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Palimpsesto
Ejercicios del taller de escritura Comfandi-Mincultura
Compilación Julio César Londoño,
Director del taller
Cali, Diciembre 2012
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CONTINUARÁ
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NTC ... ENLACES y SEGUIMIENTOS
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El
Palimpsesto de Arquímedes
Descripción de la técnica de la 'Fluorescencia de Rayos X' para
descubrir el texto oculto en el libro del matemático griego
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El taller de escritura
Por: Julio César Londoño
El
Espectador .com 16 Nov 2012 - 10:12 pm, http://www.elespectador.com/opinion/columna-387503-el-taller-de-escritura.
Impreso: 17 Nov.
Estoy cerrando clases de un taller de
escritura que empezó en 2010 en Cali con el auspicio de Comfandi y Mincultura.
No fue una tarea fácil.
Dirigir
un taller es un trabajo que implica definir lo indefinible (por ejemplo los
géneros), inventarle corsés absolutos a una madona asaz relativa (la estética)
y encontrar las palabras justas para decirle a un joven que su ejercicio tiene
tantos problemas que lo mejor es romperlo y volver a empezar.
La
censura plantea dilemas insolubles. No se puede vetar una obra de arte por
razones morales sin incurrir en el ridículo. Pero no es menos ingenua la
“liberalidad total”. Pensar que en arte “todo vale”, significa abrir una
tronera por donde pueden colarse pornos deprimentes, apologías a la pedofilia,
performances de autoagresión o películas snuff.
Es
fácil burlarse del censor. “Pornografía es todo aquello que pueda causarle
erecciones al juez”. Más interesante es reflexionar sobre las virtudes
estéticas que separan la transgresión inteligente del facilismo ramplón.
Todas
estas cuestiones fueron materia de debate en el Taller… y fracasamos. No
pudimos convertir en líneas nítidas las zonas de sombra que separan unos
géneros de otros, el humor de la vulgaridad, la irreverencia de la estupidez.
Comprobamos en carne propia el viejo adagio: las respuestas pasan, las
preguntas quedan.
Pero el
fracaso no nos paralizó. Si no pudimos trazar poéticas absolutas, mal que bien
nos defendimos con preceptivas aproximadas y estéticas plurales.
Estudiamos
los géneros del periodismo (“el segundero de la historia”) en atención a su
impacto y a su ya vieja relación con la literatura. Nos asomamos al laberinto
de la gramática española y encontramos algunas rocas en esas arenas.
Estudiamos
el cuento porque es un género feliz. Y porque lo conozco. Y la crítica
literaria porque es un género infeliz, despreciado, difícil y muy necesario: un
escritor debe ser el primer juez de sus textos, o no será ni siquiera
columnista. No pudimos dejar de sonreír con ciertos aforismos (“el criminal es
el artista; el crítico, apenas el detective”), pero tampoco olvidamos que la
crítica es el género de Aristóteles, Borges, Steiner y Valéry, entre otros
fulanos. Si la literatura puede ocuparse de santos y bandidos, de infamias y
heroísmos, ¿por qué negarle que se mire al espejo y se cante a sí misma?
También
leímos ensayos de divulgación porque nos permiten reflexionar sobre el arte, la
ciencia y las humanidades; informarnos sobre política y tendencias sociales y
ejercer bien ese derecho crucial: la ciudadanía. Sin una masa crítica que esté
bien informada sobre algunos temas claves, la democracia no pasará de ser una
bonita palabra.
Dirá
usted que mi taller se desvió. Tiene razón. De tarde en tarde, las cosas salen
mejor de lo planeado. Nosotros sólo queríamos organizar un grupo de discusiones
literarias y hacer ejercicios de escritura. Nunca soñamos con ganar nueve
premios nacionales, ni previmos que nuestras reuniones se iban a salir de madre
y a colonizar otras áreas de la curiosidad humana. Lo cierto es que terminamos
conformando un centro de pensamiento que, en medio de las planas de escritura,
debatía asuntos que iban desde el sexo hasta el bosón Higgs, del arte a la
política, de la blasfemia a la plegaria. Y así, con una candidez muy próxima al
delirio, terminamos erigiendo murallas de palabras contra el avance de los
bárbaros. Nada nos cuesta soñar que estas planas y esos debates pueden
contribuir a que el mundo se salve y la civilización prevalezca.
O al
menos lo intentamos, lo que ya es bastante, porque “las cosas grandes, con
intentarlas basta”, como vociferaba otrora el Caballero de la Triste Figura.
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