En su 2a. etapa, provisional, publican y difunden
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Defensa Jurídica de la Cultura Taurina
Leonardo Medina Patiño
LIBRO sobre DERECHO TAURINO
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Fotografía y texto en la contracarátula
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PRESENTACIÓN
Por Leonardo
Medina Patiño
Desde
niño, cuando escuchaba los “olés” que al unísono salían de la plaza de toros en
las tardes de diciembre, me interesó conocer este mundo, que no veía, solo oía,
que imaginaba. Y recuerdo a mi señora madre que me llevaba a ver toreo bufo y
novilladas, que incentivaron mi afición. Tiempo después, acudí una tarde
decembrina a ver una corrida de toros, justo Castella estaba al ruedo, bailando
suavemente frente al toro, con su muleta, haciendo vibrar los tendidos de
Cañaveralejo. Y me impactó tanto su arte, que procuro asistir a las diferentes
ciudades donde se realicen corridas de toros, como también donde haya música,
ballet, teatro, exposiciones, poesía.
Por eso
hoy, desde mi profesión, considero que es inaplazable alzar la voz y edificar
una “defensa jurídica”, qué mejor que en beneficio de la cultura taurina, que
es ritualística, de tradición, donde convergen y se derivan muchas de las
expresiones del arte, incluso del arte contemporáneo.
Por
ello, con la afición que me palpita permanentemente, empecé a escribir este
libro hace más de un año, con el interés de realizar un análisis de derecho
comparado con la legislación de países de la región donde se celebran corridas
de toros. Sin embargo, ante los insaciables ataques que contra la fiesta brava
el Alcalde Mayor de Bogotá, Señor Gustavo Petro Urrego, inició desde su período
de gobierno en el año 2012, estimé necesario enfocar el estudio solamente en la
normatividad y la jurisprudencia doméstica.
Inicio
precisando lo que diferentes organismos internacionales han promulgado para
definir qué es cultura, dado que existen múltiples definiciones de este
concepto, según desde la disciplina que se aborde; empero, en el presente caso
es estrictamente desde lo jurídico. Por tal razón, encontrarán las diferentes
decisiones internacionales de carácter legal, que sobre esa acepción se han
proferido.
Definido
lo que es cultura, tanto en el orden internacional como en el local, que está
en ley de la República, desarrollo lo que la tauromaquia representa para el
arte y la cultura en Colombia. Allí es donde el estudio adquiere relevancia, en
mi sentir, dado que le imprime el carácter que debe tener la fiesta brava en la
sociedad nuestra, y de una manera contundente y objetiva, con fundamento en la
Ley, desvirtuar las tesis de los animalistas y anti-taurinos.
También
encontrarán la jurisprudencia que ha proferido la Corte Constitucional, toda
ella ha sido con una sola línea, el respeto por la cultura, en el entendido que
la Constitución Política defiende el multiculturalismo y la protección de las
minorías. De ello hago pequeños aportes, para explicar en términos no siempre
jurídicos, lo que ha resuelto la corte en determinadas decisiones.
Este
libro también propende consolidar un discurso jurídico que nos permita obtener
argumentos, no sólo para defendernos sino para enfilar baterías, a fin que las
corridas de toros sean declaradas patrimonio cultural de la Nación.
Así que
la afición que empezó hace años, se reconforta con la escritura de un texto
jurídico –prologado por un grande del derecho Constitucional y un ganadero
ejemplar-, y hago parte de ese coro que a viva voz grita los “oleeé”, que antes
escuchaba desde afuera, y vibro y lloro con faenas llenas de belleza, de
torería, de valor…
Ya ven,
que no voy a la plaza con la compañía de mi señora madre, pero sí con la de mis
amigos, que conforman casi una hermandad, porque nos identificamos bajo un rito
común y buscamos la protección de una especie, como es el toro de lidia: el Rey
de la fiesta brava.
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PRÓLOGO
No soy
abogado, y este libro, que con generosidad me ha pedido prologar el doctor
Leonardo Medina Patiño, versa sobre un juicioso e ilustrado desarrollo de la
"Defensa Jurídica de la Cultura Taurina". Así pues, en principio,
debería sentirme descalificado para tal cometido, no solo por mi precario
conocimiento sobre los temas legales, sino por las condiciones excelsas del
autor, que a su condición de jurista con especializaciones en Derecho
Administrativo y Derecho Constitucional, le suma la pasión taurina que lo ha
llevado a participar activamente en organizaciones como la Asociación de
periodistas y aficionados taurinos, ASTAUROS, y la Asociación de abonados y
aficionados taurinos de Cali, AFITAURI; pero sobre todo, una pasión taurina que
comparto y que resolvemos cada fin de año en el coso de Cañaveralejo, en el
marco de la Feria de Cali, y desde allí, en donde quiera que podamos
estremecernos con las fanfarrias, el colorido y la épica de la fiesta brava.
Esa pasión compartida es el argumento que, desde lo personal, me da licencia para escribir estas líneas. Pero desde lo institucional, lo asumo como un deber que se desprende de mi condición de presidente de la Federación Colombiana de Ganaderos, FEDEGÁN, aunque, en ocasiones y en algunos círculos, se tenga la falsa percepción de que los criadores de bravo no están integrados a un gremio que, por el contrario, se concentra exclusivamente en los productores de carne y leche. Tal concentración es real – ¿cómo negarlo? – y obedece al peso específico que la producción de carne y leche tienen dentro del sector agropecuario y en la economía colombiana como un todo. Lo que no es cierto es la exclusividad de ese interés gremial en lo que también conocemos como la ganadería comercial. La atención de FEDEGÁN a los criadores de bravo siempre ha existido, aunque tengo que reconocer, con algo o con mucho de inmodestia, que se ha acentuado durante mi gestión, quizás por mi personal condición de taurófilo visceral y empedernido.
.Esa pasión compartida es el argumento que, desde lo personal, me da licencia para escribir estas líneas. Pero desde lo institucional, lo asumo como un deber que se desprende de mi condición de presidente de la Federación Colombiana de Ganaderos, FEDEGÁN, aunque, en ocasiones y en algunos círculos, se tenga la falsa percepción de que los criadores de bravo no están integrados a un gremio que, por el contrario, se concentra exclusivamente en los productores de carne y leche. Tal concentración es real – ¿cómo negarlo? – y obedece al peso específico que la producción de carne y leche tienen dentro del sector agropecuario y en la economía colombiana como un todo. Lo que no es cierto es la exclusividad de ese interés gremial en lo que también conocemos como la ganadería comercial. La atención de FEDEGÁN a los criadores de bravo siempre ha existido, aunque tengo que reconocer, con algo o con mucho de inmodestia, que se ha acentuado durante mi gestión, quizás por mi personal condición de taurófilo visceral y empedernido.
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Prólogo
Por Jaime Castro
Durante
las últimas décadas surgió una corriente de opinión animalista que promueve y
defiende el respeto de todas las especies del reino animal, conservación, así
como la prohibición de los tratos crueles que se les puedan causar. Sostiene,
inclusive, que los animales tienen derechos. Algunos de sus miembros así lo
piensan todavía, aunque el debate sobre este punto parece superado, porque se
ha concluido que no los tienen por la sencilla razón de que tampoco tienen
deberes u obligaciones. En todas partes se tiene establecido que derechos y
deberes hacen parte de una misma ecuación. Para decirlo con lenguaje popular,
van de la mano. Así lo establece nuestra Constitución, entre otros, en sus
artículos 2, 95-1, 152, lit. a.
Que los
animales no tengan derechos, deberes ni obligaciones, tampoco conciencia, no
quiere decir que no sean seres vivos que poseen sensibilidad, razón por la que
los seres humanos tenemos obligaciones y deberes para con ellos. Este
reconocimiento-los animales sienten-reemplaza la teoría de sus derechos y es el
punto de partida para la promulgación de la normatividad que los protege y
defiende y sanciona los malos tratos de que son objeto. Esta legislación, que
ya es frecuente y cada día de mayor contenido, también acepta como excepción
aquellos casos en que por valores superiores sus rigurosas normas no son
aplicables. Las altas cortes y los especialistas que se han ocupado del tema
han concluido que las citadas excepciones se justifican por cuatro grandes
razones:
-Investigación
científica: La ciencia médica no avanzaría si sus laboratorios no pudiesen
utilizar los llamados conejillos de indias.
-Campañas
sanitarias: Es sabido que muchos animales trasmiten enfermedades de distinto
orden a la especie humana.
-Alimenticias:
Los animalistas coherentes, que defienden a capa y espada sus puntos de vista
con vegetarianos. La mayoría tal vez no tiene ese grado de coherencia, porque
son carnívoros sin ninguna clase de reservas. Joaquín Sabina, el conocido
cantautor español, dice que cuando les sirven un bistec no preguntan si la res
murió de vieja o de muerte natural. También son amantes de otros mamíferos,
pollo y pescado bien preparados.
-Prácticas
culturales de las sociedades: Grupos humanos que las conservan en el mundo de
hoy porque son costumbres tradicionales que expresan y lo simbolizan su temperamento,
su manera de ser, inclusive, su concepción y visión de la vida y el arte. De
este acápite hacen parte algunas prácticas religiosas y la fiesta taurina.
Dentro
de los animalistas está el capítulo de los anti-taurinos que también piden que
se prohíban las corridas de toros. Muchos de ellos, igualmente, piden que se
proscriban la pesca, la caza, la hípica, el coleo y las riñas de gallos.
Igualmente piden que se prohíba la utilización de los canes en las tareas de
vigilancia que cumplen la fuerza pública y las agencias de seguridad; y de los
equinos como animales de silla y de carga.
La gran
mayoría de los animalistas presenta sus puntos de vista y posiciones a través
de los medios autorizados por la ley y los hace valer, o trata de hacerlos
valer, ante las instancias y autoridades encargadas de tomar decisiones sobre
la materia. También, es respetuosa de quienes no comparten sus apreciaciones y
debate con altura con quienes tengan puntos de vista y posiciones diferentes.
Con
otras palabras, la mayoría de los animalistas defiende posiciones respetables,
aunque algunas de ellas no se compartan. Lo hacen, por ejemplo, cuando
promueven la defensa de especies en vía de extinción.
Los
sesudos comentarios del profesor Medina Patiño a la normatividad vigente
despejan las dudas que algunos pudieran tener sobre la validez jurídica de las
corridas de toros y la obligación que tienen los alcaldes de permitir su
realización. Así lo acaba de ratificar la Corte Constitucional en su sentencia t-296 que promulgó el 2 de septiembre de 2014 y en la que ordenó “restituir de
manera inmediata Lasantamaria como plaza de toros permanente para la
realización de espectáculos taurinos y la preservación de la cultura taurina”.
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PRESENTACIÓN
INVITACIÓN
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*** 20 DE NOVIEMBRE, 2014, Cali, 7:00 PM
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--- Defensa Jurídica de la Cultura Taurina. Leonardo Medina Patiño. LIBRO sobre DERECHO TAURINO, ACCEDER Y NAVEGAR. http://ntc-narrativa.blogspot. com/2014_11_17_archive.html . ALLÍ: Detalles e información sobre el libro y el autor. PRESENTACIÓN. Por Leonardo Medina Patiño.PRÓLOGO. Por José Félix Lafuurie Patiño. Prefacio. Por Jaime Castro. Invitación al lanzamiento el 20 de noviembre. NTC ... enlaces
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El toro y la moral
Por Julio
Cesar Londoño
La
Plana. El País, Cali, Noviembre 20 de 2014
Los
escritores son proclives a los bajos instintos. Los héroes de la literatura
clásica son una prostituta, como en Molly Flanders de Daniel De Foe, un asesino
como en Ricardo III de Shakespeare, un ladrón como en Los miserables de Víctor
Hugo, o un ladrón asesino como en Crimen y Castigo de Dostoievski.
¿Por
qué no escogen personajes edificantes? La respuesta es fácil: para no aburrir
al lector. A nadie se le ocurre escribir sobre una señora fiel ni sobre un
señor que paga los impuestos. El drama se nutre del conflicto, y el conflicto
siempre está relacionado con la ética o con el código penal. Tampoco pueden
ponerse los escritores a fustigar el crimen porque entonces la gente puede
pensar que son pastores. O candidatos a corporaciones públicas.
Pero
tampoco son apologistas del crimen, como lo prueba el hecho de que todos sus
bandidos terminen en la horca o presos o atormentados por su propia conciencia.
Los escritores quizá simpaticen con el ladrón, pero abominan del asesino casi
tanto como del policía. Y como no les sienta bien rasgarse las vestiduras ante
el crimen, ni aplaudirlo, entonces lo contemplan con piedad y lucidez y nos
muestran las presiones que llevan a Raskolnikov a darle hachazos a una viejita
usurera; o nos descubren que es la mera vanidad lo que hace del protagonista de
La caída, de Albert Camus, un juez intachable.
Cervantes
también es amoral. Con frecuencia don Quijote pronuncia discursos con visos
legalistas y palabras piadosas, pero eran sólo mañas de Cervantes para
despistar a sus carceleros, como bien observó Macedonio Fernández. Descreía de
la justicia, «que siempre aparece en el libro como algo oscuro, lejano y
peligroso», como anota Vargas Llosa.
Dicen
que era creyente, pero lo cierto es que con frecuencia se le zafan vainazos
heréticos. «Detrás de la cruz está el diablo». «La gente es como Dios la hizo,
Sancho, y a veces peor». Hay un pasaje que ilustra su recelo de los tribunales,
de los divinos y los terrenos. Un día don Quijote se topa con una caravana
singular. Se trata de una jaula tirada por dos percherones y custodiada por
gendarmes. Pero en la jaula no llevan animales sino hombres. Son unos pillos
que trasladan de un pueblo a otro. Viendo a esos prójimos tratados como fieras,
a don Quijote se le calienta el «celebro», combate y reduce a los gendarmes y
les abre la jaula a los pillos «porque si estos hombres son culpables ya el
Señor se ocupará de ellos». Lo cierto es que los pillos se fugan, nunca son
recapturados por la justicia, y el Señor tampoco se vuelve a ocupar de ellos en
el resto del libro porque Dios será todo lo que se quiera pero nunca sapo.
La
amoralidad contribuye a la permanencia de las obras por dos razones: primero,
porque la moral cambia con el tiempo y la geografía; y segundo, porque a los
intelectuales, que son el grueso de la clientela del arte, los fascina la anarquía.
P.D.:
Hay dos cosas con las que no puedo: las corridas de toros y la literatura del
derecho. Soy muy civilizado para las primeras y muy salvaje para la segunda. Y
esta semana me dieron dos tazas: Defensa jurídica de la cultura taurina, del
abogado, escritor y taurófilo Leonardo Medina Patiño, un libro que glosa las
leyes sobre diversidad cultural con la elegancia de un teorema y con una prosa
que ya la quisieran muchos escritores, e ilustra sus apreciaciones con suertes
taurinas descritas con una poesía que dan ganas de correr a tomar la
alternativa. En suma, es un libro que las autoridades deberían prohibir para
proteger al mundo de su diabólica influencia..
DE: ARMANDO BARONA MESA
LEONARDO MEDINA PATIÑO
LEONARDO MEDINA PATIÑO
CEREMONIA DE LANZAMIENTO DEL LIBRO
DEFENSA JURÍDICA DE LA CULTURA TAURINA
CIUDAD.
Apreciado
Leonardo:
Un
compromiso ineludible me priva del placer de acompañarte en tan importante
acto. Pero quiero expresarte en estas pocas líneas la admiración que me suscita
tu trabajo alrededor de un derecho en la tauromaquia. Pienso que esa inquietud
intelectual tuya te ha llevado a adentrarte en un tema que parecería un poco
exótico, si no fuera porque antes que tú un ex presidente muy querido por todos
los colombianos, Guillermo León Valencia, se atrevió en una conferencia memorable
a comparar la política y los toros. Entonces, apriorísticamente, también
parecía exótico, hasta que su palabra le dio un vuelo extraordinario a sus
ideas y en adelante se habló mucho de los toros y la política, por una gran
similitud en los lances, el arrojo, el arte el valor y lo que era la política
de entonces.
La
tauromaquia se remonta a Creta, donde se tuvo un gran culto por los toros, a
los que los artistas enfrentaban a base de saltos o el esfuerzo físico de
sujetar sus cuernos poderosos. Allá, como en Egipto, había una aureola
religiosa alrededor de la estampa majestuosa e imponente del toro. De hecho el
Minotauro era un hijo de Zeus y en Egipto el toro era divinizado.
La
cultura española, forjada por la herencia de aquellos cultos, quizás por el
origen cartaginés de muchos pueblos peninsulares, inmemorialmente estuvo al
lado del toro. Del desafío de su poder a base del arte del movimiento que se
llamó bizarría y luego tronío, altivez, salero, gallardía, donosura, trapío,
glamur y más que se aprecia en el paso y el movimiento del torero. El juego
entre la vida y la muerte, entre el desprecio por la fuerza bruta y la
respuesta del delgado y atlético matador, fascinando con su garbo los ojos
hipnotizados de un público ansioso.
Esa
fiesta se lleva dentro en la cultura hispana-latina y se ha convertido en una
enciclopedia de conocimientos, en una escuela de erudición y en una pasión
inefable. Yo hoy no amo las corridas, pero no puedo menos que recordar a García
Lorca en el tríptico a Ignacio Sánchez Mejías, de sentir aquella doble ansiedad
y arrobamiento, ante el toro imponente, o ante el matador que todo lo entrega a
un arte que lleva en la sangre y por él muere.
Y,
naturalmente, hay un derecho que gobierna la fiesta. En una oportunidad me
llamó como abogado Félix Rodríguez Antón, aquel gran diestro español convertido
a la sazón en ganadero, para que interpusiera un recurso legal, del derecho
taurino, ante el tribunal creado en la plaza de Cali.
Tengo
mucho deseo de mirar ese libro, de estudiarlo a fondo y aun de descubrirle
aquellas facetas del escritor de que habla Julio César Londoño, cuya escritura
se esconde detrás de las normas para resaltar al taurino y al jurista que salta
al ruedo a escarbar, con el buen idioma castellano, de qué manera se manejaban
las reglas de la Fiesta Brava en la época de Antoñete, o de Joselito, o de
Manuel Rodríguez y de Paquirri, ante cuyo recuerdo siento que se me sale una lágrima.
Recibe
el abrazo de tu amigo,
ARMANDO
BARONA MESA
Cali, noviembre 20 de 2014
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