.
Gracias al aporte y autorización del autor del ensayo,
Publica
y difunde NTC
… Nos Topamos Con …
.
Nadie es eterno de Alejandro José López
Texto presentado y leído por autor del ensayo en el evento (1) de presentación y conversatorio sobre la novela*,
el 22 de Septiembre, 2012, en el marco del Simposio Jorge Isaacs en la 18 Feria del Libro Pacífico de Cali.
* López, Alejandro José. Nadie es eterno. Medellín: Sílaba Editores, 2012.
Una de las escenas memorables de Madamme Bovary es el
recorrido en coche de Emma con León, durante su reencuentro en Ruan. La escena
es de un gran contenido erótico. Se advierte la extrañeza de la gente que ve el
coche deambular de un lado a otro, bamboleándose con las cortinillas cerradas
mientras el cochero se desespera por la sed y la incertidumbre. En algún momento
una mano desenguantada se asoma por la ventanilla y bota algunos fragmentos de
papel. Y todo queda dicho. El fragmento es una obra maestra de la sutileza
narrativa ( 1 ) . En Nadie es eterno
asistimos a una escena que tiene el fragmento de la novela de Flaubert como
referente y que me parece de la mayor importancia para precisar la propuesta
estética de la novela de López. Rafico se sube al carro con el doctor Álvarez y
casi inmediatamente comienza a hacerle una felación mientras el doctor conduce el
coche por las calles de Tulúa. En Madame
Bovary la narración se hace desde el
punto de vista de una mirada exterior al coche, lo que obliga a una total
inferencia de lo que allí ocurre. En Nadie
es eterno la mirada va y viene del exterior al interior del vehículo, con
explicitación del contenido sexual. Dado que resultaría muy forzada la imagen
de un carruaje tirado por caballos deambulando por las calles de Tuluá con las
cortinillas echadas, el carro de los amantes homosexuales tulueños termina su
recorrido estrechándose contra una carretilla tirada por un caballo. Este
evento sirve no sólo para afianzar el llamado intertextual, sino para precisar
que este es un intertexto en clave bufa. Pero no se agota allí.
En la aspiración a la perfección formal que define la
obra de Alejandro José López, la influencia de Flaubert es axial. Lo ha leído
con pasión, lo ha enseñado con rigor, lo ha estudiado con devoción. Quienes
hemos acompañado al autor en su esfuerzo escritural, sabemos de sus obsesiones
artesanales: la palabra que no se puede repetir, la puntuación impecable, la
medida del párrafo, el adjetivo preciso (cuando se precisa), el equilibrio
narrativo, el desembrague acertado. Mucho de ello lo debe a Flaubert. La
pregunta es, entonces, ¿por qué traer una de las escenas más bellas de su
maestro, pero en clave bufa? La respuesta contiene el fundamento estético de Nadie es eterno. Trataré de explicarlo
brevemente, pero antes debo hacer un amplio paréntesis para examinar el
contenido de la novela y ubicarla dentro de una tradición con la cual se
establecen diálogos ineludibles.
La violencia
como tema literario
La literatura de la violencia es la más prolija y la
más despreciada en Colombia. La violencia como tema literario fue condenada
activamente durante la segunda mitad del siglo XX, como uno de los elementos de
una estrategia de censura que buscaba, como bien lo sostiene Augusto Escobar,
imponer el olvido sobre los cruentos acontecimientos de la violencia política y
borrar la identidad de los responsables. Con este propósito, se recurrió a la
vetusta consideración que sólo algunos temas tenían dignidad literaria: el
honor, el valor, el amor... Ese prejuicio, que se mantiene en nuestros días, traza
una sanción negativa a priori sobre la novelística con tema de narcotráfico y/o
sicariato. Por ello, se ha acogido con tanta irresponsabilidad y gozo en todos
los círculos literarios la denigrante expresión "sicaresca", acuñada por
Abad-Faciolince ( 2 ), para sancionar esta narrativa. Quienes nos movemos en el mundo
de la academia literaria y expresamos nuestro interés por esta literatura
recibimos frecuentemente como respuesta un gesto burlón, una sonrisa de
superioridad intelectual, y, a veces, alguna frase hecha que tiene como núcleo
la palabreja de marras. Las más de las veces, esos juicios son el producto de
una ignorancia crasa y hacen parte de esa lamentable tradición académica que
asume como propios juicios ajenos que ni siquiera consulta.
No obstante estos prejuicios que Alejandro José López conoce,
él se ve impelido por la fuerza de la realidad a contar eso que lo ha definido
a él mismo como sujeto: la experiencia de una sociedad condenada a la más
terrible de las violencias. Él sabe, lo ha leído en muchos maestros y lo aplica
con obsesión, que la virtud literaria de un texto no se define en su tema sino
en su realización formal. Pero también sabe que es fundamental para un escritor
que hace literatura realista la solidez de su posición frente a lo real. Por
ello, una de las primeras características de esta novela es su resistencia a la
reducción monotemática. La violencia del narcotráfico y la del sicariato es
centro de la anécdota en Nadie es eterno,
pero la novela explora con acierto otras dimensiones de lo humano: el amor, la
amistad, la identidad, la lealtad, la búsqueda del padre, la magia y las
estructuras míticas que permanecen en el pensamiento latinoamericano, la fuga
del deseo.
La anécdota misma evita cualquier intento de reducción
y esto se advierte nítidamente en el examen de las dos historias centrales de
la novela: la de Pacho Tiro y Alberto, y la de Rafico y Álvarez. La primera
historia es plenamente la historia de la violencia, contada a través de las
víctimas (Alberto, Albamatienza, Jacinto, Claudia y Patricia) y los victimarios
(Pacho Tiro, Valentierra, los sicarios); la segunda es una historia de amor y
de liberación. La primera historia señala por un lado el destino de los
victimarios: el poder y la violencia; por el otro, el de las víctimas: la
muerte (Albamatienza, Claudia y Alberto) el desplazamiento (Jacinto y
Patricia). La segunda historia señala la posibilidad de ser feliz, incluso ante
la adversidad social. Esa es Colombia, el Valle del Cauca, Tuluá: escenario del
odio y el amor, de la bondad y la crueldad, de la violencia y la liberación. De
eso deja una clara constancia la novela.
La caracterización de los personajes también da cuenta
de la necesidad de escapar al duro constreñimiento que la realidad impone
sobre el texto. Señalo únicamente los dos antagonistas centrales: Pacho Tiro,
el victimario; Alberto, la víctima.
La figura de Pacho tiro se construye con unos rasgos
bien precisos: obediencia, lealtad y admiración por el patrón; el dinero y el
sexo como valores supremos; absoluta ausencia de miedo y capacidad de enfrentar
la muerte (la suya, la del padre, la ajena) con una pasmosa tranquilidad; frío
y calculador ante el peligro, apasionado y despiadado como victimario; el
crimen como destino, como propósito y como sentido de su vida. Su signo y su
sino es la maldad, el verdadero Mal y el Mal puro, en términos de Bataille. Pero
la novela evita el fácil maniqueísmo de esta condición oscura del personaje al insistir
en el incondicional amor de Pacho Tiro por su hermano (lo que nos recuerda, por
supuesto, a Heathcliff, el impresionante personaje de Brontë sobre el que Bataille soporta buena parte de su reflexión sobre el
Mal).
Lo propio ocurre con Alberto, la víctima. El personaje
se define en un entorno de afecto y lealtad: el amor incondicional de la madre,
el cariño de Claudia, la amistad y lealtad de Jacinto, la educación para el
bien. Sin embargo, se queja permanentemente de esa educación para la paz. Desea
un poco de maldad en su alma, la capacidad de matar. Desprecia del padre el
legado pacifista. Ante una realidad tan espeluznante y ante la inminencia de la
muerte, Alberto se desespera porque el padre no lo educó en la violencia y se
condena a muerte. Pero volvamos al
asunto intertextual.
Ese movimiento entre el amor y la violencia nos lega
personajes que resisten cualquier maniqueísmo. Y en ello hay un diálogo muy
directo con algunas novelas de la violencia en Colombia, cuyos crueles asesinos
son al mismo tiempo sujetos que se definen en el amor: El Cóndor de Álvarez
Gardeazábal; los sicarios de Fernando Vallejo; la amada asesina de la novela de
Franco Ramos; El bárbaro ejecutor de El
cronista y el espejo; el Chatarra de Sangre
Ajena.
Otro elemento que se devela esencial en la poética del
texto para liberarse del parasitismo de la realidad del que adolece una
abundante literatura de la violencia es la construcción de un amplio tejido
simbólico que traza las conexiones esenciales con la realidad a través de
imágenes de la naturaleza: el gavilán que se come las crías del picabuey
alegoriza la masacre repetida en nuestra geografía nacional; las postales del
paisaje vallecaucano metaforizan un tejido social descompuesto y violento; el
río sentina como imagen del espanto; las aves tramitan la idea de la violencia
y la indefensión; las alimañas del campo simbolizan la horda de los criminales;
las cabezas disecadas (tigrillo, toro y jaguar -y patrón-) son el poder que
anula la muerte; la araña devorada por los hijos como imagen del mundo del
crimen.
Y, por supuesto, la historia amorosa de Rafico y
Álvarez, que es a su vez historia de amor y denuncia de las absurdas presiones
sociales sobre los homosexuales. Una historia de amor y de liberación que se
margina de la violencia criminal ambiente y enaltece otras formas de la
convivencia en estos escenarios tan difíciles.
Intertexto 2: Homero,
Kafka, Isaacs.
Al igual que se hace con Flaubert, estos autores son
llamados para enfatizar la degradación de nuestra realidad, a la vez que para
dejar las señas de la poética que define la novela: la realidad de la violencia
y de este tejido social degradado se narra con las herramientas de la más
eximia tradición literaria. Anoto brevemente tres intertextos, que resultan
esenciales a este propósito:
Volviendo a la historia de Alberto, la clave de la
formación del personaje está en dos intertextos. Este personaje se define en la
imposibilidad de escapar al destino trágico por la herencia del padre que lo
abandona. Alberto sabe que su única alternativa es liquidar al enemigo y cobrar
venganza de las afrentas recibidas, pero no está formado para ello. El
sentimiento de venganza crece en su espíritu, hasta que se torna en algo físico
y Alberto ve que sus extremidades inferiores se han convertido en una cola de
escorpión y de su boca sólo salen aullidos indescifrables. La impotencia, la
soledad, la incomunicación contenida en el bicho kafkiano se remiten aquí a la
violencia, la venganza y la pulsión del crimen. No obstante, esa venganza no se
ejecuta porque Alberto está educado en el bien. Entonces descarga toda la furia
de su incapacidad de violencia en la figura del padre, que López elabora a
través del héroe homérico. El padre le regala un reloj a Alberto. Cuando los
abandona para siempre, el hijo comienza a relaborar ficcionalmente la escena
del regalo, que ya no es un reloj sino un cuchillo que el padre valeroso le
enseña a usar para enfrentar a los enemigos, para la venganza. Pero toda esta
fantasía se cae ante la evidencia del legado paterno que el hijo desprecia y a
quien llama Nadie. La escena de Odiseo frente al Polifemo, el engaño exitoso de
hacerse llamar Nadie, están al servicio de señalar la astucia como elemento
esencial en la constitución del héroe. En esta novela, sirve para señalar la
pusilanimidad del padre. Nadie es el nombre del desprecio, de la cobardía, del
legado que se repudia y que condena a muerte.
Otro intertexto esencial es el de Isaacs. El relato B
está compuesto por 22 postales que recogen el paisaje vallecaucano en toda su
magnificencia. Ello evoca inmediatamente el paisaje en la novela de Isaacs,
pero con un sentido diferente. En María
el paisaje se modifica al tenor de estado de ánimo del narrador, que es lo
propio de la tradición romántica. En
Nadie es eterno, el paisaje expresa esa magnificencia de la naturaleza
vallecaucana, pero se llena de aves agresivas, de alimañas que se deslizan bajo
los abrojos al acecho, de inundaciones de cadáveres. Es decir, el paisaje de
estas postales alegoriza la degradación social que sirve de contexto a la
novela. Pero volvamos a Flaubert.
Flaubert 2
Reelaborar el delicado cuadro flaubertiano mediante la
explicitación sexual del paseo en carro (1) parece una apuesta arriesgada. La
escena es deliberadamente rudimentaria: una desembraguetada sin transición y un
afanoso succionar mientras avanzan por las calles de la ciudad para terminar
estrellándose contra una miserable carretilla tercermundista. Esa es la apuesta
del texto. La pregunta es, ¿cómo enfrentar literariamente una realidad
degradada en la violencia, en la descomposición del tejido social, en la caída
de valores, en la brutalidad ambiente? La perfección formal del texto es el
único crisol en el que puede fundirse el barro de esta realidad es la respuesta
de la novela de López y por eso une al afán intertextual una estructura formal
de relojero.
La novela se construye a partir de cuatro relatos que
se van intercalando de manera secuencial y milimétrica a lo largo de cinco
capítulos, aunque en los dos últimos capítulos se invierte el orden de este
encadenamiento secuencial: 1-3: ABCD, 4-5: DCAB. Los capítulos impares están
conformados por cuatro bloques de cuatro secuencias y los pares por cinco
bloques de cuatro secuencias, así: I: ABCD x 4; II: ABCD x 5; III ABCD x 4; IV:
DCAB x5; V: DCAB x4. El relato A se hace en primera persona y en presente; el
B, en segunda persona y en presente; el C, tercera persona y en pasado; el D,
en tercera persona y en presente. Es
decir, la estructura de la novela es la suma perfecta de distintas
experimentaciones narrativas, que no dejan grieta alguna y que evidencian el
tremendo conocimiento del arte narrativo que tiene el autor. A la manera de
Poe, todo es extremadamente racional en esta estructura. Incluso la inversión
del encadenamiento secuencial de los capítulos 4 y 5, se justifica en la
necesidad narrativa de terminar la novela con la secuencia doble del relato AB,
con la que inicia el texto. Es decir, la novela comienza en el relato de Pacho
Tiro que se complementa con la postal alegórica y termina con ese mismo relato
y su postal, que alegoriza el sentido final de la novela: la violencia continúa
cada vez con más severidad, con más sevicia en cada generación.
Esta estructura procura un equilibrio narrativo
matemático, cuyo propósito es mantener atento al lector y que devela una
profunda convicción autorial que entiende una arquitectura narrativa sin
resquicios como elemento indispensable de la perfección formal. Lo que tanto
admira López en escritores como Mario Vargas Llosa y Manuel Puig, una de sus
más recientes pasiones, es, sin duda alguna, una de las ambiciones de esta
novela: la perfección formal. Ambición que también se advierte en la limpieza y
musicalidad de la prosa, en la precisión de la frase y en todos esos rasgos de
la artesanía literaria que ya conocemos en los otros libros de López, pero con un
ingrediente nuevo en el relato C: el uso de una puntuación muy personal y
novedosa para señalar los diferentes desembragues narrativos.
Si el pecado mayor de la peor literatura de la
violencia es su parasitismo de la realidad, su vocación servil, su dependencia
de los fenómenos históricos que le sirven de referencia, la mayor virtud de la
mejor novela de la violencia es su capacidad de contener una compleja realidad
con la inalienable independencia del hecho literario. Alejandro José López
claramente se sitúa en el segundo grupo.
++++
Gracias al aporte y autorización del autor del ensayo,
Publica y difunde NTC … Nos Topamos Con …
++++
.
NTC ... enlaces
.
( 1) El Fragmento
en Madame Bovary
Fuente:
"...
Et sur
le port, au milieu des camions et des barriques,
et dans
les rues, au coin des bornes, les bourgeois
ouvraient
de grands yeux ébahis devant cette chose si
extraordinaire
en province, une voiture à stores tendus,
et qui
apparaissait ainsi continuellement, plus close
qu'un
tombeau et ballottée comme un navire.
Une
fois, au milieu du jour, en pleine campagne, au
moment
où le soleil dardait le plus fort contre les
vieilles
lanternes argentées, une main nue passa sous
les
petits rideaux de toile jaune et jeta des déchirures
de
papier, qui se dispersèrent au vent et s'abattirent
plus
loin, comme des papillons blancs, sur un champ
de
trèfles rouges tout en fleur.
..."
(Traducción más adelante)
.
EL MANUSCRITO
.
Toda la página
.
TRANSCRIPCIÓN
Fuente:
.
.
.
Traducción
Click en Descargar. Pag. 145
.
"....
Y en el puerto, entre camiones y barricas, y en las calles,
en los guardacantones, la
gente del pueblo se quedaba pasmada ante aquella cosa tan
rara en provincias, un coche
con las cortinillas echadas, y que reaparecía así
continuamente, más cerrado que un
sepulcro y bamboleándose como un navío.
Una vez, en mitad del día, en pleno campo, en el momento que
el sol pegaba más fuerte
contra las viejas farolas plateadas, una mano desenguantada se deslizó bajo las cortinillas
de tela
amarilla y arrojó pedacitos de papel que se dispersaron al viento y fueron a
caer
más
lejos, como mariposas blancas, en un campo de trébol rojo todo florido.
Después, hacia las seis, el coche se paró en una callejuela
del barrio Beauvoisine y se
apeó de él una mujer con el velo bajado que echó a andar sin
volver la cabeza.
..."
.
-
COMPLEMENTACIONES
------
-
Fecha: Cali. 30 de septiembre de 2012, 03:55
Asunto: RE: "... comme des papillons blancs, sur un
champ de trèfles rouges tout en fleur."
Para:
NTC
ntcgra@gmail.com
Amigos de NTC ..., María Isabel y Gabriel:
Bella
la referencia a aquel pasaje inolvidable de la indispensable Madame Bovary, que
me ha marcado tanto vital y escrituralmente.
Este año, a comienzos, quise visitar la tumba, en Ruan, de
uno de mis maestros más amados. Sentía que se lo debía, o que me lo debía a mí
mismo.
He compartido tantos momentos felices con Gustave Flaubert,
con su Emma Bovary, que necesitaba rendirle este íntimo homenaje de visitar su
tumba.
Les comparto la foto de ese momento, de ese afectuoso
ritual.
Les mando un gran abrazo,
Alejo.
.
-
.
( 2 ) Relacionado con la intervención de Óscar Osorio
sobre "la sicaresca"
Entrevista con Héctor Abad Faciolince (Fragmento)
Illinois Wesleyan University
Esta entrevista se efectuó el 4 de Julio del 2006 en la sala patrimonial de la biblioteca de la Universidad EAFIT de Medellín.
.A.O. ¿Cuál es su opinión acerca de la novela sicaresca? ¿Cree usted que ayuda a crear más estereotipos tanto de Medellín como de Colombia?
H.A. Yo tengo el orgullo de haber creado esa palabra. La sicaresca apareció por primera vez en un artículo que yo escribí * sobre esas novelas: La sicaresca antioqueña. Realmente se parece mucho a la picaresca en el sentido de que es una persona, por lo menos en los primeros libros, que narra en primera persona su vida de fechorías. Yo por experiencias vitales, directas, es decir, al familiar mío más importante lo asesinaron unos sicarios, nunca he sentido fascinación por los sicarios. He sentido todo lo contrario. He sentido rechazo. Y a mí me parece que la literatura colombiana se engolosinó con estos matones, en parte los justificó en algunas de estas narrativas. Y es como si las victimas no tuvieran ningún interés y el interés de la literatura colombiana se hubiera centrado sobre los verdugos, sobre los victimarios durante mucho tiempo. La novela que yo estoy escribiendo, y que voy a terminar y que espero publicar en octubre, es precisamente la otra cara de la novela picaresca; una novela sobre una víctima de los sicarios, que me parece una vida más interesante, más valiosa y muy distinta a esta especie de endiosamiento y creación de un mito de pobres muchachos desesperados que no les queda otra alternativa que matar. Yo sí aspiro a escribir algo muy distinto al regodeo macabro con los sicarios.
Obviamente no se puede negar, los sicarios existen por supuesto. Pero a mí no me interesa tanto la vida de los sicarios. Me interesa más la vida destruida. La vida que esos sicarios destruyen.
-----
* LO ÚLTIMO DE LA SICARESCA ANTIOQUEÑA
EL TIEMPO, 10 de julio de 1994
Autor: HECTOR ABAD FACIOLINCE
En la España literaria ( y en la real) de los siglos XVI y XVII, el pobre, para sobrevivir, se iba de pícaro. Y la picaresca es esa riquísima corriente literaria que para muchos críticos inaugura la novela moderna: el Lazarillo, el Buscón, Guzmán, Rinconete... En la Antioquia literaria ( y en la real?) de finales del siglo XX, el pobre, para salir de pobre, se mete de sicario. Y la sicaresca es una tremenda moda literaria paisa que revela no la pobreza de nuestra narrativa sino la de nuestra realidad: pelaítos sin semilla que duran poco en sus historias callejeras. A la literatura surgida en un burdel, en todo caso, es difícil exigirle que sea casta. Como el picaresco, el relato sicaresco requiere la primera persona, el tono autobiográfico, la crudeza realista. El escritor no se declara creador sino amanuense, copista: intermediario de un testimonio auténtico. Quienes firman estas obras, por lo general, no pertenecen al proletariado sino a la clase de casi todos los que leemos y escuchamos.
Alfaguara acaba de publicar la última novela de este género: La virgen de los sicarios, de Fernando Vallejo. Con lo cual, creo, ya sí llegamos al colmo. Quiero decir al culmen, a lo que culmina, al non plus ultra de la sicaresca antioqueña. .... .
-