, el mismo Oscar dijo con humor: "Yo soy un novelista que ha hecho periodismo casi toda su vida. Mi
lenguaje periodístico se alimenta de ciertas exigencias del lenguaje narrativo
y, en ciertos momentos, mi lenguaje narrativo se alimenta de cierto dinamismo
del lenguaje periodístico. Yo me considero un escritor en el sentido más amplió
de la palabra. En resumen, a veces lo digo en broma, pero es en serio, yo creo
que soy un esquizofrénico de la escritura."
Es
un trasunto afortunado, aun con lo de esquizofrénico, que quiere decir que
navegaba como un loco cuerdo por el trajín sin límite de un mundo sumido en la
locura. Ah, todos estamos locos, como lo intuyera Erasmo, y quizás eso vuelve
un poco divertido lo que de otra manera sería insoportable. Pero, digámoslo de
una vez, el mayor acierto de escritor que tuvo en todos los campos el talento
de Oscar estaba en el equilibrio discreto entre ese lenguaje periodístico
directo y breve y el lenguaje narrativo explayado y abierto.
Sin
embargo, Oscar fue un producto de su época. Desde muy joven comprometido, como
era la costumbre dogmática, con el ideal marxista-leninista, cuando los excesos
totalitarios y los crímenes contra el hombre individual del stalinismo fueron
patentes en la postguerra, él, como todos los grandes intelectuales, comenzando
por Sartre que en un arranque reflexivo y en desprecio a la burguesía dominante
había renunciado al premio Nobel, redactaron con Bertrand Russell un manifiesto
en el que rechazaron los procedimientos antidemocráticos y arbitrarios del
comunismo y abandonaron su posición de compromiso que durante mucho tiempo
tuvieron con la Unión Soviética y, por supuesto, con Cuba. El comunismo dejó de
ser una esperanza de los pueblos oprimidos para, a través de la dictadura del
proletariado, convertirse en un sistema despótico. Y Oscar, sin estridencias,
también adoptó ese camino, esto es, dejó de lado el "compromiso" para
adoptar el libre camino de la libertad.
"La historia -escribió- es
larga y ha sido muy cortada. De una u otra manera, los escritores
latinoamericanos nacidos entre los años 20 y 40 sentimos la presión moral y
política del compromiso sartreano. La izquierda lo había convertido en
imperativo, al tiempo que reducía la figura del intelectual a la de un perro
que no dejaba de ladrarles a la burguesía y al capitalismo, incapaz de ladrar y
morder al otro sistema en discordia: el comunismo y el "proletariado" en el
poder.
"Con el imperativo del compromiso
se escribieron más obras malas que buenas. La carga ideológica desactivaba
muchas veces el poder explosivo de la verdadera literatura. El predominio de lo
político sobre cualquier otra expresión de la realidad le quitaba tres patas a
la mesa".
Liberado del compromiso a ultranza con la izquierda, Oscar escribe de la
única manera como puede cumplirse el oficio de escritor: con libertad absoluta,
y se burla al tiempo que critica, por ejemplo, a un hombre como Ortega de
Nicaragua.
"Nicaragua, la patria grande de Sandino y Darío,
vive hace rato el infortunio de tener una pareja presidencial que remeda las
ambiciones de poder de Macbeth y su intrigante esposa. No mandaron a matar al
rey para ocupar su trono, pero han matado a punta de nepotismo y folletines de
familia la posibilidad de encauzar la democracia en esa antigua república
bananera".
Inserta
su bisturí en el punto pestilente del apostema nacional que es la corrupción,
casi que generalizada. Y anota preciso:
"Lo que no consiguieron las
guerrillas (poner a la población civil de espaldas a gobiernos y fuerzas del
estado, mirar la credibilidad en las instituciones y rituales de la democracia
liberal, introducir la desconfianza y apartar a un número grande de colombianos
de los derechos de esa democracia) lo han conseguido quienes, dentro del
sistema, han envilecido la función pública, amarrando con intereses personales
la autonomía de los poderes, entrando y saliendo de lo público a lo privado por
la puerta giratoria de los grandes negocios, en fin, desnaturalizando el
sistema que no pudo desnaturalizar la subversión armada".
¿Quién puede negar que en esa columna, como en todas, Oscar Collazos da
en el punto neurálgico del hondo drama de los colombianos? Y esos textos se
convirtieron, poco a poco, en lo que hace cuatro décadas significaban las
opiniones expuestas en La danza de las Horas de Calibán, el tío abuelo del
actual presidente, pero mejor escritas éstas.
Hubo
un senador romano llamado Marco Porcio Catón, El Joven, que como su abuelo se
distinguió por su honradez intransigente y su autoridad cargada de razones.
Nadie lo igualó a través de los tiempos. Era un estado de conciencia colectivo
que abogaba por aquello que entonces se conocía como la virtus, que ya es una flor exótica. Sus enemigos lo evocaban después
de muerto y extrañaban sus escritos y discursos, como una necesidad de moral
pública. Y ahora recuerdo esto, porque ya hemos comenzado a notar en las
páginas de los periódicos la ausencia de las columnas de Oscar Collazos, su
intransigencia insobornable y el imperativo de tomar la profesión de periodista
de opinión como una función social de reclamo, de censura, de paz y tranquilidad
pública.
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*** 12 de junio, 2015, Cali, 6:30 PM
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Oscar Collazos en Cali . Tertulia Médica No. 101. Fundación Medecina y Humanismo. Director Adolfo Vera Delgado.
Cali, Febrero 25, 2012, 11:00 AM a 8:30 PM. http://ntc-eventos.blogspot. com/2012_02_26_archive.html . Fotografías: MIC de NTC …
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