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ACUERDO YA!
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Multitudinario adiós al Nobel de Literatura: Darío Fo
EN LA MUERTE DE UN ANARQUISTA
Por Juan Manuel Roca
Acaba de
morir Darío Fo, el dramaturgo
italiano que levantó una polvareda cuando recibió el Premio Mobel de Literatura
en 1997. La repulsa a su premio vino encarnizada sobre todo por el Vaticano que
lo consideraba nada más que un juglar. No podían entender cómo le otorgaban
tamaño galardón tras los gloriosos antecedentes italianos que ya lo habían
obtenido en un número de cinco, entre quienes sobresalían otro dramaturgo
-Pirandello- y dos altos poetas, Salvatore Quasimodo y Eugenio Montale.
Daniel Fermani, un periodista argentino radicado en el
país de estos altos creadores, recordaba que “L´observatore Romano”, el diario
oficial del Vaticano expresó su desgano ante el premio a Fo: “después de tanta
razón...un juglar”. La respuesta del desobediente autor de “Muerte accidental
de un anarquista” no se dejó esperar: “Dios es un juglar”.
Los grandes medios y las notables autoridades del gobierno
italiano intentaron amargarle el momento, pero el ingobernable escritor sabía,
son sus palabras, que “la sátira es el arma más eficaz contra el poder: el
poder no soporta el humor, ni siquiera los gobernantes que se llaman
democráticos, porque la risa libera al hombre de sus miedos”.
Hace unos años, en 1997, escribí más que un pastiche,
un pequeño divertimento que nació de las cabeceras de “Muerte accidental de un
anarquista”, la obra tantas veces representada del autor italiano.
Vale la pena recordar un fragmento del prólogo que
hizo el mismo Darío Fo a su pieza: “queremos contar un hecho realmente ocurrido
en América, en 1921. Un anarquista llamado Salsedo, emigrante italiano, “se
cayó” por una ventana del piso 14 de la comisaría central de Nueva York. El
jedfe de policía declaró que se trataba de un suicidio”. La verdad, luego
descubieta tras una severa interrogación, es que “los policías que interrogaban
al anarquista lo habían literalemnte arrojado por la ventana”.
Traigo ahora, como un pequeño homenaje a Darío Fo, un
texto breve de forma teatral que escribí al momento de su Premio Nobel y que
puede ser un pastiche o un texto paródico desde la señalada obra que titulé
“Coronación accidental de un anarquista”:
Personajes.
Su santidad el Papa
Una periodista
Eugenio Nobel
Darío Fo.
Escena primera (y última). Una sala dorada. Una silla
papal, un banquillo de acusados, una celda llena de nubes de humo de incienso,
un escritorio de periodista, lleno de papeles.
Papa (Ojea un índice con cierta impaciencia. El
cuaderno tiene tapas de raso púrpura, las hojas son de papel Fabriano y pasan
lentas en las manos untuosas del Pontífice:
-Ah, de manera que este relapso de apellido pestífero
sube al trono de nuestros grandes literatos... Acá veo su nefasto nombre, el
mismo que ha injuriado a mis obispos buscándoles conexiones con la policía
italiana.
Periodista:
(Pasa las hojas de un diario Varticano y cruza sus
largas piernas enfundada en medias de seda del color de la canela). Dice con
voz de primadona:
-Santo Padre, ¿ya sabe la noticia?
Papa:
-La conozco. Su estirpe es diabólica, parece salida de
las agencias noticiosas del infierno. Satán Press, Belcebú Press... el diablo
es anarquista.
Periodista:
-Padre santo, ¿cree usted que el Gran Premio de las
Letras pasa a las manos de Fo por una conspiración contra el alto clero?
Papa:
-Contra el clero, claro. Dios sabe qué sombra quiere
revivirle a este autor su dinamita mojada.
Genus irritabible vatum*.
Eugenio Nobel: (Está sentado examinando una brújula en
una especie de crujía celestial llena de nubes):
-Disculpen, no mencionen ni de lejos la palabra
dinamita. Yo, su padre, su inventor, sufro el estupor de ver su detonante
efecto en manos anarquistas.
Periodista:
-Doctor Nobel, ¿ha leído al señor Fo?
Eugenio Nobel:
-Hace mucho no leo y no se qué accidente ha premiado a
este hijo descarriado de Occidente. Los rumores que me llegan de abajo indican
una gran preocupación terrenal. Ni cuando dejaron de darle mi Premio a un ciego
argentino, ni cuando se lo dieron a un colombiano que lo recibió con un jaleo
de tambores, me han llegado tantas razones inquietantes.
Papa:
-Paparazzis, tomen foros de la palabra de Dios:
“Abomino de los que escandalizan a los niños. Y usted, señora periodista,
pregúntele al señor Nobel si está de acuerdo con las blasfemias, con los
perjuros.
Periodista: (Dirigiéndose a Eugenio Nobel):
-¿Está usted de acuerdo con los blasfemos, con los
perjuros?
Eugenio Nobel:
-No. nunca.
Periodista:
-¡Y usted, reo de dudas (se dirige a Darío Fo que ha
permanecido en un banquillo con un gorro jacobino en la testa y una baderita
rojinegra), díganos, después de recibir el Gran Premio, ¿seguirá hostigando al
cielo?
Darío Fo:
-No me he enterado del juicio que me siguen, sobre
todo si ha sido espoleado por las personas sin juicio que realizan estos
juicios. Por fortuna aquí no hay ventanas para suicidas. Solamente conozco el
juicio a un anarquista. Si siguiéramos una especie de silogismo, o si
lleváramos a sus últimas consecuencias la pesquisa de quién es, a juicio de las
autoridades, el culpable de que este hombre, Salsedo, se fuera ventana abajo,
diríase que no es por culpa de la policía. Porque sin edificios en altura no
habría colisión tan radical entre cuerpo y suelo. Sin ventanas no habría vacío
entre el adentro de una edificación y el afuera. Pues bien, se dirá que la
culpa la tienen los arquitectos o el que creó la ley de la gravedad. Pero
nunca, manifestará la policía, quien tuvo la idea de instalar en un piso alto
una inocente comisaría.
Periodista:
-En su obra usted parece un corifeo de Bakunin o
Kropotkin y ni hablar de Malatesta, y de ese anarquista americano al que
defiende. ¿Qué demonios pretende exaltando la vesania y la desobediencia?
Darío Fo:
-Solamente digo que en las comisarías no hay muertes
accidentales. Y que el tiempo es anarquista. No permite sobre él ningún
gobierno.
Papa:
-Caiga el telón, como la noche.
*Genus irritabile vatum, en latín, “el
irritable género (o especie) de los poetas.
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También publicado:
En el Facebook (15/10/2016) del autor:
Y (16/10/2016) en:
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